Seúl.– El fuerte pesimismo
que había rodeado el inicio de la cumbre del Grupo de los 20 (G–20) se
intensificó ayer, a lo largo del día, cuando las complicadas negociaciones
para poner fin a la "guerra de monedas" se estancaron en medio de
profundas divisiones entre los líderes mundiales.
De no mediar alguna sorpresa de
último momento, la cumbre se dirigía anoche a adoptar un mero compromiso
formal respecto de no aplicar devaluaciones extremas. Esto constituirá un
resonante fracaso y un golpe de proporciones para el futuro de la economía
mundial, en momentos en que crece la incertidumbre en virtud del alto índice
de desempleo de Estados Unidos y la posibilidad de que la crisis de deuda de
Irlanda y Portugal puedan complicar el futuro de la UE (ver Pág. 4).
Según los analistas, un fracaso
de la cumbre de Seúl tendría consecuencias graves. El riesgo es que los países
procuren mantener sus divisas artificialmente bajas para darles a sus
exportaciones una ventaja competitiva en los mercados mundiales. Eso llevaría
a una destructiva guerra comercial y a un aumento del proteccionismo, tal como
ocurrió en la Gran Depresión de los años 30.
Estados Unidos volvió ayer a
quedar en el banquillo de los acusados: el resto de los países del G–20
mantuvieron los duros cuestionamientos de los últimos días sobre el paquete
lanzado por la Reserva Federal (Fed) para inyectar 600.000 millones de dólares
en el mercado para intentar reactivar la economía norteamericana.
También se mantuvieron los
cortocircuitos entre el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y su par
chino, Hu Jintao, sobre política cambiaria.
En una reunión realizada
paralelamente a la cumbre, Obama le dijo a su par chino que la prioridad de
Washington es favorecer un crecimiento responsable y estable de la economía
norteamericana, y destacó que junto a China realizan "progresos" en
las discusiones sobre temas clave, como la apertura de los mercados de Pekín
y el valor de su moneda.
Hu, por su parte, manifestó a
Obama su preocupación por la decisión de la Fed, y le pidió a Obama
"tener en cuenta las exigencias" de los países emergentes, que
temen que la decisión provoque un aumento de la inflación.
Ambos países son considerados
los principales contendientes de la llamada "guerra de monedas".
Mientras Washington afirma que reduce la cotización del dólar para proteger
su economía de los efectos de un yuan chino artificialmente subvaluado, China
dice que este argumento quedó definitivamente invalidado con el enorme
desembolso monetario que anunció la Fed en los últimos días, y que devaluará
aún más el billete verde.
A su vez, Obama debió soportar
las críticas encendidas a su política económica de parte de la canciller
alemana, Angela Merkel (ver Pág. 4), que teme que el paquete lanzado por la
Fed permita a las exportaciones norteamericanas ganar mercado a expensas de
las europeas.
Merkel, cuyo país es el segundo
entre los mayores exportadores mundiales después de China, también cuestionó
una propuesta del secretario del Tesoro estadounidense, Timothy Geithner, para
imponer un techo del 4% a los desajustes comerciales entre países.
De todos modos, sí parecía
posible anoche que de la cumbre surgiera la aprobación de las nuevas reglas
mundiales de regulación del sector financiero, en las que trabajaba el
Consejo de Estabilidad Financiera que preside el titular del Banco de Italia,
Mario Draghi.
Estas iniciativas tienen por
objetivo evitar el contagio internacional de los mercados financieros, tal
como ocurrió durante la crisis que provocó la quiebra del banco Lehman
Brothers, dos años atrás, y que fue la más grave de la historia desde la
crisis de los 30, y de la cual la economía global aún no se ha recuperado.
Según los voceros del encuentro
de Seúl, el tema de los desequilibrios comerciales también parece destinado
a una postergación: sólo se aprobarían "guías" para mantener un
debate futuro sobre el asunto en las próximas reuniones del G–20.
Tras la crisis iniciada en 2008
en Estados Unidos, el mundo vive una recuperación despareja, con ajustes
fiscales en algunos países y salvatajes del sistema financiero global.
Todos los países quieren vender
sus productos, pero a su vez no quieren comprar, en un juego de
"devaluaciones competitivas" para favorecer las exportaciones,
bautizado como "guerra de monedas".
El presidente brasileño, Luiz
Inacio Lula da Silva, fue uno de los más enérgicos a la hora de criticar
estas modalidades. "Si los países más ricos no están consumiendo y
todos quieren expandir su economía con las exportaciones, el mundo va a la
quiebra", afirmó. Sin embargo, desmintió que preparara medidas de
retaliación por la falta de avances en la cumbre: "Estamos menos
preocupados por las medidas que tenemos que tomar para desvalorizar el real, y
más preocupados por las medidas que los norteamericanos tienen que tomar para
valorizar el dólar".
Greenspan:
reconoce que EE.UU. debilita el dólar
El ex presidente de la Reserva
Federal (Fed) de Estados Unidos Alan Greenspan escribió ayer, en una nota
publicada por el diario Financial Times, que Estados Unidos estaba debilitando
deliberadamente al dólar. "China se ha vuelto una de las principales
fuerzas económicas [...] pero no ha elegido aún asumirtomar las obligaciones
globales compartidas que requiere su estatus económico. Estados Unidos también
sigue una política de debilitamiento de la moneda", escribió. La
desmentida del secretario de Tesoro, Timothy Geithner fue inmediata:
"Nunca buscaremos debilitar nuestra moneda [...] para obtener una ventaja
competitiva".
Obama y
Merkel, cada vez más enfrentados
El impacto
de la crisis
Seúl.– Barack Obama parecía
cansado e irritado. Angela Merkel estaba visiblemente tensa. La relación
entre el presidente norteamericano y la canciller alemana no es especialmente
estrecha en estos momentos, y en Seúl se vieron por primera vez las caras
como rivales.
Hacía tiempo que Berlín y
Washington no protagonizaban una disputa tan enconada. Merkel y Obama se
movieron entre la frialdad inicial y un esfuerzo posterior por recuperar la
sonrisa durante su reunión. En el encuentro, los dos líderes hablaron de
cooperación y de los problemas de la economía mundial, ambos con expresión
petrificada, evitando encuentros de miradas y dando evidentes muestras de
nerviosismo. "Trabajamos estrechamente, y eso es, creo, absolutamente
imprescindible en un momento en que los problemas sólo se pueden resolver
conjuntamente´´, dijo la canciller con vaguedad.
Estados Unidos y Alemania viven
actualmente situaciones opuestas: Obama, sumido en la crisis; Merkel, en medio
de una creciente prosperidad. El presidente norteamericano, conocido por ser
un brillante hombre mediático, parecía ayer cansado. Los focos alumbraron
inclementes su cara. Tiene menos de 50 años y su cabeza muestra cada vez más
canas. No lleva ni dos años en la Casa Blanca y ya está marcado por la difícil
recesión económica, de la que el país no termina de salir, y por el revés
demócrata en las elecciones legislativas de mitad de mandato. Obama parece un
hombre que no está a gusto en su piel.
Merkel, por su parte, sabe que
nunca habría podido competir con el carisma de Obama en sus buenos tiempos.
Pero también sabe que Obama se encuentra en un momento político difícil
tras el revés electoral. Desde hace meses busca desesperado una salida a la
crisis. Tan sólo puede soñar con los datos de crecimiento de los que puede
vanagloriarse Merkel. Precisamente Alemania, el país que a los ojos de
Washington no concede suficientes inyecciones financieras y cuyos ciudadanos
consumen demasiado poco, registra actualmente un mayor crecimiento que Estados
Unidos.
Este escenario terminó por
generar los roces más intensos en mucho tiempo. Las palabras más duras
salieron de boca del ministro de Finanzas de Alemania, Wolfgang Schäuble, que
criticó las inyecciones masivas de dinero por parte de la Reserva Federal
estadounidense, que, según dijo, actúa como si estuviera
"desorientada".
Pero tampoco Merkel dejó títere
con cabeza. Ya antes de las conversaciones con Obama expresó con claridad su
postura en una conferencia ante 100 altos ejecutivos de todo el mundo.
Aunque en ese momento no nombró
a Estados Unidos, nadie dudó en la sala que se refería a los intentos de
Obama de limitar los éxitos exportadores de China y Alemania. "Eso no se
podría conciliar con el objetivo del libre comercio´´, lanzó. Una frase
que Washington no olvidará tan fácilmente. Merkel puso la cereza a las críticas
a Estados Unidos al llamar a los países industrializados a ir retirando los
millonarios programas de estímulo económico y a reducir déficit y deuda pública.
Sin embargo, Obama no tuvo
reparos en responder. "Países como Alemania se benefician de nuestro
mercado abierto y de que compramos sus productos´´, señaló. Recalcó que
Estados Unidos sigue siendo el mayor mercado del mundo. ¿Tal vez una
advertencia camuflada de que Estados Unidos continúa siendo el principal
actor internacional?
Estaba claro que las palabras
bonitas no iban a formar parte del intercambio verbal. Incluso durante el
saludo, el mandatario norteamericano puso en evidencia que no iba a dejar
tiempo para gentilezas. Según la delegación de Merkel, Obama dijo que se podía
prescindir de las fórmulas de cortesía para ir directo al grano.