G–20,
catalizador del desastre
Por
Alejandro Nadal (*)
La Jornada, 09/11/11
La semana
pasada la crisis económica atravesó un nuevo umbral. Los líderes
del G–20 tuvieron que concluir su cónclave en medio de un
estrepitoso fracaso. Mostraron que no sólo no pueden
comprender la gravedad de la crisis, con niveles de
desempleo no vistos en ocho décadas. También revelaron su
incapacidad para reconocer que las respuestas basadas en políticas
neoliberales han agravado el colapso económico y prolongado
la duración de la crisis.
En medio de
los aplausos que se endilgaron mutuamente, los líderes
contribuyeron a acelerar el ritmo de la historia. Hoy se
yerguen como catalizadores de la historia de la segunda gran
depresión.
La cumbre en
Cannes era vista por Sarkozy como el foro en que debía
lucir su figura como uno de los principales artífices de la
solución definitiva de la crisis del euro. La reunión debía
mostrar que si el Grupo de los Veinte desempeña un papel
importante en la gestión de la economía mundial (y de la
globalización neoliberal), eso se debía en buena medida al
liderazgo del francés. Eso le hubiera permitido arrancar su
campaña electoral (hay elecciones presidenciales en Francia
muy pronto) sobre la idea de que él es la mejor opción
para resolver la crisis. El fracaso del G–20 muestra que
la realidad suele ser cruel con los ambiciosos.
Existen varias
razones detrás del fiasco en Cannes. Para empezar, el
desplante de Papandreou tuvo un efecto inesperado. Hizo que
la crisis griega se tragara por completo al G–20, cual cíclope
gigantesco que devorara a sus prisioneros. La reacción
después del anuncio del referéndum también mostró el
desprecio feroz que se tiene hacia la democracia. Esa
consulta probablemente se habría saldado por un sí a favor
de mantener el país en la zona euro y, desde esa
perspectiva, hubiera sido una forma de amarrar los programas
de austeridad que afectarán a esa nación durante los próximos
20 años. Entonces, ¿por qué tanto susto con la idea del
referéndum y por qué presionar con todo para matarlo en
estado embrionario? Porque el efecto de demostración habría
sentado un precedente que el capital financiero y sus adláteres
políticos juzgan peligroso. No pueden darse el lujo de
aceptar que existen instancias superiores a la lógica de la
rentabilidad automática. El capital financiero considera
que tiene que reinar supremo. Por eso se presionó a
Papandreou y a toda la clase política griega para que diera
marcha atrás, lo que acarreaba un costo político elevado,
como muestra la caída del gobierno de Papandreou.
De todos
modos, aún con el retiro del proyecto de referéndum, el daño
ya estaba hecho. El simple anuncio del plebiscito hizo añicos
los dizque planes tan promocionados por Sarkozy y la Merkel
para rescatar al euro. Eso hizo que la reunión del G–20
en Cannes se estancara sin poder avanzar sobre los puntos de
su agenda. El tema de la posible tasa fiscal sobre las
transacciones financieras para frenar la especulación y
generar ingresos fiscales no pudo ser tratado en las
discusiones. Obama no tuvo que decir que su secretario del
Tesoro y Wall Street se oponen a esa medida. Por su parte,
la cuestión de las reformas al sistema monetario
internacional apenas fue mencionado tímidamente.
El plato
fuerte era, por supuesto, el proyecto de ampliación del
Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) a través de
un esquema de apalancamiento. Todo se desdibujó por el
anuncio del referéndum. La presidente de Brasil, Dilma
Rousseff, fue la más elocuente al preguntar: ¿por qué
habríamos de invertir en este fondo si los europeos mismos
no quieren hacerlo?
Italia está
ahora en el corazón de la crisis del euro, pero Berlusconi
está más ocupado en los juicios que se le han venido
encima por los escándalos en los que está envuelto, que en
enfrentar el problema de la deuda italiana. Esta semana los
bonos italianos a 10 años tuvieron que colocarse en los
mercados internacionales al nivel más alto desde 1997. Esta
elevación del costo financiero de la deuda italiana
constituye un muy mal presagio.
El G–20 le
impuso a Berlusconi la supervisión del equipo del Fondo
Monetario Internacional para aplicar más planes de
austeridad. La necedad del G–20 no tiene límites: el
crecimiento se verá frenado y la recaudación también. Se
viene encima un problema porque la austeridad acabará por
frenar el crecimiento, ahogar la recaudación y, en
consecuencia, por disparar el déficit fiscal y la relación
deuda/PIB.
La globalización
neoliberal está fundada sobre la idea de que los mercados
se autorregulan y de que el mercado capitalista no necesita
ningún tipo de intervención política para mantenerlo
funcionando. Por definición, esto implica borrar la dimensión
política y llevarla a la desaparición. Los líderes del
G–20 permanecen prisioneros de esta visión de las cosas.
Desde esta perspectiva es normal que sean incapaces de
trazar un análisis que implique algún tipo de regulación
política para salir de la crisis.
(*)
Alejandro Nadal es economista, profesor investigador del
Centro de Estudios Económicos, El Colegio de México, y
colabora regularmente con el diario mexicano de izquierda La
Jornada.
Cerró
la cumbre en Cannes
Decepción
en un G–20 que no alcanzó acuerdos
Por
Luisa Corradini
Desde Cannes,
La Nación, 05/11/11
Cannes.– Debía
ser la cumbre del G–20 de la confianza en un mundo mejor.
Terminó siendo, probablemente, la más decepcionante de
todas. Una cumbre monopolizada por la crisis del euro en la
que los demás países dijeron a Europa: "Comienza por
ayudarte a ti misma".
"Tras
esta reunión de crisis, fue una más", reconoció, con
ironía, el propio presidente francés, Nicolas Sarkozy, al
cierre de la cumbre.
Después de
dos días de reuniones, minicumbres y encuentros
bilaterales, los líderes de las principales potencias del
planeta y los países emergentes se despidieron ayer de
Cannes –en medio de un auténtico diluvio– sin haber
conseguido un acuerdo sobre cómo fortalecer el Fondo
Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) a fin de evitar la
bancarrota de países que podrían arrastrar consigo a la
economía mundial.
El único
acuerdo obtenido al respecto fue la decisión de
"seguir analizando" la posibilidad de ayudar a la
eurozona a través del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Con ese objetivo, los responsables financieros del G–20
estudiarán en febrero próximo los mecanismos posibles.
"¿Por qué
tendría que tener intenciones de contribuir al FEEF si ni
siquiera ellos [los europeos] las tienen?", dijo, sin
ruborizarse, la presidenta brasileña, Dilma Rousseff,
resumiendo el sentimiento general. Rousseff aseguró, sin
embargo, que su país está dispuesto a realizar una
contribución al FMI mediante "acciones
bilaterales" para aumentar su capacidad de préstamo
anual, que actualmente es de 396.000 millones de dólares.
Los llamados
Brics (Brasil, Rusia, la India, China y Sudáfrica)
"consideran que toda ayuda financiera a la zona euro
debe ser efectuada a través del FMI", insistió.
De acuerdo con
ese principio, el presidente chino, Hu Jintao, regresó a su
país sin haber confirmado ni la intención ni el monto que
su país estaría dispuesto a destinar para ayudar a Europa.
Las 30 horas
que duró la cumbre estuvieron marcadas por el drama griego,
que consiguió perturbar la totalidad de la agenda.
En medio de la
agitación del segundo día, una buena noticia consiguió,
sin embargo, calmar un poco los ánimos: Italia, principal
preocupación de los mercados financieros, había aceptado
someterse a un monitoreo trimestral del FMI y de la Comisión
Europea del programa propuesto por el gobierno de Silvio
Berlusconi para reducir su gigantesca deuda de 1,9 billones
de euros (ver Pág. 4).
También hubo
algunas palabras de aliento. El presidente norteamericano,
Barack Obama, estimó que la UE estaba "en
condiciones" de responder a la crisis.
Por su parte,
el presidente mexicano, Felipe Calderón, que heredó ayer
en Cannes la presidencia rotativa del G–20, lanzó un
llamado a la intervención del FMI en países europeos como
Italia y España para crear "una muralla de contención"
que impida la propagación de la crisis griega.
Hubo quienes
fueron casi tan duros como Rousseff. El premier británico,
David Cameron, admitió que su país –que no participa de
la moneda única– se prepara para una eventual desaparición
del euro.
"Cada día
suplementario para la crisis del euro tiene un efecto
negativo para el resto de la economía mundial", declaró.
En esas
condiciones, todas las promesas de Sarkozy al comienzo de la
cumbre quedaron en agua de borrajas, aun cuando el
mandatario se esforzó en presentar los resultados como un
"verdadero éxito".
En cuanto a la
reforma del sistema monetario, el objetivo era limitar la
volatilidad del mercado cambiario, sobre todo entre euro y dólar,
acusado de acentuar la crisis. La cumbre logró una leve
modificación de la posición china, apuntada por el resto
del mundo de mantener artificialmente subvaluada su moneda,
el yuan. El comunicado final evoca "una progresión en
el camino de la reforma del sistema monetario".
Transacciones
El impuesto
sobre las transacciones financieras era otro de los puntos.
Si bien Francia obtuvo el apoyo de Alemania, España, la
Argentina, Sudáfrica y Brasil, no se llegó a ninguna
decisión concreta debido a la tenaz oposición de los países
anglosajones.
También la
regulación financiera. Si bien Sarkozy había asegurado en
2008 que los paraísos fiscales "habían dejado de
existir", ayer volvió sobre la cuestión al asegurar
que "la comunidad internacional está decidida a
terminar con ellos". Sarkozy insistió en que cada
cumbre del G–20 publicaría la lista de aquellos países
que no cumplieran con las normas de transparencia financiera
necesarias. Ayer mencionó, entre otros, a Uruguay (ver
aparte).
Los demás
objetivos perseguidos por la cumbre, como las medidas para
el crecimiento global, la gobernanza económica mundial y la
pobreza, figuran en el comunicado con declaraciones de
intención, pero sin ningún avance sustantivo.
Resultados
dispares
El FMI,
reforzado: el G–20 autorizó al organismo a lanzar una
nueva línea de crédito, aumentar su autoridad de supervisión
y ampliar sus recursos sin un límite preestablecido.
El FEEF, sin
nuevos contribuyentes: los líderes de países emergentes no
se comprometieron a contribuir con el Fondo Europeo de
Estabilidad Financiera (FEEF), como esperaban sus pares
europeos.
Reforma del
sector financiero: para evitar comportamientos como los que
ocasionaron la crisis de 2008, se aumentó la regulación y
supervisión de los mercados financieros.
El
euro en peligro
El
G–20 deja sola a Europa ante la crisis
Por
Alejandro Bolaños
Enviado especial a Cannes
El País, 06/11/11
Las
promesas de asistencia financiera al Viejo Continente quedan
en suspenso – EEUU y los emergentes creen que la zona euro
tiene recursos suficientes – China pone pesadas
condiciones.
Seis semanas.
Ese fue el tiempo que el resto de grandes potencias dio a la
zona euro para contener la nueva marea de desconfianza que
inunda las plazas financieras europeas. El plazo acababa el
viernes, en Cannes, sede de la sexta cumbre del G–20. Los
líderes de la eurozona se aprestaban a esgrimir el complejo
acuerdo del pasado 27 de octubre como la solución a todos
los males, para recibir alguna muestra de apoyo que exhibir
ante los mercados. Pero el anuncio de un referéndum en
Grecia puso a los inversores de los nervios. La parálisis
política de Italia hizo el resto. El plazo expiró. Y los
socios del G–20 evitaron compromiso alguno, aun cuando el
riesgo de contagio crece día a día.
"No nos
gusta hacer algunas cosas, pero es necesario". El
presidente francés, Nicolas Sarkozy, se explicaba en la
madrugada del jueves, en los preámbulos de la cumbre del
G–20. Mano a mano con la canciller alemana, Angela Merkel,
acababan de usar todo su poder de persuasión para convencer
al primer ministro griego, Yorgos Papandreu, de que retirara
el referéndum sobre el segundo plan de rescate a Grecia. Un
día después forzaban al primer ministro italiano, Silvio
Berlusconi, a quedar bajo vigilancia del Fondo Monetario
Internacional.
Pero si los líderes
de la zona euro redoblan la presión sobre sus socios más díscolos,
las potencias emergentes tampoco aflojan. Hace un par de
meses, China, Rusia y Brasil se mostraron dispuestos a
acudir al rescate. Los países de la zona euro lanzaron un
señuelo: el fondo de rescates creará un vehículo
financiero para facilitar la participación de los
emergentes. Agua. "No tengo intención de invertir ahí.
Si los europeos no van a poner más recursos, ¿por qué
debo hacerlo yo?", inquirió la presidenta brasileña,
Dilma Rousseff.
Rousseff se
hacía eco de lo que ya había expresado el presidente ruso,
Dmitri Medvédev, en el arranque de la cumbre.
"Prefiero invertir más recursos en el Fondo Monetario
Internacional (FMI)", añadió el viernes la presidenta
brasileña, quien aseguró tras un encuentro con el líder
chino, Hu Jintao, que esa era también la posición que
defiende China.
Al gigante asiático,
su descomunal acumulación de reservas (2,3 billones de
euros, más del doble del producto interior bruto español)
le da para jugar con dos barajas. Nunca ha cerrado la puerta
a participar en el fondo de rescates europeo. Una ejecutiva
del banco central chino, incluso, arrojó una zanahoria: la
inversión podría rondar los 75.000 millones de euros. Eso
sí, con condiciones: por lo pronto, Pekín quiere que las
nuevas garantías anunciadas sean asumidas en exclusiva por
Alemania y Francia.
La opción de
utilizar el Fondo Monetario Internacional como cabeza de
puente en el complejo escenario actual ofrece ventajas
obvias para los países emergentes: el dinero suministrado
es munición para la batalla por ganar poder en el organismo
internacional. Pero incluso la participación del Fondo es
problemática, ya que tendría que recabar de sus miembros
un mandato para crear una cuenta especial con una
administración separada.
Más allá de
los detalles técnicos, lo que evitó que el Fondo Monetario
Internacional lograra más recursos para colaborar en la
contención de la crisis europea fue la falta de voluntad
política. Los países emergentes querían arrancar algún
compromiso de que volverán a ganar poder en la próxima
revisión de cuotas del Fondo, pero Estados Unidos –que
está a punto de perder su minoría de bloqueo en el FMI,
algo difícil de encajar en año electoral– se cerró en
banda.
Casi todo lo
que ofreció la Administración de Barack Obama en la cumbre
fue mercancía averiada, un quiero y no puedo. Sus
propuestas para reactivar el empleo y la demanda son las
mismas que el Senado estadounidense tumbó hace apenas unas
semanas. Obama se refugió en el argumento definitivo del
G–20: "Estoy convencido", dijo, "de que
Europa tiene recursos suficientes para resolver esta
crisis".
La zona euro,
con Alemania a la cabeza, fue remisa a poner dinero cuando
afloraron los primeros problemas, e incluso ahora, pretende
ampliar la potencia del fondo de rescates sin poner más
dinero sobre la mesa. Por contraste, esta misma semana,
asesores del Ejecutivo de Merkel anticiparon que el Gobierno
alemán dispondrá de ingresos fiscales récord durante los
próximos cinco años. Y, en contraste con la Reserva
Federal, el Banco Central Europeo (BCE) juega un papel mucho
más limitado en la resolución de la crisis, como no se
cansa de repetir Estados Unidos.
El debate
sobre la ampliación de recursos del FMI queda en suspenso.
A los ministros de Economía del G–20 se les ha encargado
que exploren las diferentes alternativas pero, como bien
apuntó Sarkozy, no se espera acuerdo alguno "hasta
febrero". Otro plazo para que la zona euro ofrezca
alguna pista de que es capaz de resolver el gran embrollo en
el que ella misma se ha metido.
El
debate sobre pobreza y paraísos fiscales finaliza sin
medidas concretas
La
“gran cumbre social de Cannes” se queda
en simples intenciones
Por
Alejandro Bolaños
Enviado especial a Cannes
El País, 06/11/11
"La
historia se escribe en Cannes". Podía haber sido una
frase del presidente francés, Nicolas Sarkozy, pero era el
lema de los carteles que anunciaban la cumbre del G–20.
Eso sí, en plena sintonía con el empeño puesto por
acumular asuntos de máxima relevancia durante la
presidencia francesa del club de países ricos y emergentes.
El empeño debía culminar el pasado viernes, con un
tratamiento privilegiado al desarrollo, la agricultura y la
lucha contra la pobreza. La cita fue histórica, pero por
otros motivos –se rompió el tabú de que ningún país
puede abandonar la zona euro–, y las ONG lamentan una
estupenda oportunidad perdida.
"Se ha
quedado muy corta en resultados pero algunas iniciativas han
sobrevivido", sintetizó Intermón Oxfam a modo de
balance de la cumbre. La principal fuente de satisfacción
para las ONG fue la inclusión en el comunicado final de la
tasa a las transacciones financieras, un impuesto que, en su
opinión, debería utilizarse para dotar de recursos a los
programas contra la pobreza y el cambio climático.
Eso sí, el
comunicado del G–20 solo toma nota de que algunos países,
los de la zona euro, pero también Argentina, Brasil o Suráfrica
están dispuestos a aplicar esta tasa. "No se imaginan
lo que hay que pelear para desarrollar un impuesto así",
comentó Sarkozy a la prensa en la clausura de la cumbre. El
presidente francés apostó por establecer la tasa en la
zona euro el próximo año.
Mucho menos
entusiasta fue el recibimiento de las medidas para facilitar
el acceso de los más pobres a los alimentos. La presidencia
francesa, que ha organizado la primera reunión de ministros
de Agricultura del G–20, planteó un amplio abanico de
iniciativas. Muchas se han quedado por el camino, otras se
han asumido de forma muy genérica.
El comunicado
final asume la creación de un programa mundial de
intercambio de información sobre precios para elevar la
transparencia en los mercados de alimentos básicos. También
se pone en marcha un foro de actuación urgente ante
episodios de hambruna y se establece un programa de
intercambios científicos para preservar las biodiversidad
de semillas.
En el otro
lado de la balanza, varias ONG, como Acción contra el
Hambre, lamentaron que no se apueste por redes estratégicas
de almacenamiento público de alimentos. Y consideraron muy
incipientes aún los pasos dados para mejorar la supervisión
de las transacciones con alimentos básicos en los mercados
financieros.
El comunicado
reservó un espacio amplio a la necesidad de garantizar en
todos los países un mínimo de seguridad social ante el
enorme volumen de desempleo que ha legado la crisis
financiera. Y crea un grupo de trabajo que debe plantear políticas
conjuntas en la próxima cumbre del G–20, que se celebrará
en México, para reducir cuanto antes el paro juvenil, uno
de los peores síntomas de la crisis en muchos países, con
España a la cabeza.
El
presidente francés, Nicolas Sarkozy fue uno de los
principales agitadores en la lucha contra los paraísos
fiscales, en el arranque de las cumbres del G–20. Y se
apuntó el tanto de que todos los países, ricos y
emergentes, firmaran un convenio de lucha contra la evasión
fiscal, al que las organizaciones no gubernamentales y los
expertos auguran pocos resultados prácticos.
|