Perspectivas de proteccionismo y
guerras cambiarias
¿Se aproxima el fin del libre
comercio?
Por Douglas A. Irwin (*)
Wall
Street Journal, 14/10/10
El desempleo y un débil crecimiento de
la economía han convertido a Estados Unidos en terreno fértil
para un nuevo sentimiento proteccionista que evoca el período
de la Gran Depresión, cuando se levantaron aranceles
proteccionistas, al principio con el argumento de proteger a
los agricultores estadounidenses, pero que trajeron como
consecuencia más daños que beneficios.
Entonces, ¿se está preparando EE.UU.
para volver a levantar sus puentes levadizos?
Sirve empezar con un análisis claro de
la ley Smoot–Hawley, que elevó los aranceles en 1929 y
fue sólo uno de los errores cometidos en la era de la
Depresión, ni siquiera el que tuvo las consecuencias más
negativas.
Cuando se le preguntó si
Smoot–Hawley provocó la Gran Depresión, el economista de
la Universidad de Chicago y ganador del premio Nobel Milton
Friedman contestó: "No. Creo que la ley Smoot–Hawley
fue una mala ley. Creo que causó daño. Pero la ley
Smoot–Hawley por sí sola no hubiera dejado a un cuarto de
la fuerza laboral sin empleo".
Tal como demostró el propio trabajo de
Friedman, la provisión de dinero y los precios internos habían
caído un tercio durante la Depresión, en gran parte debido
a un patrón oro que no funcionaba bien y a una política
monetaria inepta por parte de la Reserva Federal. Estas
fueron las causas fundamentales del descalabro económico.
La ley Smoot–Hawley no tuvo un gran
impacto macroeconómico porque en el momento en que fue
promulgada, a diferencia de hoy, EE.UU. no estaba muy
abierto al comercio internacional. Sin perjuicio de lo
anterior, la ley Smoot–Hawley tiene muy bien ganada su
nefasta reputación. Llegó en el momento equivocado y se
basó en un juicio erróneo de la realidad. Al final, el
tiro salió por la culata.
La ley originalmente fue propuesta para
ayudar a los agricultores estadounidenses, quienes
experimentaron un largo período de dificultades después
del auge de la Primera Guerra Mundial. Los bajos precios agrícolas
causaron severos problemas financieros y morosidad en los
pagos de hipotecas.
Para que pareciera que hacía algo para
ayudar a los agricultores, el Congreso optó por fijar
aranceles de importación más altos. El problema fue que la
mayoría de los agricultores exportaba sus cosechas y el
mercado mundial determinaba los precios que recibían. Los
aranceles más altos sobre la cantidad trivial de
importaciones no los ayudaron en nada.
Lo que es peor, el Congreso no limitó
los nuevos aranceles a los productos agrícolas y, en su
intento por complacer los intereses internos, las
autoridades pasaron por alto una cosa: la reacción
internacional y su impacto sobre las exportaciones
estadounidenses.
Los socios comerciales de EE.UU.
estaban indignados por el hecho de que el país más rico
del mundo pusiera obstáculos que afectaban su capacidad de
obtener los dólares que necesitaban para pagar deudas y
realizar los pagos de reparación de la Primera Guerra
Mundial. No se quedaron de brazos cruzados. Canadá, el
mayor mercado para las exportaciones de EE.UU., impuso
aranceles contra productos estadounidenses y, esencialmente,
le cedió el mercado a los británicos. Quizás se crearon
unos pocos empleos en EE.UU. al bloquear las importaciones,
pero se perdieron muchos más cuando se esfumó la demanda
externa de productos estadounidenses.
Es muy poco probable que EE.UU. regrese
a una política como la de Smoot–Hawley. El país está
mucho más integrado en la economía mundial y la mayoría
entiende que los trastornos comerciales serían mucho más
costosos.
Al parecer, EE.UU. ha aprendido algunas
lecciones de su historia.
En primer lugar, las restricciones a
las importaciones rara vez logran las metas que se proponen.
La ley Smoot–Hawley terminó por perjudicar a los
agricultores estadounidenses.
Aunque algunos sostienen que aplicar
sanciones comerciales a China crearía empleos en EE.UU., el
efecto más probable es que esos empleos se desplazarían a
otros países en vías de desarrollo con bajos salarios.
Lo que es más importante: hemos
aprendido a tener en cuenta la posibilidad de represalias
contra las exportaciones estadounidenses. China es una
potencia en ascenso cuya ideología marxista ha dado paso a
un nacionalismo cada vez más enérgico. No se quedaría de
brazos cruzados si se convirtiera en el blanco directo de
restricciones comerciales.
La ley Smoot–Hawley sigue siendo un
importante ejemplo de lo que no hay que hacer. Pero hay
otras lecciones, más sutiles, que se desprenden de los
errores de la Gran Depresión y son más relevantes para los
problemas de hoy.
El momento decisivo para la política
comercial en la era de la Depresión no fue cuando el
presidente Herbert Hoover firmó la ley en junio de 1930,
sino cuando algunos países abandonaron el patrón oro y
otros no lo hicieron en septiembre de 1931. Esa divergencia
desató una guerra comercial, ya que los países que
conservaron el patrón oro comenzaron a restringir las
importaciones de los países que permitían la depreciación
de sus monedas.
En investigaciones que realicé con
Barry Eichengreen, el economista de la Universidad de
California, en Berkeley, descubrimos que durante la década
de los 30, los países usaron políticas monetarias
expansivas y proteccionismo comercial como sustitutos el uno
del otro. Los países que se aferraron al patrón oro fueron
obligados a mantener políticas monetarias estrictas. Ya que
no podían imprimir dinero para contrarrestar las fuerzas
deflacionarias que habían tomado control de la economía
mundial, impusieron aranceles más altos, cupos de importación
y controles cambiarios para restringir las importaciones.
Las barreras a las importaciones fracasaron por completo en
su intento por reactivar sus economías y estos países
sufrieron una larga depresión.
Los países que abandonaron el patrón
oro y permitieron la depreciación de sus monedas, en
cambio, no tuvieron que recurrir a medidas proteccionistas.
Usaron la política monetaria para poner fin a la deflación
y restaurar el crecimiento económico. Puesto que la expansión
monetaria estimuló el crecimiento, también ayudó a las
economías de los países vecinos.
Aquí es donde encontramos la conexión
crucial a nuestra situación actual, con la posibilidad de
una guerra comercial motivada por las cotizaciones de las
monedas.
Si todos los bancos centrales
intervinieran en los mercados cambiarios para reducir el
valor de sus monedas, ninguno tendría éxito en su intento
de alterar el tipo de cambio nominal, pero sería el
equivalente a una relajación mundial de la política
monetaria. Una postura monetaria más expansiva fue clave
para acabar con la Depresión en los años 30. Si hubiera
sido coordinada para que las tasas de cambio no variaran de
forma abrupta, el proteccionismo se podría haber mantenido
bajo control.
Por otro lado, si algunos países
intervienen de forma unilateral –algo de lo que con razón
se la acusa a China– los tipos de cambio nominales se ven
afectados y los productos con precios en yuanes se vuelven más
asequibles cuando se compran con dólares o euros. La
experiencia de los años 30 muestra que este tipo de situación
genera disputas comerciales y puede desatar una respuesta
proteccionista.
Entonces, ¿qué puede hacerse para que
EE.UU. no tome medidas contra países que deprecian sus
monedas? La herramienta más importante para resistir el
sentimiento proteccionista en los años 30 fue una política
monetaria que promovió el crecimiento económico. Si los
temores deflacionarios cedieran y el empleo creciera con más
rapidez, la presión de una respuesta proteccionista de
Washington se disiparía.
Cuando la economía tiene un buen
desempeño, las disputas cambiarias pasan a segundo plano.
La gran preocupación es que una política monetaria
expansionista conduzca a una inflación sin control que
destruya la fe en el dólar.
Ese tipo de temores podrían
justificarse en épocas con pleno empleo, pero cuando hay
problemas considerables en la economía y el desempleo sigue
siendo alto, la política monetaria puede ayudar a aumentar
la producción antes de que provoque precios altos.
Si la Fed actuara de forma más
decisiva, no sólo ayudaría a la economía sino que también
contribuiría a evitar medidas proteccionistas que provocarían
daños económicos duraderos.
(*) Douglas A. Irwin, profesor
de economía de la Universidad de Dartmouth, es autor de
"Peddling Protectionism: Smoot–Hawley and the Great
Depression", que será publicado en febrero, y
"Trade Policy Disaster: Lessons from the 1930s",
que será publicado dentro de un año.
Después de la
reunión del FMI
El dólar recibe una nueva paliza y
crece
la tensión en los mercados
Por
David Wessel
Wall
Street Journal, 15/10/10
Los mercados cambiarios, al observar
escasas señales de que los gobiernos hayan logrado algún
avance durante las conversaciones que mantuvieron el fin de
semana pasado en Washington, reanudaron su aparentemente
implacable determinación de depreciar el dólar,
particularmente con respecto a las monedas de los mercados
emergentes.
En las operaciones del jueves, por
ejemplo, el dólar australiano alcanzó su mayor nivel con
respecto al estadounidense. El rand sudafricano escaló a su
mayor nivel en casi tres años y el banco central informó
que espera que el flujo de dinero extranjero siga apreciando
al rand.
Un informe del Departamento de
Comercio, por otra parte, reveló que las importaciones de
Estados Unidos crecieron más aceleradamente que las
exportaciones en agosto, ampliando el déficit comercial, lo
que contribuyó a la presión a la baja sobre el dólar.
Esto se suma a la expectativa generalizada de que la Reserva
Federal reanudará su programa para imprimir dólares y
comprar cientos de miles de millones de dólares en bonos
del Tesoro. Mientras más dólares imprima la Fed, más bajo
será la cotización de la divisa expresada en euros, yenes
o wones coreanos.
Los economistas dentro y fuera de
EE.UU. dicen que una caída del dólar y el alza de las
monedas de sus principales socios comerciales, especialmente
China, es una condición necesaria, pero no suficiente, para
rebalancear la economía mundial de modo que no dependa
tanto de los consumidores estadounidenses. La otra cara de
la moneda, sin embargo, es que el alza de sus divisas lleva
a las economías exportadoras a depender más del consumo
doméstico, algo a lo que no todos los gobiernos dan la
bienvenida.
Los países emergentes están
respondiendo a una atemorizante avalancha de capitales que
busca escapar de las bajas tasas de interés de los países
industrializados. Ese ingreso de capitales refleja el cálculo
de los inversionistas que el crecimiento de los mercados
emergentes será más rápido que el de los países
desarrollados. Los economistas del banco holandés NIBC
contabilizan 18 países, desde Israel hasta Brasil y Corea
del Sur, que han intervenido para moderar el alza de sus
monedas.
El gobierno de Singapur sorprendió a
los mercados el jueves al anunciar que dejará que el dólar
de Singapur se aprecie a mayor velocidad, en un intento por
combatir la inflación y enfriar la economía. La decisión
fue interpretada como una señal de confianza en la
fortaleza de la economía del país.
"Un movimiento más amplio de los
mercados emergentes contra el dólar se está volviendo más
aceptable", consideró Steven Englander, jefe de
estrategia de mercado cambiario para Citigroup.
"Singapur puede estar en la vanguardia en Asia, pero
otros pueden seguir el ejemplo", manifestó.
El banco central de Brasil, por
ejemplo, compró dólares y vendió reales el jueves para
limitar la apreciación de su moneda.
Las autoridades tailandesas, donde el
baht acumula un aumento del 10% con respecto al dólar en lo
que va corrido del año, evalúan nuevas medidas para
controlar el ingreso de inversiones especulativas del
extranjero, conocido como capital golondrina.
El país ya impuso un impuesto a las
compras de bonos tailandeses.
La renuencia de China a permitir la
apreciación del yuan frente al dólar mientras suben las
divisas de sus vecinos, está causando fricciones.
Funcionarios del gobierno japonés, por ejemplo, han
criticado a Corea del Sur, cuya intervención ha impedido
que el won se aprecie de una forma parecida a la del yen, lo
que pone a los exportadores nipones en desventaja.
A su vez, los 16 países que comparten
el euro ya no pueden dejar que sus monedas fluctúen las
unas con respecto a las otras, para bien o para mal.
"La ausencia de ajuste en los
tipos de cambio ha complicado las cosas", dice un
estudio del Fondo Monetario Internacional, que subrayó que
el déficit comercial italiano con respecto a Alemania, que
es una potencia exportadora, se ha quintuplicado en la última
década.
China
Las reservas de divisas extranjeras
crecen
en medio de la tensión cambiaria mundial
Por
Andrew Batson y Aaron Back
Wall
Street Journal, 14/10/10
Beijing.– Las reservas chinas de
moneda extranjera subieron a US$2,648 billones (millones de
millones) a fines de septiembre, un alza récord que pone de
relieve la magnitud de la intervención de su gobierno en el
mercado cambiario en un momento de crecientes tensiones
globales sobre los tipos de cambio.
Las reservas, que ya son las más
grandes del mundo, crecieron en US$194.000 millones en el
tercer trimestre, según datos del banco central chino
divulgados el miércoles, lo que supuso el mayor incremento
trimestral de la historia.
Los economistas explican que el aumento
en las reservas fue impulsado tanto por el incremento del
superávit comercial chino como por la reciente caída del dólar.
Esto último elevó el valor de las
reservas chinas no denominadas en dólares, en términos de
la divisa estadounidense. China aumenta sus reservas cada
vez que su banco central compra moneda extranjera y vende
yuanes en el mercado. Esto hace que el incremento de las
reservas sea uno de los principales indicadores públicos de
la política del gobierno de limitar los movimientos del
yuan.
El último salto en las reservas –que
se produce luego del compromiso de China de adoptar una política
cambiaria más flexible en junio pasado– muestra que todavía
hay presión en el mercado para que el yuan suba y que el
banco central la está resistiendo, interpretan los
economistas.
"El enorme incremento del último
trimestre hará más difícil para China argumentar que su
política de intervenciones no es una importante razón de
los desequilibrios globales", sostuvo Mark Williams de
Capital Economics en Londres.
Las tensiones internacionales respecto
a los tipos de cambio estuvieron en el centro de la agenda
de las reuniones del Fondo Monetario Internacional el pasado
fin de semana en Washington y se espera que ocurra lo mismo
en la cumbre del próximo mes del Grupo de los 20 en Seúl.
La perspectiva de un relajamiento de la política monetaria
en Estados Unidos ha contribuido recientemente a debilitar
el dólar con respecto a una serie de monedas, entre ellas
el euro, el dólar australiano y el real, pero no contra el
yuan.
La divisa china subió solamente 2,3%
frente al dólar desde junio y la mayor parte del incremento
se produjo en el último mes. Muchos políticos de EE.UU.
creen que la moneda china está todavía subvaluada, lo que
da a sus exportadores una ventaja injusta. Otros países
también se han quejado de que el estrecho control del tipo
de cambio por parte de China pone la mayor parte de la carga
de ajustarse a un dólar débil sobre sus monedas y sus
exportadores.
Japón ha indicado que su reciente
intervención en el mercado cambiario es diferente a la de
otros países, como China, que no permiten que sus monedas
floten libremente. El primer ministro japonés, Naoto Kan,
dijo el miércoles que "si un país mantiene su propio
tipo de cambio artificialmente bajo, no está cumpliendo el
acuerdo del G–20".
El martes, el secretario del Tesoro
estadounidense, Timothy Geithner, dijo que su país quiere
asegurarse de que el yuan se aprecia "de una forma
gradual pero significativa". Un yuan
"sustancialmente subvaluado" es injusto para otras
economías emergentes que están dejando que sus monedas
fluctúen, opinó.
Por su parte, China teme la
inestabilidad económica derivada de las fluctuaciones de
las monedas y sus funcionarios en repetidas ocasiones han
dicho que harán solamente cambios "graduales" a
su política cambiaria. Esto, en parte, es para que las
empresas chinas se puedan ajustar y también para desalentar
que olas de capital especulativo entren al país para
apostar a una moneda más fuerte.
Estas preocupaciones son compartidas
por muchos otros gobiernos, especialmente en Asia, que ha
atraído a los inversionistas que buscan mejores retornos en
medio de perspectivas económicas inciertas y bajas tasas de
interés en gran parte del mundo desarrollado. Estos flujos
de capital han agravado la presión alcista sobre las
monedas, y muchos países han buscado formas de
contrarrestar esto.
La Fed trata de poner en práctica las
lecciones de la crisis de Japón
Por
Jon Hilsenrath
Wall
Street Journal, 14/10/10
Como profesor de la Universidad de
Princeton en los años 90, Ben Bernanke reprendió duramente
a las autoridades japonesas, a las que acusó de manejar mal
la economía.
Hoy, los problemas económicos de Tokio
son más que académicos para el presidente de la Reserva
Federal (Fed). Son una ventana hacia su propia situación,
mientras contempla lo que podría ser un prolongado período
de crecimiento bajo, desempleo alto e inflación declinante
en Estados Unidos.
Bernanke se prepara para pronunciar el
viernes un discurso en el que podría ofrecer indicios sobre
los próximos pasos de la Fed. La conferencia sobre la política
monetaria en un entorno de inflación baja es una repetición
de un evento de 1999 en el que Bernanke y otros académicos
criticaron a los funcionarios japoneses por su incapacidad
de reactivar la economía.
Enterradas en trabajos académicos de
Bernanke sobre Japón hay pistas de cómo la Fed podría
afrontar los actuales desafíos de la economía.
Hace sólo unos meses, la principal
preocupación de la Fed era cómo retirar sus programas de
estímulo. Ahora, estaría abonando el terreno para una
nueva intervención.
Una de las primeras opciones es
reanudar un programa de compra de bonos del Tesoro de EE.UU.
con el fin de bajar las tasas de interés a largo plazo e
impulsar el crecimiento, a pesar de fuertes reservas entre
algunos colegas. En el seno del banco central también se
debate cuál es la mejor forma de dejar en claro el
compromiso con prevenir la deflación, una caída
generalizada de precios que podría ser incluso más
perjudicial que la inflación. Esta es una tarea que los
deja en la incómoda posición de abogar por un alza de la
inflación.
La misión de Bernanke, en parte, es
lograr que Estados Unidos se mantenga alejado del camino
recorrido por Japón. La tarea, no obstante, ha resultado más
difícil de lo que pensó cuando asesoraba a los gobiernos
de otros países.
La Bolsa de Tokio alcanzó su máximo
en 1989 y la burbuja inmobiliaria reventó dos años más
tarde. Desde entonces, la economía japonesa ha promediado
un crecimiento de apenas 0,7% al año. La deuda pública se
ha disparado a más de 200% del Producto Interno Bruto (PIB)
y los precios al consumidor han caído en siete de los últimos
10 años.
Todo esto sucedió pese a que el Banco
de Japón ha mantenido tasas de interés a corto plazo en
casi cero desde 1999 y ha emprendido medidas de estímulo
como la compra de bonos soberanos y deuda corporativa de
corto plazo.
"Recuerdo que una vez hice un
comentario durante una reunión del Comité Federal de
Mercado Abierto de que esto parecía más fácil cuando
asesoraba a otras personas sobre cómo hacerlo que cuando yo
mismo lo tenía que hacer", afirma Donald Kohn, quien
abandonó la vicepresidencia de la Fed el mes pasado. El
comentario, relata, causó risas nerviosas por parte de
otros funcionarios.
Kohn afirma que sacó dos lecciones de
Japón: hay que proveer una dosis contundente de estímulo
en las primeras etapas de un bajón económico y no
cancelarlo antes de tiempo.
Antes de asumir la presidencia de la
Fed, Bernanke encabezó un grupo de académicos
estadounidenses que sostenía que el gobierno japonés no
hacía lo suficiente para despertar a su economía del
letargo. En un ensayo de 1999, Bernanke dijo que la postración
de Japón era resultado de una parálisis
"autoinducida". Las reacciones de Japón a la
deflación, sostuvo en términos inusualmente directos, eran
confusas, incoherentes y demasiado cautas.
Bernanke ha dicho en privado que
lamenta el tono de esos ataques. Pero las lecciones que sacó
de Japón han influido a la hora de esbozar las respuestas
de la Fed a la economía y podrían influir en las
decisiones de las próximas semanas.
La analogía entre EE.UU. y Japón no
es perfecta. Japón, por ejemplo, es un gran exportador,
mientras que EE.UU. es un importador neto; Japón no tenía
grandes deudas con el resto del mundo, como es el caso de
EE.UU., y Japón tiene una alta tasa de ahorro, de modo que
sus déficits se financiaron de forma interna.
De todos modos las similitudes son
llamativas. Ambos países sufrieron estallidos de burbujas
que provocaron daños significativos a sus sistemas
financieros, Japón a principios de los años 90 y EE.UU. en
2007 y 2008. Ambos registraron un alza del desempleo,
acumularon un gran déficit fiscal y llevaron las tasas de
interés a cero. Los dos tienen monedas importantes que no
se debilitaron abruptamente. Eso significó que sus
exportaciones no aumentaron mucho.
La experiencia japonesa sigue siendo un
rompecabezas. A lo largo del tiempo las autoridades
ensayaron muchas ideas que promovieron los académicos
estadounidenses. Llevaron las tasas de interés a cero y se
comprometieron a mantenerlas en ese nivel hasta que la
deflación desapareciera. Durante un tiempo, la medicina
pareció surtir efecto. Japón registró un crecimiento
anual promedio de 2,4% entre 2004 y 2007. La deflación
mostró signos de estar menguando. Pero luego llegó la
recesión global de 2008. La economía se contrajo un 5,2%
en 2009 y la deflación regresó.
Toshihiko Fukui, el gobernador del
Banco de Japón entre 2003 y 2008, adoptó algunas de las
políticas recomendadas por Bernanke y dice que el
presidente de la Fed fue "crítico, pero honesto"
en su labor de académico. Fukui ahora le da a Bernanke el
mismo consejo que en un momento recibió de él:
"actuar con decisión".
Bernake entonces y ahora
1999: "La política
monetaria japonesa parece paralizada, con una parálisis que
es en gran medida autoinducida. Más sorprendente es la
aparente falta de voluntad de las autoridades monetarias de
experimentar, de probar algo que no esté absolutamente
garantizado que va a dar resultado".
2003: "Creo que el Banco de
Japón debería considerar una política de reflación antes
de volver a estabilizar a una tasa de inflación baja".
Agosto
de 2010:
"Caer en la deflación no es un riesgo significativo
para Estados Unidos en este momento, pero eso es verdad en
parte porque el público entiende que la Reserva Federal
estará vigilante y proactiva para enfrentar una desinflación
adicional significativa".
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