¡Dejad
que las bolsas se derrumben!
Por
Rune Skarstein
Klassekampen (Noruega), 16/11/11
Revista Circus, 18/11/11
Traducido por Rafael Cobo
Del
debate en los medios puede quedar la impresión de que
conque Grecia e Italia retiren a sus nefastos políticos y
lleven a cabo los recortes presupuestarios que les han
recetado la UE y el Fondo Monetario Internacional, los
“mercados” (¡como sujeto!) quedarán satisfechos y el
problema de la deuda estatal desaparecerá.
¡Qué fantasía!
La crisis en el capitalismo occidental es el resultado de
procesos internos de larga duración, no de “choques exógenos”,
que es la explicación estándar que dan los economistas
neoclásicos. Y la crisis se muestra de diversas formas, que
están estrechamente relacionadas entre sí.
Una cuestión
importante es que los Estados Unidos desde 1976 han tenido déficits
en la balanza comercial y, por tanto, una creciente deuda
exterior. En 2009, la deuda exterior neta de los estados
Unidos era de 8206 mil millones de dólares (el equivalente
al 58 por ciento del PIB). Al mismo tiempo, China poseía
obligaciones norteamericanas por mas de 800 mil millones de
dólares. En octubre de 2011, la reserva de divisas china
había crecido hasta los 3200 mil millones de dólares,
principalmente en dólares. China se ha convertido con
diferencia en el mayor acreedor de los Estados Unidos.
El déficit
comercial de Estados Unidos se refleja especialmente en
grandes déficits en el presupuesto federal, que se cubren a
través de bonos del estado. A través de estas ventas se
recircula hacia los Estados Unidos la cantidad de dólares
que fluye hacia el exterior a causa del déficit comercial.
La compra de bonos norteamericanos llegó a su cima en 2008,
con 963 mil millones de dólares (equivalente 6,7 por ciento
del PIB).
Esta fantástica
corriente de dólares tuvo como resultado un fuerte aumento
de la liquidez en el sector financiero de los Estados
Unidos, y fue un estímulo importante para el crecimiento de
la refinanciación del crédito doméstico. Esto elevó la
demanda de consumo en un periodo de estancamiento de los
salarios reales. Los créditos se transformaron en derivados
de crédito que fueron comprados por bancos y otras
instituciones financieras de Estados Unidos y Europa. Este
proceso llevó a una colosal acumulación de capital
financiero que llevó a la crisis financiera internacional
de 2007-2009.
Se afirma hoy
que la crisis de deuda de los países europeos se debe a una
“política financiera irresponsable” en un periodo
prolongado. Con la excepción parcial de Grecia, esto no es
verdad. La crisis de deuda estatal en la zona euro tiene dos
causas: por un lado, los colosales paquetes estatales de
ayuda al sector financiero; por otra parte, las diferencias
en la evolución de la productividad y los costos en la zona
euro. Si se mira la zona euro como una unidad, la balanza
comercial está en equilibrio, y la deuda pública total es
mucho menor, en porcentaje del PIB, que la de los Estados
Unidos.
Pero el euro
ha sido una mina de oro para Alemania. A través de una política
salarial restrictiva en una situación de nivel alto de la
productividad de trabajo, Alemania ha reforzado su
competitividad en relación al resto de los países de la
eurozona. Entre 2002-2008 subieron los gastos salariales
medios por unidad producida sólo el 2,7 % en Alemania,
contra el 26,2 % en Grecia, el 29,6 % en España y el 16,5 %
en la eurozona en conjunto.
El superávit
comercial de Alemania con la eurozona creció de los 63,8
mil millones de euros en 2002 a los 139,9 mil millones en
2009. Ese año, el superávit total de Alemania ascendió a
117,6 mil millones de euros. Esto significa que el superávit
con los países de la eurozona financió el déficit con
otros países, especialmente Rusia y China. Este proceso
trajo consigo que los países más “débiles” en las
economías del euro tuvieron que asumir una deuda exterior
creciente.
A través de
los paquetes de ayuda a los bancos, se ha transferido la
crisis desde el sector financiero privado al sector de los
servicios públicos y a la clase trabajadora. Esto,
combinado con una política financiera expansiva, para
contrarrestar el paro, llevó a un crecimiento fortísimo de
la deuda de los llamados “países PIIGS” (Portugal,
Italia, Irlanda, Grecia y España –Spain, en inglés-). Así
se le dio al capital financiero una nueva fuente de
beneficios: el economista alemán Walther Otremba ha
calculado que los bancos, en los tres últimos años, han
metido en caja más que 100 mil millones de euros a través
de primas de riesgo pagadas por esos países. Esto equivale
a una tercera parte de la deuda pública griega.
La
Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional exige que
los países PIIGS pongan en marcha fuertes recortes en los
salarios, los gastos sociales y las pensiones, reduzcan el
empleo público y privaticen propiedad pública para pagar
la deuda. Esto es una exigencia de una política de deflación
que va a llevar a una menor demanda y producción, un
aumento del paro, ingresos fiscales más bajos, más pobreza
y una creciente desesperación en la población. Pero esta
política no elimina la sobreacumulación de capital
financiero. Mientras el sector financiero siga protegido en
su hipertrofia, y no se dé una amortización de activos
financieros a través de una condonación de deuda (lo que
llevará a una caída duradera de la bolsa), la crisis va a
continuar.
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