Preparaos para un año
escabroso. Desde ahora los precios en aumento, las fuertes tormentas, las
graves sequías e inundaciones y otros eventos inesperados pueden causar
estragos en el tejido de la sociedad global, produciendo caos e inquietud política.
Comencemos por un hecho simple: los precios de los alimentos básicos ya se
acercan o exceden los niveles máximos alcanzados en 2008, el año en el que
estallaron fuertes disturbios en docenas de países de todo el mundo.
Por lo tanto no es sorprendente
que los expertos en alimentos y energía comiencen a advertir de que 2011 podría
ser el año en el que viviremos peligrosamente, y lo mismo podría ser en
2012, 2013, etc., en el futuro. Hay que añadir los costes disparados de los
granos que mantienen viva a tanta gente empobrecida, un aumento similar de los
precios del petróleo –que de nuevo se acercan a niveles no vistos desde los
meses de punta de 2008–, y ya se pueden escuchar los primeros ruidos del
peligro inminente de que colapse la débil recuperación económica. Y esos
crecientes precios de la energía agregan más leña al descontento global.
Los precios de los alimentos,
combinados con inmensos niveles de desempleo juvenil y una profunda
desconfianza hacia gobiernos autocráticos y represores, han provocado
disturbios y protestas masivas en Túnez, que, para sorpresa del mundo,
expulsaron al presidente dictador Zine al–Abidine Ben Alí y a su corrupta
familia. Y muchas de las tensiones sociales evidentes en ese país están
presentes en todo Oriente Medio y en otros sitios. Nadie puede predecir dónde
ocurrirá la próxima explosión, pero con el continuo aumento de los precios
de los alimentos y otras presiones económicas, parece inevitable que haya más
levantamientos. Puede que sean las primeras revueltas por recursos que capten
nuestra atención, pero no serán las últimas.
En pocas palabras, los modelos
de consumo global comienzan ahora a desafiar los límites de los recursos
naturales del planeta. Las poblaciones siguen aumentando y de Brasil a India,
de Turquía a China, también aparecen nuevas potencias. Con ellas viene la
avidez por una vida más semejante a la estadounidense. No es sorprendente que
la demanda de materias primas básicas esté aumentando significativamente,
incluso mientras los suministros disminuyen en muchos casos. Al mismo tiempo
el cambio climático, que en sí es un producto del uso desenfrenado de la
energía, se agrega a la presión sobre suministros, y los especuladores
apuestan a una tendencia progresivamente peor de la situación. Si se suman
todos estos factores, el camino futuro aparece cada vez más escabroso.
Paneras sin
pan
Comencemos por los alimentos, la
materia prima más importante y volátil. Los precios de los alimentos
disminuyeron en octubre de 2008, después del comienzo de la crisis financiera
global, pero parece que fue una anomalía. El índice global del precio de los
alimentos de diciembre de 2010, elaborado por la Organización de Agricultura
y Alimentos (FAO) de la ONU, llegó a un récord de 215, un punto más que en
la primavera de 2008. (En ese índice, basado en un “paquete” de alimentos
básicos, una base de 100 representa los precios medios del período
2002–2004.) De hecho, algunos productos alimentarios, incluidos el azúcar,
aceites comestibles y grasas, se venden ahora a precios sustancialmente
superiores a los de 2008; otros, incluidos los productos lácteos, granos, y
carne, se acercan peligrosamente a niveles récord.
Al comenzar el año 2011, los
expertos en alimentos temen que, en pocos meses, los precios de los alimentos
básicos aumenten por encima de umbral de 2008 y permanezcan allí, causando
extremas penurias a gente pobre en todo el mundo. “Estamos a un nivel muy
elevado”, dijo, preocupado Abdolreza Abbassian, economista de la FAO.
“Estos niveles condujeron en el período anterior a problemas y disturbios
en todo el mundo”.
Abbassian y sus colegas están
especialmente preocupados por el aumento del coste del maíz, el arroz, y el
trigo, los cultivos principales para miles de millones de personas en muchos
de los países más pobres. Según la FAO, a finales de 2010, los precios
internacionales de maíz y trigo ya se acercaron a su nivel máximo de 2008
(unos 260 y 340 dólares por tonelada métrica, respectivamente).
Los analistas atribuyen el
aumento en los precios de granos a la creciente demanda en las naciones
desarrolladas y en desarrollo, junto a una serie de eventos catastróficos
relacionados con el clima y la especulación por parte de los inversores. Una
extrema sequía y feroces incendios destruyeron el verano pasado un gran
porcentaje de la cosecha de trigo en Rusia y Ucrania, mientras fuertes
inundaciones en India y Pakistán, que dejaron bajo agua al 20% de su
territorio, dañaron partes importantes de la producción de granos de esos países.
Al mismo tiempo, un clima inusualmente cálido y seco limitó la producción
en una serie de áreas agrícolas cruciales.
Lo que hace tan preocupante el
panorama actual son las señales de que la severidad y la frecuencia de
sucesos meteorológicos extremos parecen estar aumentando. Sólo en las últimas
semanas varios sucesos semejantes apuntan a serios problemas de suministro en
el futuro. Los más significativos han sido las lluvias e inundaciones sin
precedentes en Australia, que sumergieron un área equivalente a más del
doble de tamaño que California, causando estragos significativos en los
cultivos de trigo. Australia es uno de los principales productores de trigo
del mundo. Condiciones inusualmente secas en la región central de EE.UU. y
Argentina también sugieren futuros problemas en la producción de granos y maíz.
Es demasiado temprano para predecir el tamaño de las cosechas de granos y maíz
de este año, pero muchos analistas advierten de que habrá una escasez de
suministros, junto con altísimos precios.
Los analistas de las tendencias
dominantes y los funcionarios gubernamentales se muestran reacios a atribuir
esta andanada de sucesos climáticos extremos al calentamiento global.
Inmensas variaciones en las precipitaciones pueden ser normales, especialmente
en sitios como Australia, susceptibles a oscilaciones de la temperatura del océano
como El Niño/La Niña, y los políticos temen asumir la responsabilidad de un
problema tan masivo como el cambio climático. Pero la teoría del cambio climático
ha sugerido hace tiempo que la tendencia al calentamiento –2010 empató con
2005 como año más caluroso registrado y nueve de los diez años más
calurosos han tenido lugar en la última década– vendrá acompañada por un
aumento en la frecuencia y severidad de las tormentas. Es difícil escapar a
la conclusión de que los recientes sucesos, incluidas las inundaciones
australianas, están vinculados al aumento de las temperaturas globales.
Vuelve la
crisis de la energía
Los crecientes precios de los
alimentos están siendo impulsados por inversiones especulativas así como por
el aumento del precio del petróleo. En parte como respuesta a la disminución
del valor del dólar, algunos inversionistas están colocando su dinero en
futuros alimentarios (junto con el dólar y la plata) como un seguro
especulativo. Al mismo tiempo el precio del petróleo se mueve hacia la marca
de 100 dólares, haciendo que sea cada vez más rentable para los agricultores
que pasen de la producción de maíz para el consumo humano a producirlo para
fabricar etanol, lo que a su vez reduce la cantidad de superficie agrícola
dedicada a los alimentos básicos. El petróleo tendría que caer por debajo
de 50 dólares por barril para que el cultivo de maíz como producto
alimentario sea competitivo con la producción de etanol –y no es probable
que eso suceda–. Por lo tanto, incluso si se produce más maíz este año,
habrá menos disponible para fines alimentarios y el precio de lo que quede
tenderá a subir.
El precipitado aumento de los
precios del petróleo ha sorprendido a los expertos. No hace mucho el
Departamento de Energía de EE.UU. (DoE) proyectaba una banda de fluctuación
de precios entre 70 y 80 dólares por barril en 2011, pero al comenzar el año
el petróleo ya empezó a venderse a más de 90 dólares el barril y algunos
analistas predicen que llegará a 100 dólares antes de fin de año. Algunos
hablan incluso de 150 dólares el barril y de precios de gasolina en los
surtidores de 4 dólares o más. Si los precios suben por encima de 100 dólares,
los gastos de consumo globales podrían sufrir otra caída vertical.
“Los precios del petróleo
entran en una zona peligrosa para la economía global”, dice Fatih Birol,
economista jefe de la Agencia Internacional de Energía (IEA). “Los costos
por importación de petróleo se están convirtiendo en una amenaza para la
recuperación económica”.
Como en el caso de los
alimentos, el creciente coste del petróleo es producto de la creciente
demanda, suministro insuficiente e inversiones especulativas. Según las últimas
proyecciones de la IEA, el consumo global diario de petróleo en 2011 será de
un promedio de 87,4 millones de barriles, un aumento de cerca de dos millones
de barriles en comparación con el primer trimestre de 2010. Gran parte de la
demanda adicional proviene de China, donde una nueva clase media compra automóviles
a un ritmo récord, así como de EE.UU., donde los consumidores hasta ahora
cautelosos vuelven lentamente a sus costumbres de conducción previas a 2008.
En días en los que la industria
petrolera vive tasas de producción en decadencia en muchos campos petrolíferos
existentes y descubre que es cada vez más difícil aumentar la producción,
incluso dos millones de barriles adicionales por día podrían representar una
imponente amenaza (y se espera más demanda en los próximos años). En
EE.UU., por ejemplo, se ponen muchas esperanzas en la exploración petrolera
en las aguas profundas del Golfo de México y mar adentro en Alaska, pero
después del desastre de BP, ésta parece una perspectiva vana. La producción
en México y en el Mar del Norte, dos sitios preferidos en los últimos años,
enfrenta una aguda disminución, mientras otros productores claves, incluidos
los de oriente Medio, se esfuerzan por mantener los actuales niveles de
producción en los campos existentes.
Muchos analistas de la energía
creen que el mundo se encuentra (o pronto llegará) en el pico del petróleo
–el momento en el cual la producción global de petróleo llega a un máximo
nivel diario sustentable y comienza una disminución irreversible a largo
plazo–. Otros afirman que siguen siendo posibles mayores niveles de producción.
Sea cual sea la realidad, en
este momento la industria petrolera descubre que cada vez es más difícil, e
incluso más costoso, aumentar la producción por encima de los niveles
actuales. Esto, combinado con la insaciable demanda, hace que los precios
suban a las nubes.
En estas circunstancias, a los
especuladores los vuelve a atraer el mercado petrolero como una apuesta
bastante interesante. Tales especuladores ayudaron a aumentar los precios del
petróleo a un récord de 147 dólares por barril en 2008, pero huyeron del
mercado cuando los precios se derrumbaron al orientarse la economía
estadounidense hacia la catástrofe. Ahora vuelven. “Los fondos de alto
riesgo y los inversionistas privados están comprando instrumentos financieros
vinculados al precio del crudo, y al hacerlo ayudan a aumentar los precios del
petróleo”, informó el Wall Street Journal a finales de diciembre.
La mayoría de los analistas
espera un aumento de los precios durante esta primavera o verano cuando los
automovilistas estadounidenses vuelvan a las calles. “Tendremos una
recuperación primaveral que nos llevará a entre 3,10 y 3,50 dólares por galón
de gasolina en las estaciones de servicio de EE.UU.”, predijo Tom Kloza,
analista petrolero jefe de Oil Price Information Service.
El aumento del precio de la
gasolina, a su vez, afectará a los consumidores precisamente cuando muestran
señales de volver a abrir sus billeteras. No menos preocupante es que países
importadores de petróleo como EE.UU., Japón, y muchos de Europa, se
enfrentarán a costos crecientes por las importaciones de combustible,
debilitando aún más unas economías que ya padecen una profunda debilidad.
Según algunos cálculos, los
precios del petróleo agregaron otros 72.000 millones de dólares al
gigantesco déficit de la balanza de pagos del año pasado. Europa tuvo que
pagar otros 70.000 millones de dólares adicionales por el petróleo importado
y Japón 27.000 millones. “Es una historia muy significativa”, dice Fatih
Birol de la IEA sobre los últimos datos del precio del petróleo. “2010
hizo sonar las primeras campanas de alarma y los niveles de precio de 2011
podrían llevarnos a la misma crisis financiera que vimos en 2008”.
Aumentos de los precios de los
alimentos que llevan a disturbios, protestas y revueltas; crecientes precios
del petróleo, un inmenso desempleo mundial y una recuperación colapsada.
Parece el conjunto perfecto de condiciones previas para un tsunami global de
inestabilidad y turbulencia. Sucesos como los de Argelia y Túnez nos dan sólo
una idea de lo que podría parecer ese remolino, pero dónde y cómo volverán
a estallar, y de qué forma, es una incógnita. Estamos seguros de que no
hemos visto el último de los conflictos por recursos, que en los próximos años
podrían alcanzar una intensidad impensable hoy en día.
* Michael T. Klare es
profesor de estudios de Paz y Seguridad Mundial en el Hampshire College. Su
último libro es “Rising Powers, Shrinking Planet: The New Geopolitics of
Energy” (Metropolitan Books).