La crisis en Europa

¿Por qué cae Grecia y no Inglaterra?

Por Emiliano Libman (*)
Crisis-economica.blogspot, 18/05/10

Tras el desplome de los mercados financieros globales, la crisis pareció dar un respiro, al punto de que muchos consideran que lo peor pasó. Existe un dejo de verdad en esta visión, pues una parte de los países del globo han vuelto a crecer como Brasil, China, India y Argentina (que se perfila como uno de los países de mayor crecimiento en los próximos años). Sin embargo, las luces de alarma han vuelto a encenderse a raíz de la posibilidad que se produzca una crisis en Europa. Aunque el protagonista es Grecia, la situación amenaza con contagiar a varios países, como España, Irlanda, Italia y Portugal.

¿Qué ocurre en Grecia? Como todo país que ingresó al euro debió, además de cumplir una serie de metas fiscales, monetarias y financieras, renunciar a la posibilidad de emitir su propia moneda. Ese privilegio quedó en manos del Banco Central Europeo (BCE), entidad supranacional cuyo funcionamiento es el ejemplo ideal de una “banca central independiente”. ¿Cuál es el rasgo principal de esta “independencia”? El BCE tiene prohibido financiar déficit fiscales de los Estados miembros del Euro. La política fiscal queda seriamente restringida por las posibilidades de obtener crédito privado o de modificar la estructura impositiva.

En este contexto aparecen los problemas fiscales griegos. En la práctica es como si los países del euro hubiesen adoptado una moneda extranjera. Al renunciar a la moneda propia sólo los Estados con “cuentas ordenadas” están capacitados para enfrentar un cimbronazo financiero como el que experimentaron recientemente. Los que tienen números rojos están por completo a merced del humor de los mercados. El euro no posee ningún tipo de mecanismo fiscal supranacional que permita corregir las graves disparidades estructurales hacia el interior de la Eurozona, ni amortiguar ningún tipo de fluctuación macroeconómica. Lo único por hacer es prenderle una vela a la política monetaria del BCE que, como ha quedado demostrado por la reciente crisis, es un mecanismo muy torpe a la hora de regular la demanda agregada.

La moneda común nació privilegiando la política monetaria por sobre la política fiscal. En este marco se inscribe el problema de solvencia de Grecia, que necesita reestructurar su deuda o recibir un paquete de salvataje que no esté atado a un brutal ajuste. Aunque recientemente se han tomado medidas para crear un fondo que brinde ayuda a los países con problemas fiscales y se ha decido prestarle a Grecia, el brutal ajuste que se impone es éticamente cuestionable, políticamente delicado de implementar y económicamente improcedente (pues tiende a profundizar la recesión). Si se desea que el euro sobreviva, es indispensable un rediseño profundo de los mecanismos fiscales y monetarios, ya que el actual paquete para Grecia y el fondo especial de salvataje están diseñados para facilitar un ajuste de las cuentas públicas y no su uso anticíclico.

El problema con las cuentas de Grecia es que sus números son tan rojos (déficit fiscales y externos superan los 10 puntos porcentuales del producto) que además de asustar a los mercados inducen a los observadores a tomar los indicadores tradicionales de solvencia de un Estado de forma fetichista, como si el problema fuese solamente el tamaño de la deuda y no las restricciones propias de una unión monetaria sin política fiscal conjunta. La conclusión “la deuda griega es muy grande” se toma pasando por alto un hecho fundamental: ¿por qué Inglaterra, con un déficit público y una deuda como fracción del producto similar a la griega, no tiene los mismos problemas y puede llevar adelante políticas de corte expansionista?

La respuesta es que Inglaterra, al no adoptar el euro, mantuvo su soberanía monetaria. A lo largo de su historia la deuda pública inglesa llegó hasta triplicar el producto, y sin embargo la cesación de pagos jamás se produjo: sus obligaciones financieras se han venido pagando puntualmente desde hace siglos.

Un Estado soberano que emite deuda principalmente en su propia moneda, como el inglés, nunca defaultea; en el peor de los casos paga emitiendo su propia moneda. La monetización del déficit fiscal puede inducir variaciones en el tipo de cambio, produciendo efectos macroeconómicos importantes. Pero si la deuda está denominada en la moneda local y la fluctuación cambiaria no es muy problemática, los compromisos financieros podrán ser honrados sin ningún problema emitiendo moneda.

La gran diferencia entre Inglaterra y Grecia es que ante la gran inestabilidad que producen las decisiones de gasto y ahorro del sector privado, su Estado puede intervenir. El euro es un arreglo monetario cuyo principal defecto fue el haber sido concebido bajo la premisa de que la política monetaria basta para contrarrestar una crisis, intentando limitar lo más posible la política fiscal.


(*) Economista. Becario Conicet.