Las autoridades en Estados
Unidos y Europa podrían verse presionados a recurrir a una de las escasas
herramientas que aún no han utilizado e intervenir directamente en los
mercados cambiarios si el euro reanuda su pronunciada caída.
Las autoridades se han
cuidado de no usar esta herramienta durante una década y siguen conformes con
permitir que los mercados determinen el valor del euro, que ha caído
alrededor de 17% desde principios de diciembre, lo que preocupa a los
exportadores de todo el mundo que compiten con los europeos y genera temores
inflacionarios en Alemania. La preocupación sobre una posible intervención
impulsó el euro a casi US$1,26, luego de que la moneda cayera por debajo de
US$1,23 durante la jornada del jueves.
"Realmente estoy
preocupado por el rápido [ritmo] de la caída del tipo de cambio",
reconoció el jueves Jean–Claude Juncker, director de los ministros de
Finanzas de la zona euro, aunque indicó que no creía que el nivel del euro
requiriera de "atención inmediata". Ted Truman, ex funcionario del
Departamento del Tesoro de EE.UU., opina que "es correcto que las
autoridades estén pensado en una posible protesta" por la caída del
euro a través de una intervención.
En una intervención, los
bancos centrales compran grandes cantidades de una moneda débil en el mercado
de divisas a cambio de una moneda fuerte, con la esperanza de revertir la caída
de la moneda débil. Este tipo de maniobras, sin embargo, suele fallar.
Ni EE.UU. ni la zona euro han
intervenido en el mercado cambiario desde 2000 y ambos no esconden su
escepticismo sobre la efectividad de la práctica. EE.UU. se unió a Europa,
Japón, Gran Bretaña y Canadá al comprar entre US$3.000 millones y US$5.000
millones de euros en septiembre de 2000, poco después del lanzamiento de la
moneda común. Dos meses después, el Banco Central Europeo (BCE) compró más
euros, cuando la moneda se cotizaba a alrededor de 87 centavos de dólar, poco
menos que la mitad de su valor más alto, que alcanzó en abril de 2008 en
alrededor de US$1,60.
Aunque EE.UU. y Europa han
gastado sumas cuantiosas de dinero para combatir la recesión global y han
relajado de forma notoria la política monetaria, no se han inmiscuido en los
mercados de divisas, al entender que los altibajos de sus monedas reflejan los
fundamentos de la economía.
Numerosos economistas creen
que el euro se cotiza a un nivel adecuado, si se toma en cuenta el complicado
panorama fiscal y las menores perspectivas de crecimiento en Europa.
El paquete de préstamos de
110.000 millones de euros (US$136.000 millones) para Grecia, seguido de un
compromiso de casi US$1 billón (millón de millones) para otros países
europeos en aprietos, dejó al descubierto la fragilidad financiera de la región
y planteó la posibilidad de que el BCE tenga que imprimir dinero y devaluar
la divisa. Las divergencias europeas sobre la regulación de los mercados
financieros también ha presionado al euro (ver nota relacionada).
Algunos funcionarios europeos
afirman que un declive paulatino del euro es una ventaja económica porque
abarata las exportaciones europeas. "Si le pregunta al jefe de EADS [el
fabricante de los aviones Airbus] sobre el impacto de la caída del euro sobre
sus ganancias, estoy seguro de que se lo puede precisar hasta la última
cotización del euro", indicó la ministra de Finanzas francesa,
Christine Lagarde, durante una conferencia de prensa en París.
Marco Annunziata, economista
jefe de UniCredit en Londres, calcula que el euro tendría que caer a
alrededor de US$1,10 en una semana aproximadamente para generar una reacción
de las autoridades. Un descenso de este tipo podría sacudir a los mercados en
todo el mundo, elevar las tasas de interés en Europa y socavar la recuperación
de la economía mundial.
Una intervención en el
mercado de divisas podría adoptar varias formas. Una de las más sencillas
serían declaraciones de autoridades clave que avierten, en un lenguaje
codificado, de una posible intervención. En junio de 2008, por ejemplo, el
presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, advirtió sobre los peligros
de un dólar débil. Eso le dio a la moneda de EE.UU. un breve impulso, aunque
la Fed no llegó a intervenir.
Otra posibilidad es una
declaración coordinada por parte de un grupo de países influyentes, como
sucedió en septiembre de 2000.
El objetivo de este tipo de
declaraciones es producir el desenlace deseado sin arriesgarse a realizar una
intervención real que podría acarrear repercusiones negativas.
Un riesgo de intervenir es
que los inversionistas podrían creer que las autoridades han realizado un
diagnóstico erróneo sobre por qué suben y caen las monedas o no tienen la
voluntad de lidiar con un problema subyacente. Eso, a su vez, podría conducir
a movimientos aún más bruscos en el mercado.
La gran incógnita es el
papel de China, cuyas reservas ascienden a los US$2,5 billones (millones de
millones). Beijing ha reiterado una y otra vez su deseo de diversificar sus
fondos, donde en estos momentos predomina el dólar, al aumentar la cantidad
de euros. Los analistas creen que es factible que China participe en una acción
coordinada para apuntalar el euro.
El economista de la
Universidad de Harvard Jeffrey Frankel afirmó que la participación china le
daría un poderoso impulso a cualquier medida. "Si se interviene ahora
[sin China], los mercados probablemente no responderían bien y los gobiernos
perderían", indicó. "Si los chinos están de nuestro lado, esos
US$2,5 billones en reservas podrían intimidar a cualquiera, incluso los
mercados".