¿Por qué existe un elevado
desempleo?
El error de la tesis de
“la sociedad del conocimiento"
Por Vicenç Navarro (*)
Sistema, revista digital,
04/03/11
Este artículo critica
aquellos economistas que atribuyen el elevado desempleo en
la mayoría de países de la OCDE (incluyendo España) por
el desajuste que existe entre la oferta de puestos de
trabajo que exigen elevados niveles de cualificación y la
escasa tenencia de tales cualificaciones en la mayoría de
la población. De esta tesis, tales economistas concluyen
que el desempleo debe resolverse a base de aumentar el nivel
de cualificaciones de la población, creando “la sociedad
del conocimiento”. El artículo muestra el error de tales
supuestos que rigen gran parte de las políticas públicas
de los gobiernos de la OCDE (incluyendo España). El artículo
señala que la mayor causa del desempleo se debe a la falta
de producción de puestos de trabajo, resultado de la escasa
demanda por un lado y la falta de crédito por otra,
consecuencia de la enorme polarización de las rentas que ha
ido ocurriendo en el mundo occidental resultado de la
aplicación de las políticas neoliberales durante el
periodo 1980-2010.
Una característica del
tiempo que vivimos es el elevado desempleo en la mayoría de
países desarrollados. Casi todos los países de la OCDE (el
club de países más ricos del mundo) tienen tasas de
desempleo mayores de las que solían tener en el período de
la Post II Guerra Mundial (1945-1980). Es más, el
incremento de las tasas de desempleo en la recesión actual
es superior al que se dio en las recesiones anteriores. El
caso español es el más acentuado, pero no es el único.
Todo lo contrario, la situación que ocurre en España es un
hecho bastante generalizado que se da a ambos lados del Atlántico.
Naturalmente que existe gran variabilidad en la tasa de
desempleo, siendo España un caso extremo. Pero, el hecho es
que la gran mayoría de países de la OCDE tienen un
desempleo mayor ahora que en épocas y recesiones
anteriores.
¿A qué se debe este fenómeno?
Una explicación que se ha dado a este elevado desempleo es
la falta de encaje entre el tipo de trabajo que se oferta y
las cualificaciones de los candidatos a tales puestos de
trabajo. Se acentúa que en las supuestas Sociedades del
Conocimiento la población desempleada no tiene los
conocimientos y la formación para realizar las labores
exigibles en los nuevos puestos de trabajo que se están
creando, con lo cual, nos encontramos en una situación en
la que quedan puestos de trabajo sin llenar a la vez que
existe un elevado desempleo. Las bajas cualificaciones de la
mayoría de los trabajadores no les permiten integrarse en
el mercado de trabajo. Los economistas que sostienen tales
tesis en Estados Unidos, señalan que el 75% de los puestos
de trabajo cuya oferta está creciendo más rápidamente
requieren trabajadores y empleados con elevadas
cualificaciones (college degree, more than high school
diploma) de las cuales supuestamente existe gran escasez.
Tales economistas citan también el caso de que, según
estimaciones del Ministerio de Trabajo de EEUU, de las 30
ocupaciones que crecerán más, 22 requerirán elevadas
cualificaciones durante el período 2006-2016. Y el gran
problema –añaden estos economistas- es que la gran mayoría
de ciudadanos estadounidenses no tienen estas
cualificaciones y de ahí que exista un elevado desempleo a
la vez que haya una oferta de puestos de trabajo que quedan
sin cubrir.
Parecería pues que hay un
desequilibrio (Mismatch) entre oferta y demanda en el
mercado laboral. De ahí se deriva que la solución sea
aumentar el número de trabajadores con un elevado nivel de
cualificaciones en la población. Es la llamada a adaptarse
a la Sociedad del Conocimiento que supuestamente caracteriza
a nuestras sociedades. Tal llamada ha sido una constante
desde el tratado de Lisboa del 2000, firmado por los
dirigentes de la Unión Europea (UE), estableciendo la
estrategia de desarrollar la Sociedad del Conocimiento como
manera de resolver el desempleo (y a la vez, aumentar la
competitividad).
El punto flaco de las tesis
de la “sociedad del conocimiento”
El problema de esta
explicación es que ignora o desconoce que, aunque es cierto
que los sectores más crecientes en la producción de empleo
sean los que requieren elevadas cualificaciones, estos
sectores representan sólo un 3% de todos los puestos de
trabajo existentes en EEUU. Tales economistas, entusiastas
de la Sociedad del Conocimiento, parecen desconocer que para
calcular el potencial de crecimiento de puestos de trabajo
de un sector hay que mirar el número absoluto de puestos de
trabajo que se crearán y no sólo la tasa de crecimiento de
aquel sector. En realidad, y según las mismas cifras del
Ministerio de Trabajo, de los 30 sectores que producen un número
mayor puestos de trabajo, 21 de ellos no requieren
cualificaciones elevadas, sino formación profesional de
tipo medio y bajo. Un 25% de todos los puestos de trabajo en
2016 estarán en estos 21 sectores que incluyen comercio,
procesos de producción y distribución alimentaria,
servicios domésticos y de atención a personas
discapacitadas, y servicios domiciliarios. Según los cálculos
del mismo Ministerio de Trabajo, 62% de todos los puestos de
trabajo en 2016 no requerirían elevadas cualificaciones,
sino formación media y baja (“with only high school”).
Otro dato que también
cuestiona la tesis de que faltan profesionales de alta
cualificación es que, si bien es cierto que el número de
puestos de trabajo creados en estas ocupaciones ha crecido
muy rápidamente, el hecho es que el número de
profesionales de elevada cualificación que están
trabajando a tiempo parcial, pese a que les gustaría
trabajar a tiempo completo, ha aumentado considerablemente.
El subempleo (“underemployment”) en estos sectores de
alta cualificación es considerable lo cual pone en duda que
exista una escasez de personal cualificado. Es más, entre
los sectores que están creciendo muy marcadamente en números
absolutos –servicios sanitarios y educación- el desempleo
es también acentuado, habiendo también aumentado
especialmente desde que se inició la crisis en 2007.
El “mismatch” no es el
mayor problema o la mayor causa del elevado desempleo
No parece, pues, que el
desequilibrio o Mismatch entre oferta y demanda de puestos
de trabajo sea la mayor causa de desempleo. Ello no implica,
sin embargo, que no haya un Mismatch, que debiera corregirse
entre oferta de puestos de trabajo y cualificaciones de los
trabajadores. Este Mismatch que existe en el desequilibrio
entre el sistema educativo y el mercado laboral, es muy
marcado en España, donde, consecuencia del enorme poder de
clase (del 20% de renta superior del país) existe una
sobreabundancia de licenciados universitarios (los hijos de
este 20% están concentrados en la población estudiantil
universitaria) con escaso desarrollo de la formación media
y profesional, el mayor déficit de recursos humanos en España.
Existe, por cierto, otro Mismatch, no tanto de
cualificaciones, sino de lugar. Existe escasa movilidad de
la fuerza del trabajo, resultado (en España, sobre todo) de
la elevada tasa de propiedad de la vivienda, que explica la
escasa propensión a la movilidad territorial, escasez muy
notoria a nivel europeo donde las diferencias entre las
tasas de desempleo por regiones es mucho más marcada que en
EEUU, donde hay mucha más movilidad interregional que en la
UE.
Pero ninguno de estos
desequilibrios puede explicar el elevado desempleo, que se
basa en la escasa producción de puestos de trabajo. Ahí
está el problema grave, problema que se acentúa cada vez más
en cada salida de la recesión. Cada nueva recuperación
económica produce menos nuevos puestos de trabajos. Y ello
ocurre incluso en los sectores que producen más puestos de
trabajo como sanidad y educación.
La polarización de las
rentas como causa del desempleo
¿Por qué se produce tan
poco empleo? Una respuesta es que esta recesión que estamos
experimentando es mucho peor que las anteriores. Y ello es
cierto. Pero no es suficiente. La raíz del problema está
en lo que ha ido ocurriendo en la distribución de las
rentas en los mayores países de la OECD consecuencia de las
políticas neoliberales generalizadas en el período
1980-2010. El argumento de que la expansión del estado en
la economía es la causa del problema económico al absorber
demasiados recursos (la explicación neoliberal), no es
sostenible en base a los datos existentes. Existe extensa
documentación que cuestiona tal tesis (Navarro, V.
Globalización, Economía, poder político y Estado del
Bienestar. Ariel Colección Sociedad Económica año 2000).
La sustracción de recursos del sector privado por parte del
sector público como causa de la crisis es una tesis que no
se sustenta en base a la evidencia científica existente.
Corresponde al fundamentalismo neoliberal promovido por
autores como Sala i Martín que tiene escasa credibilidad
científica (pese a lo cual goza en España de grandes cajas
de resonancia y proyección mediática).
En realidad, incluso hoy,
el gran mundo empresarial no tiene escasez de dinero. En
EEUU, a mediados del año 2010, los beneficios empresariales
eran el 60% superior a los que habían tenido en 2008, e
igual a los que tenían en 2006, cuando alcanzaron el nivel
más alto en el ciclo anterior. En aquel año, las empresas
no financieras no tenían ninguna escasez de metálico. Una
situación distinta era la de las pequeñas empresas que no
tenían tal liquidez. Pero, el hecho de que las empresas no
financieras más importantes de EEUU no invirtieran y no
crearan empleo se debía a que no había suficiente demanda
para los productos o servicios que producían. Y lo mismo
ocurre con las pequeñas empresas: la falta de demanda de
sus productos es la mayor causa de la escasa producción de
empleo. Y esa escasa demanda se debe al descenso de las
rentas del trabajo como porcentaje de la renta nacional.
Intentar resolver este déficit de demanda estructural (como
están proponiendo las instituciones de la UE) a base de
exportaciones (basada en una demanda extranjera) es absurdo,
y todavía más absurdo, en momentos de recesión global
actual.
En la Unión Europea, la
situación es semejante a la de EEUU, con dos notables
diferencias. Una es que los recortes de la financiación pública
en la UE de los sectores que producen más empleo –sanidad
y educación- hace que las repercusiones sobre la destrucción
de empleo en la UE sean mayores que en EEUU. Y la otra gran
diferencia es que el capital financiero (la banca) domina
las instituciones europeas, que dan mayor importancia al
control de inflación, sobre la producción del empleo. El
comportamiento del Banco Central Europeo (BCE) es un claro
ejemplo. No existe clara conciencia en la comunidad mediática
y política europea de que el BCE es más un lobby de la
banca que un Banco Central. Un Banco Central tiene que tener
como objetivo facilitar el crecimiento económico y con ello
la creación de empleo. Esto no es un objetivo primordial
del BCE y ello como consecuencia del excesivo poder de la
banca en las culturas políticas europeas.
La disminución de las
rentas del trabajo a costa del crecimiento de las rentas del
capital ha favorecido la exuberante subida del capital
financiero, basado predominantemente en especulación, y
este sector es hoy el que domina los comportamientos económicos,
contribuyendo a la escasa recuperación económica y baja
producción de empleo. Y esto es de lo que no se habla,
centrándose el discurso económico en la formación de los
trabajadores, como si esto fuera la causa del desempleo.
(*) Vicenç Navarro es
Catedrático de Políticas Públicas de la Universitat
Pompeu Fabra y profesor de Public Policy en The Johns
Hopkins University.
Degrees
and Dollars
By
Paul Krugman
New
York Times, March 6, 2011
It
is a truth universally acknowledged that education is the
key to economic success. Everyone knows that the jobs of the
future will require ever higher levels of skill. That’s
why, in an appearance Friday with former Florida Gov. Jeb
Bush, President Obama declared that “If we want more good
news on the jobs front then we’ve got to make more
investments in education.”
But
what everyone knows is wrong.
The
day after the Obama-Bush event, The Times published an
article about the growing use of software to perform legal
research. Computers, it turns out, can quickly analyze
millions of documents, cheaply performing a task that used
to require armies of lawyers and paralegals. In this case,
then, technological progress is actually reducing the demand
for highly educated workers.
And
legal research isn’t an isolated example. As the article
points out, software has also been replacing engineers in
such tasks as chip design. More broadly, the idea that
modern technology eliminates only menial jobs, that well-educated
workers are clear winners, may dominate popular discussion,
but it’s actually decades out of date.
The
fact is that since 1990 or so the U.S. job market has been
characterized not by a general rise in the demand for skill,
but by “hollowing out”: both high-wage and low-wage
employment have grown rapidly, but medium-wage jobs — the
kinds of jobs we count on to support a strong middle class
— have lagged behind. And the hole in the middle has been
getting wider: many of the high-wage occupations that grew
rapidly in the 1990s have seen much slower growth recently,
even as growth in low-wage employment has accelerated.
Why
is this happening? The belief that education is becoming
ever more important rests on the plausible-sounding notion
that advances in technology increase job opportunities for
those who work with information — loosely speaking, that
computers help those who work with their minds, while
hurting those who work with their hands.
Some
years ago, however, the economists David Autor, Frank Levy
and Richard Murnane argued that this was the wrong way to
think about it. Computers, they pointed out, excel at
routine tasks, “cognitive and manual tasks that can be
accomplished by following explicit rules.” Therefore, any
routine task — a category that includes many white-collar,
nonmanual jobs — is in the firing line. Conversely, jobs
that can’t be carried out by following explicit rules —
a category that includes many kinds of manual labor, from
truck drivers to janitors — will tend to grow even in the
face of technological progress.
And
here’s the thing: Most of the manual labor still being
done in our economy seems to be of the kind that’s hard to
automate. Notably, with production workers in manufacturing
down to about 6 percent of U.S. employment, there aren’t
many assembly-line jobs left to lose. Meanwhile, quite a lot
of white-collar work currently carried out by well-educated,
relatively well-paid workers may soon be computerized.
Roombas are cute, but robot janitors are a long way off;
computerized legal research and computer-aided medical
diagnosis are already here.
And
then there’s globalization. Once, only manufacturing
workers needed to worry about competition from overseas, but
the combination of computers and telecommunications has made
it possible to provide many services at long range. And
research by my Princeton colleagues Alan Blinder and Alan
Krueger suggests that high-wage jobs performed by highly
educated workers are, if anything, more “offshorable”
than jobs done by low-paid, less-educated workers. If they’re
right, growing international trade in services will further
hollow out the U.S. job market.
So
what does all this say about policy?
Yes,
we need to fix American education. In particular, the
inequalities Americans face at the starting line — bright
children from poor families are less likely to finish
college than much less able children of the affluent —
aren’t just an outrage; they represent a huge waste of the
nation’s human potential.
But
there are things education can’t do. In particular, the
notion that putting more kids through college can restore
the middle-class society we used to have is wishful thinking.
It’s no longer true that having a college degree
guarantees that you’ll get a good job, and it’s becoming
less true with each passing decade.
So
if we want a society of broadly shared prosperity, education
isn’t the answer — we’ll have to go about building
that society directly. We need to restore the bargaining
power that labor has lost over the last 30 years, so that
ordinary workers as well as superstars have the power to
bargain for good wages. We need to guarantee the essentials,
above all health care, to every citizen.
What
we can’t do is get where we need to go just by giving
workers college degrees, which may be no more than tickets
to jobs that don’t exist or don’t pay middle-class wages.
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