El 10 de mayo de 2010, tranquilizados
por una nueva inyección de 750.000 millones de euros en la
caldera de la especulación, los tenedores de títulos de
Société Générale ganaron un 23,89%. Ese mismo día, el
presidente francés, Nicolas Sarkozy, anunció que, por
razones de rigor presupuestario, no se prorrogaría una
ayuda excepcional de 150 euros a las familias en
dificultades. Así, de crisis financiera en crisis
financiera, crece la convicción de que el poder político
ajusta su conducta a la voluntad de los accionistas. Periódicamente,
democracia obliga, los representantes electos convocan a la
población a privilegiar a aquellos partidos que los
"mercados" preseleccionaron por su inocuidad.
La sospecha de prevaricación socava
poco a poco la confianza en cada invocación al bien público.
Cuando Barack Obama reprende al banco Goldman Sachs para
justificar mejor sus medidas de regulación financiera, los
republicanos difunden inmediatamente un spot (1) que
recuerda la lista de donaciones que el Presidente y sus
amigos políticos recibieron de "La Firma" en las
elecciones de 2008: "Demócratas: 4,5 millones de dólares.
Republicanos: 1,5 millones de dólares. Los políticos
arremeten contra la industria financiera, pero aceptan los
millones que les aporta Wall Street".
Cuando, fingiendo su preocupación por
proteger el presupuesto de las familias pobres, los
conservadores británicos se oponen a que se fije un precio
mínimo a las bebidas alcohólicas, los laboristas responden
que se trata más bien de complacer a los dueños de los
supermercados, hostiles a una medida semejante desde que
convirtieron el precio de las bebidas alcohólicas en un
producto gancho destinado a adolescentes fascinados por el
hecho de que la cerveza pueda costar menos que el agua.
Finalmente, cuando Sarkozy elimina la publicidad de los
canales públicos, todos imaginan las ganancias que la
televisión privada dirigida por sus amigos Vincent Bolloré,
Martin Bouygues, etc. obtendrá de una situación que los
exime de cualquier competencia en el reparto del botín de
los anunciantes.
Este tipo de sospechas se remonta lejos
en la historia. Ahora bien, muchos hechos que deberían
escandalizar pero a los cuales uno se resigna se ven
minimizados por un "Eso siempre ha existido".
Ciertamente, en 1887 el yerno del presidente francés Jules
Grévy sacaba partido de sus parientes en el Elíseo para
negociar condecoraciones oficiales; a comienzos del siglo
pasado, la Standard Oil daba órdenes a muchos gobernadores
de Estados Unidos. Y en lo que respecta a la dictadura de
las finanzas, ya en 1924 se hacía referencia al
"plebiscito cotidiano de los tenedores de bonos"
–los acreedores de la deuda pública de la época–,
también llamados el "muro de dinero". No
obstante, con el tiempo, algunas leyes regularon el papel
del capital en la vida política. Incluso en Estados Unidos:
a lo largo de la "era progresista" (1880–1920) y
después del escándalo Watergate (1974), siempre como
consecuencia de movilizaciones políticas. En cuanto al
"muro de dinero", las finanzas se colocaron bajo
tutela en Francia tras la Liberación. En suma, eso
"siempre ha existido", pero eso también puede
cambiar.
Y volver a cambiar... pero en el
sentido contrario. El 30 de enero de 1976, la Corte Suprema
de Estados Unidos anulaba varias disposiciones clave votadas
por el Congreso que limitaban el papel del dinero en la política
(fallo Buckley contra Valeo). ¿Razones invocadas por los
jueces? "La libertad de expresión no puede depender de
la capacidad financiera de los individuos para involucrarse
en el debate público". Dicho de otro modo, regular el
gasto es coartar la expresión... En enero último, este
fallo se amplió hasta el extremo de autorizar a las
empresas a gastar lo que quisieran para impulsar (o
combatir) a un candidato.
En otros lugares, desde hace unos
veinte años, entre los antiguos aparatchiks soviéticos
metamorfoseados en oligarcas industriales, los empresarios
chinos que ocupan un lugar destacado en el seno del Partido
Comunista, los jefes del Ejecutivo, ministros y diputados
europeos que preparan, a la manera estadounidense, su
reconversión en el "sector privado", un clero
iraní y militares paquistaníes embriagados por los
negocios (2), el derrape venal se ha sistematizado. Esto
influye en la vida política del planeta.
En la primavera de 1996, al término de
un primer mandato muy mediocre, el presidente William
Clinton preparaba su campaña de reelección. Necesitaba
dinero. Para conseguirlo, tuvo la idea de ofrecer a los
donantes más generosos de su partido pasar una noche en la
Casa Blanca, por ejemplo en la "habitación de Lincoln".
Puesto que acercarse al sueño del "Gran
Emancipador" no estaba ni al alcance de los bolsillos más
pequeños ni era la fantasía obligada de los más grandes,
se subastaron otros placeres. Como el de "tomar un café"
en la Casa Blanca con el presidente de Estados Unidos. Por
lo tanto, los potenciales donantes de fondos del Partido Demócrata
se encontraron con numerosos miembros del Ejecutivo
encargados de regular su actividad. El portavoz del
presidente Clinton, Lanny Davis, explicó ingenuamente que
se trataba de "permitir a los miembros de los
organismos de regulación conocer mejor los asuntos de la
industria en cuestión" (3). Uno de esos "cafés
de trabajo" puede haber costado miles de millones de dólares
a la economía mundial, favorecido el crecimiento de la
deuda de los Estados, y provocado la pérdida de decenas de
millones de empleos.
"Los pobres no hacen donaciones públicas"
Así, el 13 de mayo de 1996, algunos de
los principales banqueros de Estados Unidos fueron recibidos
durante noventa minutos en la Casa Blanca por los
principales miembros de la Administración. Junto al
presidente Clinton, el secretario del Tesoro, Robert Rubin,
su adjunto encargado de Asuntos Monetarios, John Hawke, y el
responsable de la regulación de los bancos, Eugene Ludwig.
Por una casualidad seguramente providencial, el tesorero del
Partido Demócrata, Marvin Rosen, también participaba en la
reunión. Según el portavoz de Ludwig, "los banqueros
discutieron la legislación futura, incluidas las ideas que
permitirían quebrar la barrera que separa a los bancos de
las demás instituciones financieras".
Aleccionado por el crac bursátil de
1929, el New Deal había prohibido a los bancos de depósitos
arriesgar imprudentemente el dinero de sus clientes, lo que
obligaba luego al Estado a rescatar a esas instituciones por
temor a que su eventual quiebra provocara la ruina de sus
numerosos depositantes. Firmada por el presidente Franklin
Roosevelt en 1933, la reglamentación, aún vigente en 1996
(ley Glass–Steagall), disgustaba fuertemente a los
banqueros, preocupados por ser parte de los beneficiarios de
los milagros de la "nueva economía". El "café
de trabajo" tenía como objetivo recordarle ese
desagrado al jefe del Ejecutivo estadounidense en momentos
en que éste se preocupaba por lograr que los bancos
financiaran su reelección.
Unas semanas después del encuentro,
los teletipos de agencia informaron que el Departamento del
Tesoro enviaría al Congreso un paquete de leyes "que
cuestionaba las normas bancarias establecidas seis décadas
atrás, lo que permitiría a los bancos lanzarse ampliamente
en el mercado de seguros y en el sector de los bancos de
negocios e inversiones". Lo que siguió es de público
conocimiento. La derogación de la ley Glass–Steagall fue
firmada en 1999 por un presidente Clinton reelecto tres años
antes, en parte gracias a su botín de guerra electoral (4).
Esta derogación atizó la orgía especulativa de los años
2000 (sofisticación cada vez mayor de los productos
financieros, del tipo de créditos hipotecarios subprime ,
etc.) y precipitó el crac económico de septiembre de 2008.
En realidad, el "café de
trabajo" de 1996 (hubo 103 del mismo tipo en el mismo
periodo y en el mismo lugar) no hizo más que confirmar la
fuerza de gravedad que inclinaba la balanza en el sentido de
los intereses de las finanzas. Porque fue un Congreso de
mayoría republicana el que enterró la ley Glass–Steagall,
conforme a su ideología liberal y a los deseos de sus
"mecenas"; los congresistas republicanos también
recibieron dólares de los bancos. En cuanto a la
Administración de Clinton, con o sin "café de
trabajo", no hubiera resistido mucho tiempo a las
preferencias de Wall Street: su secretario del Tesoro,
Robert Rubin, había dirigido Goldman Sachs. Al igual que
Henry Paulson, a cargo del Tesoro estadounidense durante el
crac de septiembre de 2008. Tras haber dejado morir a los
bancos Bear Stearns y Merryl Lynch –dos competidoras de
Goldman Sachs– Paulson rescató a American Insurance Group
(AIG), una aseguradora cuya quiebra habría afectado a su
mayor acreedor... Goldman Sachs.
¿Por qué una población que no está
compuesta en su mayoría por ricos acepta que sus
representantes satisfagan prioritariamente las demandas de
los industriales, de los abogados de negocios, de los
banqueros, al punto que la política termina consolidando
las relaciones de fuerza económicas en lugar de oponerles
la legitimidad democrática? ¿Por qué cuando esos mismos
ricos son elegidos, se creen autorizados a exhibir su
fortuna? ¿Y a proclamar que el interés general requiere
satisfacer los intereses particulares de las clases
privilegiadas, las únicas con el poder de hacer (invertir)
o impedir (deslocalizar), y a las que por lo tanto es
necesario seducir ("tranquilizar a los mercados")
o contener (lógica del "escudo fiscal")?
Estas preguntas llevan a evocar el caso
de Italia. En ese país, uno de los hombres más ricos del
planeta no se sumó a un partido con la esperanza de influir
en él, sino que creó el suyo, Forza Italia, para defender
sus intereses empresariales. De hecho, el 23 de noviembre de
2009, La Repubblica publicó la lista de las dieciocho leyes
que favorecieron al imperio comercial de Silvio Berlusconi
desde 1994, o que le permitieron escapar a las acciones
judiciales. Por su parte, el ministro de Justicia de Costa
Rica, Francisco Dall'Anase, ya advierte sobre una etapa
posterior. La que verá en ciertos países un Estado, ya no
sólo al servicio de los bancos, sino de grupos criminales:
"Los carteles de la droga se apoderarán de los
partidos políticos, financiarán las campañas electorales,
y tomarán luego el control del Ejecutivo" (5).
A propósito, ¿qué impacto tuvo la
(nueva) revelación de La Reppublica en el destino electoral
de la derecha italiana? A juzgar por su éxito en las
elecciones regionales de marzo último, ninguno. Todo sucede
pues como si el relajamiento habitual de la moral pública
hubiera inmunizado a poblaciones resignadas a la corrupción
de la vida política. ¿Por qué indignarse entonces cuando
los representantes se preocupan continuamente por satisfacer
a los nuevos oligarcas, o por alcanzarlos en la cima de la
pirámide de los ingresos? "Los pobres no hacen
donaciones públicas", señalaba con bastante razón el
ex candidato republicano a la presidencia John McCain, quien
se convirtió en lobbista de la industria financiera.
Un mes después de su partida de la
Casa Blanca, William Clinton ganó tanto dinero como en sus
cincuenta y tres años de vida. Goldman Sachs le pagó
650.000 dólares por cuatro discursos. Por otro, pronunciado
en Francia, cobró 250.000 dólares; esta vez, el que pagó
fue el Citigroup. En el último año del mandato de Clinton,
el matrimonio había declarado ingresos por 357.000 dólares;
entre 2001 y 2007, sumó un total de 109 millones de dólares.
Actualmente, la celebridad y los contactos adquiridos a lo
largo de una carrera política se canjean sobre todo una vez
que ésta carrera ha terminado. Los puestos de
administradores en el sector privado o de asesor de bancos
reemplazan ventajosamente un mandato popular que acaba de
concluir. Y, como gobernar es prever...
Pero el "pantouflage" (6) ya
no se explica únicamente por la exigencia de permanecer
miembro vitalicio de la oligarquía. La empresa privada, las
instituciones financieras internacionales y las
organizaciones no gubernamentales conectadas a las
multinacionales se convirtieron, a veces más que el Estado,
en lugares de poder y de hegemonía intelectual. En Francia,
el prestigio de las finanzas así como el deseo de forjarse
un futuro dorado desviaron a muchos egresados de la Escuela
Nacional de Administración (ENA), de la Escuela Normal
Superior (ENS) o de la Escuela Politécnica de su vocación
de servidores del bien público. El ex alumno de la ENA y de
la ENS y ex primer ministro Alain Juppé confesó haber
experimentado una tentación semejante: "Todos hemos
estado fascinados, e incluso, perdón, los medios de
comunicación. Los golden boys , ¡era formidable! Esos jóvenes
que llegaban a Londres y que estaban allí frente a sus
ordenadores y transferían miles de millones de dólares en
unos instantes, que ganaban cientos de millones de euros
todos los meses, ¡todo el mundo estaba fascinado! (...) No
sería del todo sincero si negara que yo mismo cada tanto me
decía: ‘caramba, si hubiera hecho eso tal vez hoy estaría
en una situación diferente'" (7).
"Ningún arrepentimiento" en
cambio para Yves Galland, ex ministro de Comercio francés,
convertido en presidente de Boeing France, una empresa
competidora de Airbus. Ningún arrepentimiento tampoco para
Clara Gaymard, esposa de Hervé Gaymard, ex ministro de
Economía, Finanzas e Industria: tras haber sido funcionaria
en Bercy (sede del ministerio), y luego embajadora
itinerante delegada de la Agencia Francesa de Inversiones
Internacionales, se convirtió en presidenta de General
Electric France. Conciencia tranquila también para
Christine Albanel, que durante tres años ocupó el
Ministerio de Cultura y Comunicación. Desde abril de 2010,
sigue a cargo de la comunicación... pero de France Télécom.
La mitad de los ex senadores
estadounidenses se convierten en lobbistas , a menudo al
servicio de las empresas que habían regulado. Lo mismo
sucedió con 283 ex miembros de la Administración de
Clinton y 310 ex miembros de la Administración de Bush. En
Estados Unidos, el volumen de negocios anual del lobbying
rondaría los 8.000 millones de dólares. Suma enorme, ¡pero
con un rendimiento excepcional! En 2003, por ejemplo, el
impuesto sobre las ganancias obtenidas en el extranjero por
Citigroup, JP Morgan Chase, Morgan Stanley y Merril Lynch se
redujo del 35% al 5,25%. Precio del lobbying : 8,5 millones
de dólares. Beneficio fiscal: 2.000 millones de dólares.
Nombre de la norma en cuestión: "Ley para la creación
de empleos estadounidenses" (8)... "En las
sociedades modernas –resume Alain Minc, egresado de la
ENA, asesor (a d honorem ) de Sarkozy y (asalariado) de
varios grandes empresarios franceses–, se puede servir al
interés general en otro lugar que no sea el Estado, como en
las empresas" (9). El interés general, todo está ahí.
Esta atracción por las
"empresas" (y sus remuneraciones) no ha dejado de
hacer estragos en la izquierda. "Una alta burguesía se
renovó –explicaba en 2006 François Hollande, entonces
primer secretario del Partido Socialista francés–, en
momentos en que la izquierda asumía responsabilidades, en
1981. (...) Es el aparato del Estado el que proveyó al
capitalismo de sus nuevos dirigentes. (...) Provenientes de
una cultura del servicio público, accedieron al estatus de
nuevos ricos, dando cátedra a los políticos que los habían
designado" (10). Y que fueron tentados a seguirlos.
El mal les parece tanto menor cuanto
que a través de los fondos de pensiones, los fondos de
inversión, etc., un sector creciente de la población
encadenó, a veces sin quererlo, su destino al de las
finanzas. Actualmente, es posible defender a los bancos y a
la Bolsa fingiendo preocuparse por la viuda sin recursos,
por el empleado que compró acciones para mejorar su salario
o garantizar su jubilación. En 2004, el ex presidente
George W. Bush basó su campaña de reelección en esa
"clase de inversores". The Wall Street Journal
explicaba: "Cuanto más accionistas son los electores,
más apoyan las políticas económicas liberales asociadas a
los republicanos. (...) El 58% de los estadounidenses tiene
una inversión directa o indirecta en los mercados
financieros, frente al 44% hace seis años. Ahora bien, en
todos los niveles de ingresos, los inversores directos son más
proclives a declararse republicanos que los no
inversores" (11). Se entiende que Bush haya soñado con
privatizar las jubilaciones.
"Esclavos de las finanzas desde
hace dos décadas, los Gobiernos sólo se volverán contra
éstas si los agreden directamente hasta el punto de que les
parezca intolerable", anunciaba el mes pasado el
economista Frédéric Lordon (12). El alcance de las medidas
que Alemania, Francia, Estados Unidos y el G–20 tomarán
contra la especulación en las próximas semanas dirá si la
humillación cotidiana que "los mercados" infligen
a los Estados, y la cólera popular que aviva el cinismo de
los bancos, despiertan en los gobernantes, cansados de ser
tratados como lacayos, la poca dignidad que les queda.
(*)
Director de Le Monde diplomatique.
Notas:
(1) Vídeo disponible en: www.monde–diplomatique.fr/19172
(2) Serge Halimi, "El
dinero"; Behrouz Arefi y Behrouz Farahany, "El
imperio económico de los ‘pasdaran' "; y Ayesha
Siddiqa, "Elecciones y negocios militares en Pakistán",
Le Monde diplomatique en español , enero de 2009, marzo de
2010 y enero de 2008 respectivamente.
(3) Esta cita, al igual que las dos
siguientes, han sido extraídas de "Guess Who's Coming
for Coffee?", The Washington Post , National Weekly
Edition, 3 de febrero de 1997.
(4)
Thomas Ferguson, "Le trésor de guerre du président
Clinton", Le Monde diplomatique , París, agosto de
1996.
(5) Citado por London Review of Books ,
Londres, 25 de febrero de 2010.
(6) Término que designa en Francia la
migración de altos funcionarios de la Administración pública
a confortables puestos del sector privado (N. del T.).
(7) "Parlons Net", radio
France Info, París, 27 de marzo de 2009.
(8) Dan Eggen, "Lobbying pays",
The Washington Post , 12 de abril de 2009.
(9) Radio France Inter, París, 14 de
abril de 2010.
(10)
François Hollande, Devoirs de vérité , Stock, París,
2006, págs. 159–161.
(11)
Claudia Deane y Dan Balz, "‘Investor Class' Gains
Political Clout", The Wall Street Journal Europe , 28
de octubre de 2003.
(12)
"La pompe à phynance", en http://blog.mondediplo.net
, 7 de mayo de 2010.
Rescate de la eurozona:
ganan los
bancos
Los bancos europeos son los grandes
ganadores del paquete de 750.000 millones de euros de la
eurozona y el FMI.
A primera vista los estados con una
situación fiscal más delicada y expuesta al contagio
griego -Portugal, España, Italia y la República de
Irlanda- son los principales beneficiarios.
Pero, mirado más de cerca, se ve el
papel central de los bancos. La crisis griega y el contagio
a otras naciones de la eurozona es un peligro para una serie
de bancos europeos por la acumulación de bonos soberanos en
su cartera.
Según el Banco Internacional de Pagos
(Banco central de los bancos centrales del mundo) las
entidades europeas tienen más de U$S2,8 billones (millones
de millones) de deuda soberana de Portugal, Irlanda, Italia,
Grecia y España (los famoso PIIGS).
Los cáculos varían, pero se estima
que los bancos alemanes tienen bonos soberanos de Grecia,
Portugal y España que superan los U$S300.000 millones. Por
su parte, los bonos de estos tres países en manos de los
bancos británicos sumarían más de U$S140.000 millones.
Una salida posible de la situación
griega y, por contagio, de la del resto de los PIGGS era la
reestructuración de la deuda.
La reestructuración es un paso previo
a la cesación de pagos: el país deudor pide una reducción
del monto de la deuda y un estiramiento de los vencimientos
de deuda como para tener más tiempo para pagar.
Según algunas estimaciones, en algunos
países de los PIIGS la quita de la deuda podía rondar el
50%. De ahí el suspiro de alivio de los grandes centros
bancarios de Europa con este rescate que saldrá del
bolsillo del contribuyente.
Ganadores y perdedores
Como en todo hecho político-económico,
el rescate conjunto de los países de la eurozona tiene
ganadores y perdedores.
Entre los ganadores se encuentran el
FMI que con la crisis griega ha recuperado un lugar político
central en un sistema financiero internacional inestable y
atribulado, y los especuladores que apostaron y se retiraron
a tiempo, haciendo fuertes ganancias con las penurias de
Grecia y otros deudores europeos.
Los PIIGS y los otros países de la
eurozona podrán respirar más tranquilos frente a una
crisis que empezaba a cuestionar el pivote central de su
existencia: el euro.
Pero este respiro ha tenido un costo
político. La eurozona y, en particular, el gobierno alemán
salen con la reputación golpeada de una crisis en cámara
lenta que se desató a principios de año y se profundizó
hasta alcanzar un ritmo vertiginoso en las últimas semanas.
Sólo ante la inminencia del abismo,
pudo acordar una intervención que, de haber llegado antes,
habría ahorrado miles de millones de euros.
La canciller alemana Angela Merkel ya
está pagando el precio a su impericia política con la
derrota que sufrió el domingo en las elecciones regionales
en Renania del Norte-Westfalia, perdiendo la mayoría que
gozaba su coalición en la cámara alta del Parlamento
federal.
¿Y la gente?
El gran enigma es si los habitantes de
la eurozona son ganadores o perdedores de la crisis.
En lo inmediato se salvan de la
inestabilidad que ha acarreado consigo la tragedia griega. A
mediano plazo, todo dependerá de si esta intervención
sirve para que los 16 países de la eurozona consigan
finalmente recuperarse del cimbronazo que causó el
estallido financiero mundial de septiembre de 2008.
Sin crecimiento económico no se acaba
la crisis y uno de los problemas es que cualquier intervención
concreta de este fondo de garantía estará atada a drásticos
planes de ajuste que no suelen tener un impacto favorable en
el crecimiento.
La regla elemental formulada por el
economista británico John Maynard Keynes en el siglo pasado
establece que a más ajuste en medio de una recesión, menos
crecimiento y mayor crisis fiscal.
De ser así, se habrá salvado el euro
y se habrá calmado a los mercados, pero no se hará gran
cosa por la economía real.
El peligro de drásticos ajustes con
mayor desempleo y pobreza no es sólo el sufrimiento de la
población y su dudosa viabilidad política: es también que
el horizonte presentará los mismos problemas fiscales que
se intenta solucionar debido a la menor recaudación por la
caída de la actividad económica.
Europa: la era de la austeridad
Un fantasma recorre
Europa: el mega ajuste económico
|
Ajustes por países
• Grecia: déficit fiscal del
13,6%, congela salarios públicos por tres años, sube
impuestos y baja jubilaciones.
• España: déficit del 11%,
reduce salarios públicos en un 5%, congela jubilaciones,
recorta 6 mil millones de euros en inversiones.
• Portugal: déficit del 9%.
Suba del IVA, de impuestos a grandes empresas, recortes
salariales a altos funcionarios y aplazamiento de obras públicas.
• Irlanda: reducción del
gasto y los salarios públicos.
• Francia: congelamiento del
gasto público en los próximos tres años.
• Alemania: la canciller
Angela Merkel anunció nuevos ahorros sin dar detalles.
• Reino Unido: Déficit del
11,6 %, recortes por 6 mil millones de libras esterlinas y
planes para una radical reducción del déficit.
|
Los llamados PIIGS (Portugal, Italia,
Irlanda, Grecia y España) han anunciado uno tras otro
recorte en el gasto y aumentos impositivos.
La crisis no se limita a los 16 países
que manejan el euro como moneda. El nuevo gobierno británico
de coalición, liderado por el conservador David Cameron, ha
anunciado recortes equivalentes a unos US$9.000 millones
para este año.
Incluso países menos comprometidos a
nivel de déficit fiscal y deuda pública como Francia y
Alemania están haciendo ajustes.
"Es el programa de austeridad más
duro desde los años de la posguerra", señaló a BBC
Mundo Ansgar Belke, del Instituto Alemán de Investigación
Económica.
Ironías del destino
Nadie parece esquivar el guadañazo
fiscal. Gobiernos socialistas como el de José Luis Rodríguez
Zapatero en España, o el de George Papandreu en Grecia;
coaliciones conservadoras liberales como las de Alemania o
el Reino Unido, también se han sumado a la era de la
austeridad.
La ironía es que la crisis fiscal de
los Estados se debe en gran medida a que debieron salir al
rescate de los bancos para evitar un colapso del sistema
financiero: este mismo sistema le pasa ahora la cuenta por
el rescate que les permitió sobrevivir.
No sólo eso. Los grandes beneficiarios
del mega rescate de Grecia y del blindaje de la Eurozona serán
los mismos bancos europeos - y estadounidenses - que tienen
en sus carteras bonos soberanos que corrían el riesgo de
convertirse en nuevos "activos tóxicos" (préstamos
incobrables). Una segunda ironía es que tanto sacrificio
puede ser inútil.
Remedios y enfermedades: los
mega ajustes pueden fracasar por razones políticas y económicas
A nivel político, los planes de
austeridad ya han causado protestas y muertes a pesar de que
por el momento no se ha ido más allá de los anuncios.
Cuando sucedan, hay un serio peligro de implosión social y
caos político.
A esto se suma que el rescate de los
bancos ha quitado legitimidad social a estos planes. Entre
votantes conservadores de clase media británicos a los que
les suben los impuestos y trabajadores griegos que ven
peligrar su empleo la queja recogida por los medios
informativos parece la misma: que la crisis la paguen los
bancos.
Peor aún, no está claro que la receta
vaya a dar resultado económicamente. Aplicar un ajuste en
medio de una recuperación incipiente o una prolongada
recesión, como es el caso de la mayoría de los países
europeos, presenta serios peligros: el remedio puede ser
peor que la enfermedad
"Nos exponemos a una doble recesión.
Cortar el gasto público fue lo que hizo el presidente
Hoover en los Estados Unidos o el canciller Brüning en
Germany en 1931, provocando la depresión y tragedia de la década
del 30", señala John Monks, secretario general de la
Confederación de Sindicatos Europeos.
¿Hay alternativas?
Muchos economistas puntualizan que la
alternativa al ajuste es peor. Dado que los gobiernos tienen
fuertes déficit fiscales y abultadas deudas necesitan de
los mercados financieros para sobrevivir. Los mercados
quieren asegurarse que les van a devolver el dinero: la
manera de convencerlos de que va a haber dinero en las arcas
es ajustando el gasto. Si no lo hacen la deuda crecerá
hasta hacerse insoportable.
En este caso, la única salida sería
una reestructuración de la deuda o cesación de pagos,
considerada anatema entre los economistas ortodoxos.
"Si los programas de austeridad no
se cumplen la crisis será peor. Una reestructuración de la
deuda implica aislarse de los mercados. Ningún país está
en una situación fiscal para seguir esta ruta", señaló
a BBC Mundo el economista húngaro Zsolt Darvas, de Brueguel,
un instituto de investigación económica en Bruselas.
A derecha e izquierda del espectro no
son pocos los que opinan que, al menos en el caso de Grecia,
la reestructuración de la deuda sería la salida más justa
- los bancos y los inversores son tan responsables como los
gobiernos por lo que pasa - y la única que ofrece un
horizonte a largo plazo.
En todo caso la era de la gran
austeridad ha comenzado en Europa y nadie puede anticipar
las consecuencias.