¿El
fin de la recesión? ¿Quién engaña a quién?
Por
Immanuel Wallerstein (*)
Agence Global, 01/01/11
La Jornada, 08/01/11
Traducción de
Ramón Vera Herrera
Los medios nos
dicen que la crisis económica ya pasó, y que la economía-mundo
está de regreso a su modo normal de crecimiento y ganancia.
El 30 de diciembre, Le Monde resumió este sentir en uno de
sus acostumbrados y brillantes titulares: “Estados Unidos
quiere creer en una recuperación económica”. Exacto,
ellos “quieren creer”, y no es solamente gente Estados
Unidos. ¿Pero es esto así?
Primero que
nada, como lo he estado diciendo en repetidas ocasiones, no
estamos en una recesión sino en una depresión. La mayoría
de los economistas tienden a tener definiciones formales de
estos términos, basados primordialmente en el aumento de
los precios en los mercados bursátiles. Utilizan estos
criterios para demostrar el crecimiento y la ganancia. Y los
políticos en el poder se ponen felices de explotar este sin
sentido. Pero ni el crecimiento ni la ganancia son las
medidas apropiadas.
Siempre hay
algunas personas que obtienen ganancias, aun en el peor de
los tiempos. La cuestión es cuántas personas, cuáles
personas. En los tiempos “buenos”, la mayoría de la
gente disfruta de mejoras en su situación material, aun
cuando haya diferencias considerables entre quienes están
en la cima y los que están en la base de la escalera económica.
Una marea creciente levanta todos los barcos, como dice el
refrán, o por lo menos la mayoría de los barcos. Pero
cuando la economía-mundo se estanca, como lo ha sido la
economía-mundo desde la década de 1970, varias cosas
ocurren. La cantidad de gente que está empleada con
ganancia y que por tanto recibe un ingreso mínimamente
adecuado, baja de modo considerable. Y debido a esto, los países
intentan exportarle su desempleo unos a otros. Además, los
políticos intentan privar de ingreso a los ancianos
retirados y a los jóvenes que aún no están en edad de
trabajar, con tal de apaciguar a sus votantes, que caen en
las categorías comunes con edad de trabajar.
Si valoramos
la situación país por país, es por eso que hay siempre
algunos de éstos donde la situación se mira mejor que en
la mayoría de los otros. Pero cuáles países parecen estar
en mejor situación es algo que varía con alguna rapidez,
como ha estado ocurriendo durante los últimos 40 años. Es
más, mientras continúa el estancamiento, el cuadro
negativo crece y se agranda, razón por la cual los medios
comienzan a hablar de “crisis” y los políticos a buscar
remedios prontos. Hacen llamados a la “austeridad”, lo
que significa recortar todavía más las pensiones, la
educación y la atención a la niñez. Deflactan sus
divisas, si eso les es posible, con el fin de reducir momentáneamente
sus tasas de desempleo a expensas de las tasas de desempleo
de otro país.
Veamos el
problema de las pensiones gubernamentales. En 2009, un pequeño
poblado en Alabama agotó su fondo de pensión. Se declaró
en bancarrota y dejó de pagar sus pensiones, con lo que
violó la ley estatal que le requería hacerlo. Como apuntó
el New York Times, “no son sólo los pensionistas los que
sufren cuando un fondo de pensiones se seca. Si una ciudad
intenta obedecer la ley y pagarle a un pensionista con
dinero de su presupuesto anual de operación, probablemente
tendrá que adoptar vastos incrementos en sus impuestos, o
realizar enormes recortes en los servicios, para juntar el
dinero. Los actuales trabajadores urbanos pueden terminar
pagando un plan de pensiones que no estará ahí para su
propio retiro”.
Pero éste es
un problema que se avizora en cada uno de los estados de
Estados Unidos que, por ley, deben contar con presupuestos
balanceados, lo que significa que no pueden recurrir a préstamos
para cumplir con sus actuales necesidades presupuestarias. Y
hay un problema paralelo en toda nación que se encuentre en
la zona del euro que no puede deflactar sus divisas con el
fin de cumplir con sus necesidades presupuestarias, lo que
ha significado que su capacidad de obtener préstamos
conduzca a costos insostenibles y exorbitantes.
Pero qué hay,
pueden ustedes preguntar, de aquellos países donde se dice
que la economía “florece”, como Alemania, y más en lo
particular dentro de Alemania, en Bavaria –llamado por
algunos “el planeta de los felices”. ¿Por qué ocurre
entonces que los habitantes de Bavaria “sientan un
malestar” y parezcan “avasallados e inseguros de su
salud económica”? El New York Times anota que “(en
Bavaria) está muy extendida la visión de que la buena
fortuna de Alemania... llegó a expensas de los
trabajadores, que en los últimos 10 años han sacrificado
salarios y beneficios para hacer a sus empleadores más
competitivos... De hecho, parte de la prosperidad proviene
de que la gente no obtenga la seguridad social que debería
tener”.
Bueno,
entonces, por lo menos está el buen ejemplo de las
“economías emergentes” que han mostrado un crecimiento
sostenido durante los últimos cuantos años, especialmente
en los llamados países BRIC (Brasil, Rusia, India y China).
Miremos de nuevo.
El gobierno
chino está muy preocupado por las sueltas prácticas de
otorgamiento de préstamos de los bancos chinos, que parecen
ser una burbuja, y que conducen a la amenaza de una inflación.
Un resultado es el marcado incremento en los despidos, en un
país donde la red de seguridad de los desempleados parece
haber desaparecido.
Entre tanto,
la nueva presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, dice
perturbarle que la “sobrevaluación” de la divisa
brasileña se conjunte con lo que ella percibe como
deflactación de las divisas estadunidense y china
amenazando la competitividad de las exportaciones brasileñas.
Y los
gobiernos de Rusia, India y Sudáfrica, todos enfrentan los
primeros síntomas de descontento por parte de grandes
segmentos de sus poblaciones que parecen no haber recibido
los beneficios de su supuesto crecimiento económico.
Finalmente, y
no es menor, hay aumentos marcados en los precios de la
energía, los alimentos y el agua.
Esto es el
resultado de la combinación de un crecimiento en la población
mundial y el aumento en los porcentajes de gente que exige
contar con ellos. Esto implica una lucha en pos de estos
bienes básicos, una lucha que puede tornarse mortal.
Hay dos
posibles resultados. Uno es que gran cantidad de gente
reduzca el nivel de su demanda –lo que es de lo más
improbable. Otro es que lo mortal de la lucha termine
reduciendo la población mundial y por lo tanto haya menos
escasez –una solución malthusiana de lo más
desagradable.
Conforme
entramos en esta segunda década del siglo XXI, parece poco
probable que hacia 2020 miremos hacia atrás a esta década
como una en que la “crisis” fue relegada a recuerdo histórico.
No ayuda mucho “querer creer” en una perspectiva que
parece remota. No ayuda para intentar entender qué es lo
que debemos hacer al respecto.
(*)
Immanuel Wallerstein, sociólogo e historiador
estadounidense, continuador de la corriente historiográfica
iniciada por Fernand Braudel, es ampliamente conocido por
sus estudios acerca de la génesis y transformaciones históricas
del capitalismo. Su monumental trabajo “El moderno sistema
mundial”, cuyo primer tomo publicó en 1976, analiza el
desarrollo del capitalismo como “economía–mundo”.
Actualmente es Senior Research Scholar en la Yale
University. En
el 2003 publicó “The Decline of American Power: The U.S.
in a Chaotic World” (New Press).
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