Rápido
aumento de la presión en la caldera social
La
creciente lucha de clases
Por
Alberto Rabilotta (*)
ALAI, 24/08/11
Los disturbios
que hace algunas semanas golpearon a Londres y otras
ciudades inglesas tienen el potencial de diseminarse más
allá de las Islas Británicas. No es sólo Inglaterra que
está expuesta a este furor clasista que refleja el
creciente abismo entre clases que amenaza con socavar el
capitalismo en sí mismo. Las divisiones de clases se viene
construyendo desde hace una generación, primero en
Occidente pero cada vez más en países con rápido
desarrollo, como China. El creciente abismo entre las clases
tiene sus raíces en la globalización, que ha volatilizado
los empleos de los trabajadores industriales e incluso ahora
de los empleados de cuello blanco, escribe el autor y
profesor Joel Koktin en la revista Forbes (1).
Prueba del
temor que suscita el rápido aumento de la presión en la
caldera social, de la lucha de clases que obliga a
reformular el “contrato social” o conduce a la revolución
social, es la “petición” que en el momento de escribir
este artículo “16 ricos franceses” – según el diario
Le Figaro – han hecho circular para que se instaure una
“contribución excepcional que afecte a los más
favorecidos”.
Multimillonarios
como Liliane Bettencourt (cosméticos L’Oreal), Frédéric
Oudéa (banco Société Générale), Christophe de Margerie
(petrolera Total), Jean–Cyril Spinetta (presidente de Air
France), entre otros, dicen querer participar en el
“esfuerzo nacional” (el programa de austeridad del
gobierno del presidente Nicolás Sarkozy) para reducir el déficit
presupuestario y poder así mantener el “modelo francés y
() un ámbito europeo a los cuales estamos integrados y que
deseamos contribuir a preservar”.
¿La
contribución que proponen estos ricos? Esta deberá ser
“calculada en las proporciones razonables, con el interés
de evitar los efectos económicos indeseables, como las
fugas de capitales o el aumento de la evasión fiscal”. ¿Y
en qué consiste esa contribución? En un impuesto
excepcional de uno a dos por ciento.
O sea un rasguñito
a las riquezas que esos ricos acumularon exclusivamente en
el 2010, cuando – según la revista Challenges – la
fortuna total de los 500 más grandes patrimonios
profesionales franceses aumentó 25 por ciento () pasando de
194 a 241 mil millones de euros”, o sea un aumento de 47
mil millones de euros en un solo año (2).
Los
multimillonarios franceses hacen como que quieren que se
accione la válvula de seguridad para liberar un poquito de
la acumulada presión de la caldera social. Este tipo de
simulacro de contribución tributaria por parte de los
multimillonarios, que probablemente será copiada en otros
países, es una burda maniobra fraguada con los gobiernos
que quieren aplicar a fondo los plantes de austeridad para
desviar la creciente furia popular dirigida a esa oligarquía
dominante y a los políticos que ha comprado.
Y ni siquiera
tiene, en el caso de los multimillonarios franceses, la
franqueza de la iniciativa de Warren Buffett, el riquísimo
inversor estadounidense que hace meses y sin tapujos
reconoció que existe una guerra de clases, bien entendido,
pero es mi clase, la clase de los ricos, que está librando
esa guerra, y la estamos ganando. Al menos Buffett tuvo
también la sinceridad de asumir que frente a las temibles
consecuencias que para el actual sistema representa el
despertar de una conciencia de clase en los pueblos de
Estados Unidos y Europa, hay que aplicar impuestos sobre las
fortunas.
La presión
aumenta en la caldera social…
Esta guerra de
clases que los increíblemente ricos lanzaron contra más
del 90 por ciento de la población en “los países
desarrollados que han emprendido el camino hacia el
subdesarrollo”, al decir de varios críticos sociales y
economistas, se ha vuelto tema constante de opiniones y análisis
en las revistas, diarios y portales Internet dedicados a las
finanzas y la economía.
En un artículo
titulado “Tax the super–rich or riots will rage in
2012” el analista estadounidense Paul B. Farrel, de
marketwatch.com, afirma que hay que imponer ahora mismo un
tributo fiscal a los “súper–ricos”, antes “que el
99 por ciento (de la población estadounidense) se levante y
comience una nueva revolución, otro colapso, una nueva Gran
Depresión”.
Y apoyándose
en opiniones y datos de comentaristas, economistas,
inversionistas y medios financieros, Farrel enumera “seis
razones por las cuales no podremos frenar el colapso económico
que se viene”: 1) la bomba de tiempo global del alto
desempleo ha sido activada; 2) las reducciones de impuestos
para los ricos han acrecentado el desempleo de los jóvenes;
3) los ricos siguen enriqueciéndose con la inflación en
las materias primas, y los pobres se enfurecen cada vez más;
4) los súper–ricos están cegados por su adicción a la
codicia;5) los políticos se han vuelto corruptos por esta
adicción de los súper–ricos a la codicia; y 6), porque
pronto los revolucionarios se enfurecerán y entonces
dominarán el Tercer Mundo estadounidense, es decir el 90
por ciento de la población que vio convertirse en pesadilla
el “American Dream”.
Y el sistema
sigue echando leña al fuego
No hay creación
de empleos y hay mas despidos porque las economías de los
países más ricos de Occidente se encuentran amenazadas por
un estancamiento “a la japonesa”, o sea persistente y
prolongado. Y porque los mercados globales de crédito están
preparándose para la deflación y hasta quizás la depresión,
como resume Ambrose Evans–Pritchard – editor de la sección
de negocios internacionales del diario británico The
Telegraph –, al analizar (3) los datos de la economía
real en Estados Unidos y Europa. Otros economistas, entre
ellos Stephen Roach de Morgan Stanley, alertan sobre el
peligro de una recaída en la recesión, mientras destacan
los riesgos que representan la situación de los mercados de
obligaciones en la Unión Europea y su impacto sobre la
insolvencia que planea sobre bancos europeos – que en los
últimos días sufrieron fuertes caídas en las plazas bursátiles
–, y el riesgo de una crisis sistémica por el colapso del
crédito interbancario. Pritchard cita a Lars Frisell, del
banco sueco Riksbanck, para quien “no se necesita mucho
para que colapse” – como en el 2008 – el mercado
europeo del crédito interbancario, o sea los préstamos que
los bancos contratan entre sí para mantener la liquidez
necesaria a las operaciones cotidianas.
En lo que va
del año, según la agencia Bloomberg (4), los bancos británicos
han eliminado unos 50 mil empleos y los de la zona euro
cerca de 20 mil, al tiempo que registraron bajas en los
ingresos, con caídas espectaculares en la capitalización
bursátil de algunos de ellos, y todo esto en un contexto de
bajas en las previsiones de crecimiento económico para la
zona euro.
En su columna
titulada “La era del desempleo permanente” (The Toronto
Star, 23 de agosto 2011) Heather Mallick escribe que hay una
gran diferencia entre el desempleo relativamente breve y
quizás localizado en una industria, y la cesantía
permanente que resulta de las recesiones, particularmente en
esta economía global. Y añade, comentando el libro Pinched:
How the Great Recession Has Narrowed Our Futures and What We
Can Do About It, del estadounidense Don Peck, que estos
desempleados permanentes “buscan trabajos hasta que la
desesperación los abate y se rinden” ante la situación.
Los daños que la Gran Recesión del 2008–2009 provocó a
la joven generación nunca serán reparados. El desempleo
permanente “mata la salud, la vida familiar, la
estabilidad y la capacidad de las familias para enviar sus
hijos a las universidades”.
Este tema es
profundizado por el economista canadiense Jim Stanford (5),
quien analiza el desempleo en Canadá no sólo desde la
perspectiva de la tasa de desempleo, sino de la
“participación de la fuerza laboral”, es decir de la
cantidad total de ciudadanos en edad de trabajar que están
empleados o buscando activamente un empleo. Y demuestra, basándose
en los datos de Estadísticas Canadá, que en noviembre del
2010, cuando las estadísticas indicaban una baja del
desempleo, del 7.9 al 7.6 por ciento por la creación de 15
mil empleos, la tasa de participación de la fuerza laboral
bajó 0.3 por ciento, de 67.2 a 66.9 por ciento, la caída
mensual más importante desde noviembre de 1995. Y apunta
que esta baja, indicador del aumento del desempleo crónico,
es un síntoma común de “una debilidad prolongada” en
el mercado laboral, y que tiene enormes implicaciones para
los individuos, las familias y las comunidades, y que esas
vidas “serán cambiadas y el acceso a la economía cerrado
por años a venir”.
El profesor
Koktin recuerda que en las anteriores décadas del siglo
pasado los jóvenes de la clase trabajadora podían avizorar
empleos en una vibrante economía industrial británica, y más
tarde en el creciente sector público financiado por los
ingresos de la City de Londres – el sector financiero– y
el crédito. Hoy día el sector industrial se encogió hasta
ser irreconocible. La crisis financiera global minó el crédito
y la capacidad de los gobierno para financiar el Estado
benefactor. Esto, continúa el autor, disminuyó las
perspectivas de empleos, de oportunidades y de ascenso
social para la mayoría del pueblo. Pero “la fundamental
cuestión de clase está no sólo presente en Gran Bretaña”
sino también en Francia, Grecia, Italia, España y
Portugal, y en Estados Unidos, donde el desempleo entre los
jóvenes supera actualmente el 20 por ciento. Una vasta
proporción de la población está confrontada ahora a la
“reducción de perspectivas”, que muchos expertos
consideran como la “nueva normalidad”.
Y concluye señalando
–como también lo hace Don Peck– que aun cuando las
fuerzas conservadoras en Estados Unidos y Europa rechacen
“el enorme papel de las clases”, una “sociedad moderna
no puede funcionar según el credo individualista de Ayn
Rand (6); los sistemas económicos, para ser creíbles y
socialmente sustentables, deben producir resultados para la
vasta mayoría de sus ciudadanos. Si el capitalismo no puede
hacerlo, hay que esperar más focos de violencia y mayores
niveles de enajenación política, no solo en Gran Bretaña
sino en la mayor parte de los países avanzados, incluyendo
a Estados Unidos”.
Ha sido el
forcejeo constante de las clases trabajadoras para
conquistar mejoras salariales y arrancar concesiones
laborales a través de los sindicatos, incluyendo la
seguridad de empleo, las vacaciones pagas y las
jubilaciones, y frenar los retrocesos, sociales y políticos
mediante las más amplias luchas sociales y políticas, lo
que permitió alcanzar las tres o cuatro décadas – de los
años 40 a los 70 del siglo pasado – que han constituido
la “edad de oro” del capitalismo industrial.
Esto fue
posible mientras esa forma de capitalismo estuvo en plena
expansión y necesitaba de un ingreso continuo de mano de
obra asalariada, lo que asimismo y mediante los ingresos
salariales alimentaba la expansión del consumo, de la
demanda final en Estados Unidos, Gran Bretaña, Europa
Occidental y Japón. Pero ahora, y parafraseando a Koktin,
en muchos países “el sector industrial se ha encogido
hasta ser irreconocible”.
Más allá de
las criticas sociales y de los juicios morales, la presión
de la caldera social está destinada a seguir aumentando por
razones bien concretas, que como dijo el economista Nouriel
Roubini hacen imposible que el sistema capitalista actual
pueda seguir sacando “conejos del sombrero”, esas
soluciones que creaban empleos y aseguraban el crecimiento
de la demanda final, provenientes de cambios tecnológicos o
energéticos, de los medios de transporte o de acceso o
ampliación de mercados – por la fuerza o el peso de la
presión política–, como sucedió en las recesiones y
depresiones económicas que marcaron los siglos 19 y 20.
En las últimas
dos décadas muchas industrias, y con ellas los empleos, las
tecnologías y modos de producción, fueron mudadas o
trasplantadas a países con mano de obra abundante y barata,
y para mayor de males educada y con sed de aprender y
superarse, como descubrió muy tarde el economista Paul
Samuelson, uno de los teóricos del “win–win situation”
de la globalización, al referirse al caso de China.
La solución
de repatriar esas industrias está fuera de discusión
porque eso no le conviene a las empresas que se benefician
de la explotación de la mano de obra de calidad y barata en
Asia –lo cual es bien visible en el aumento de la tasa de
ganancias de las empresas del S&P 500 (19 por ciento de
aumento entre el segundo trimestre del 2001 y el segundo del
2011), debido a que efectúan el 47 por ciento de sus
operaciones y ventas en el extranjero. Pero porque tampoco
le interesa a la nueva oligarquía financiera que esta en
posición dominante y en franca colusión con los gobiernos
occidentales, y sin duda porque los países que han recibido
esas industrias y se han convertido en importantes mercados
de consumo no aceptarán una repatriación que equivalga o
lleve a una destructiva guerra comercial y monetaria, y por
qué no, a una guerra a secas.
Por otra parte
los apóstoles y críticos de la globalización que centran
su critica en China, por esa transferencia de empleos,
tecnologías y mercados, sin hablar de su política
monetaria, deberían recordar que algo similar pasó, pero
en sentido inverso, de Asia hacia Europa, hace unos cientos
de años, cuando los viajes de comerciantes y exploradores,
los viajeros de la “ruta de la seda”, transfirieron más
que especias y tejidos, y vinieron con conocimientos y técnicas
que generaron industrias, empleos, comercio y guerras
coloniales más eficientes, si tomamos el ejemplo de la pólvora,
que también vino de una China que en aquellos entonces no
era sinónimo de país atrasado, sino mas bien lo contrario.
Lo único que
le queda al sistema, y para ello está bien preparado, es
seguir tratando de apropiarse y controlar los energéticos,
el petróleo y gas natural – sin los cuales una economía
moderna deja de funcionar–, y los demás recursos
naturales, como los minerales, el agua y las tierras agrícolas.
Es decir, un retorno al colonialismo ¿Tendrá algo que ver
con esto la exportación por Francia, Gran Bretaña, Estados
Unidos y otros socios de la OTAN del “cambio de régimen–llave–en–mano”
a Libia?
La Vèrdiere,
Francia.
* Alberto
Rabilotta es periodista argentino.
Notas:
1.- Joel
Koktin es autor de varios libros, presidente de Chapman
University en California y colaborador de Forbes, donde
publica el artículo titulado “Los disturbios en el Reino
Unido y la guerra global de clases que se avecina”:
http://www.forbes.com/sites/joelkotkin/2011/08/15/u-k-riots-global-class-war/
2.-
Ver “Seize riches Français signent un appel pour plus
d’impôts” (Le Figaro del 24 de agosto). La
referencia de Challenges en :http://www.lefigaro.fr/conjoncture/2011/07/05/04016-20110705ARTFIG00583-arnault-reste-l-
homme-le-plus-riche-de-france.php
3.-
Bond markets signal 'Japanese' slump for US and Europe;
http://www.telegraph.co.uk/finance/comment/ambroseevans_pritchard/8710022/Bond-markets-signal-Japanese-
slump-for-US-and-Europe.html
4.-
www.bloomberg.com/news/2011-08-23/european-bank-job-bloodbath-surpasses-40-000-as-ubs-cuts-
workforce-by-5-.html
5.-
http://www.progressive-economics.ca/2010/12/05/labour-market-exodus-and-other-unhappy-math/)
6.- Escritora
estadounidense de origen ruso, de gran influencia en la
creación del individualismo antisocial en ese país. El
escritor Gore Vidal definió lo esencial del pensamiento
individualista de Ayn Rand de la siguiente manera: «Rand
siente una gran afinidad por las personas simples que se
hayan así mismas perdidas en una sociedad organizada. Son
personas renuentes a pagar impuestos, que no soportan al
Estado y sus leyes y que sienten remordimientos frente al
dolor ajeno pero buscan endurecer sus corazones. A estas
personas ella les ofrece una solución muy atractiva: el
altruismo es el origen de todos los males, el interés
individual es el único bien. Si alguien es estúpido o
incompetente, ese es su problema». Ver Wikipedia: http://es.wikipedia.org/wiki/Ayn_Rand
Cuando
se
invoca a Marx para salvar el capitalismo
Por Alberto
Rabilotta
ALAI, 01/09/11
Las economías
de Estados Unidos, Reino Unido, Europa y Japón no van bien.
Donde no hay contracción predomina un pernicioso
estancamiento. El desempleo sube, los salarios y el consumo
bajan. Y la situación irá agravándose a medida que se
apliquen los planes de austeridad que han recortado o
recortarán el gasto estatal para el acceso al seguro de
desempleo, que bajarán o limitarán los pagos a los
jubilados y demás programas sociales, los llamados
“estabilizadores automáticos” que sirven para aliviar
el impacto del frenazo de la economía sobre las clases
trabajadoras. En entrevista con la televisión de la agencia
Bloomberg el economista Nouriel Roubini afirmó esta semana
que la economía estadounidense, según su lectura de los índices
económicos, está atascada y yendo hacia una recesión. Un
diagnostico similar puede ser hecho a partir de la lectura
de los principales índices en el resto de las economías
avanzadas.
Buenas
noticias, malos resultados
Un despacho de
John Helyar para la agencia Bloomberg, del 26 de agosto
pasado, asegura que medianas empresas estadounidenses que
fabrican productos muy específicos, no fácilmente
reproducibles por competidores extranjeros y que tienen
mucha demanda en las economías emergentes con fuerte
desarrollo económico están “abrazando” a China e India
para derrotar el estancamiento en Estados Unidos, y de paso
haciendo ganancias “que exceden las de los grandes
manufactureros”.
¿La receta
del éxito? Cortar puestos en la producción en Estados
Unidos y transferir parte de la producción a China. La
contraparte de este éxito empresarial es que durante la
Gran Recesión (2007 al 2009) se perdieron empleos en
Estados Unidos, donde el sector manufacturero – según el
economista Daniel J. Meckstroth de la Alianza de
Manufactureros en Virginia – eliminó dos millones 300 mil
puestos desde finales del 2007 y hasta diciembre del 2009,
de los cuales sólo se han recuperado unos 289 mil empleos.
Y aunque estas medianas empresas pueden crear más empleos
en Estados Unidos en los próximos meses, el grueso del
aumento de su fuerza laboral y de su producción será en
los mercados emergentes. El artículo cita cuántos empleos
han sido eliminados por las empresas en Estados Unidos para
ser creados en China o India, y cuántas inversiones de
capital fijo serán hechas en esos países, que es donde se
encuentra la demanda final.
Donald E.
Washkewicz, presidente y director general de Parker Hannifin,
una de esas empresas medianas que están generando más
ganancias y aumentando sus ventas, explica el principio de
seguir al consumidor: “Algunas personas nos dicen
‘Ustedes están enviando nuestros trabajos al exterior’.
Eso es un montón de mierda. Hay que seguir al cliente
adonde éste vaya”.
Invocando a
Marx
En un
comentario titulado “Demos a Karl Marx la posibilidad de
salvar la economía mundial” el economista George Magnus,
consejero del banco UBS y autor del libro “Uprising: Will
Emerging Markets Shape or Shake the World Economy”,
escribe para la agencia Bloomberg (1) que los políticos que
están luchando por entender el aluvión de pánicos
financieros, de protestas y otros males que afectan hoy día
el mundo, deberían estudiar los trabajos de un economista
muerto desde hace mucho: Karl Marx. Cuanto más temprano
ellos reconozcan que estamos frente a una crisis total del
capitalismo, mejor estarán equipados para hallar una
salida.
Magnus
recuerda que la economía global de hoy día tiene “extrañas”
similitudes con las condiciones que Marx pronosticó:
“Consideremos, por ejemplo, la predicción de Marx sobre cómo
se manifiesta el inherente conflicto entre el capital y el
trabajo asalariado. Como escribió en El Capital, al
proseguir la búsqueda de ganancias y de (aumentos en la)
productividad las empresas son naturalmente llevadas a
emplear cada vez menos trabajadores, creando así un
ejercito de reserva industrial constituido por pobres y
desempleados: ‘La acumulación de riquezas en un polo es,
por tanto, la acumulación de miseria al mismo tiempo’,
escribió Marx.
El economista
va al meollo del problema cuando apunta que lo descrito por
Marx es visible a través de todo el mundo desarrollado,
particularmente en Estados Unidos, donde los esfuerzos de
las compañías para cortar los costos y evitar contratar
empleados han hecho aumentar las ganancias de las grandes
empresas hasta el más alto nivel de las últimas seis décadas,
mientras la tasa de desempleo se mantiene en 9.1 por ciento
y los salarios reales están estancados. Y continúa
apuntando que la desigualdad en los ingresos en Estados
Unidos está, según algunas mediciones, en un nivel tan
alto como el registrado en los años 20 del siglo pasado,
situación que condujo a la Gran Depresión.
Y retoma señalando
que Marx describió la paradoja de la sobreproducción y el
subconsumo: Mayor la cantidad de gente relegada a la
pobreza, menor será su capacidad de consumir toda la
cantidad de bienes y servicios que las empresas producen.
Cuando una empresa reduce los costos para aumentar sus
ingresos busca hacer algo inteligente, pero cuando eso lo
hacen todas a la vez se anula la generación de salarios y
de la demanda efectiva, de las cuales las empresas dependen
para obtener ingresos y ganancias.
Después de
citar a Marx, quien escribió que “la razón última de
todas las crisis reales sigue siendo la pobreza y el consumo
restringido de las masas”, Magnus aconseja a los
dirigentes políticos que pongan “el empleo en el tope de
la agenda económica, y consideren otras medidas fuera de la
ortodoxia. Esta crisis no es temporal y ciertamente no será
curada por la pasión ideológica que los gobiernos tienen
por la austeridad”.
En la Gran
Recesión (2008–2009) los países avanzados (y en proceso
de desindustrialización) evitaron una depresión por la
fuerte demanda de los países emergentes, el BRIC (Brasil,
Rusia, India y China) que ahora se volvió plural (BRICS)
con la inclusión de Sudáfrica. Esto no sucederá ahora
porque, según Stephen King, economista jefe de HSBC
Holdings PLCS de Londres, es difícil avizorar cómo las
naciones emergentes pueden llegar a rescatarnos una vez más.
Los indicadores económicos del BRICS muestran que esas
economías están ralentizando y que si bien evitaran un
aterrizaje forzoso, según el economista Joachim Fels de
Morgan Stanley, no serán capaces de salvar otra vez el
mundo. La situación de los países emergentes – según
dijo a la agencia Bloomberg el Nóbel de economía Michael
Spence, profesor de la Escuela de Negocios Stern de la
Universidad de Nueva York – explica que haya actualmente
50 por ciento de posibilidades de que la economía mundial
caiga en una recesión. De ser así se notará una baja
pronunciada de las ganancias de las empresas de los países
avanzados que tienen sus plataformas de producción y
proveen los mercados de los países emergentes, lo que
explica que un buen número de analistas e inversionistas
bursátiles anticipen un mercado bajista para las plazas
bursátiles.
La oligarquía
financiera nos conduce al desastre total
En momentos en
que las estadísticas de las economías validan la
perspectiva de una recaída en recesión en medio de la
crisis por la deuda pública en los países avanzados, los
índices bursátiles recuperan parte de las pérdidas de las
últimas semanas, confirmando el desacoplamiento de las
finanzas respecto a la economía real. Paul Woolley, ex
gerente de fondos mutuales y fundador de un instituto de
investigación sobre los desequilibrios financieros en la
Escuela de Estudios Económicos de Londres, dijo a la
revista alemana Spiegel–Online (25 de agosto 2011) que el
desenvolvimiento de las últimas semanas a puesto en claro
que los mercados financieros – que crecen hasta aplastar
las economías – no funcionan adecuadamente, que la
situación está quedando fuera de control y deviene
“potencialmente peligrosa para la sociedad (porque) el
mercado no está alcanzando el equilibrio, sino cayendo en
el caos”.
Ante la
perspectiva de otro aumento en la pobreza y la miseria de
los endeudados pueblos, para decirlo francamente, la
oligarquía financiera global ve una oportunidad más de
seguir enriqueciéndose con la implantación definitiva de
un sistema rentista que nos hace retroceder a la
servidumbre, como dice el profesor y economista Michael
Hudson.
En este
contexto bien vale la pena leer (y reflexionar) sobre la
contribución que el economista y antropólogo David Graeber
(2) hace para explicar las grandes crisis financieras del
pasado, desde los orígenes de las civilizaciones, crisis
por deudas impagables, y así entender el peligro de colapso
social que nos amenaza.
En la antigüedad
–explica Graeber en la entrevista citada– el peor
escenario posible, temido por todos porque podía llevar a
un colapso social total, era una gran crisis de deudas: al
devenir deudora frente al uno o dos por ciento de la población,
la gente ordinaria se vería llevada a vender a miembros de
la familia como esclavos, o eventualmente a venderse a sí
mismos.
Y refiriéndose
a la actualidad el economista y antropólogo explica que en
lugar de crear alguna institución de gran alcance para
proteger a los cientos de millones de ciudadanos que están
aplastados por las deudas, y a los Estados que se endeudaron
al socializar las pérdidas de los grandes bancos e
instituciones financieras privadas, “se han creado esas
grandiosas instituciones de escala mundial para proteger a
los acreedores, como el FMI o Standard & Poor, que
esencialmente declaran – y en total desafío a la lógica
económica tradicional – que a ningún deudor se le debe
permitir la mora, que no pague. No hace falta decir que el
resultado será catastrófico. Estamos viviendo algo que a
mi, por lo menos, me parece exactamente lo mismo que más
temían los antiguos: una población de deudores patinando
al borde del desastre.
La Vèrdiere,
Francia.
* Alberto
Rabilotta es periodista argentino.
Notas:
1.- George
Magnus: http://www.bloomberg.com/news/2011-08-29/give-marx-a-chance-to-save-the-world-
economy-commentary-by-george-magnus.html
2.-
David Graeber:
http://www.nakedcapitalism.com/2011/08/what-is-debt-%E2%80%93-an-interview-
with-economic-anthropologist-david-graeber.html
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