Paris.– En toda Europa
Occidental, la "superpotencia del estilo de vida", todo lo que se
daba por sentado y ganado en el transcurso de la vida está de pronto en
riesgo.
La crisis del déficit que
amenaza al euro también ha puesto en duda la sustentabilidad del estándar de
bienestar social europeo construido por los gobiernos de izquierda desde el
fin de la Segunda Guerra Mundial.
Los europeos se han jactado
de su modelo social, con sus generosas vacaciones, su temprana edad
jubilatoria, sus sistemas nacionales de salud y la amplitud de sus beneficios
sociales, que contrastaba con la comparativa austeridad y dureza del
capitalismo norteamericano.
Con la protección que les
brinda la OTAN y el paraguas nuclear de Estados Unidos, los europeos se han
beneficiado de sus bajos gastos militares. También han traducido sus altos
impuestos en una red de contención que protege al individuo desde el
nacimiento hasta la muerte. "La Europa que protege" es uno de los
eslóganes de la Unión Europea. Pero los elevados presupuestos, los mermados
ingresos fiscales y el envejecimiento de la población han generado un
creciente déficit en toda Europa, y las malas noticias recién empiezan.
Con bajos índices de
crecimiento, baja tasa de natalidad y una esperanza de vida cada vez más
larga, Europa ya no puede permitirse ese cómodo estilo de vida, al menos no
sin pasar por un período de austeridad y cambios sustanciales. Los gobiernos
en toda Europa están intentando llevar seguridad a los inversores, con
recortes salariales, aumentos en la edad jubilatoria, la extensión de la
jornada laboral y la reducción de beneficios médicos y jubilatorios.
"Ahora estamos en la
etapa de rescate", dijo Carl Bildt, ministro de Relaciones Exteriores de
Suecia. "Pero debemos pasar lo antes posible a la etapa de la reforma. El
verdadero problema es la reforma del déficit", dijo Bildt, en referencia
a la necesidad de un cambio estructural.
Hasta el momento, la reacción
ante los esfuerzos por recortar el gasto ha sido de pesimismo y enojo, a
sabiendas de que el sistema actual es insostenible.
A Aris Iordanidis, un
graduado en economía de 25 años, que trabaja en una librería de Atenas, le
molesta pagar elevados impuestos para financiar el inflado sector público y
sus empleados. "Se la pasan sentados tomando café y hablando por teléfono
durante años y a los 50 años se jubilan", dijo. "Así como están
las cosas, nosotros vamos a tener que trabajar hasta los 70 años", agregó.
En Roma, Aldo Cimaglia, un
profesor de fotografía de 52 años, se muestra muy pesimista sobre sus
perspectivas después de la jubilación. "Se va a venir todo abajo porque
no va a haber nadie que aporte a las arcas jubilatorias", dijo. "No
lo digo sólo por mí: este país no tiene futuro."
La
urgencia
Ahora, el cambio se impone
con urgencia. La población de Europa está envejeciendo rápidamente,
mientras la tasa de natalidad disminuye. El desempleo ha crecido, a medida que
las industrias tradicionales se iban mudado a Asia. Y la economía de la región
no es competitiva en los mercados mundiales.
Según la Comisión Europea,
para 2050 el porcentaje de europeos de más de 65 años casi se habrá
duplicado. En la década de 1950, en las economías desarrolladas había siete
trabajadores por cada jubilado. Para 2050, en la Unión Europea ese índice
habrá caído de 1,3 a 1.
"La vida fácil se
terminó para países como Grecia, Portugal y España, pero también para
nosotros", dijo Laurent Cohen–Tanugi, un abogado francés que realizó
un estudio sobre Europa para el gobierno. "A muchos europeos quizá no
les guste considerar el problema en estos términos, pero esa es la tormenta a
la que nos enfrentamos. Ya no podemos solventar el viejo modelo social, y
necesitamos una reforma estructural."
En París, Malka Braniste, de
88 años, vive de la pensión de su difunto marido. "Me preocupan las
generaciones futuras", dijo, mientras almorzaba con su nuera, Dominique
Alcan, de 49 años. "La gente que no ahorre por su cuenta no tendrá
nada."
Alcan sabe que tendrá que
seguir trabajando como vendedora mucho tiempo más. "Pero me temo que
nunca llegaré al mismo nivel de confort", dijo. "Cuando tenga 63 años,
ya no podré hacer mi trabajo".
Gustave Brun d´Arre, de 18 años,
todavía está en la escuela secundaria. "Lo único que nos dicen es que
vamos a tener que pagar los gastos de otros", dijo, sentado en un bar. El
mozo lo interrumpe, y se ponen a discutir sobre los planes de reforma del
sistema jubilatorio francés. "Va a ser un caos", dijo el mozo.
"Tendremos que trabajar más y durante más tiempo."
Las cifras confirman la
gravedad de la situación. El gasto social bruto de la Unión Europea creció
de un 16% del PBI, en 1980, a un 21% en 2005, mientras que en Estados Unidos
es del 15,9%. Actualmente, Francia tiene la cifra más alta de Europa, 31%, el
44% de la cual va a cubrir las jubilaciones estatales y el 30%, al sistema de
salud.
El panorama es
particularmente sombrío en Francia, que ha hecho menos que algunos de sus
vecinos por reducir las obligaciones del Estado. En Suecia y Suiza, 7 de cada
10 personas trabajan después de los 50 años. En Francia, sólo 5. La edad de
retiro legal en Francia es a los 60 años, mientras que Alemania recientemente
la elevó a los 67 años para todos los nacidos después de 1963.
Con la llegada a la edad de
retiro de la generación del baby boom , el número de jubilados trepará en
Francia un 47% antes de 2050, mientras que la cantidad de habitantes de menos
de 60 años seguirá estancada. Los franceses lo llaman "del baby boom al
papi boom ", y sus costos, si no hay cambios, serán insostenibles.
Actualmente, el sistema jubilatorio francés tiene un déficit de 11.000
millones de euros (13.800 millones de dólares). Para 2050, será de 103.000
millones de euros (129.000 millones de dólares) alrededor del 2,6% del
rendimiento total proyectado de toda la economía.
El presidente Nicolas Sarkozy
se ha comprometido a aprobar una reforma de fondo este año. En 2003 y 2008,
se realizaron dos controvertidos ajustes en el sistema. El gobierno, temeroso
de recortar las jubilaciones, quiere aumentar los impuestos sobre los salarios
más altos y extender los años de trabajo. Pero los sindicatos no están
contentos, y el Partido Socialista se opone a elevar la edad jubilatoria. Las
encuestas revelan que, si bien la mayoría de los franceses aprueba un ajuste
del sistema jubilatorio, el 60% cree que seguir trabajando después de los 60
años no es la solución.
En un espectro más amplio,
son muchos los que a lo largo de Europa creen que el continente deberá
adaptarse a los cambios fiscales y demográficos, ya que la paz social depende
de ello. "De lo contrario, Europa no podrá funcionar", dijo Joschka
Fischer, ex ministro de Relaciones Exteriores de Alemania, en referencia al
papel del Estado protector. "Es un tema de seguridad nacional, que atañe
a nuestra democracia", afirmó.
Tarde o temprano, Francia
deberá seguir el camino de Suecia y Alemania, y aumentar la edad jubilatoria,
agrega Fischer. "Es algo que debe armonizarse, europeizarse, o no
funcionará: no puede haber una edad jubilatoria de 67 años en Alemania y de
55 años en Grecia", concluyó Fischer.
El riesgo
del default
Los problemas son todavía más
graves en las "nuevas democracias" de la eurozona, como Grecia, España
y Portugal, que abrazaron los ideales democráticos europeos y que Europa
acogió por razones políticas en la posguerra, quizás antes de que sus
economías estuvieran listas. Con el respaldo del euro, esas naciones
construyeron dispendiosos sistemas estatales que ahora deberán modificar.
Con la amenaza del default,
Grecia ha congelado las jubilaciones por tres años y prevé llevar la edad
jubilatoria a los 65 años. Además, congeló los salarios del sector público
y recortó los beneficios de los empleados estatales. Portugal ha recortado en
un 5% el salario de los políticos y empleados públicos, ha aumentado los
impuestos y cancelado los proyectos más ambiciosos. España ha recortado los
salarios del sector público en un 5% y los ha congelado durante todo el 2011,
y ha cancelado varios proyectos de inversión pública.
Pero esos tres países deberán
hacer mucho más si pretenden aumentar su competitividad y su crecimiento,
ante todo flexibilizando las férreas leyes laborales.