El
futuro abre escenarios más de conflictos que de cooperación
en las relaciones económicas internacionales
El
G-20 de Seúl: sin oriente
Por
Oscar Ugarteche (*)
ALAI, América Latina en Movimiento, 04/11/10
La reunión
del G20 que tendrá lugar en Seúl la segunda semana de
noviembre juntará a los 7 países del G7 que son los más
endeudados del mundo: Estados Unidos, Gran Bretaña,
Francia, Alemania, Italia, Japón (y Canadá de bajo
endeudamiento) con los poseedores de las más grandes
reservas internacionales del mundo que son: Rusia, el Banco
Central Europeo, Arabia Saudita, Indonesia, Corea del Sur,
China, México, Brasil, Argentina, Sudáfrica, Turquía y
Australia. Otra lectura es que se reúnen los miembros del
viejo G7: Estados Unidos, Japón y Europa más Canadá, con
los del nuevo G7 (Bric + Indonesia, Turquía y Corea) más
el Banco Central Europeo, Australia, etc.
Para llegar a
acuerdos deben de haber consensos y de inicio hay problemas
con los tres ejes que parecen ser insolubles. El G20 tiene
el mismo problema que las conferencia climáticas: hay una
disonancia dentro del viejo G7 y otra entre el viejo G7 y el
nuevo. Hay por supuesto además el problema del doble conteo
de los países europeos más el Banco Central Europeo que
está allí para evitar la pérdida de posiciones de Europa
occidental en cualquier cambio de pesos de su economía en
el futuro previsible. En una década, si las proyecciones se
mantienen y Estados Unidos crece 2.4% al año y Europa 1.6%,
mientras Asia del Este crece al 8% y América del Sur al 6%,
como esta contemplado por el FMI y el Office del Presupuesto
del Congreso[i] de los Estados Unidos, el peso del viejo G7
en términos de PIB mundial será similar al del nuevo G7.
Europa, en ese escenario, se habrá reducido en proporción
al PIB del mundo de manera sustantiva y será, por tanto,
otra estructura de poder mundial.
Tres
ejes que parecen insolubles
Los tres ejes
de discusión son: 1) el marco de crecimiento fuerte y
sostenido; 2) la gobernanza de las instituciones financieras
internacionales; 3) la regulación financiera y el rol de la
Junta de Estabilidad Financiera.
Sobre el
primer eje hay desacuerdo dentro del viejo G7: Estados
Unidos lleva políticas contra cíclicas mientras Europa
lleva pro cíclicas con el aval del FMI. Léase: el Tesoro
de los Estados Unidos apoya las políticas pro cíclicas de
Europa mientras mantiene las contra cíclicas en su país.
El conflicto Norte Norte sobre este punto es abierto y
evidente.
La gobernanza
de las Instituciones Financieras Internacionales sigue
siendo un tema de debate. Sigue manteniéndose el poder
singular de veto de los Estados Unidos y el sistema de
elección del director ejecutivo nombrado por acuerdo
privado dentro del viejo G7. Sigue el acuerdo que el Banco
Mundial lo dirige un estadounidense y el FMI un europeo.
Esto sigue siendo un tema de discordia entre el Norte y el
Sur sin visos de solución. El peso de los votos aun no
refleja los cambios ocurridos.
Finalmente
sobre el tema de las regulaciones financieras, Estados
Unidos y Gran Bretaña, sedes de los mayores centros
financieros del mundo, objetan regulaciones. Obama ha pasado
algunas que son nacionales, pero no consensan regulaciones
globales. Este es un tema de conflicto entre todos y el G2.
Como en Toronto, no se espera que salga nada sustantivo de
Seúl.
La estructura
del PIB medido en PPP da como las primeras siete economías
del mundo a Estados Unidos, China, Japón, India, Alemania,
Rusia y Brasil mientras el viejo G7 sigue comportándose
como el dueño del poder. De otro lado, los nuevos cuatro,
los llamados BRIC, claramente intentan ver reflejado su
poder en las instituciones financieras internacionales. De
qué manera afecta esto la posibilidad de acuerdo del G20 en
una visión de largo aliento donde el viejo G7 deja de sumar
el poder y el nuevo no llega a tomarlo, abre el escenario
para discusiones que no tienen visos de solución. Ni Europa
occidental sumada va a renunciar a la historia que la coloca
al centro del desarrollo de occidente, ni Estados Unidos va
a renunciar a su papel de hegemón con derechos de veto, ni
Japón va a renunciar a su papel de número dos de la economía
mundial durante décadas, ni las nuevas economías van a
renunciar a su derecho de ordenar el sistema internacional
como les parece mejor para su interés. Es decir que el
futuro abre escenarios más de conflicto que de cooperación
en las relaciones económicas internacionales, comenzando
por el G20.
*
Oscar Ugarteche, economista peruano, trabaja en el Instituto
de Investigaciones Económicas de la UNAM, México. Es
presidente de ALAI e integrante del Observatorio Económico
de América Latina (OBELA) www.obela.org
Cumbre
del G–20 al borde del abismo
Por
Kanya D'Almeida
Inter Press Service (IPS), 05/11/10
Naciones
Unidas.– La discusión sobre la legitimidad del Grupo de
los 20 (G–20) para tomar decisiones globales se renueva
cuando falta una semana para que este ámbito informal
inicie una nueva reunión cumbre en Seúl.
A la cita, que
tendrá lugar los días 11 y 12 de este mes, acudirán países
que producen colectivamente alrededor de 85 por ciento de la
riqueza mundial.
El G–20 se
formó a partir del Grupo de los Ocho (G–8: Alemania,
Canadá, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Italia, Japón
y Rusia) e incluye a Australia, Corea del Sur, México,
Turquía y siete países en desarrollo: Argentina, Arabia
Saudita, Brasil, China, India, Indonesia y Sudáfrica, además
de la Unión Europea.
En respuesta a
una creciente controversia sobre la legitimidad y
competencia del bloque, The Century Foundation, con sede en
Nueva York, organizó a fines de octubre un debate en el que
participaron cuatro expertos en economía y política
internacionales.
Entre los
varios temas políticos figuró la dinámica relación entre
el G–20 y la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Desde que el
presidente de Estados Unidos, Barack Obama, proclamó al
G–20 como el "punto focal para la coordinación
internacional", relegando el mandato de la ONU sobre
los derechos humanos, la igualdad de género, la buena
gobernanza y el mantenimiento de la paz, muchos actores han
expresado su preocupación por la influencia del bloque.
"Existe
peligro de que el G–20 sea percibido como un sustituto de
la ONU", dijo Shashi Tharoor, ex subsecretario general
del foro mundial y ministro indio de Relaciones Exteriores.
"Pero eso
no será aceptable", ya que son "foros muy
distintos y estamos muy fuertemente comprometidos con la
ONU", planteó.
Stewart
Patrick, del Council on Foreign Relations, sostuvo en un
documento político que "el G–20 es una organización
más ágil" que la ONU, por no estar recargada de
burocracia.
Sin embargo, a
comienzos de este año el canciller noruego Jonas Gahr Støre
acusó al G–20 de ser un bloque arbitrario, sin un mandato
claro, y lo describió como "la mayor adversidad para
la comunidad internacional desde la Segunda Guerra
Mundial".
Støre estaba
indignado por la falta de representación de los estados nórdicos,
que colectivamente constituyen la octava mayor economía
mundial.
"Los
noruegos somos los principales contribuyentes con los
programas de desarrollo internacional de la ONU",
observó.
"Nuestro
futuro fondo es el segundo más grande del mundo. Así que
nuestras experiencias pueden ser valiosas en los debates
sobre una reforma de las finanzas mundiales", opinó.
Støre no es
el primero, y sin dudas no será el último, en manifestar
una oposición tan rotunda al G–20. Varios académicos y
financistas internacionales de países excluidos se han
mostrado dubitativos, si no abiertamente hostiles, ante su
escasa representación en el bloque.
Según el
profesor de economía Jayati Ghosh, de la Universidad
Jawaharlal Nehru de Nueva Delhi, "el G–20 ha
eclipsado completamente a la ONU y la ha vuelto marginal en
términos de geopolítica y de relaciones económicas
internacionales".
Pese a que hay
algunos escaños destinados a los países pobres, "está
bastante claro quién tiene la última palabra", dijo
Ghosh a IPS.
Pese a que el
G–20 ha reiterado que está logrando triunfos en superar
la brecha Norte–Sur, las cifras de países como India y
China exponen evidencias en contrario.
Ghosh arremetió
contra India en este sentido, insistiendo en que necesita
"mirar más allá de los estrechos intereses de sus
propias elites y reconocer cuánto (…) tiene en común con
la mayor parte del mundo en desarrollo".
El único
punto de convergencia entre críticos y promotores del
G–20 parece radicar en la crisis financiera de 2009,
cuando se tomaron medidas inmediatas en pro de la
estabilidad mundial. Pero en este punto, de nuevo, las
cifras del rescate financiero dicen algo diferente.
Según un
informe difundido en 2009 por Oxfam, la suma comprometida
para ese rescate fue de 8,4 billones de dólares. Cifras del
Banco Mundial durante el mismo periodo mostraron que para
sacar de la pobreza a 1.500 millones de personas que viven
con menos de un dólar diario se requerían 173.000 millones
de dólares.
Por lo tanto,
los recursos que se gastaron en el rescate fueron
insuficientes para poner fin a la pobreza mundial durante
medio siglo.
Tal vez el
reflejo más preciso de la posición que ocupa el G–20 en
la comunidad internacional son las protestas que tienen
lugar dos veces al año en la ciudad donde se lleva a cabo
la cumbre.
En ocasión de
la última reunión del bloque, realizada en junio en
Toronto, decenas de miles de manifestantes salieron a las
calles enfurecidos por considerar que se había derrochado
1.200 millones de dólares de fondos fiscales en la
organización de la cumbre.
La cumbre de
Seúl tendrá lugar en un momento de inmensa agitación económica
mundial, y los críticos sostienen que es vital que el
G–20 se adapte al nuevo clima financiero.
|