Reunión del G-20

El G–20 cierra en falso la guerra de divisas

Patea la pelota hacia adelante

Los líderes de países ricos y emergentes postergan el examen
de los desequilibrios externos a 2011

Por A. Bolaños y M. González
Enviados especiales a Seúl
El País, 13/11/10

La cumbre de Toronto pasó la pelota en julio a la de Seúl. Y los líderes de los países ricos y emergentes clausuraron ayer la reunión en la capital de Corea del Sur con otra patada adelante. Los Gobiernos del G–20 han aceptado someter sus políticas nacionales a la lupa del Fondo Monetario Internacional para comprobar si se ajustan al objetivo de reducir los desequilibrios externos. Pero habrá que esperar al menos hasta mediados de 2011 para saber cuáles serán las preguntas del examen. Y hasta la sexta cita del G–20, en Francia, a finales del próximo año, para ver si las respuestas son correctas.

Los líderes del G–20 encomendaron a sus ministros de Economía y gobernadores de bancos centrales que, "en su primera reunión de 2011" elaboren indicadores para evaluar las políticas nacionales. "Por ahora, hemos evitado la llamada guerra de divisas", concluyó el presidente de Corea del Sur, Lee Myung–bak. Muy pronto se vio que la aseveración del anfitrión de la cumbre resultaba precipitada. Y no solo porque el proceso iniciado en Seúl tardará más de un año en dar resultado. A tenor de las declaraciones de los líderes, la tregua es frágil, cuando no efímera.

"El yuan está infravalorado, y eso no es solo un obstáculo para Estados Unidos, sino también para el resto de socios comerciales de China", abrió fuego el presidente de EE UU, Barack Obama. En la declaración más contundente en meses, Obama reprochó al gigante asiático que "gasta mucho dinero para mantener su moneda devaluada". Y se enrocó en su defensa del reciente estímulo monetario de la Reserva Federal, que indujo una depreciación del dólar: "No se diseñó para tener un impacto en la moneda, se diseñó para que la economía creciera". A su lado, el líder surcoreano acababa de lamentar los efectos colaterales de la decisión de EE UU. De hecho, el G–20 consagró la instauración de controles de capital en los países emergentes para evitar burbujas especulativas por la masiva entrada de dólares, un mecanismo de defensa que los organismos internacionales censuraban hasta hace bien poco.

El encargo a los ministros de Economía para que fijen indicadores que permitan comparar los avances de cada país es una manera de hacer digerible la propuesta estadounidense de limitar al 4% del PIB los saldos (déficit o superávit) por cuenta corriente. En el comunicado no se hace mención a indicador alguno, una resistencia que fuentes de la negociación achacaron a la delegación china. También se cayó la exigencia de evitar "mantener tipos de cambio por debajo de su nivel de equilibrio por motivos competitivos", una nítida alusión a la política de intervención de China.

"Las diferencias entre China y EE UU fueron muy obvias y ellos decidieron que tratar de resolverlas aquí no era posible. Pero creo que hubo un claro entendimiento de que hay una fecha para hacerlo, algo que no existía antes", reflexionó el ministro de Finanzas brasileño, Guido Mantega, el primero en advertir que las tensiones habían derivado en una guerra de divisas. "No creo que esa situación haya acabado, se ha hecho más explícita y hemos empezado a hablar de ella", añadió.

"Lo que sí hemos tenido claro es que los desequilibrios externos no se pueden medir con un solo indicador", dijo la canciller alemana, Angela Merkel, en referencia a la propuesta estadounidense. "Hemos acordado que hay que fijar unos criterios y que deben definirse bajo la presidencia francesa del G–20, preferiblemente antes del verano", apostilló el líder francés, Nicolas Sarkozy.

En las declaraciones apenas hubo rastro del tono triunfalista de pasadas cumbres, otro indicio de que queda casi todo por hacer. "El G–20 no siempre va a cambiar el mundo", comentó Obama, sin reparar en que las tres últimas reuniones han dejado un balance bien escaso. "Sería justo decir que no hemos logrado aún los objetivos", añadió el primer ministro canadiense, Stephen Harper.

El presidente del Gobierno español se sumó al coro. "Queda mucha tarea por delante para lograr una cooperación real en el sistema monetario", reconoció. Los acuerdos alcanzados en la cumbre de Seúl suponen, en su opinión, "un compromiso incipiente", que no será fácil de desarrollar. Rodríguez Zapatero admitió que algunos movimientos que se han producido en los últimos meses constituyen un elemento de "preocupación", pero no quiso "señalar con el dedo a nadie", ya que "todos han buscado en algún momento posiciones de ventaja, aunque sea a corto plazo".

Nada de lo suscrito ayer por el G–20 impide que esos movimientos sigan ocurriendo. Es, de hecho, lo que anticipa el FMI en el informe sobre la reducción de desequilibrios que presentó ayer al G–20. Según su análisis, los déficits y superávits exteriores volverán a ampliarse en los próximos meses.


Se acentúan los desequilibrios económicos

Por A. Bolaños
Enviado especial a Seúl
El País, 14/11/10

Los países avanzados con más déficit exterior duplicarán el saldo negativo hasta 2014, según el FMI, mientras China rondó en octubre el récord de superávit comercial.

Algunos malos hábitos son muy difíciles de dejar. La Gran Recesión fue una cura de caballo para un modelo de crecimiento económico inestable. A principios de 2009, el comercio internacional se colapsó. Como paradójico resultado, los enormes superávit y déficit externos acumulados por varios países, cara y cruz de un desequilibrio perverso, cayeron a la mitad. Pero, ahora, cuando la recuperación despunta, la economía mundial vuelve por donde solía. Un vicio recurrente que evidencia la importancia de que el G–20 pacte medidas para mantener los saldos externos en niveles sostenibles. Y que deja en mal lugar el tibio acuerdo de mínimos alcanzado este viernes en la cumbre de Seúl (Corea del Sur).

La devaluación del dólar, inducida por la Reserva Federal con su último estímulo monetario, la escalada en las críticas a China por mantener un yuan depreciado o los controles de capital erigidos por varios países emergentes son nítidas señales de que los desequilibrios regresan. Pero sin un pacto ambicioso de los líderes de países ricos y emergentes –un debate que han postergado a finales de 2011– serán solo una avanzadilla de lo que vendrá. Las previsiones de los propios países del G–20, recopiladas por el Fondo Monetario Internacional, indican que "el saldo negativo en la balanza por cuenta corriente de los países avanzados deficitarios casi se doblará entre 2009 y 2014".

En el documento del FMI, suministrado tras la quinta cumbre del G–20, se concluye que "los desequilibrios globales seguirán ampliándose hasta 2014". Frente a la tozudez de la economía por seguir la senda de crecimiento de la última década, los líderes oponen poco más que palabras. "Una de las lecciones más importantes que nos enseñó la crisis económica son los límites de depender de los consumidores estadounidense y de las exportaciones asiáticas para guiar el crecimiento mundial", señaló ayer el presidente de EE UU, Barack Obama.

En 2007, China alcanzó un superávit por cuenta corriente equivalente al 10% de su PIB, mientras el déficit de EE UU llegaba al 6% (la cifra, casi 600.000 millones de euros, es más significativa dado el tamaño de la economía estadounidense). Dos años después, ambos saldos se habían reducido a la mitad. Lo mismo ha ocurrido con la economía española (del 10% al 5%) o la británica.

Según los propios países del G–20, la recuperación revertirá esa tendencia. Al otro lado del espejo, China devuelve el reflejo inverso: el superávit comercial rondó en octubre los 20.000 millones de euros, muy cerca del récord mensual de agosto de 2008.

La existencia de superávit y déficit exteriores es la norma en el comercio internacional. Pero lo ocurrido en la última década recordó los riesgos asociados a un desequilibrio excesivo. El enorme crecimiento de las exportaciones chinas se sostuvo, en buena parte, en el endeudamiento de los consumidores estadounidenses, incapaces de cubrir todos sus gastos. La debilidad de la demanda china (volcada al ahorro) y la política de mantener el yuan devaluado completaron el círculo vicioso: las ganancias comerciales chinas se reciclaron en los mercados financieros y el crédito fluyó con alegría. Pero fue también la gasolina para la explosión de inversiones especulativas, que acabó en la mayúscula crisis financiera de 2008.

La recuperación es desigual, y eso trae más problemas. Porque, como los líderes de países emergentes se aburrieron de repetir en la cumbre del G–20, los bajos tipos de interés (y otros estímulos monetarios como el aprobado por la Reserva Federal) en los países avanzados, todavía estancados, hacen más atractiva la inversión en países con economías y mercados más pujantes.

Según el Instituto de Finanzas Internacionales, el lobby que agrupa a los principales bancos del mundo, el flujo neto de capitales a las economías emergentes escalará este año a los 825.000 millones de dólares, frente a los poco más de 580.000 de 2009. Aún está lejos de los 1,3 billones de 2007, pero entonces el flujo permitió financiar un crecimiento medio del 8% en esas economías, mientras que ese año apenas superará el 4%. Una pista de que la porción de capital que acaba en usos productivos es ahora menor, en beneficio de operaciones a corto plazo y especulativas. Y un argumento más para los líderes emergentes que temen un descontrol de la inflación, una apreciación excesiva de sus divisas (un mordisco a sus ventajas competitivas) y la formación de burbujas en sus mercados financieros.

"Lo que estamos viendo estos días no es tanto una guerra de divisas, como el regreso de los problemas de desequilibrio externo", opinó John Kirton, codirector del grupo de seguimiento del G–20 creado en la Universidad de Toronto. "Tenemos un par de años para solucionarlo", dijo en el centro de prensa de la cumbre. Por lo pronto, los líderes del G–20 se han tomado uno para debatir cómo.

El G–20 mira a las materias primas

La crisis económica fue anunciada por un repunte de precios desorbitado de las materias primas. Las dificultades de la producción para ajustarse a la demanda creciente de las economías emergentes dio paso a un enorme flujo de capital especulativo. El mismo argumento que ahora. Los precios del trigo y el maíz acumulan subidas interanuales cercanas al 40%. BHP, la mayor minera del mundo, ha duplicado sus beneficios en el último año. Y el precio del petróleo vuelve a rondar los 90 dólares por barril.

La volatilidad de los precios de las materias primas fue un asunto básico en la primera cumbre del G–20, celebrada en Washington en noviembre de 2008. Pero, en paralelo a la moderación de los precios, declinó el interés de los líderes de países ricos y emergentes por el debate. Francia, que acaba de relevar a Corea del Sur al frente de la presidencia del G–20, se ha empeñado en resucitar el asunto.

El presidente francés, Nicolas Sarkozy, tiene un aliado para impulsar el debate, el primer ministro italiano, Silvio Berlusconi. "El precio del petróleo está gobernado solo por intereses especulativos", recalcó tras la cumbre de Seúl. El líder italiano insistió en que los inversores en estos mercados deberían poner por adelantado "al menos el 50%" del valor del contrato, una vía que restringiría las operaciones especulativas.

Por lo pronto, el G–20 ha pedido a varios organismos internacionales que presenten en febrero a los ministros de Finanzas un informe sobre cómo mejorar los datos sobre producción, demanda, almacenamiento y refino de petróleo. Y en abril, deberán presentar propuestas sobre cómo mejorar la transparencia y el funcionamiento de los mercados de futuros. La cumbre francesa, prevista para finales de 2011, también analizará lo que ocurre en los mercados de futuros de los alimentos.


China vuelve a salir ilesa de los cuestionamientos

Por Marga Zambrana
Agencia EFE, 12/11/10

Seúl.– China ha salido airosa de la cumbre del G–20 en Seúl, al evitar que el documento final obligara al país asiático a frenar la revalorización de su divisa, el yuan, como proponía la hasta hace poco potencia hegemónica, Estados Unidos. A cambio, la segunda potencia económica ha cedido, como los otros 19 presentes en Seúl, en un compromiso de intenciones para reducir sus desequilibrios comerciales, de pagos y divisas, y aumentar su consumo interno.

La firma del documento supone un avance con respecto a la postura con la que el presidente chino, Hu Jintao, aterrizó anteayer en Seúl: una rotunda oposición a limitar sus exportaciones.

Según el documento, Pekín se ha comprometido también a que sea el mercado el que determine el valor de su divisa, pero ha evitado que el documento obligue al país asiático a renunciar a lo que ya practican, una "infravaloración competitiva", es decir, evitar que el yuan se encarezca.

El término de "guerra de divisas" fue acuñado por el ministro de Finanzas de Brasil, Guido Mantega, en referencia a la supuesta devaluación del yuan chino y al contagio que provocó en otras naciones emergentes.

"Mantega exageró", señaló John Kirton, codirector del Grupo de Investigación del G–20 de la Universidad de Toronto. "La guerra de divisas nunca existió, ni siquiera había una crisis, sino el problema subyacente de los desequilibrios por cuenta corriente. Ahora tenemos un par de años para solucionarlo."

Lo que se ha logrado en Seúl, según el economista, es crear un grupo de trabajo con un calendario dirigido por Canadá para solucionar el problema, y con el que se espera que los líderes aporten en menos de medio año herramientas para solventarlo mediante una serie de indicadores y luego unas medidas de control.

En este contexto, "China ha sido lo suficientemente inteligente como para reconocer que hay un problema global con los desequilibrios por cuenta corriente, no sólo porque la gente está preocupada porque sus exportaciones están acabando con sus puestos de trabajo, sino porque Estados Unidos no está absorbiendo sus masivas exportaciones", dijo el experto. Es decir que, en cierto modo, al apoyar el comunicado de los 20, China está ayudando a Estados Unidos a robustecer su economía y a prevenir posibles barreras proteccionistas, y ayudar a Washington "a resolver su horrible déficit fiscal a través de un fortalecimiento de su demanda interna".

Diferencias con Brasil

Aunque algunos analistas habían señalado a China como el líder de los emergentes entre el G–20, las acusaciones que ha recibido de los líderes brasileños ha puesto de manifiesto las diferentes vías de desarrollo que han escogido cada uno de estos países.

Kirton comparó, por ejemplo, la red social brasileña: "Lo que los brasileños dan por garantizado gracias al presidente Lula da Silva, para el pueblo chino queda mucho camino por delante. El gobierno chino va a ir ahora en esta dirección y ahora tiene para ello el completo apoyo de los 20 para hacerlo más rápido".

Para Donald Brean, profesor de Finanzas y Economía de la misma universidad y también presente en la cumbre, las tensiones creadas por China en el grupo son similares a las de otras potencias, que "no toman decisiones en función de otras naciones, sino de sus propias agendas internas".

Brean reiteró que, en efecto, China no ha devaluado su moneda de forma competitiva, por lo que no ha tenido problemas en aceptar esa limitación. En cuanto a su emergencia, el economista señaló que China, que probablemente sobrepase a Estados Unidos como primera potencia en 2012, según algunas previsiones, tiene un destino natural de líder por su envergadura.

Su categoría de líder entre los emergentes no la va a lograr en el G–20, sino como ya lo está haciendo, "invirtiendo en Brasil o en Africa, o firmando un tratado de libre comercio con Chile", agregó Brean, que recordó la fragilidad interna de este gigante, que tiene una reforma económica pendiente, enormes desigualdades y graves problemas de contaminación y desempleo.