Por
Juan Gelman
Página 12, 16/12/07
Hillary
Clinton encabeza las preferencias demócratas para la
candidatura presidencial en los comicios del 2008. Pero el
candidato a presidente de ese partido que más temen los
republicanos es Barack Obama, un muy temprano opositor a la
invasión y ocupación de Irak. Una reciente encuesta de la
empresa del ramo, Zogby Poll, muestra que cualquier
candidato republicano importante derrotaría a Hillary:
Rudolph Giuliani obtendría el 43 por ciento de los votos
contra el 40 de la esposa de Clinton, Michael Huckabee, el
46 contra el 40, Mitt Romney el 43 contra el 40, Thomas
Thompson, el 44 contra el 40, y John McCain el 42 contra el
38, respectivamente (www.zogby.com, 26-11-07). Todo lo
contrario ocurriría con Obama.
El
precandidato afroamericano vencería a todos ellos: a
Giuliani, con el 46 por ciento de los sufragios contra el
41, a Huckabee por 46 contra 40, a Romney por 46 contra 40,
a Thompson por 47 contra 40 y a McCain por 45 contra 38,
respectivamente. Hay otros datos que confirmarían la cuesta
abajo de Hillary: los candidatos demócratas al Congreso
superan del 10 al 15 por ciento a los republicanos en las
preferencias de voto –según la encuesta de que se trate–,
mientras que la precandidata a presidenta Mrs. Clinton va de
3 a 6 puntos detrás de los precandidatos republicanos.
Extraña es la idiosincrasia de la opinión pública
estadounidense: una mayoría, considera que la guerra de
Irak fue y es un error, y otra mayoría que Irán es la
principal amenaza que padece la seguridad nacional.
Hillary no
descarta el uso de bombas nucleares contra Irán, más bien
lo favorece. Obama propuso invadir Pakistán. Los ardores
bélicos demócratas no van a la zaga de los republicanos.
Juntos –370 votos por el "sí" contra 49 por el
"no" en un órgano legislativo dominado por los
primeros– aprobaron el miércoles pasado el presupuesto de
guerra más gigantesco que se conoce en la historia de
EE.UU.: 696.000 millones de dólares. De esa suma se
destinan "apenas" 189.000 millones a las guerras
de Irak y Afganistán –el 27 por ciento– y la mayor
parte del resto financiará nuevos programas armamentistas.
El representante demócrata Ike Skelton, presidente del
comité de servicios armados de la Cámara baja, subrayó
que eso "es bueno para nuestras tropas, es bueno para
nuestras familias" (AP, 12-12-07). No explicó por
qué.
El liderato
demócrata no vinculó la aprobación del presupuesto de
guerra a la retirada de las tropas de Irak, como era su
propósito declarado. Se acortan las diferencias entre los
dos partidos –si las hubo– en este rubro. Pero una
encuesta de NBC News/Wall Street Journal realizada del 1o al
5 de noviembre registró que el 50 por ciento de los
interrogados votaría al candidato demócrata –cualquiera
fuere– y sólo el 35 por ciento se pronunció por los
republicanos (online.wsj.com). Es lógico entonces que
importantes líderes oficialistas hayan comenzado a alejarse
de la Casa Blanca. Hasta el abanderado del cambio de nombre
de "papas fritas a la francesa" por "papas
fritas de la libertad" y de "tostadas
francesas" por "tostadas de la libertad" en
las cafeterías de la Casa Blanca (www.cnn.com, 12-3-03), el
representante Walter B. Jones, comenzó a atacar al gobierno
Bush por su belicismo. Los demócratas se aproximan a los
"halcones-gallina" y éstos comienzan a
desbandarse. Es curioso, sí.
La
indagación relativa a las elecciones presidenciales del
año que viene en EE.UU. nace en un contexto muy particular.
El pantano de Irak ha socavado la política de inspirar
miedo que W. Bush aplicó y aplica todavía. Parafraseando a
Franklin Delano Roosevelt, muchos estadounidenses piensan
hoy que a lo único que hay que tenerle miedo es al miedo.
Las libertades civiles han sido recortadas, se han mutilado
sólidas tradiciones del país bajo la bandera de la
"guerra antiterrorista". Y algo más: hasta los
expertos más proclives a exaltar la bonanza económica de
EE.UU pronostican tiempos duros por venir. Es natural.
El desastre
inmobiliario puso de relieve que el sistema económico de
EE.UU. ha vivido de las especulaciones generadas por el
sector financiero en detrimento sobre todo de la pequeña y
mediana industria. "La economía del militarismo fue el
sostén clave de la estabilidad de los negocios durante más
de medio siglo –señala el especialista Steve Fraser–,
pero ahora, como en la época de Vietnam, los deficits
provocados por el financiamiento de la guerra exacerban un
dilema mucho más abarcador" (www.tomdispatch.com,
10-12-07). Peligran industrias, comunidades y economías
regionales. La suba del precio del petróleo incrementa
costos, profundiza la crisis latente y aumenta el déficit
de la balanza de pagos del país, que nadie sabe cuánto
tiempo más podrá soportar. Naciones clave de Asia y Medio
Oriente están pasando sus reservas al euro y a otras
monedas más seguras que el dólar. Alguien dijo que
"la guerra es salud para el Estado". Se ve.