Las nuevas malas nuevas sobre la economía
Por
Marshall Auerback (*)
New
Deal 2.0, 07/06/11
Sin
Permiso, 10/06/11
Traducción de Casiopea Altisench
"Todos los datos actuales
apuntan a que el rendimiento presente de la economía
norteamericana dista por mucho de ser suficiente para
generar los empleos perdidos en la Gran Recesión de 2008.
Con una contribución pública ahora negativa (lo que no hará
sino intensificarse, a la vista de las negociaciones sobre
la contención de la deuda) y con una creciente tasa de
ahorro del sector privado, nuestro posible crecimiento económico
cada vez será más dependiente del sector exterior. Y el
hecho es que, poniendo China por obra políticas
contractivas, en pleno curso las irracionales políticas de
austeridad fiscal en Europa y siguiendo Japón arrellanado
económicamente en tierra de nadie, no se ve cómo habrían
los EEUU de convertirse precisamente ahora en una
superpotencia exportadora."
Sí, es verdad: el terremoto y el
tsunami en Japón, la crisis de deuda en Europa y los
crecientes precios de los combustibles han contribuido a
pintar la fea imagen de un desempleo que parece que va a
peor, no a mejor. Pero eso no es excusa para cruzarse de
brazos ante la cada vez más lamentable situación del
empleo, que es lo que parecen estar haciendo quienes toman
decisiones políticas (incluido el presidente de los EEUU)
como diciendo: "poco más podemos hacer".
Absurdo. Y este tipo de derrotismo político
debería preocupar al presidente Obama, sobre todo a medida
que se acerca aceleradamente el momento de la aprobación de
un presupuesto limitador de la deuda que, con toda
probabilidad, agravará las tendencias negativas ahora
omnipresentes en la economía global.
He aquí los hechos: Goldman Sachs
tiene un índice de actividades en curso (CAI, por sus
siglas en inglés) para los EEUU que ha pasado del 4,3% en
abril a un 1,2% en mayo. La semana pasada, el banco Morgan
rebajó su previsión de crecimiento del PIB norteamericano
para el segundo trimestre a un 2,5%. Esta semana ISI rebajó
su previsión para el segundo trimestre a un 2,0%. Tenemos
un crecimiento cero en el ingreso real disponible en los últimos
cuatro meses. Eso refleja, por mucho, el impacto del petróleo
y una revisión a la baja del ingreso personal.
Y los datos de empleo de mayo han
resultado harto decepcionantes. La economía estadounidense
sólo añadió 54.000 empleos en mayo, a comparar con los
cerca de 220.000 empleos añadidos por la economía en cada
uno de los tres meses pasados. Y con una tasa de desempleo
varada en una cúspide del 9,1%.
Los consejeros del presidente han
dejado dicho que el informe sobre el desempleo dado a
conocer el pasado viernes podría ser una aberración, y que
no debería distraernos de los éxitos del presidente en
punto a rescatarnos de la peor recesión habida desde la
Gran Depresión. ¡Rescatarnos! Todos los datos actuales
apuntan a que el rendimiento presente de la economía
norteamericana dista por mucho de ser suficiente para
generar los empleos perdidos en la Gran Recesión de 2008.
Con una contribución pública ahora
negativa (lo que no hará sino intensificarse, a la vista de
las negociaciones sobre la contención de la deuda) y con
una creciente tasa de ahorro del sector privado, nuestro
posible crecimiento económico cada vez será más
dependiente del sector exterior. Y el hecho es que, poniendo
China por obra políticas contractivas, en pleno curso las
irracionales políticas de austeridad fiscal en Europa y
siguiendo Japón arrellanado económicamente en tierra de
nadie, no se ve cómo habrían los EEUU de convertirse
precisamente ahora en una superpotencia exportadora.
El presidente todavía no ha recibido
un desafío creíble por parte algún candidato de los
republicanos. Pero la respuesta política (aún la de
ciertos sedicentes progresistas) sigue siendo problemática.
Y no es sólo en los EEUU. El declive
parece estar aconteciendo muy seriamente en todo el mundo.
Grecia, Irlanda, Portugal y España parecen en trance de
convertir sus economías en una versión actualizada de una
cárcel victoriana para deudores. Ojalá que la eurozona y
el Reino Unido no lleguen al punto límite en el que la
austeridad pasa de reducir los déficits a aumentarlos (a
causa de la debilidad económica inducida), pero ahora
parece más probable que terminen por llegar a ese punto. Y
ojalá decida Japón emanarse en un plan de reconstrucción
sin aumentar impuestos u otras formas de contracción
fiscal, pero eso también parece improbable, dado el tenor
general del modo de hacer política en Tokio. Ojalá también
que la debilidad mostrada por China en el segundo semestre
no se le vaya de las manos.
Y aquí, en los EEUU, ojalá que ni el
Congreso ni el presidente Obama no se pongan de acuerdo en
imponer una reducción a corto plazo del déficit. Cosa
harto difícil, de todos modos, habida cuenta de que ambas
partes están ya negociando sobre qué recortar, en vez de
cuestionarse toda la perspectiva de la contracción fiscal
en medio de un declive económico palmario.
Sería todo un cambio, un cambio
refrescante, que el presidente compareciera para explicar
que las únicas restricciones a las que verdaderamente nos
enfrentamos coinciden con los límites de nuestra capacidad
productiva y lo de los recursos disponibles –incluyendo a
cualquiera dispuesto a trabajar—, en vez de seguir
insistiendo en conceptos de todo punto errados, como el de
la "sostenibilidad fiscal" o el de la
"solvencia nacional".
El presidente podría desplegar su
notable pericia retórica para insistir en que nosotros, los
norteamericanos, sabemos que podemos defendernos por
nosotros mismos, que podemos conseguir unos impuestos lo
suficientemente bajos en relación con el gasto como para
permitir que el sector privado sea capaz de emplear a
cualquiera que quiera y sea capaz de trabajar y que no tenga
todavía un buen puesto de trabajo, que podemos conseguir
que el Estado suministre, mantenga y financie las
infraestructuras públicas que estimemos oportunas,
incluidos el sistema militar, el sistema jurídico, el
sistema de la seguridad social, el transporte, la
investigación y la educación, así como la financiación
de contratistas del sector privado para obras públicas.
La Reserva Federal podría, a su vez,
meter baza y declarar públicamente que la flexibilización
cuantitativa y los tipos a cero reducen el ingreso por
intereses de la economía, como tantas veces ha dejado dicho
el presidente de la Reserva Federal, Bernanke, y que por lo
mismo, según ha dicho también, se necesita una ulterior
expansión fiscal para sostener la demanda agregada a fin de
garantizar un mayor crecimiento del empleo.
Vanas esperanzas, tal como pintan las
cosas. Lo que podría dejar al presidente en una posición
política muy vulnerable de cara a las elecciones
presidenciales de 2012, si –un gran SI– el partido
republicano logra encontrar un candidato con un mínimo de
credibilidad.
(*) Marshall Auerback, uno de
los analistas económicos más respetados de los EEUU, es
miembro consejero del “Instituto Franklin y Eleanor
Roosevelt”, en donde colabora con el proyecto de política
económica alternativa New Deal. 2.0.
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