Después de la polémica
reunión del Fondo Monetario Internacional (FMI) que tuvo lugar el 9 y 10 de
octubre en Washington, el descenso hacia una guerra monetaria y comercial
global se ha acelerado, y EE.UU. juega el papel de instigador en jefe.
EE.UU. alienta
deliberadamente una venta de dólares en los mercados monetarios
internacionales a fin de hacer subir las tasas de cambio relativas de sus
principales rivales comerciales, aumentando así el precio efectivo de sus
exportaciones a EE.UU. mientras rebaja los precios de exportaciones
estadounidenses a sus mercados.
Aunque es responsable en gran
parte del creciente desorden financiero, Washington acusa a China, en
particular, de poner en peligro la recuperación económica global al negarse
a aumentar con más rapidez la tasa de cambio de su moneda, el renminbi (también
conocido como yuan). Al actuar para reducir el valor del dólar, el gobierno
de EE.UU. y la Junta de la Reserva Federal presionan cada vez más a los
chinos para que revalúen, ignorando las advertencias de Pekín de que un
aumento rápido de su moneda dañará sus industrias de exportación,
provocando despidos masivos e intranquilidad social.
La política proteccionista
del dólar barato tiene también una importante función política interior.
Apunta a desviar hacia China y los “extranjeros” en general la creciente cólera
pública por la negativa de proveer puestos de trabajo o una ayuda seria a los
desocupados del gobierno de Obama y del Congreso. Uno de sus partidarios más
entusiastas es la burocracia sindical.
El informe del Departamento
de Comercio de EE.UU. del jueves de que el déficit comercial de EE.UU. se
amplió en casi un 9% en agosto, sobre todo debido a un déficit récord de
28.000 millones de dólares con China, será utilizado para justificar más
presión de guerra comercial contra China.
La política de EE.UU. y el
crecimiento de las tensiones internacionales se pusieron en evidencia en la
reunión del FMI en Washington. El secretario del Tesoro de EE.UU., Timothy
Geithner, declaró que la moneda china estaba subvalorada y exigió que el FMI
adopte una línea más dura contra países con superávit, como China, que no
revalúan sus divisas, para que acepten una reducción de sus exportaciones.
El gobernador del banco
central de China, Zhou Xiaochuan, adujo que las expectativas de que la Reserva
Federal de EE.UU. lanzará aún más dólares a los mercados a través del
‘relajamiento cuantitativo’ [quantitative easing] complican los
desequilibrios e inundan las economías emergentes con la afluencia
desestabilizadora de capitales.
Ante el desacuerdo de los
representantes de la primera y segunda economías del mundo por su tamaño, el
FMI no logró ningún acuerdo sobre la crisis monetaria. Aliados de Washington
como Alemania y Japón indicaron su apoyo para una revaluación del renminbi,
pero se negaron rotundamente a alinearse tras una ofensiva diplomática contra
Pekín dirigida por EE.UU.
Esto, de hecho, postergó la
confrontación entre EE.UU. y China hasta la próxima cumbre del G20 de las
principales economías, que tendrá lugar el 11 y 12 de noviembre en Seúl,
Corea del Sur.
En la semana siguiente tuvo
lugar una escalada de la política de dólar barato de Washington, cuando la
Junta de la Reserva Federal dio más indicaciones de que se propone reanudar
el equivalente electrónico de la impresión de cientos de miles de millones
de dólares, el llamado ‘relajamiento cuantitativo’, posiblemente en su próxima
reunión de determinación política el 2 y 3 de noviembre. Aunque lo hace en
nombre del estímulo de la creación de puestos de trabajo, el principal
efecto de una renovación de las compras por la Reserva Federal de valores del
Tesoro de EE.UU. será el aumento del suministro de crédito virtualmente
gratuito a los principales bancos y corporaciones de EE.UU. y alimentará un
mayor aumento de los beneficios bursátiles y corporativos.
Desde agosto, cuando la
Reserva Federal tomó los primeros pasos hacia una reanudación a gran escala
de las compras de deuda, el índice bursátil Dow Jones ha subido más de un
10% a pesar de continuas reducciones en las nóminas estadounidenses.
El viernes, en un discurso
muy esperado en el Banco de la Reserva Federal de Boston, el presidente de la
Reserva, Ben Bernanke, dio a entender que está de acuerdo con una reanudación
anticipada del relajamiento cuantitativo. Hablando del Comité Federal de
Mercado Abierto (FOMC), que determina la política de la Reserva Federal,
dijo: “Considerando los objetivos del Comité, parece –si no ocurre ningún
imprevisto– que se justifica que se tome una acción adicional”.
Bernanke tomó el paso,
extremadamente inusual, de declarar que el actual índice de inflación es
demasiado bajo y dejó en claro que la futura política de la Reserva Federal
será aumentar la tasa de inflación a cerca de un 2% mediante estímulos
monetarios. “Por lo tanto, en efecto,” dijo, “la inflación se mueve a
niveles que son demasiado bajos en relación con los que el Comité considera
como más consistentes con el doble mandato a largo plazo de la Reserva
Federal [mantener la estabilidad de los precios y limitar el desempleo].” [Énfasis
de Bernanke],
El llamado a una política
monetaria inflacionaria no es impulsado, como Bernanke quisiera que crea el público,
por un deseo de reducir significativamente la tasa de desempleo. La Reserva
Federal no declararía que la inflación es demasiado baja a menos que
confiara en que la continuación del alto desempleo permitirá que el gran
capital continúe en su esfuerzo por reducir los salarios e impedirá una
recuperación de los salarios.
Al pronunciar su discurso,
Bernanke era muy consciente de que hablar simplemente de relajamiento
cuantitativo y de una política de reflación provocaría una nueva venta de dólares
estadounidenses. En este caso, la nueva caída del dólar, que comenzó después
de la reunión del FMI, se aceleró el viernes.
Sobre una base ponderada de
comercio, el dólar cayó 0,7% a un nuevo punto bajo para el año después del
discurso de Bernanke, y el dólar australiano alcanzó la paridad por primera
vez desde que entró en flotación libre en 1983. El dólar estadounidense
también cayó a su paridad con el dólar canadiense.
Además, el dólar bajó a un
nuevo punto bajo frente al franco suizo. Virtualmente todas las divisas asiáticas
aumentaron frente al dólar, el oro llegó a un nuevo récord, y otras
materias primas como la plata, el cobre y el trigo mantuvieron su espiral
ascendiente.
El dólar está ahora en su
nivel más bajo en los últimos 15 años contra el yen y a su nivel más bajo
en nueve meses contra el euro.
El Wall Street Journal on
Saturday publicó un mordaz editorial en el que resumió sin ambages las
implicaciones para la guerra monetaria y comercial del discurso de Bernanke.
Comenzó diciendo: “En medio de la derrota del dólar en los años setenta,
el secretario del Tesoro, John Connally, hizo la famosa declaración a un
grupo de inquietos europeos de que el dólar ‘es nuestra moneda, pero
vuestro problema’. Si se lee entre líneas, es más o menos lo que el
presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, dijo ayer al justificar el
ulterior relajamiento monetario de la Fed.”
El editorial siguió
diciendo: “En un discurso de casi 4.000 palabras, el jefe de la Reserva
Federal no mencionó ni una sola vez el valor del dólar. Nunca mencionó
tipos de cambio, a pesar de la confusión en los mercados monetarios del mundo
al caer el dólar en anticipación de más relajamiento de la Fed… El
mensaje del presidente es que la Fed está totalmente concentrada en la economía
interior de EE.UU. y que imprimirá tantos dólares como sean necesarios para
reactivarla. El resto del mundo se las tiene que arreglar por su propia cuenta
y puede ajustar sus políticas como diferentes países lo consideren
conveniente. Si otras monedas se disparan respecto al dólar, es el problema
de algún otro.”
En la misma semana, el
columnista del Financial Times, Martin Wolf publicó un artículo en el que
también subrayó la esencia unilateralista y nacionalista de la política de
EE.UU. “En resumen”, escribió Wolf, “los responsables políticos de
EE.UU. harán todo lo que sea necesario para evitar la deflación. Por cierto,
la Reserva Federal seguirá adelante hasta que EE.UU. haya sido
satisfactoriamente reactivado. Lo que ese esfuerzo signifique para el resto
del mundo no es su problema…
“En lugar de cooperación
en el ajuste de los tipos de cambio y las cuentas externas, EE.UU. quiere
imponer su voluntad, mediante la imprenta… En el peor momento de la crisis,
los dirigentes se mantuvieron unidos. Ahora la Reserva Federal quiere
colgarlos separadamente.”
El Financial Times on Friday
presentó una cierta indicación de creciente enojo dentro de Europa por la
política monetaria de EE.UU., y citó a un “importante responsable político
europeo” que calificó la política de la Reserva Federal de
“irresponsable”. El artículo citó al ministro ruso de finanzas, Alexei
Kudrin, quien dijo que un motivo para la inquietud por la tasa de cambio “es
la política monetaria estimulante de algunos países desarrollados, sobre
todo EE.UU., que tratan de resolver de esta manera sus problemas
estructurales.”
Después del discurso de
Bernanke del viernes, el gobierno de Obama anunció dos nuevos pasos en su
confrontación con China. El Departamento del Tesoro retardó la publicación
de su evaluación semestral de las políticas monetarias de las principales
contrapartes comerciales de EE.UU., diciendo que retendrá la declaración
hasta después de la cumbre del G20 del próximo mes en Seúl.
El gobierno está bajo presión
de destacados legisladores demócratas, respaldados por los sindicatos, para
que declare en la evaluación monetaria que China es un manipulador de
divisas, una acción que podría conducir a aranceles y tributos de represalia
contra importaciones chinas. Sin embargo, el gobierno se ha opuesto a una acción
tan abiertamente hostil que, además, se adelantaría a discusiones del G20
sobre el tema monetario. Prefiere formar una coalición de Estados europeos y
asiáticos contra China.
Al mismo tiempo, sin embargo,
en gran parte para calmar a halcones proteccionistas del Partido Demócrata,
el representante comercial de EE.UU. anunció que lanzará una investigación
de una demanda presentada por los Trabajadores Siderúrgicos Unidos en la que
acusan a China de subsidios injustos e ilegales a su industria de energía
verde.
Impacto
global de la política monetaria de EE.UU.
La política de dólar barato
de Washington aumenta la presión sobre los principales países con superávit
–China, Alemania y Japón– así como sobre las economías emergentes de
Asia y Latinoamérica para que reaccionen devaluando sus propias monedas a fin
de compensar la ventaja comercial de rivales con divisas en caída, ante todo
EE.UU.
Es el panorama clásico de
devaluaciones competitivas y de políticas de “empobrece a tu vecino” que
caracterizaron la Gran Depresión de los años treinta y produjeron una
fractura del mercado mundial en bloques comerciales y monetarios hostiles, que
terminaron por llevar a la Segunda Guerra Mundial.
Todas las principales
potencias y naciones de ascenso económico renunciaron solemnemente a este
modo de actuar en reuniones internacionales después del estallido de la
crisis financiera en septiembre de 2008. Ha tardado menos de dos años para
que esta tan alabada coordinación global se derrumbara en amenazas mutuas y
una guerra económica abierta.
Alemania y Japón, aunque más
que felices de obligar a China a elevar su tasa de cambio y dispuestos a
disparar algunos tiros de advertencia a China con ese fin, se muestran
renuentes a alistarse en la cruzada antichina de Washington, ya que saben que
también constituyen un objetivo de la campaña del dólar barato de EE.UU.
El mes pasado, Japón, cuya
divisa ha subido más de un 10% contra el dólar durante el año pasado,
reaccionó con una venta masiva y unilateral de yen, y este mes el banco
central japonés anunció otra reducción de su tasa de interés base y su
propio programa de relajamiento cuantitativo, mediante compras del banco
central de 60.000 millones de dólares en bonos del gobierno japonés.
Economías emergentes como
Corea del Sur, Tailandia, Taiwán y Brasil se tambalean por la presión
ascendiente sobre sus tipos de cambio alimentada por olas de dólares
especulativos que buscan un beneficio más elevado mediante la compra de bonos
gubernamentales y corporativos de esos países de crecimiento acelerado.
El Instituto de Finanzas
Internacionales, que cabildea para bancos importantes, estima que 82.500
millones de dólares fluirán a los países en desarrollo este año, un 42% más
que en 2009. Se espera que sólo las inversiones en la deuda de economías
emergentes se tripliquen, a 272.000 millones de dólares.
El mes pasado, el ministro de
finanzas brasileño advirtió contra el estallido de una guerra monetaria
global y durante este mes el gobierno anunció la duplicación de un impuesto
sobre compras extranjeras de bonos brasileños en un intento de detener el
ingreso acelerado de capital y el aumento relativo de la moneda nacional, el
real.
Tailandia adoptó pasos
similares la semana pasada, anunciando un impuesto de retención de un 15%
sobre los pagos de intereses y ganancias de capital obtenidos por
inversionistas extranjeros en bonos tailandeses, en un intento de detener la
apreciación del baht, que ya ha subido un 10% contra el dólar durante este año.
El estallido de una guerra
monetaria y comercial es impulsado por la desaceleración general en el
crecimiento económico a niveles anémicos que imposibilitan toda recuperación
auténtica de la caída más profunda desde los años treinta. Enfrentadas a
una caída de la demanda interna o mercados extranjeros estancados, o (como en
el caso de EE.UU.) una combinación de ambos factores, las principales economías
tratan todas de aumentar sus ventas en el extranjero. A medida que palidecen
las perspectivas para que la economía vuelva a crecer a niveles anteriores a
la recesión, colapsa el sistema de relaciones monetarias y comerciales
multilaterales que data de los acuerdos hechos al terminar la Segunda Guerra
Mundial. Lo mismo sucede con las probabilidades de una genuina coordinación
multilateral.
En última instancia, la
coordinación global de la política económica entre las principales
potencias en el período de posguerra estaba basada en la supremacía económica
de EE.UU., representada por la posición privilegiada del dólar
estadounidense como la moneda mundial de comercio y reserva. Ésta se ha roto
irreparablemente, con la disminución palpable de la posición económica
mundial de EE.UU.
El resultado es una lucha de
todos contra todos, combinada con un ataque general en cada país contra la
clase trabajadora, que es forzada a pagar –en la forma de reducciones de
salarios y medidas de austeridad– por el colapso del orden económico
capitalista global.