Buenas noticias, pero poco creíbles
Las dificultades de Estados Unidos
Por
Nouriel Roubini(*)
Crisis–economica.blogspot, 15/01/12
Los indicadores macroeconómicos de
Estados Unidos han sido mejores de lo esperado en los últimos
meses. La creación de empleo se ha acelerado. Los
indicadores de los sectores de manufactura y servicios han
mejorado de forma moderada. Incluso la industria de la
vivienda ha mostrado algunas señales de vida. Y el
crecimiento del consumo ha sido relativamente resistente.
Sin embargo, a pesar de los datos
favorables, el crecimiento económico de EE.UU. seguirá débil
y estando por debajo de la tendencia a lo largo de 2012. ¿Por
qué no son creíbles las buenas noticias económicas
recientes?
En primer lugar, los consumidores
estadounidenses siguen sufriendo problemas de ingresos y
estando limitados por las deudas. La renta disponible ha
crecido modestamente –a pesar de un estancamiento de los
salarios reales– principalmente como resultado de los
recortes de impuestos y las transferencias. Esto no es
sostenible: tarde o temprano será necesario reducir los
pagos de transferencias y elevar los impuestos para reducir
el déficit fiscal. Los datos recientes de consumo ya se están
debilitando en relación con un par de meses atrás,
marcados por unas ventas navideñas minoristas apenas
pasables.
Al mismo tiempo, el crecimiento del
empleo en EE.UU. sigue siendo demasiado mediocre como para
hacer mella en la tasa de desempleo general y en las rentas
del trabajo. Estados Unidos necesita crear al menos 150.000
empleos por mes de manera constante solo para estabilizar la
tasa de desempleo. Más del 40% de los desempleados lo son
ahora de larga duración, lo que reduce sus posibilidades de
alguna vez recuperar un trabajo decente. De hecho, las
empresas todavía están tratando de encontrar maneras de
reducir los costes laborales.
El aumento de la desigualdad de los
ingresos también limitará el crecimiento del consumo, a
medida que las proporciones del ingreso pasen desde quienes
muestran una mayor propensión marginal a gastar
(trabajadores y los menos ricos) a los que tienen una mayor
propensión marginal a ahorrar (empresas corporativas y
hogares ricos).
Por otra parte, se acabará el rebote
reciente en el gasto de inversión (y vivienda), con sombrías
perspectivas para el año 2012, a medida que caduquen los
beneficios fiscales, las empresas esperen los llamados
"riesgos de cola" (sucesos de alto impacto y baja
probabilidad), y la insuficiencia de la demanda final
mantenga bajos los índices de utilización de la capacidad.
Y la mayor parte de los gastos de capital seguirá destinándose
a tecnologías que ahorran mano de obra, lo que implica una
vez más una limitada creación de empleos.
Al mismo tiempo, incluso tras seis años
de recesión en el ámbito de la vivienda, el sector está
en estado de coma. La demanda de nuevas viviendas ha caído
en un 80% en relación con su máximo y es probable que el
ajuste de precios a la baja continúe en el 2012 mientras la
oferta de viviendas nuevas y existentes siga excediendo la
demanda. Hasta el 40% de los hogares con una hipoteca –20
millones– podría terminar con un valor patrimonial
negativo en sus viviendas. De este modo, es probable que
continúe el círculo vicioso de las ejecuciones
hipotecarias y la baja de precios, y, con tantos hogares
severamente limitados por la falta de crédito, la confianza
del consumidor, si bien experimentará una cierta mejora,
seguirá siendo débil.
Dado el crecimiento anémico de la
demanda interna, la única oportunidad de que Estados Unidos
se acerque a su tasa de crecimiento potencial sería reducir
su gran déficit comercial. Sin embargo, las exportaciones
netas serán un lastre para el crecimiento en 2012, por
varias razones:
* El dólar tendría que debilitarse aún
más, lo cual es improbable debido a que muchos bancos
centrales han seguido a la Reserva Federal en implementar
"flexibilización cuantitativa" adicional, con la
probabilidad de que el euro se mantenga bajo presión a la
baja y China y otros países de mercados emergentes sigan
interviniendo agresivamente para impedir que sus monedas
suban demasiado rápido.
* El menor crecimiento de muchas economías
avanzadas, China y otros mercados emergentes significará
una menor demanda de exportaciones de EE.UU.
* Es probable que los precios del petróleo
se mantengan elevados, teniendo en cuenta los riesgos geopolíticos
en Oriente Próximo, manteniendo alta la factura que EE.UU.
deba pagar por importación de energía.
Es poco probable que la política de
EE.UU. venga al rescate. Por el contrario, habrá una carga
fiscal importante en 2012, y el estancamiento político en
el período previo a las elecciones presidenciales de
noviembre impedirá a las autoridades hacer frente a los
problemas fiscales en el largo plazo.
Teniendo en cuenta la perspectiva a la
baja para el crecimiento económico de EE.UU., se puede
espera que la Reserva Federal participe en otra ronda de
flexibilización cuantitativa. Pero también se enfrenta a
restricciones políticas, y hará muy poco y demasiado tarde
para ayudar a la economía de manera significativa. Por otra
parte, una minoría que se hace oír en el Comité Federal
de Mercado Abierto, que fija las tasas, está en contra de
una mayor flexibilización. En cualquier caso, la política
monetaria puede abordar solamente los problemas de liquidez,
y los bancos están inundados con el exceso de reservas.
Más importante aún, Estados Unidos
–y muchas otras economías avanzadas– se mantiene en las
primeras etapas de un ciclo de desapalancamiento. Una recesión
causada por demasiada deuda y apalancamiento (primero en el
sector privado, y luego en los balances públicos) requerirá
de un largo período de gastar menos y ahorrar más. Este año
no será diferente, ya que el desapalancamiento del sector público
apenas ha comenzado.
Por último, están los riesgos de cola
que hacen que los inversores, las empresas y los
consumidores se comporten con máxima cautela: la eurozona,
donde las reestructuraciones de la deuda –o peor aún, la
ruptura– son riesgos de consecuencias sistémica; el
resultado de las elecciones presidenciales de EE.UU.;
riesgos geopolíticos como la Primavera Árabe, la
confrontación militar con Irán, la inestabilidad en
Afganistán y Pakistán, la sucesión de Corea del Norte, y
la transición del liderazgo en China; y las consecuencias
de una desaceleración económica mundial.
Teniendo en cuenta todos estos riesgos
grandes y pequeños, las empresas, los consumidores y los
inversores tienen un fuerte incentivo para esperar y hacer
poco. El problema, por supuesto, es que cuando suficiente
gente espera y no actúa, aumentan el mismo riesgo que están
tratando de evitar.
(*) Nouriel Roubini es presidente
de Roubini Global Economics (www.roubini.com) y Profesor de
la Escuela de Negocios Stern, NYU.
Las perspectivas
para la economía
mundial no son auspiciosas
Fragilidades y desequilibrios en 2012
Por Nouriel Roubini
Crisis–economica.blogspot, 20/12/11
Las perspectivas para la economía
mundial en 2012 están claras, pero no son auspiciosas:
recesión en Europa, crecimiento anémico en el mejor de los
casos en Estados Unidos, y una abrupta desaceleración en
China y en la mayoría de las economías emergentes. Las
economías asiáticas están expuestas a China. América
Latina está expuesta a menores precios de materias primas
(a medida que China y las economías avanzadas se
desaceleran). Europa central y oriental están expuestas a
la eurozona. Y las turbulencias en el Medio Oriente están
causando graves riesgos económicos –tanto allí como en
otras partes– a medida que sigue alto el riesgo geopolítico
y, por tanto, los precios del petróleo limiten el
crecimiento global.
En este punto, no hay duda de que habrá
recesión en la eurozona. Si bien no es posible predecir su
profundidad y duración, la constante contracción del crédito,
los problemas de deuda soberana, la falta de competitividad
y la austeridad fiscal implican todas una grave contracción
económica.
EE.UU. –que crece a paso de tortuga
desde 2010– se enfrenta a considerables riesgos a la baja
debido a la crisis de la eurozona. También debe lidiar con
un lastre fiscal significativo, el desapalancamiento en
curso en el sector de los hogares (en medio de débil creación
de empleos, ingresos estancados y la persistente presión a
la baja sobre los bienes raíces y la riqueza financiera),
el aumento de la desigualdad y el estancamiento político.
Entre otras economías avanzadas
principales, el Reino Unido se encuentra en caída doble, a
medida que la carga frontal de la consolidación fiscal y la
exposición a la eurozona socavan el crecimiento. En Japón,
la recuperación post–terremoto se diluye a medida que los
débiles gobiernos se resisten a aplicar reformas
estructurales.
Mientras tanto, son cada vez más
obvias las fallas en el modelo de crecimiento de China. La
caída de los precios inmobiliarios está detonando una
reacción en cadena que tendrá un efecto negativo en las
empresas de construcción, la inversión y los ingresos del
gobierno. El auge de la construcción está empezando a
estancarse, al igual que las exportaciones netas se han
convertido en un lastre para el crecimiento, debido al
debilitamiento de la demanda, especialmente de EE.UU. y la
eurozona. Después de haber tratado de enfriar el mercado
inmobiliario poniendo coto a los precios que estaban fuera
de control, para los líderes chinos va a ser difícil
reactivar el crecimiento.
No están solos. En el ámbito de las
políticas, EE.UU., Europa y Japón, también han ido
posponiendo las serias reformas económicas, fiscales y
financieras que son necesarias para restablecer un
crecimiento sostenible y equilibrado.
Apenas ha comenzado un tímido
desapalancamiento privado y del sector público en las
economías avanzadas, con un todavía tenso balance de los
hogares, bancos e instituciones financieras, y los gobiernos
locales y centrales. Sólo ha mejorado el sector empresarial
de alta calidad. Pero, con tantos y persistentes riesgos de
consecuencias prolongadas y las incertidumbres mundiales que
pesan sobre la demanda final, y con una sobrecapacidad que
sigue siendo alta debido en el pasado a un exceso de inversión
en el sector inmobiliario en muchos países y el aumento de
la inversión manufacturera en China en los últimos años,
el gasto de capital y la contratación de estas empresas se
han mantenido en silencio.
El aumento de la desigualdad –debido
en parte a la reestructuración corporativa que ha eliminado
empleos– está reduciendo más aún la demanda agregada,
porque los hogares, los más pobres y quienes perciben
ingresos laborales tienen una mayor propensión marginal a
gastar que las empresas, los hogares más ricos y quienes
perciben rentas de capital. Por otra parte, a medida que la
desigualdad impulsa protestas en todo el mundo, la
inestabilidad social y política podría representar un
riesgo adicional para el desempeño económico.
Al mismo tiempo, siguen siendo grandes
los desequilibrios de cuentas corrientes clave: entre EE.UU.
y China (y otras economías de mercados emergentes) y,
dentro de la eurozona, entre el núcleo y la periferia. Para
un ajuste ordenado se requiere una menor demanda interna en
los países que gastan en exceso con grandes déficits de
cuenta corriente y menores superávits comerciales en los países
que ahorran demasiado, a través de apreciaciones cambiarias
nominales y reales. Para mantener el crecimiento, los países
que gastan en exceso necesitan una depreciación nominal y
real para mejorar sus balanzas comerciales, mientras que los
países con superávit necesitan impulsar la demanda
interna, especialmente el consumo.
Sin embargo, este ajuste de precios
relativos a través de movimientos de divisas se ha
estancado, ya que los países con superávit se resisten a
la apreciación cambiaria a favor de imponer una deflación
recesiva sobre los países con déficit. Las batallas de
divisas resultantes se están librando en varios frentes:
intervención de controles de cambio, flexibilización
cuantitativa y controles de capital de los flujos de
entrada. Y, con un crecimiento global más débil en el año
2012, los combates podrían convertirse en guerras
comerciales.
Finalmente, las autoridades se están
quedando sin opciones. La devaluación de la moneda es un
juego de suma cero, porque no todos los países pueden
depreciar y mejorar las exportaciones netas al mismo tiempo.
La política monetaria se flexibilizará a medida que la
inflación se convierte en tema ausente en las economías
avanzadas (y un problema menor en los mercados emergentes).
Pero la política monetaria es cada vez más ineficaz en las
economías avanzadas, donde los problemas se derivan de la
insolvencia en lugar de la falta de liquidez.
Mientras tanto, la política fiscal se
ve limitada por el aumento de los déficits y las deudas,
los "vigilantes" de bonos, y las nuevas reglas
fiscales en Europa. Apoyar y rescatar instituciones
financieras es políticamente impopular, y los gobiernos en
casi quiebra no tienen el dinero para hacerlo en todo caso.
Y, políticamente, la promesa del G–20 ha dado paso a la
realidad del G–0: a los gobiernos débiles les resulta
cada vez más difícil poner en práctica la coordinación
de políticas internacionales, a medida que las visiones del
mundo, las metas y los intereses de las economías avanzadas
y los mercados emergentes entran en conflicto.
Como resultado de todo esto, abordar
los desequilibrios bursátiles –las grandes deudas de los
hogares, las instituciones financieras y los gobiernos–
tapando los problemas de solvencia con financiamiento y
liquidez eventualmente puede dar lugar a reestructuraciones
dolorosas y posiblemente desordenadas. Del mismo modo, hacer
frente a la débil competitividad y los desequilibrios de
cuenta corriente requiere de ajustes cambiarios que
eventualmente pueden llevar a algunos miembros a salir de la
eurozona.
Restablecer un crecimiento sólido es
bastante difícil sin el fantasma siempre presente del
desapalancamiento y una grave escasez de munición política.
Pero ese es el desafío al que se enfrenta una economía
mundial frágil y desequilibrada en 2012. Parafraseando a
Bette Davis en All About Eve: "¡Ajústense los
cinturones de seguridad, que va a ser un año lleno de
baches!"
(*) Nouriel Roubini es presidente
de Roubini Global Economics y profesor de la Stern School of
Business, Universidad de Nueva York.
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