El default de Grecia: ¿el Lehman Brothers
de la Unión Europea y el euro?
Amenaza
de reacción en cadena
Por
Claudio Testa
Socialismo
o Barbarie, periódico, 14/07/11
“¡Se
pudrió todo!”
Aunque algo grosera y poco académica, esta expresión
popular refleja científicamente la situación en estos días
de la Unión Europea y, en particular, de la crisis de la
“Eurozona” (es decir, de los países de la UE que tienen
de moneda al euro). Hoy está allí el “ojo de la
tormenta” de la crisis económica y financiera mundial y
de la “recaída” que estamos viviendo (que abarca también
a EEUU y Japón).
El
15 de septiembre del 2008, cuando se produce la quiebra en
Wall Street la financiera Lehman Broters, la crisis (que venía
agravándose en forma “evolutiva” desde hacía más de
un año), inicia una “reacción en cadena” con
epicentro en EEUU.
Hoy
el epicentro está en la Unión Europea y la Eurozona,
el Lehman Brothers europeo amenaza ser el prácticamente
inevitable default de Grecia, y los primeros síntomas de
“reacción en cadena” ya se presentaron esta semana con
las corridas en las bolsas contra los títulos italianos
y españoles, y las acciones de los bancos franceses y
alemanes comprometidos en la deuda griega.
Pero
la historia nunca se repite. Este “segundo acto” de la
crisis económica mundial tiene dos notas que lo distinguen
del primero, y
que es importante tener en cuenta:
1)
Que el epicentro sea Europa, no significa que EEUU esté
rozagante: vive un estancamiento de la economía y un
alto desempleo sin soluciones a la vista. Los
llamados “Quantitative Easing” (QE – Relajamiento
Cuantitativo) –es decir, la impresión directa o indirecta
de billones de dólares sin contrapartida alguna con la
creación de riqueza– han fracasado en reanimar la economía.
A
esto se suman ahora las amenazas de default del gobierno
federal, si demócratas y republicanos no se ponen de
acuerdo en ampliar su endeudamiento y/o reducir dramáticamente
los gastos. Por supuesto, EEUU no es comparable al caso de
la UE ni menos aun de Grecia. Pero es significativo que
comiencen a plantearse justificados signos de interrogación
acerca de la solvencia de EEUU.
2)
Pero la diferencia más substancial de este “segundo
acto” de la crisis mundial, son sus dispares dimensiones
político–sociales. Siempre las crisis tienen tres
dimensiones distintas pero inseparables, la económico–financiera,
la social y la política. Y entre EEUU y
Europa se presentan diferencias abismales considerando esa
totalidad.
En
EEUU, las respuestas político–sociales de las masas
trabajadoras a las medidas del capitalismo para descargar
sobre ellas la crisis, han sido considerablemente más
escasas y débiles. Experiencias como la Wisconsin son
alentadoras pero aun excepcionales.
A
pesar de todas sus desigualdades y problemas –que van
desde sus carencias políticas generadas por las ilusiones
de décadas de paz social, hasta los frenos burocráticos
del movimiento obrero– las respuestas de las masas
europeas, con Grecia como ejemplo más avanzado, están
en otro nivel cualitativamente superior.
Tampoco
puede compararse la solidez y centralidad política –a
pesar de su crisis– del estado imperialista yanqui con el
embrollo cada vez más caótico de los 17 estados de la
Eurozona y los 27 de Unión Europea.
En
resumen: en el “segundo acto” de la crisis económica
mundial, el ojo de la tormenta está en una región donde
sus dimensiones políticas y sociales –y también
sus tradiciones históricas revolucionarias (y
contrarrevolucionarias)– se presentan mucho más
explosivas y “peligrosas” que en EEUU. Y para colmo,
que de vecino más próximo al mundo árabe, con sus
rebeliones en curso...
Es
en este marco global que hay que ubicar los últimos hechos
y las perspectivas de esta nueva fase de la crisis.
Grecia:
si hay default, que no se note
“Lo
atamo' con alambre, lo atamo',
“lo atamo' con alambre, señor,
“lo atamo' con alambre
“y con un poquito de cinta escoch...”
(canción de Ignacio Copani)
Cuando
el parlamento griego, desafiando el repudio de las masas
movilizadas, votó la aceptación del Memorandum 2 (es
decir, el plan de ajuste salvaje), los gobiernos y la prensa
europea anunciaron que, al borde del precipicio, se había
impedido el default de Grecia y el euro se había
salvado... Sólo faltaba resolver algunos problemas técnicos
para implementar el segundo rescate griego.
Ahora
resulta que todo estaba “atado con alambre”. Al reunirse
en Bruselas los ministros para acordar este segundo rescate
(estimado en más de 110.000 millones de euros), no
lograron ponerse de acuerdo... y el rescate sigue en
veremos... Las posteriores reuniones sólo pidieron votar...
nuevas reuniones (la próxima, el viernes 15... aunque podría
ser postergada).
Un
tema fundamental de pelea es el papel de los bancos
acreedores de Grecia. Alemania, Holanda y otros
gobiernos exigen que participen aceptando
“voluntariamente” un default maquillado de la deuda
griega.
Hay
varios esquemas para esta bancarrota “que no se atreve a
decir su nombre”. La propuesta más “extremista”
consiste en que el 70% de lo que los bancos cobren de la
deuda griega, deberán “reinvertirlo” en títulos
griegos a cobrar... en 30 años con ínfimas “tasas de
sostén”. ¡Si los bancos no se avienen a eso, no hay
rescate!
A
este plan, que es de hecho un default con quita, se opuso
violentamente el Banco Central Europeo (BCE), apoyado
principalmente por España e Italia... Por su parte Francia
ha oscilado entre ambos polos, aunque más cerca de no–default.
El
argumento del BCE es que la bancarrota de Grecia, por más
que se la intente maquillar, tendría en Europa
consecuencias similares a la de Lehman Brothers. Su
efecto inmediato sería la caída de los títulos de deuda
soberana de otros estados en problemas como Italia y España...
para no hablar de los que ya están con el agua al cuello o
ahogados, como Portugal e Irlanda. Además entrarían en
capilla Bélgica y el Reino Unido, ya que se descuenta que
el plan de austeridad de Cameron va a fracasar. La corrida
en las bolsas europeas en los últimos días ha sido un
primer amago de todo esto.
Hay
que tener cuenta que cuando esto sucede, se genera un
mecanismo perverso que se retroalimenta y que hace cada vez
más difícil a los estados afrontar y/o renovar sus
deudas... lo que acelera su caída en default. Tiene que ver
con la llamada “prima de riesgo”. Es el sobreprecio que
exigen los usureros, tomando como referencia la tasa de
Alemania, que es hoy del 2,65% anual. Para Grecia, en
cambio, sería alrededor de un 18% anual... aunque esto es
teórico porque nadie va a prestarle al gobierno de Atenas.
Más
allá de ciertos límites, el aumento de las tasas de interés
tiene efectos mortales para la economía de un país. Esta
última corrida dejó a España en un peligroso 6% anual
(330 punto de prima de riesgo). Según diversos
especialistas, pasar a 400 ó 500 puntos (7 a 8% anual)
lleva al precipicio: el gobierno no puede financiar su déficits,
a las empresas y particulares se les encarece el crédito y
la economía retrocede... con la cual se hace cada vez más
difícil afrontar la deuda pública...
Pero
la base de este círculo vicioso no es “financiera” sino
económica: nos remite al estancamiento y/o caída de
gran parte de las economías europeas en el curso de
esta crisis. Un buen ejemplo es Italia: con una deuda del
120% del PBI, lleva ya 10 diez años de estancamiento con
tasas de crecimiento vegetativas que hoy están en contracción:
este año prevén apenas un 1%. ¡Y los planes de ajuste que
Bruselas exige a Berlusconi, no van generar precisamente una
expansión de la economía italiana! Podemos decir lo mismo
de España, que prevé un 0,8%. Para países como Portugal o
Grecia, las previsiones dan números negativos: –3,5% y
–2,2%, respectivamente. ¿Con ese curso, cómo esperan que
paguen sus deudas, si además se los obliga a aplicar planes
recesivos?
Mientras
tanto, en la otra punta, países como Alemania o Suecia
crecerían un 2,8% y un 4,2%, respectivamente. Con la
crisis, las trayectorias divergentes entre los miembros
de la UE se profundizan cada vez más.[1] ¿Sobre qué
base se van, entonces, a mantener unidos?
Está
en cuestión toda la Unión Europea y, en especial, el euro
Durante
mucho tiempo, los medios insistieron en hablar de “crisis
griega” (o de Irlanda, o de España, etc., etc). Lo
sucedido esta semana, ha hecho reconocer hasta a los ciegos
que no quieren ver, que lo que está en crisis es la llamada
“construcción europea” en su conjunto; y en
primer lugar, el euro. ¡La crisis, más que nunca, es
europea y no nacional!
Grecia
es sólo el 3% del PBI de la UE. Si los problemas y el
default fuesen sólo de ese país, no tendría mayor
importancia, incluso aunque saliese del euro y hasta de la
UE. Ya la cosa se pone más densa agregando a Irlanda y
Portugal. Pero si cae Italia (tercera economía de la
Eurozona después de Alemania y Francia, con el 18% del PBI)
o España, todo se iría al diablo.
El
gran problema es que la crisis está potenciada por la
“cuadratura del círculo” del euro: una moneda
fiduciaria que sin embargo no es emitida por ningún
gobierno; es decir, una especie de “patrón
oro”... sin oro. Algo peor aun que el famoso “1 a
1” de Caballo en la Argentina.
Entonces,
como se analiza en el otro artículo, los gobiernos de la
eurozona en épocas de crisis, no pueden maniobrar con
devaluaciones, emisiones, etc. La raíz de este problema no
es circunstancial: reside en el disparate de imponer
una moneda única a estados con niveles radicalmente
distintos de desarrollo de las fuerzas productivas; es
decir, de potencia económica, competitividad y
productividad del trabajo.
Frente
a este desbarajuste, algunos dirigentes de la Eurozona
–como Jean Claude Trichet, presidente del Banco Central
Europeo– proponen ir a marchas forzadas hacia un estado único.
Crear ya “un ministerio de Finanzas europeo” y, a mayor
plazo, “una Confederación flexible que sería distinta a
Estados Unidos, pero en la que tendríamos para el área de
política económica en particular un ministro federal y un
Ministerio federal”.[2]
¡Pero,
por más “flexible” que sea la cosa, eso significaría la
constitución de un estado europeo (que sea soberano
en reemplazo y/o por encima de los actuales estados) y no
meramente ceder tal o cual elemento de soberanía a la
Comisión Europea de Bruselas, como hasta ahora! En verdad,
la crisis exige algo así... ¡pero al mismo tiempo lo
hace más imposible que nunca!
El
primer problema es que ni la UE ni la Eurozona han logrado
constituir un “capitalismo europeo”, ni mucho menos una
“burguesía europea”. En el marco del mercado mundial,
el capitalismo y las burguesías siguen siendo alemanas,
francesas, italianas, británicas, etc. ¡La “globalización”
no ha parido un “capitalismo trasnacional”, ajeno y por
encima de los estados burgueses existentes! Esa bobería
posmoderna ha sido desmentida por los hechos. Hoy las
burguesías europeas tienen múltiples lazos de asociación,
pero aun más de rivalidad y competencia intercapitalista e
interimperialista que ahora la crisis tiende a
exacerbar. Y a los países más débiles, como Grecia,
se les está imponiendo un status de protectorado colonial,
no la unidad entre iguales. ¡Esperar otra cosa del
capitalismo, era una utopía!
La
libre unión o federación de los pueblos europeos en
un solo estado, sería un paso histórico inmensamente
progresivo. Pero los hechos han demostrado que esta
tarea no puede ser cumplida bajo el capitalismo ni ejecutada
por las burguesías de la UE. ¡Sólo los trabajadores de
Europa podrían lograrlo, porque tienen intereses
esencial y objetivamentemente comunes, ahora en primer lugar
derrotar los planes de hambre y ajuste!
Frente
al fracaso de la Unión Europea de los capitalistas, que está
hundiendo en el desempleo, la explotación y la miseria a
las masas trabajadoras europeas, sólo hay un respuesta de
fondo y, a la vez, la única realista: ¡Por los
Estados Unidos Socialistas de Europa!
1.–
Datos de “Proyecciones de la Comisión Europea”,
Bruselas, mayo 2011.
2.–
Andreu Missé, “La crisis del euro”, El País,11/07/11.
Las
implicaciones de renunciar a una moneda
propia
Grecia
en el chaleco de fuerza del euro
Por
José Luis Rojo
Socialismo o Barbarie, periódico, abril
2010
Hace más
de un año, en abril de 2010, cuando despuntaba la crisis
griega, publicamos en Socialismo o Barbarie Nº 175, un artículo
de José Luis Rojo, titulado: “Crisis de la economía
mundial – Grecia
en bancarrota”. La siguiente es una parte de este
texto, que explica los problemas insolubles de renunciar a
una moneda propia.
El
euro puesto en cuestión
Si
se tratara de los problemas de Grecia “aisladamente”
–una economía mediana que no llega a más de 300.000
millones de dólares de PBI anual– la cuestión no pasaría
–obvio que dicho exageradamente– de una “anécdota”.
Pero el problema es que la crisis del país helénico habla
–y muy fuertemente– de los problemas europeos y
mundiales.
El
origen de la cuestión es que con el ingreso de Grecia al
euro a comienzos de los años 2000, este país se quedó
sin moneda propia. En un principio las cosas parecieron
andar sobre ruedas: al estar en euros el país recibió
jugoso financiamiento internacional, lo que generó un
efecto de riqueza ficticia[1]. Cuando la crisis mundial hizo
su eclosión, y para tratar de que no se corte el chorro de
este financiamiento, el gobierno griego decidió
“retocar” las estadísticas, dando cuenta de un déficit
del Estado mucho menor que el real…
Llegado
un punto, lo que pareció ser una extraordinaria
“ventaja” –el estar parado sobre una moneda fuerte–
se convirtió en lo contrario: frente a la crisis mundial, a
la retracción de todos los mercados, y a la pérdida de
competitividad económica por la devaluación de otras
monedas, Grecia no puede devaluar su moneda ni tomar medidas
de política económica soberanas que le permitan maniobrar.
Como
dice Paúl Krugman respecto de España (pero enteramente
aplicable a Grecia): “El gobierno español no puede hacer
gran cosa para mejorar la situación. El problema económico
central de la nación es que los costos y los precios se han
desfasado respecto del resto de Europa. Si España aun
tuviera su antigua moneda, la peseta, podría remediar rápidamente
la situación mediante una devaluación, digamos, reduciendo
el valor de la peseta un 20% respecto de otras monedas
europeas. Pero España ya no tiene su propia moneda, lo que
significa que solo puede recuperar competitividad por medio
de un lento y desgastante proceso de deflación”[2]. Lo
mismo pasa con Grecia: no puede devaluar su moneda para
recuperar su competitividad y combatir la recesión lo que
al generar mayores ingresos fiscales permitiría paliar los
déficits.
Por
esto mismo, el camino elegido y recomendado ha sido el
opuesto: un ajuste brutal –incluso con reducción explícita
del salario real– para “recuperar” la competitividad y
el excedente de recaudación por una vía deflacionaria que
–por las mismas razones de su mecánica contractiva–
solo puede seguir alimentando una re–caída recesiva que
incluso tira para abajo las expectativas de lo que explícitamente
se busca: ¡aumentar la recaudación y los ingresos del
Estado!
Moneda
y potencialidad económica: ajuste, deflación y devaluación
Es
obvio: está claro que una devaluación –que significaría
inevitablemente salir del euro poniendo en pié una nueva
moneda nacional– inmediatamente iría de la mano del
default en el pago de la deuda externa porque esta se haría
más impagable aun en euros configurando un golpe tremendo a
los bancos de Alemania y Francia que son los primeros
acreedores del país.
Sin
embargo, mediante la declaración del default se restringiría
–al menos en lo inmediato– la carga del endeudamiento
(eso al dejar de pagar lisa y llanamente o generar quitas en
la deuda soberana), al tiempo que con la implementación de
una moneda más débil se podría recuperar competitividad,
producción y empleo[3].
Lo
que venimos señalando se conecta con un problema más de
fondo cual es la aberración de que una economía
“atrasada” como la griega esté “racionalizada” (o
“medida”) por una moneda tan fuerte como el euro. Es que
si el dinero no es más que el representante general de la
riqueza (y de la “potencia” productiva de una
determinada economía), si esta economía es menos
productiva, el valor de su moneda debería ser mucho menor y
viceversa: una economía altamente productiva se debe
reflejar en una cotización de la moneda mucho más alta.
Esto
último es lo que ocurría antes del euro con el marco alemán
respecto de –vg.– Alemania. Precisamente: de alguna
manera el euro, aproximativamente si se quiere, refleja la
potencia económica del país germano (más allá que hoy el
euro este en pleno derrape por la crisis griega).
Pero
debería estar claro que una moneda tan fuerte no puede –a
mediano y largo plazo– funcionar respecto de Grecia: una
economía relativamente atrasada e improductiva no puede ser
medida con una moneda que refleja un grado de productividad
del trabajo y un desarrollo de las fuerzas productivas
varias veces mayor so pena que su producción resulte
invendible.
La
conclusión de este problema es obvia: esa moneda es
insostenible para Grecia, a menos que lleve a cabo
–como lo está haciendo– un ajuste económico
deflacionario brutal, que reduzca drásticamente el valor de
la fuerza de trabajo y el resto de los costos en general no
por la vía de un real aumento de la productividad económica
sino por una mecánica depreciación de todos sus valores,
en primer lugar el salario obrero.
[1]
En medio de esa “burbuja” recordar que Grecia organizó
los juegos olímpicos del 2004.
[2]
La Nación, 16–02–10.
[3]
La situación tiene obvios paralelos con la Argentina del
2001 cuando la salida de la convertibilidad 1 a 1 del peso
con el dólar.
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