Los recortes de gasto público
que se están generalizando en Europa y que amenazan con llegar a Estados
Unidos podrían precipitar al mundo a una segunda recesión, tan grave o más
que la que se registró en el 2009. Buena parte de los diarios de referencia
europeos y estadounidenses han coincidido esta semana en expresar esa grave
inquietud.
Pero, la mayoría de los
gobiernos parecen opinar lo contrario. Con excepción del francés. Porque la
negativa del presidente Nicolás Sarkozy a acudir el martes a cenar en Berlín
con la cancillera alemana Angela Merkel, ha sido entendida, tanto por la
prensa gala como la germana, como un rechazo a las medidas de austeridad
anunciadas por Alemania.
La denuncia más dura de la
política austeridad ha sido la de Paul Krugman. «Es una total locura de unas
autoridades locas», escribió el lunes en el The New York Times. Al día
siguiente, el primer editorial de ese diario se alineaba con su columnista: «Se
comprende que los políticos estén asustados por los ataques de los
inversores contra sus bonos que han seguido al desastre griego. Pero este
repentino entusiasmo por la austeridad fiscal, especialmente en las economías
más fuertes, puede volverse en contra y condenar a Europa a años de
estancamiento, o a algo peor".
The New York Times reconocía,
no obstante, que podía haber excepciones: «Puede que países como España o
Portugal tengan que recortar drásticamente sus presupuestos si no quieren
perder su acceso a los mercados de capitales. Pero Alemania, Gran Bretaña y
Estados Unidos tienen margen para gastar».
También un editorial del The
Economist de esta semana hacía referencia a España y no sólo para mostrar
su acuerdo con la política de recortes adoptada por Madrid, sino para añadir
que «España tiene que poder despedir más fácilmente a sus funcionarios».
Tal vez la admonición se entienda mejor recordando que el miércoles The
Guardian advertía que el nuevo Gobierno británico se dispone a «llevar a
las colas del paro» en los próximos meses a nada menos que a 750.000
empleados públicos.
Con todo, el editorial no veía,
por ahora, las cosas tan dramáticas como las pintan Krugman, The New York
Times y George Soros, que esta semana ha dicho: «Sanear las cuentas públicas
es una buena idea, pero los bancos y las economías no están ahora preparados
para ello. En estos momentos, las políticas de rigor pueden llevar al mundo a
una segunda recesión». Le Figaro destacaba esas palabras.
The Economist, siempre refiriéndose
a las grandes economías, opina que el peligro no está en los recortes que se
han hecho hasta ahora, sino en que se profundice en esa política. En una
carta abierta al ministro del Tesoro británico George Osborne, Martin Wolf,
columnista de referencia del diario Financial Times, no se ha parado en esos
matices: «Los recortes que usted pretende imponer serán percibidos como un
castigo a los inocentes por los pecados de los culpables y, sobre todo, de los
culpables que han cobrado bonos. Pero, al tiempo, usted va a hacer que la
economía siga siendo débil, con lo que sus decisiones serán imperdonables.
Y no serán perdonadas. Es indiscutible que hay que eliminar el déficit
estructural, pero su nuevo presupuesto sólo podrá ser aceptado si contiene
un plan de revitalización de la demanda».
The Wall Street Journal no
parece compartir esas impresiones. Ciertamente, en sus editoriales no se ha
manifestado claramente al respecto. Pero las comunicaciones del Banco Mundial,
ardiente paladín de la política de recortes, ocupan un lugar destacado en
las primeras del diario cada vez que se producen.
Por el contrario, y tras
conocerse el miércoles el pobrísimo aumento del número de puestos de
trabajo en el sector privado norteamericano en mayo, The Washington Post
escribía lo siguiente: «Los estímulos económicos del año pasado no han
logrado que la tasa de paro baje del 8 %. Barack Obama tiene que promover
nuevos estímulos".