La volatilidad está de regreso y las
bolsas han comenzado a zigzaguear salvajemente otra vez. En
esta ocasión, el catalizador es Grecia, pero mañana podría
ser otro. El problema es que existe demasiado apalancamiento
(N de la T: toma de deuda para financiar la adquisición de
activos) en el sistema, y eso está generando incertidumbre
sobre la verdadera situación de la economía.
Durante mucho tiempo, el apalancamiento
no significó un problema porque había suficiente liquidez
como para mantener todo dentro de un tranquilo subibaja.
Pero esto cambió cuando Lehman Brothers entró en
bancarrota y los fondos no bancarios se cerraron. Cuando el
llamado “sistema bancario fantasma estalló (N de la T: se
entiende por shadow banking a las instituciones que actúan
como bancos, es decir, realizan actividades de intermediación
financiera, pero que no son reguladas como bancos, tal el
caso de los bancos de inversión y los Hedge Funds entre
otros)”, la liquidez se secó y los mercados cayeron en
picada. Esta es la razón por la cual el jefe de la Reserva
Federal, Ben Bernanke, intervino y otorgó préstamos a
corto plazo a instituciones financieras descapitalizadas. La
operación de rescate de Bernanke revitalizó el sistema,
pero asimismo transfirió 1,7 billones de activos ilíquidos
y activos con problemas de mora (non–performing loans) al
balance general de la Reserva Federal. En realidad, el
problema no se arregló en lo absoluto; las deudas se
trasladaron de un balance a otro.
El martes pasado, los problemas en
Grecia dispararon las ventas en todos los principales índices
de mercado. En un momento, las acciones en el Dow se
desplomaron 998 puntos antes de recuperar 600 puntos hacia
el final de la sesión. Algunas de las pérdidas se debieron
a las “Operaciones de Alta Frecuencia” (N de la T: High
Frequency Trading, HFT en sus siglas en inglés), que es un
programa computarizado de comercio que ejecuta millones de
órdenes de compra y venta de acciones en milésimas de
segundo. Las HFT ahora representan más del 60% de toda la
actividad comercial de acciones en la Bolsa de Nueva York.
Paul Kedrosky explica con mayor detalle lo que sucede en su
artículo, “The Run on the Shadow Liquidity System”. He
aquí un pasaje:
“Como la mayoría debe saber, la
liquidez es, como muchas otras cosas en el ámbito
financiero, una abundancia en la que puedes nadar siempre y
cuando no la necesites… La liquidez es una función de
varias cosas que trabajan bastante bien juntas, incluyendo
otros inversores, creadores de mercado y, claro está,
algoritmos técnicos rasguñando fracciones de céntimos en
las compraventas. Conjuntamente, todos estos actores crean
esa liquidez que todos quieren, y, principalmente, la que
todos dan por asegurada…”
“Sin embargo, la mayoría aún no se
ha percatado, al menos entre los inversores no
profesionales, que la provisión de liquidez ha cambiado
inmensamente en los últimos años. Es más inconstante,
impredecible, y más propensa a desaparecer de repente, como
la nieve sublimada en vapor durante una ola de calor
primaveral. ¿Por qué? Porque los tradicionales generadores
de liquidez, creadores de mercado y otros participantes no
están demasiado predispuestos a ser la contraparte del
mercado. Hay muy pocos comerciantes de bolsa preparados para
hacer mercado por el bien de la salud del mercado…”
“Por primera vez tenemos gran
cantidad de proveedores de esta liquidez imaginaria,
algoritmos y operaciones automáticas de alta frecuencia,
que individualmente dan cuenta de un alto porcentaje de las
operaciones diarias y, que al mismo tiempo, pueden
desaparecer con un botón o un algoritmo. En consecuencia,
durante la crisis del mercado financiero, cuando la liquidez
es habitualmente muy difícil de encontrar, ahora no tan sólo
cuesta encontrarla, sino que ha desaparecido completamente,
como el agua saliendo a borbotones por una escotilla hacia
el infierno. Los creadores de mercado a la vieja usanza, se
mantienen a un lado mientras fluyen en el mercado las
transacciones de pánico, y miran directo a los creadores de
la liquidez imaginaria y dicen, “no, gracias”. (Paul Kedrosky, “The Run on the Shadow Liquidity System”. La
infecciosa codicia).
El hecho de que la Comisión de Valores
(SEC, por sus siglas en inglés) no pueda entender lo que ha
sucedido, ha sido un golpe mayor para la confianza de los
inversores que el propio comportamiento errático de los
propios mercados. Esto muestra que los reguladores en
realidad no tienen ningún control sobre la tecnología que
están manejando los mercados. Ello refuerza la percepción
de que el comercio financiero es una aventura arriesgada e
incierta, y el mercado, un casino.
La desregulación también ha
erosionado la confianza en los mercados. Desde que la ley
Glass Steagall fue revocada en 1999, los mercados
financieros se han rediseñado por completo.
Desafortunadamente, la nueva arquitectura está plagada de
defectos. Los principales proveedores de liquidez están
ahora en manos de la banca fantasma en vez de en las
altamente reguladas instituciones bancarias de “depósito”.
Este es un problema, porque los hedge funds (Nota de la T:
fondos de inversiones de alto riesgo), las aseguradoras, los
corredores de bolsa, SIVs (N de la T: vehículos de inversión
estructurada o “conductos –conduits–”, activos que
invierten en los flujos de fondos generados por activos de
largo plazo, como los hipotecarios, y se financian con
fondos obtenidos a muy corto plazo, por ejemplo, en el
mercado de recompra– repo market–), y las operaciones de
inversión fuera de la hoja de balance (N de la T: off–balance
sheet, inversiones en empresas no vinculadas a la empresa
madre, la cual habitualmente sale de garante de los fondos
solicitados por la nueva empresa) están, en su mayoría,
sin supervisar, por lo que ellos pueden ignorar los
requisitos de capitalización y los estándares
tradicionales de préstamos. Aún peor, ellos pueden generar
tanto crédito como quieran mediante el mercado de recompra
(N de la T: repo market, operaciones de venta de títulos
con el compromiso de recompra, habitualmente por un día) o
usando instrumentos financieros (como los títulos con
garantía hipotecaria, obligaciones de deuda garantizadas, y
cobertura de riesgos crediticios; MBS, CDO y CDS,
respectivamente, por sus siglas en inglés). El economista
James Hamilton explica este comportamiento en una nota
reciente titulada “Follow the Money”. A continuación,
un fragmento:
“Si compras un título con respaldo
hipotecario MBS (u obligaciones de deuda garantizadas –CBS–
creadas a partir de un conjunto de MBS) entonces puedes
emitir un título comercial garantizado con éste para
recuperar la mayoría de tu dinero, en esencia, haciendo que
la compra se autofinancie. Esta fue la idea que estuvo detrás
de los SIV fuera de hoja de balance, los cuales básicamente
utilizaron dinero prestado por el mercado de deuda comercial
(N de la T: títulos de deuda empresaria a corto plazo) para
comprar títulos con respaldo hipotecario creados por los
negociadores de préstamos. El valor en dólares de los títulos
garantizados por activos en circulación casi se dobló
entre 2004 y 2007.”
“El profesor de Yale, Gary Gorton,
también ha destacado la importancia de las operaciones de
recompra que implican títulos relacionados con hipotecas.
Si yo compro un título, puedo entonces prometerlo como
colateral para obtener un préstamo de recompra, obteniendo
nuevamente la mayor parte de mi dinero y permitiendo que la
compra se autofinancie mientras yo pueda mantenerme girando
operaciones de recompra. Aunque yo no he sido capaz de
encontrar números sobre el volumen de tales transacciones,
parece que han sido bastante sustanciales.”
“La pregunta de cómo el precio
explosivo de la vivienda se financió, tenía un muy clara
respuesta: el dinero de otras personas. El precio subió
porque se vertió una enorme cantidad de dinero en la compra
de viviendas”. (“Follow
The Money”, James Hamilton, Econbrowser)”
Así es como Wall Street fogoneó el
apalancamiento hasta niveles inverosímiles, conduciendo el
sistema financiero hasta el precipicio. Los instrumentos de
deuda y el mercado de recompra fueron utilizados para crear
una enorme pirámide de deuda precariamente equilibrada
arriba de unas pocas migajas de capital. El sistema iba
rumbo al estallido.
Naturalmente, quienes se beneficiaron
de la cobertura de riesgos crediticios (Credit Defaul Swaps)
y otros derivados, continúan cantando sus alabanzas, pero
sus números crecen menos y menos todo el tiempo. Mucha
gente ahora comprende el papel que esos derivados jugaron en
la ruptura del sistema y están reclamando cambios. Pero a
Wall Street no le interesa la opinión pública. Los grandes
bancos ya han desplegado su ejército de cabildantes hacia
el Capitolio para asegurarse de que una nueva legislación
de reforma del sistema financiero no restringirá su uso de
derivados híbridos, los cuales se han convertido en sus
mayores generadores de beneficios. Considerando la cantidad
de dinero que ellos han untado por doquier… sería un
milagro que no obtuvieran lo que quieren.
Las bajas tasas de interés no causaron
la crisis
La pasada semana, los economistas
Edward L. Glaeser, Joshua Gottlieb y Joseph Gyourko
publicaron una investigación académica y presentaron sus
conclusiones al Banco de la reserva Federal de Boston. Aquí
va lo que dijeron:
“No es que las bajas tasas de interés
no empujaran los precios de la vivienda. Lo hicieron. No es
que una mayor tasa de concesión de préstamos no este
asociada al creciente valor de las casas. Lo está. Pero el
impacto de esas variables, como predice la teoría económica
y ha sido estimado empíricamente durante muchos años, es
demasiado pequeño como para explicar lo que hemos
experimentado en el mercado de la vivienda”.
Glaeser, Gottlieb y Gyourko dicen que
esos factores pueden explicar sólo un 10% del incremento en
los precios de los inmuebles entre 2000 y 2006. Esto
representa sólo 1/3 del incremento del 30% en los precios
(ajustado por la inflación) durante ese periodo, tal como
estimó la Agencia federal de Financiamiento de Vivienda (Housing
Finance Agency), o el aumento del 74% medido por el índice
de precios de Case Shiller/Standard and Poor en 20 grandes
áreas metropolitanas.
Entonces, ¿a qué se debe la burbuja?
Ellos no pueden asegurarlo. “Utilizando el herramental de
la economía empírica, no somos capaces de ofrecer una
explicación para lo que ha sucedido”, escriben” (“Low
interest rates didn't cause the bubble economists say”
Elizabeth Razzi, Washington Post)
La crisis no fue suscitada por tasas de
interés ni por la laxitud de criterios de otorgamiento de
créditos, sino por el apalancamiento. De hecho, el mercado
de recompra, titulización y la vasta colección de
instrumentos de deuda son todos diseñados con un sólo propósito,
para esconder el volumen de apalancamiento en el sistema. Es
capitalismo sin capital.
Los 1,5 billones en hipotecas basura (subprime)
no fueron suficientes para derribar el sistema financiero en
su totalidad. Pero las pérdidas generadas por billones de dólares
de derivados que fueron colocadas en la cúspide sobre estas
hipotecas ciertamente lo fueron. Por lo tanto, ¿qué sucedió
realmente? Aquí va un resumen del análisis del economista
Henry Liu:
“…La actual crisis financiera que
comenzó a mediados de 2007 no fue causada por las corridas
bancarias de los depositantes, sino por un desplome en todo
el mercado de crédito cuando los inversores institucionales
aversos al riesgo huyeron en masa de los instrumentos de
deuda de corto plazo”.
“El fracaso de la totalidad del
mercado de crédito dejó a los bancos en un precario estado
al ser incapaces de renovar su deuda de corto plazo para
apoyar sus créditos de largo plazo. Aún a pesar que el
desplome del mercado tuvo una dimensión de liquidez, la
causa real del default sistémico que afectó a todas las
partes, fue la inminente insolvencia resultante de bancos en
posesión de garantías cuyos valores cayeron por debajo del
nivel de las deudas que garantizaban en cuestión de días.
Para muchos bancos grandes y reconocidos las pérdidas
generadas por sus propias operaciones bursátiles también
redujeron su capital a niveles de insolvencia, causando caídas
bruscas en sus cotizaciones.” (“Two
Different Banking Crisis—1929 y 2007” Henry Liu)
Los bancos no se fundieron a sí mismos
tomando depósitos y luego usándolos para prestar dinero a
tasas altas. Lo que hicieron fue comprar activos líquidos
de largo plazo (títulos garantizados con hipotecas, títulos
garantizados con activos) e intercambiarlos en el mercado de
recompra por activos de corto plazo. Esto es como ir a una
casa de empeño y pedir prestado dinero entregando una
garantía, excepto que en este caso la contraparte es una
institución financiera.
Cuando el mercado de hipotecas basura (subprime)
comenzó a estallar, las instituciones que habían estado
tomado la otra parte del trato (las contrapartes), se
pusieron nerviosas, porque pensaron que las garantías en
forma de hipotecas subprime podrían llegar a valer menos
que el dinero que ellos habían prestado. Por ello,
demandaron más garantías de los bancos, forzando a los
bancos a vender más activos para juntar el dinero hasta
cubrir sus pérdidas. Esto hizo que los precios bajaran,
provocando una ráfaga de liquidaciones, y condujeron a las
instituciones más débiles a la bancarrota.
El monto del apalancamiento construido
con estos derivados financieros fue simplemente asombroso.
Echa una mirada a este artículo del Wall Street Journal:
“Documentos publicados por
investigadores del Senado la pasada semana brindan pistas
sobre por qué las pérdidas fueron tan severas. Los
documentos muestran cómo los bancos de Wall Street
empaquetaron y reempaquetaron los mismos bonos riesgosos en
títulos que a fin de cuentas ayudaron a magnificar el
impacto del default de las hipotecas subprime sobre el
sistema financiero”.
“En un caso, un bono garantizado por
hipotecas subprime de 38 millones creado en junio de 2006
terminó en más de 30 fondos de deuda y también causó
casi 280 millones de dólares en pérdidas para los
inversores cuando el bono fue retirado en 2008, de acuerdo a
la información proporcionada por el Wall Street Journal… (“Senate’s
Goldman Probe Shows Toxic Magnification”, Carrick
Mollenkamp and Serena Ng, Wall Street Journal)
Entonces no fueron las hipotecas
subprime las que causaron la mayor parte del daño, sino la
cantidad de apalancamiento atado a derivados en el mercado
de recompra. El Congreso necesita centrar su atención sobre
los instrumentos y procesos particulares (derivados,
recompras y garantías) que son utilizados para maximizar el
apalancamiento e inflar burbujas. Ahí es donde reside el
problema.
Nomi Prins lo explica de manera algo
diferente en The American Prospect de este mes. Aquí va un
extracto de su artículo “Shadow Banking”:
“Entre 2002 y comienzos de 2008,
alrededor de 1,4 billones de préstamos subprime fueron
otorgados por los ahora alicaídos prestamistas, como New
Century Financial. Si tales préstamos fueran nuestro único
problema, la solución teórica podría haber implicado
subsidios gubernamentales sobre estas hipotecas por un costo
máximo de 1,4 billones. Sin embargo, de acuerdo con Thomson
Reuters, se crearon casi 14 billones de complejos productos
financieros basados en los anteriores, precisamente porque
los fondos apalancados estimularon su producción y difusión.
Entonces, en el apogeo de los subsidios federales en julio
de 2009, el gobierno tuvo que poner 17,5 billones de dólares
para darle soporte al sistema piramidal Ponzi de Wall Street,
no 1,4 billones. La destrucción en el mercado de préstamos
comerciales pudo desparramar la siguiente implosión”. (“Shadow Banking”, Nomi Prins, The American Prospect)
Este es un punto que merece ser
repetido: “…se crearon casi 14 billones de complejos
productos financieros basados en los anteriores” en la cúspide
de una pirámide de “sólo 1,4 billones” en créditos
subprime. Sin duda, los banqueros de inversión y los
administradores de hedge funds que inflaron esa monstruosa
pelota, sabían que estaban condenados desde el comienzo,
pero luego, ellos seguramente deben haber conocido esa
expresión “M. H. I. – T. H. I.”, que en la jerga de
Wall Street significa, “Me habré ido y Tu te habrás
ido”.
Durante mucho tiempo, Wall Street ocultó
su participación en la creación de burbujas y chantajes
detrás de teorías que glorificaban la sabiduría y
flexibilidad de los mercados desregulados. La intervención
del gobierno fue una menospreciada e innecesaria intrusión
dentro de un sistema divinamente armónico. Ahora la cortina
ha sido corrida y la farsa ha quedado expuesta. El Estado
tiene un claro interés en asegurar que las instituciones
otorgadoras de créditos están adecuadamente capitalizadas,
que los estándares de otorgamientos de crédito sean
estrictamente cumplidos y que se pongan límites razonables
a la cantidad de apalancamiento que las instituciones
financieras pueden usar. Esta es la única manera de
proteger a la gente.
(*) Mike Whitney es un analista
político independiente que vive en el estado de Washington
y colabora regularmente con la revista norteamericana
CounterPunch.