Tenemos
por delante un largo proceso de estancamiento y de
desigualdad creciente
Medianoche
en la economía mundial
Por
Alejandro Nadal (*)
La Jornada, 15/06/11
Cuando estalló
la crisis a finales de 2007, el pronóstico no era nada
bueno. Pero la gravedad del asunto se disfrazó con una
terminología inofensiva: se habló de recesión, lo que
inmediatamente invitaba a examinar cómo sería la
recuperación.
El debate se
encuadró en una discusión sobre la forma de la recuperación.
En especial se habló mucho sobre la posibilidad de una
recesión en forma de W, es decir, con una primera caída
seguida de una recuperación y posteriormente de otra recaída.
Hoy parece que
ese pronóstico está por cumplirse. Y no hay que olvidarlo:
las recaídas son peores.
Los
principales polos de crecimiento de la economía mundial se
encuentran en dificultades y tenemos por delante un largo
proceso de estancamiento y de desigualdad creciente.
China está
por enfrentar su primera crisis capitalista severa.
Convencionalmente se le ha presentado como un modelo exitoso
basado en una pujante inversión, cambio tecnológico y
competitividad. Pero pocas veces se reconoce que su sector
bancario está enfrentando graves problemas.
Su
impresionante cartera vencida es el resultado de una política
monetaria y crediticia que propició el endeudamiento
excesivo y la especulación inmobiliaria. Los préstamos
casi alcanzan 3 billones (castellanos) de dólares y eso ha
empujado los precios de los bienes inmuebles al alza. La
inversión en bienes raíces está saturada y existen
departamentos vacíos con capacidad para 200 millones de
personas.
La burbuja
inmobiliaria en China ya alcanza proporciones míticas y el
día del desplome los efectos se sentirán en todo el mundo.
Asimismo, en
China la presión sobre los costos laborales se intensifica,
al tiempo que la sobreinversión ha generado un asombroso
exceso de capacidad instalada.
Hoy los
rendimientos que sirvieron para justificar las inversiones
de ayer no están al nivel requerido para cubrir los costos
y las cargas financieras. Las expectativas favorables de los
inversionistas de años pasados pueden no cumplirse. China
descubrirá que la esencia del capitalismo tiene dos
pilares: por un lado el crecimiento económico, impulsado
por la competencia intercapitalista; por el otro, la
tendencia a la inestabilidad y el estancamiento.
Se enterarán
en Pekín que los motores del dinamismo y del crecimiento
son al mismo tiempo los generadores de la disfuncionalidad y
la crisis.
En la Unión
Europea, la política de austeridad condena al
estancamiento. No servirá para reactivar la economía a
través de una supuesta reducción en las tasas de interés.
Tampoco será útil para alentar la creación de empleos. Ni
siquiera servirá para rescatar las finanzas públicas
porque la recaudación se desplomará y el endeudamiento
tendrá que continuar.
En su carrera
loca por maximizar ganancias, el capitalismo europeo
pretende eliminar cualquier indicio de solidaridad con la
clase trabajadora, reduciendo costos laborales y suprimiendo
derechos en el lugar de trabajo.
Ese ha sido el
sueño de los dueños del capital: la sumisión del Estado a
través del endeudamiento. Para desmantelar lo que queda del
estado de bienestar, el sometimiento político a la esfera
financiera es ideal.
En Europa
asistimos a una obra maestra de engaño y manipulación: el
colapso financiero se convirtió en crisis de la deuda
soberana de los países europeos, lo que incluso amenaza la
supervivencia de la moneda única.
El derrumbe
financiero que se gestó en el sector privado se transmutó
en crisis de las finanzas públicas porque el costo
gigantesco de la crisis se socializó, mientras que las
ganancias permanecieron en la esfera privada. Es un proceso
de una gran violencia social.
En Estados
Unidos, epicentro de la crisis, la política fiscal ya se
inclinó por la austeridad.
Decir que los
indicadores sobre empleo y evolución de la industria
manufacturera son desalentadores es un piropo. A pesar de
ello, en Washington nadie quiere oír hablar de estímulos
fiscales para la economía, comenzando por Obama: está
demasiado ocupado recaudando fondos en Wall Street para la
contienda electoral que se aproxima.
En materia de
política monetaria, el salvavidas de la flexibilidad
cuantitativa está a punto de desaparecer. La Reserva
federal no reanudará la inyección de liquidez adquiriendo
títulos del gobierno federal.
De todos
modos, hasta el momento, los únicos que se beneficiaron de
dicha política fueron los bancos y las grandes
corporaciones que han visto su tesorería ahogarse en
liquidez.
Hace mucho que
el Estado en las economías capitalistas dejó de ser una
instancia para resolver los conflictos sociales (incluyendo
el de la distribución).
Pero ahora el
denominador común es que el Estado se ha consolidado como
agente del capital financiero y como instrumento de dominación
que repudia las demandas de la población.
Se han
cumplido así los más caros anhelos de la clase capitalista
y se inicia una nueva etapa en la historia del capitalismo.
No será una etapa larga y tendrá que resolverse en el
terreno de la política.
(*)
Alejandro Nadal es economista, profesor investigador del
Centro de Estudios Económicos, El Colegio de México, y
colabora regularmente con el diario mexicano de izquierda La
Jornada.
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