No se lograron coincidencias
El G–20 retrasa un acuerdo sobre
desequilibrios económicos
Por
William Mallard y Ian Talley
Wall
Street Journal, 12/11/10
Seúl.– El Grupo de 20 naciones más
industrializadas y emergentes anunció el viernes que
desarrollará indicadores para medir los desequilibrios económicos,
aunque retrasó hasta el año próximo el trabajo
contencioso de definir los problemas que se han comprometido
a tratar.
Poniendo el broche final a dos días de
cumbre, los líderes del G–20 dijeron en un comunicado que
buscarán mantener los desequilibrios externos
"sostenibles" mediante la elaboración de
"directrices indicativas compuestas por una gama de
indicadores" que "sirvan de mecanismo para
facilitar la adecuada identificación de los grandes
desequilibrios que exigen la adopción de acciones
preventivas y correctivas".
Esto empaña los objetivos
–impulsados por Estados Unidos y el anfitrión del G–20,
Corea del Sur, aunque fuertemente opuestos por países como
China y Alemania– para fijar una serie de objetivos que
limiten los actuales superávit y déficit por cuenta
corriente.
Asuntos como los desequilibrios
externos han dominado la cumbre del G–20, que busca evitar
lo que se ha denominado como "la guerra de
divisas", en las que los países buscan obtener una
ventaja competitiva a través del debilitamiento de sus
divisas.
En
línea con lo acordado por los ministros de Finanzas a
finales de octubre, los líderes del G–20 prometieron
avanzar hacia "sistemas de tipos de cambios de divisas
más determinados por el mercado" y evitar "la
devaluación competitiva de las divisas".
Los líderes agregaron que se
comprometen a "realzar la flexibilidad de los tipos de
cambios para reflejar los fundamentales económicos
subyacentes".
En la cumbre de 2011, los líderes del
G–20 buscan realizar una valoración de los
desequilibrios.
El Fondo Monetario Internacional ayudará
a garantizar que el grupo de trabajo sobre desequilibrios
del G–20 lleven a cabo la valoración, y la vigilancia del
fondo incluirá política de tipos de cambios.
Obama defiende
la “relajación
cuantitativa”,
diciendo que no buscaba debilitar al dólar
Por
William Mallard y Arran Scott
Wall
Street Journal, 12/11/10
Seúl.– El presidente de Estados
Unidos Barack Obama hizo el viernes una fuerte defensa de la
relajación cuantitativa llevada a cabo por la Reserva
Federal, diciendo que la decisión no estaba destinada a
debilitar el dólar, sino más bien a reforzar el
crecimiento de la economía y a evitar la deflación.
"De todo lo que puedo ver, esta
decisión no estuvo diseñada para un tener un impacto sobre
la moneda, sobre el dólar", dijo Obama en la reunión
del G–20 sobre la decisión de la semana pasada de la Fed
de comprar US$ 600.000 millones de bonos en los próximos
meses. "El plan fue diseñado para hacer crecer la
economía".
En una conferencia de prensa tras la
cumbre del G–20, Obama dijo que la Fed actuó en un
momento en que la deflación se estaba convirtiendo en
"un peligro enorme en Estados Unidos". Esto
"no sería bueno ni para Estados Unidos ni para el
resto del mundo".
Obama defendió la relajación
cuantitativa frente a las quejas de otros países,
especialmente de China, que acusan a Estados Unidos de
devaluar su moneda para lograr una ventaja comercial.
El
presidente de Estados Unidos dijo que entre los líderes del
G–20 no había habido mucha discusión acerca de los
movimientos de la Reserva Federal, a pesar de lo que pueda
parecer fuera de la reunión y en la prensa. "Creo que
ha habido una par de referencias veladas a los efectos que
la política monetaria puede tener sobre otros países, pero
no ha sido el tema fundamental de los debates que hemos
mantenido".
Estados Unidos ha respondido a las críticas
de China presionando sobre Pekín para que permita que el
yuan se aprecie más rápido. En referencia a este tema,
Obama ha dicho que la moneda china está
"devaluada".
"China gasta enormes cantidades de
dinero en intervenir en el mercado para que su moneda se
mantenga su moneda devaluada. Y lo que hemos dicho es que es
importante para China realizar una transición gradual a un
sistema basado en el mercado", dijo.
Un yuan devaluado es una
"molestia" para otros socios comerciales Estados
Unidos y de China, pero Pekín ha reconocido la necesidad de
un sistema más flexible, dijo Obama. Añadió que el tema
del yuan no va a resolverse durante la noche, pero expresó
su confianza en que puedan llegar a algún tipo de acuerdo.
Un acuerdo
del G–20 no aliviaría la
presión sobre
los países emergentes
Por
Jonathan Weisman John Lyons y Damian Paletta
Wall
Street Journal, 10/11/10
Seúl.– Los países reunidos para la
cumbre del Grupo de los 20 están cerca de alcanzar un
acuerdo que parece sortear muchas de las diferencias que han
trabado las negociaciones en los últimos días, pero que
probablemente no ponga fin a las tensiones relacionadas a
las políticas cambiarias y comerciales.
El pacto reafirmaría el compromiso del
G–20 con el tipo de cambio libre, pero sin que China haga
promesas específicas sobre la apreciación del yuan. El
G–20 también se comprometería a cerrar la brecha entre
los países con amplios superávits y déficits comerciales,
pero no mencionaría los criterios numéricos específicos
que solicitaba Estados Unidos.
El presidente Barack Obama exhortó a
los miembros del G–20 a resistir la tentación del
proteccionismo e hizo un llamado a hacer un compromiso
conjunto en pos del crecimiento, como parte de una
estrategia para atenuar los desacuerdos de cara a la reunión
de dos días que comienza hoy en esta capital.
Mientras los líderes se reúnen, sin
embargo, los países emergentes desde Brasil a Taiwán están
instalando barreras para proteger a sus economías de un
torrente de capital que amenaza con descarrilar su
crecimiento al apreciar excesivamente sus monedas y ahogar a
los exportadores.
La angustia de los mercados emergentes,
unida a los recientes ataques a la Reserva Federal por
seguir políticas que debilitan al dólar, amenazan con
dejar en un segundo plano otros temas en la cumbre de países
desarrollados y en desarrollo. La delegación estadounidense
está tratando de desviar las críticas hacia China que, en
su opinión, exacerba los desequilibrios comerciales al
impedir un alza más acelerada del yuan. La postura de China
perjudicaría a los países con un tipo de cambio
relativamente libre, como Brasil, Chile y Turquía.
Washington quería aprovechar el
encuentro para presionar a China a revaluar el yuan. EE.UU.
quiere que los países con grandes superávits comerciales,
como China y Alemania, consuman más y exporten menos. Pero
EE.UU. ha sido duramente atacado en los últimos días.
Alemania, por ejemplo, acusó a la Fed de devaluar el dólar
al anunciar un plan para comprar US$600.000 millones en
bonos del Tesoro en los próximos meses. Los estadounidenses
replican que el crecimiento de EE.UU. les conviene a todos y
que la depreciación del dólar es un efecto de los
esfuerzos por estimular la economía, no el objetivo.
Los mercados emergentes han dejado en
claro que la avalancha de capital que cae sobre sus economías
los obliga a tomar cartas en el asunto ahora, en vez de
esperar a un acuerdo del G–20.
Ante el letargo de las economías de
Estados Unidos, Europa y Japón, los países que exhiben un
mayor dinamismo como Brasil están atrayendo un frenesí de
inversiones. Buena parte de estos flujos son especulativos,
lo que en la jerga financiera se conoce como capital
golondrina, que salen en busca de retornos más altos.
Estos flujos pueden crear burbujas de
activos y monedas sobrevaluadas, que podrían desplomarse en
el momento que los inversionistas decidan trasladar su
dinero a otra parte. La apreciación de las divisas locales
también debilita a los exportadores al encarecer sus
productos. "Hay un tsunami de dólares que es difícil
de contener", dijo Mauricio Cárdenas, un experto en
Latinoamérica de Brookings Institution, un centro de
estudios en Washington.
Algunos países emergentes han
recurrido a los controles de capital, que en algún momento
fueron tabú, el ejemplo más reciente de los dolores de
cabeza producidos por los desequilibrios económicos entre
los países ricos y en vías de desarrollo.
Taiwán impuso esta semana límites a
la tenencia de bonos por parte de extranjeros. En octubre,
tanto Brasil como Tailandia incrementaron los impuestos a la
inversión extranjera en el mercado local de renta fija. En
junio, Corea del Sur restringió la negociación de
derivados e Indonesia hizo lo mismo con las ventas de
ciertos bonos a corto plazo. Los bancos centrales desde
Israel hasta Sudáfrica están comprando dólares para
impedir el alza de sus monedas y China elevó hace unos días
el monto de reservas que le exige a los bancos en un intento
por moderar el ingreso de capital foráneo.
Brasil, que desde 1999 deja que el
mercado determine el valor del real, es un claro ejemplo del
aprieto en el que se encuentran las economías emergentes.
Con una tasa de crecimiento anual de 7% , el gigante
sudamericano ya estaba atrayendo una enorme cantidad de
inversión. Pero la tasa de interés a un día, conocida
como Selic, se ubica en 10,75% y ha convertido al país en
uno de los blancos principales del capital golondrina. Los
inversionistas toman dinero prestado en países donde las
tasas están casi en cero, como EE.UU. y Japón, lo
depositan en países como Brasil donde las tasas son altas y
se embolsan la diferencia. Esta operación, llamada carry–trade,
ayuda a explicar el alza de casi 35% del real frente al dólar
en lo que va del año.
La opción más fácil que tendría
Brasil para reducir la presión especulativa sería reducir
las tasas de interés. Pero el creciente déficit fiscal,
una deuda que llega a 60% del Producto Interno Bruto y las
constantes preocupaciones de un brote inflacionario
significan que Brasil necesita las altas tasas para atraer
fondos y pagar sus cuentas. Los controles de capital han
atenuado el alza del real, pero han tenido efectos
colaterales, puesto que los inversionistas han exigido
retornos más altos para prestar.
La combinación de políticas
cambiarias ha generado preocupación de que la cooperación
global que imperó tras la crisis financiera haya sido
sustituida por la búsqueda del interés propio. "Se
necesita una acción urgente para detener la perturbadora
tendencia a medidas unilaterales en los temas macroeconómicos,
comerciales y cambiarios", dijo en un comunicado
Charles Dallara, director gerente del Instituto de Finanzas
Internacionales.
Tarea
para el G–20: encontrar una (o
varias)
alternativas al dominio del dólar
Por
David Wessel
Wall
Street Journal, 09/11/10
Más de 60 años después de que los
vencedores de la Segunda Guerra Mundial diseñaran las
nuevas reglas cambiarias en Bretton Woods, New Hampshire, y
más de 30 años después de que Richard Nixon pusiera punto
final a ese sistema, comienza la búsqueda de una nueva
manera de administrar las tensiones derivadas del tipo de
cambio.
Hay, sin embargo, más acuerdo sobre
las debilidades del actual régimen, en el cual las divisas
se transan en forma relativamente libre, que sobre un
sustituto.
El último brote de angustia provino de
la decisión de la Reserva Federal de Estados Unidos de
emitir US$600.000 millones de dólares para comprar bonos
del Tesoro. Un probable coletazo de la medida es el
debilitamiento del dólar.
A pesar de los esfuerzos del presidente
de la Fed, Ben Bernanke, por explicar que la decisión busca
fortalecer la economía estadounidense para beneficio de
todos, las críticas han arreciado, desde la política
republicana Sarah Palin hasta el primer ministro de
Luxemburgo. Y eso fue solamente el lunes. Los gobiernos de
todo el mundo, anticipándose a la cumbre del Grupo de los
20 en Seúl, se han sumado a los fuegos artificiales retóricos.
El presidente del Banco Mundial, Robert
Zoellick, un veterano de ambos gobiernos del ex presidente
George W. Bush, saltó al ruedo el lunes con un llamativo
editorial en el Financial Times que insinúa una especie de
vuelta al futuro: atar las monedas del mundo al oro. Aunque
un retorno al patrón oro es improbable y, en opinión de
los académicos que consideran sus rigideces como un factor
que contribuyó a la Gran Depresión de los años 30,
imprudente, la sugerencia deja en evidencia un extendido
malestar con la estructura actual.
En su raíz, el problema es que el uso
del dólar para toda clase de intercambio comercial, desde
los bonos hasta el petróleo, otorga a la moneda un rol
extraordinario y vuelve a la economía mundial más
vulnerable a la política monetaria estadounidense. Como lo
expresó en un momento el secretario del Tesoro de Nixon,
John Connolly: "La moneda es nuestra, el problema es de
ustedes".
Los franceses, que el próximo año
presidirán el G–20, prometieron diseñar una alternativa.
"A todos nos interesa que Estados Unidos continúe
creciendo, pero todos somos conscientes de sus
responsabilidades y nadie quiere una volatilidad excesiva en
los mercados cambiarios", dijo un portavoz del Palacio
del Elíseo a los periodistas. Una solución, señalan los
franceses, es diversificar las reservas globales para
hacerlas menos dependientes del dólar y crear "un
nuevo marco de coordinación".
En 1969, en medio de otra ronda de
tensiones cambiarias, se crearon los derechos especiales de
giro, que son supervisados por el Fondo Monetario
Internacional. Pero el uso de este sustituto del dólar es
muy limitado fuera de las transacciones oficiales.
En 1971, Nixon acabó con la relación
entre el dólar y el oro y, con el tiempo, surgió un nuevo
régimen en el que los mercados, con intervenciones
ocasionales de los bancos centrales, determinan el valor de
una moneda en todas las grandes economías, salvo la de
China.
El debate de hoy y la especulación
respecto al declive de EE.UU. como superpotencia llevan a
predicciones de que el dólar inevitablemente dejará su rol
como moneda de reserva mundial. Hasta ahora, no obstante, no
parece haber una mejor alternativa. Los mercados no confían
en que el euro vaya a existir dentro de diez años, el yen
no es lo suficientemente líquido y los chinos están
dudando respecto a asumir los forcejeos que acompañan el
uso de la moneda de un país como una reserva de valor y un
medio de intercambio en todo el mundo.
Barry Eichengreen, un historiador de la
economía de la Universidad de California en Berkeley
argumenta que el mundo puede terminar con más de una moneda
totalmente internacional. La vieja lógica de que los
importadores y los exportadores quieren una moneda común y
que tanto los gobiernos como los inversionistas privados
usarán la divisa más líquida en los mercados, está
pasada de moda, asevera.
La idea de que los importadores, los
exportadores y los operadores de bonos necesitan usar la
misma divisa "tiene menos peso en un mundo donde todos
tienen un teléfono celular y pueden comparar cotizaciones
en tiempo real", señala. La economía global es ahora
tan grande "que hay espacio para mercados líquidos y
profundos en más de una moneda", insiste.
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