Tres
semanas de plazo para alcanzar un pacto que salve a la
moneda única
Otra
vez temores por el euro
Por
Andreu Missé
El Pais, 06/03/11
Las próximas
tres semanas vuelven a ser decisivas para el euro. Otra vez
el todo o nada y con las alertas explícitas de los
mercados. Entre la cumbre del próximo día 11 y la del 24 y
25 de marzo, la UE se juega el futuro de la moneda única.
Los líderes europeos deberán alcanzar contra reloj un
"pacto global" sobre varias propuestas para
asegurar la estabilidad del euro. Se trata, sustancialmente,
de lograr una solución permanente que sustituya los parches
urgentes e improvisados que se adoptaron para afrontar las
crisis de Grecia e Irlanda y evitar la catástrofe de la
moneda única. La solución mágica se llama gobierno económico
de la UE. En realidad es la vieja asignatura pendiente del
euro. La pata coja del principal proyecto europeo. La política
económica que precisa la divisa europea para compensar y
reforzar la política monetaria del BCE. Es el gobierno económico
que ya habían exigido, sin éxito, el entones presidente de
la Comisión Europea, Jacques Delors, y otros políticos,
sobre todo franceses, hace veinte años, cuando se puso en
marcha la Unión Económica y Monetaria en Maastricht.
La necesidad
de un gobierno económico volvió repentinamente al primer
plano a raíz de la crisis de la deuda a finales de 2009.
Durante el último año se han puesto en marcha multitud de
iniciativas por parte de la Comisión Europea y del nuevo
directorio francoalemán que se solapan entre sí, cuando no
torpedean el proyecto, especialmente por parte de Berlín.
El Pacto Global, o el cajón de sastre en que se han
incluido todos los asuntos pendientes, implica como mínimo
un acuerdo sobre cinco elementos estrechamente vinculados
entre sí: a) Las seis medidas legislativas para reforzar el
gobierno económico de la UE propuestas por la Comisión
Europea; b) el Pacto de Competitividad, planteado
recientemente por Alemania y Francia, dulcificado después
por Herman van Rompuy y José Manuel Barroso; c)las reformas
para reforzar y flexibilizar el transitorio Fondo Europeo de
Estabilidad Financiera (FEEF) y para constituir el Mecanismo
Europeo de Estabilidad (MEE) de carácter permanente a
partir de junio de 2013; d) la reforma del Tratado para
legalizar ese mecanismo; y e) la renegociación de la ayuda
a Irlanda.
Y como primer
resultado de todo ello despejar el futuro de Portugal, como
ya advirtió la semana pasada expresamente la agencia de
calificación Standard & Poor's. "El acuerdo deberá
ser sobre todo el paquete", ha advertido también el
presidente del Eurogrupo, Jean Claude Juncker.
El debate,
centrado sobre todo en los asuntos presupuestarios y
financieros, ha dejado completamente "en un segundo
plano la cuestión del empleo y el paro", como ha señalado
la eurodiputada socialista Pervenche Berès. Mientras, 23
millones de europeos siguen en las filas del paro. El giro
hacia la derecha de los principales líderes europeos ha
quedado bien patente en el comentario de un político tan
moderado y respetado como Delors, para quien el reciente
Pacto Anual sobre el Crecimiento presentado por el
presidente de la Comisión José Manuel Barroso, "es el
documento más reaccionario jamás producido por la Comisión".
Pero el haber
limitado los debates a los asuntos fiscales, financieros y
sobre competitividad tampoco ha simplificado los problemas.
La secuencia de cómo se han ido generando y solapando las
distintas, cambiantes y contradictorias iniciativas sobre el
gobierno económico y el Pacto de Competitividad es lo que
está creando más desasosiego e incertidumbre en medios
comunitarios y en muchos países. Primero fue la propuesta
presentada por el comisario de asuntos económicos y
monetarios, Olli Rehn, para reforzar el gobierno económico
de la UE en mayo y junio pasados, que cristalizó después
en seis propuestas legislativas en septiembre. El objetivo
era reforzar la disciplina presupuestaria con sanciones más
duras y crear un nuevo sistema de vigilancia sobre los
desequilibrios macroeconómicos y diferencias de
competitividad también sometidas a posibles multas. A estas
propuestas se sumó el llamado semestre europeo, que ya se
ha puesto formalmente en marcha en enero y trata de acordar
entre los Estados los criterios ex ante para la elaboración
de los presupuestos nacionales.
La filosofía
dominante es que los males del euro no se deben a un defecto
inicial de construcción de la Unión Económica y
Monetaria, que carece de una política económica común,
sino a los malos hábitos de los derrochadores países del
Sur junto con Irlanda.
Paralelamente,
el Consejo Europeo encomendó a Van Rompuy la creación de
un grupo especial (task force) para tratar acerca de lo
mismo, "la gobernanza económica europea", pero
desde una perspectiva gubernamental que en los tiempos que
corren es la perspectiva de Berlín. Integraron la task
force los 27 ministros de Economía, el presidente del BCE,
Jean–Claude Trichet, Rehn y Juncker. Este grupo de trabajo
incluyó la necesidad de crear un mecanismo de ayuda
permanente con condiciones muy estrictas para "reducir
el riesgo moral" y la participación "del sector
privado". Es decir, que los bancos acreedores asuman
parte de las pérdidas, que era una de las exigencias de
Berlín.
En la práctica,
la task force ha sido el instrumento de la canciller
alemana, Ángela Merkel, para imponer sus criterios. Los
trabajos del grupo especial se vieron muy influenciados por
los documentos de Berlín, cuyo Gobierno fue el que envió
el mayor número de propuestas que fueron decisivas para
elaborar las conclusiones. A pesar de todo, la resolución
final no fue del agrado de Trichet, quien censuró la
exigencia de que los bancos debían sufragar parte de los
costes de la crisis de deuda de un país y encontró
insuficiente el automatismo de las sanciones. La expresión
pública de estas discrepancias provocó un fuerte
enfrentamiento entre Trichet y el presidente francés,
Nicolas Sarkozy, lo que revela otra grieta inquietante en la
cúpula de la Unión.
No obstante,
las discrepancias entre la Comisión y el eje coyuntural
Berlín–París se agrandaron pronto peligrosamente. El
pasado 19 de octubre tanto la Comisión Europea como la task
force sufrieron una seria desautorización a través de la
llamada Declaración de Deauville, en la que Merkel y
Sarkozy trazaron la línea a seguir tanto en materia de
gobernanza económica como en la de reducir las diferencias
de competitividad. El texto francoalemán subrayó la
necesidad de aplicar sanciones automáticas a los países
infractores del Pacto de Estabilidad y Crecimiento y de
reformar el Tratado para que los inversores asumieran parte
de las pérdidas en el caso de una crisis de deuda y se
pudiera suspender el derecho de voto en los Consejos a los
Estados con violaciones graves de las reglas. No obstante,
la suspensión del voto de los Estados, que implicaría una
reforma profunda del Tratado, logró ser temporalmente
aparcada gracias a los buenos oficios de Van Rompuy.
La suspensión
del voto, las sanciones más automáticas y las duras
condiciones para acceder a los fondos de rescate forman
parte de las gesticulaciones de Berlín para justificar ante
su electorado el aumento de las contribuciones alemanas a
los distintos mecanismos de ayuda a los países con
dificultades.
El informe
elaborado por el European Economic Advisory Group (EEAG) y
CESifo, dirigido por Hans–Werner Sinn, contabiliza todos
los compromisos de ayudas de Alemania en los distintos
fondos a los que ha contribuido desde el inicio de la
crisis. En total los compromisos de Berlín ascienden a
218.500 millones de euros. Sinn lo suma todo. Los
compromisos a los dos fondos europeos ya constituidos, al
Fondo Monetario Internacional (FMI), las ayudas específicas
a Grecia y la parte que le corresponde a las compras de
bonos por parte del BCE a Irlanda, Grecia y Portugal. El
futuro europeo se juega de manera decisiva en Alemania, un
país en el que su contribución financiera a la Unión es
analizada con lupa de manera cada vez más exigente y cuyo
debate está condicionando las decisiones que deberán
tomarse los próximos días.
Lo cierto es
que la declaración de Deauville marcó un antes y un después
en la toma de decisiones en la UE. "La crisis", señala
Benedicta Marzinotto, investigadora de Bruegel, "ha
contribuido a cambiar la toma de decisiones en la gobernanza
europea". "Durante los últimos días",
precisa, "hemos sido testigos de una councilization
(mayor peso del Consejo) en las decisiones que se tuvieron
que tomar en el plazo más breve de tiempo posible y que no
se pudieron dejar al clásico método comunitario por el
tiempo que precisaba".
Este
desplazamiento de competencias, en detrimento de la Comisión,
se agravó de nuevo el pasado febrero con la presentación
del Pacto de Competitividad promovido en realidad por Berlín,
aunque luego apareciera como una propuesta franco–alemana.
Fue una iniciativa que descolocó a todo el mundo. A la
Comisión, al Parlamento Europeo y a muchos analistas.
Algunas propuestas categóricas del Pacto de Competitividad
[ver ficha adjunta], como la prohibición de la indexación
automática de los salarios con la inflación, los aumentos
de la edad de jubilación para garantizar la sostenibilidad
de las pensiones o la inclusión en las Constituciones de límites
a la deuda pública merecieron muy poca consideración por
parte de varios Estados en el Consejo Europeo del pasado 4
de febrero.
"El Pacto
de Competitividad franco–alemana", señala Marzinotto,
"es lo que ha creado más confusión sobre el nivel en
el que debería tener lugar la coordinación económica".
La economista de Bruegel señala que las posteriores
modificaciones introducidas en el pacto por la Comisión
Europea y Van Rompuy "descartan las medidas más
conflictivas contenidas en ese acuerdo (como la indexación
salarial, la armonización fiscal de la base del impuesto de
sociedades y los límites constitucionales a la deuda) y
esclarecen un poco los temores de los pequeños Estados y de
los países que no pertenecen al euro de que la coordinación
de la política económica sea impuesta sobre ellos
directamente por otros Gobiernos".
El propio Van
Rompuy trató de quitar hierro al malestar creado por la
iniciativa imprevista de Berlín y París en una conferencia
en Allianz–CER el pasado miércoles. "Por
ejemplo", precisó Van Rompuy, "el objetivo de la
indexación salarial preocuparía solo a tres o cuatro países
y por la manera que en ellos opera no es necesariamente un
problema, mientras que parece importante examinar la evolución
de los salarios en los 17 Estados miembros del euro".
Igualmente, diluyó las exigencias referidas a la edad de
jubilación. "En lugar de fijar un número arbitrario
que podría no afectar a todos los países, como 67 años,
tiene mucho más sentido en general vincular la edad de
retiro a la esperanza de vida".
Pero la alarma
por la deriva que supone el Pacto de Competitividad en favor
del método intergubernamental (acuerdos entre los Estados
sin participación del Parlamento) a costa del método
comunitario (la Comisión tiene la iniciativa legal, tras
atender los intereses generales, que luego es aprobada
generalmente en codecisión por el Consejo y el Parlamento)
ya estaba lanzada. La respuesta más articulada contra la
iniciativa de Merkel y Sarkozy la han liderado los
liberales, encabezados por uno de los europeístas más
insignes de la arena pública comunitaria, el ex primer
ministro belga, Guy Verhofstadt.
El líder
liberal en el Parlamento Europeo planteó el pasado jueves
su alternativa: una "ley comunitaria para la gobernanza
y la convergencia en la Unión". Verhofstadt subraya
que "la crisis de la deuda soberana ha demostrado que
una unión monetaria sin una unión económica simplemente
no puede funcionar". Critica frontalmente el Pacto de
Competitividad porque se limita a solo seis medidas específicas.
En su opinión, "la gobernanza económica es mucho más
compleja que esto". Pone el ejemplo de la
sostenibilidad del sistema de pensiones, que "no está
solo determinada por la edad de retiro que propone el pacto,
sino por los años y las cantidades con que se ha
contribuido, la esperanza de vida y el llamado segundo pilar
(fondos administrados por el sector privado)". En este
sentido destaca que el sistema de pensiones de Holanda es
muchísimo más sostenible que el alemán a pesar de tener
una edad de retiro más baja, según un estudio del
Australian Centre for Financial Studies.
Según la
propuesta de los liberales, "el Pacto de Competitividad
no logrará sus objetivos simplemente porque el método
intergubernamental no funciona". En cambio, asegura que
el método comunitario "ha funcionado eficientemente en
mercado interior y de competencia". Verhofstadt asegura
que si la política de competencia estuviera en manos del
Consejo, es decir, decidida por los representantes de los
Estados, "ninguna empresa habría sido multada
nunca".
La ley
comunitaria para la gobernanza y la convergencia de la Unión
propone establecer unos niveles máximos y mínimos para los
componentes clave que afectan al desarrollo económico y
social, dando la conveniente flexibilidad a cada Estado. Las
áreas a las que se aplicarían estos criterios son
salarios, productividad, costes laborales unitarios,
pensiones, movilidad laboral y protección de los
trabajadores, base común del impuesto de sociedades y
cambiar tasas del trabajo al consumo, investigación y
desarrollo e inversión en infraestructuras.
En cualquier
caso, los debates sobre la organización del gobierno económico
de la UE y la revisión del Tratado para reforzar los fondos
de rescate deberán contar con el Parlamento Europeo, que
espera jugar un papel clave, con sus nuevas competencias del
Tratado de Lisboa. De momento, ya se han presentado más de
1.700 enmiendas a las seis iniciativas legales presentadas
por la Comisión Europea sobre el gobierno económico.
Fuentes comunitarias dudan mucho de que el paquete pueda ser
aprobado durante el primer semestre de este año como estaba
previsto.
Por su parte,
los parlamentarios implicados en los debates sobre el
gobierno económico han advertido en un comunicado oficial
que los debates sobre un potencial Pacto de Competitividad
entre el presidente del Consejo Europeo y el de la Comisión
Europea "claramente se solapan con el paquete de
gobernanza económica, especialmente con el nuevo marco del
procedimiento por desequilibrios macroeconómicos". En
la citada declaración "urgen a la Comisión Europea,
al Consejo y al Consejo Europeo a tener en cuenta la posición
del Parlamento Europeo y a implicarle en los debates de
manera transparente".
Elmar Brok,
eurodiputado cristianodemócrata alemán y uno de los
ponentes que debe dar la opinión sobre la reforma del
Tratado, advirtió esta semana que la Eurocámara hará
valer sus poderes a la hora de examinar las propuestas de
revisión de la máxima norma europea.
Pervenche Berès
se ha referido también a que "hay una gran confusión
porque estamos a la vez concernidos por la Estrategia 2020,
por el paquete de gobierno económico en el que el
Parlamento Europeo ha invertido ampliamente, la revisión
del Tratado sobre el Mecanismo Europeo de Estabilidad
financiera". La eurodiputada refleja también la
contradicción que mientras la Comisión lanza el Semestre
Europeo, Merkel y Sarkozy ponen en marcha el Pacto por la
Competitividad.
Demasiados
conflictos sobre la mesa para resolverlos en solo tres
semanas con un nivel mínimamente satisfactorio. Los
mercados estarán atentos a las decisiones de los líderes.
Otro
empujón a Grecia, que se acerca al default
Cada
vez más ahorcados
Página
12, 08/03/11
La
calificadora de riesgo Moody’s bajó la nota del país
mediterráneo y agudizó su crisis financiera. Cayeron las
principales Bolsas y se dispararon el oro y el petróleo.
La
inestabilidad financiera global se sigue agravando. Mientras
que los precios del oro y el petróleo continuaron ayer su
escalada especulativa ascendente, la agencia Moody’s bajó
la calificación de la deuda soberana de Grecia. Los títulos
del país europeo pasaron a ser considerados, de acuerdo con
los estándares de esa empresa, “altamente
especulativos”, el paso previo al nivel de default. El
cambio en la nota fue duramente cuestionado por las
autoridades griegas. En ese escenario, las principales
plazas bursátiles del mundo cerraron en rojo. La reducida
plaza financiera porteña no operó por el feriado de
Carnavales y recién volverá a la actividad mañana.
La golpeada y
ajustada economía griega recibió un nuevo empujón desde
el sector financiero internacional. La calificadora de
riesgo degradó tres escalones la nota de sus colocaciones
de deuda de largo plazo, desde Ba1 a B1 con perspectivas
negativas. De acuerdo con la escala que utiliza Moody’s,
las emisiones de deuda que poseen esa nota tienen poca
seguridad financiera y la garantía de pago de esas
obligaciones es pequeña. La empresa encargada de evaluar el
riesgo de pago en las distintas herramientas financieras
consideró que el ajuste fiscal emprendido por Grecia es
insuficiente y sus analistas consideraron que “el riesgo
de default se incrementó considerablemente”.
El ministerio
de Finanzas griego, que había anunciado que en los próximos
días buscaría emitir títulos para absorber recursos,
consideró que la decisión de Moody’s “no refleja una
evaluación objetiva y equilibrada y por lo tanto es
completamente injustificada”. A su vez, el equipo económico
helénico cuestionó “el momento y la modalidad” del
cambio en la calificación y sostuvo que “es
incomprensible, levanta muchas dudas. Este tipo de
decisiones puede iniciar un proceso dañino de profecías
autocumplidas”. La baja en la calificación eleva el costo
de financiamiento del país mediterráneo. A su vez,
funcionarios griegos señalaron que las agencias
calificadoras de riesgo no previeron la actual crisis
financiera “y ahora compiten entre ellas para ver cuál es
la primera que identifique los peligros que pueden llevarnos
a la siguiente crisis”.
Por su parte,
los precios del petróleo continúan trepando impulsados por
la especulación que despiertan los hechos de violencia en
Libia. Los contratos financieros a futuro del crudo
negociado en los mercados de Europa ascendieron hasta los
115 dólares el barril, mientras que la variedad operada en
Estados Unidos alcanzó los 105 dólares, el máximo valor
desde septiembre de 2008. El incremento en el precio del
petróleo no se explica por un alza sostenida en la demanda,
sino más bien por un conjunto de operaciones especulativas
que apuntan a capitalizar los conflictos políticos y económicos
vigentes en varios países de Medio Oriente.
A
su vez, el escenario financiero global reactiva el
direccionamiento de fondos hacia el oro como refugio frente
a la incertidumbre. Así, el precio del dorado commodity
volvió a marcar un record histórico al llegar hasta los
1444 dólares la onza. En ese escenario global, en la Bolsa
de Nueva York el índice Nasdaq retrocedió 1,4 por ciento y
el Dow Jones 0,7 por ciento. En Europa, los mercados también
cerraron con resultados negativos.
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