Más
de seis mil veteranos de Irak se han suicidado
Por
Jeanette Becerra Acosta
Blogs Milenio - Especial Milenio Semanal, México, 10/12/07
Desde
que concluyó la primera Guerra del Golfo declarada a Irak
por el entonces presidente George H. Bush, padre del actual
mandatario de EU, por lo menos 6 mil 256 soldados, hombres y
mujeres —arios, negros e hispanos en su mayoría de origen
mexicano—, se suicidaron con armas de fuego, ahorcamiento
o lanzándose de puentes a los ríos que cruzan sus
ciudades. De 50 estados de EU, 45 accedieron a entregar a la
cadena de televisión CBS los datos que solicitó sobre el
personal de las fuerzas armadas que a su regreso de la
guerra cayó en depresión, desórdenes mentales y psico-sociales,
lo que en muchos casos los llevó a consumir drogas y
alcohol en exceso. La hoy llamada “Epidemia de
Suicidios” es resultado, en números aproximados, de 120
veteranos que cada semana se quitan la vida, un promedio de
17 suicidas diarios, de los cuales más de la mitad son jóvenes
menores de 25 años.
Luego
que la CBS News presentó a fines de noviembre un reportaje
nacional investigado durante cinco meses, el Pentágono se
vio obligado a reconocer que 2006 fue el año con mayor índice
de suicidas de las fuerzas armadas de EU —el récord se
lleva desde hace 15 años—, a pesar de los esfuerzos del
Departamento de Defensa (DOD) de implementar nuevos
programas y fortalecer los ya existentes en materia de
tratamientos para desórdenes mentales, producto de la
estancia prolongada de una gran mayoría de los soldados en
los escenarios bélicos en Irak y Afganistán “donde
pelean la guerra global antiterrorista”.
Aunque
el coronel Elspeth Ritchie, psiquiatra del Equipo Médico
General del Ejército, dijo que en general los suicidios se
derivan de depresiones ocasionadas por motivos sentimentales
y financieros, lo cierto es que The Journal of the American
Medical Association, afirma que los estudios realizados
entre miembros del ejército involucrados directamente en
los horrores de la guerra, confirman que más de 20 por
ciento tienen síntomas de estres-post traumático, lo que
les ocasiona flashbacks de experiencias de combate traumático
y otras reacciones severas, quizá relacionadas con actos de
tortura y matanzas masivas y violentas de poblaciones
civiles.
Aunque
no existe todavía una banco de datos del número de
suicidas y desertores por etnias o géneros, es factible
deducir que entre éstos podrían contarse por docenas a
miembros de raza negra y de origen latino, éstos últimos
son en su mayoría de origen mexicano, ya que de un millón
370 mil elementos del Ejército, Marina, Fuerza Aérea y el
Cuerpo de Marines actualmente en activo en las guerras de
Bush, poco más del 28.9 por ciento son de las llamadas
minorías, y 8.6 por ciento son latinos. El caso de los
mexicanos, muchos ilegales que son enlistados con la promesa
de obtener para ellos y sus familias la ciudadanía una vez
que concluyan sus tareas bélicas (MILENIO Semanal No. 514),
complica aún más la recopilación de datos porque los que
mueren en batalla quedan en el anonimato, y de los que
logran regresar con vida, incontables son dados de baja y
deportados por ingresar al país sin documentos.
Reacciona
el congreso
Aunque
los legisladores miembros de los Comités encargados de
“Asuntos de Veteranos de Guerra”, reconocieron el grave
y creciente problema de los suicidios de militares en activo
y de veteranos, no contaban con cifras exactas sobre el
tema. Por ello, 153 diputados presentaron una enmienda al Código
de EU, Título 38 (H.R.327), que firmó el presidente Bush
el pasado 6 de noviembre, para convertirla en ley, donde se
ordena al director del Veterans Affairs implementar un
amplio programa para reducir la incidencia de suicidios
entre los soldados y veteranos de guerra.
Dicha
ley fue bautizada como The Joshua Omvig Veterans Suicide
Prevention Act, en memoria del soldado Omvig de la Compañía
339 de la Policía Militar, que tras “servir a su
patria” durante 11 meses en Irak, se suicidó de un
disparo a la edad de 22 años en su casa de Iowa, el 22 de
diciembre de 2005. El veterano sufría de PTSD o Post-Traumatic-Stress-Disorder,
desarrollado después de estar expuesto a eventos de terror
que ocasionan graves e irreversibles daños emocionales y
mentales. Según fuentes del Congreso, diputados y senadores
que días después de la firma del Acta aprobaron la
designación del doctor James Peake, un viejo veterano
condecorado para encabezar la agencia, le encomendaron a éste
cumplir con una serie de mandatos que van desde la aplicación
inmediata de un tratamiento anti PTSD y una constante revisión
médica de soldados en activo y en retiro, hasta hacerse
cargo de los gastos necesarios para su rehabilitación y la
de sus familiares más cercanos.
El
Congreso tenía contemplado un proyecto de ley desde hace
poco más de año y medio, pero nunca avanzó con la rapidez
que se requería hasta que la televisora proyectó a
principios de noviembre la serie Epidemia de Suicidios, que
conmovió a un país y a una sociedad que para entonces exigían
a la administración Bush regresar a las tropas y dejar de
mentir, e incluso mientras algunas organizaciones pedían su
desafuero para llevarlo a juicio político junto con su
vicepresidente, Dick Cheney, petición que se negó.
Sobreviven
a la guerra para morir en casa
Testimonios
de las audiencias congresionales y de la serie de CBS News
despertaron una actitud hasta ahora impensable en la
sociedad estadunidense. Kevin Lucey, padre de Jeff de 23 años,
encontró a su hijo en el desván de su casa ahorcado con la
manguera. Frente a las cámaras de TV, su madre sollozante
recordaba sus últimas cartas escritas en Irak, en las que
decía no estar seguro de querer regresar. “Todo ha
cambiado, ya no soy la misma persona…”.
El
reportero de la CBS, Armen Keteyian, entrevistó a cinco
familias que perdieron a sus hijos, quienes “sobrevivieron
a Irak, pero no a sí mismos” y “murieron por su propia
mano peleando contra un enemigo que no pudieron
conquistar”. Kim y Mike Brownman, también lloran a Tim,
un reservista del ejército que patrulló uno de los lugares
más peligrosos en Bagdad, el Airport Road. “Cuando volvió
a casa, sus ojos ya estaban muertos, recordaron sus padres.
Ocho meses después Tim se dio un tiro, el Día de
Gracias”. A su vez Diana Henderson habló de la tarde
cuando fue a la morgue a reconocer el cuerpo de Derek, un
afroamericano que saltó de un puente. “Mi vida nunca
volverá a ser la misma… hoy se que perdí a mi hijo antes
de que se fuera a Irak…”.
La
hispana Yania Padilla evocó a su hermano Walter, y habló
de cómo fueron cambiando sus cartas, al principio largas y
afectuosas y hacia el final de sólo unas líneas secas y
parcas. “Yo sabía que algo le sucedía, que la guerra lo
había cambiado, pero nunca imaginé que a su regreso no se
casaría con su novia y se quitaría la vida”. Todas las
familias de los suicidas coincidieron en que “había señales
extrañas” que entonces no comprendieron o que descartaron
pensando que con el tiempo superarían sus experiencias de
horror y miedo.
Hoy
saben que las personas que sufren de PTSD, sobre todo
quienes pelearon en una guerra, muestran síntomas inequívocos
que de no ser tratados los conducen tarde o temprano a
quitarse la vida. “Existe poca información y aunque se
han hecho estudios sobre el tema, nadie ha levantado un
censo nacional de estos casos que han dejado miles de
familias sin los hijos que iban a pelear en defensa de su país”,
expresaron los familiares. Lucey responsabilizó al DOD y a
la Agencia de Veteranos de la muerte de su hijo. “Es increíble
que no se ocupen de registrar a todos y cada uno de los que
regresan, tomar sus datos y evaluarlos física y
mentalmente. Eso sí, los despiden como héroes, pero ahora
sabemos que para ellos nuestros soldados son desechables”,
agregó.
Deserciones
y no a la guerra
Para
Bush, las cosas no van bien. Menos mal que ya no le queda
tiempo para abrir un nuevo escenario bélico en Irán, pero
además, la creciente oposición a sus guerras en Irak y
Afganistán, las revelaciones de torturas cometidas por
soldados y paramilitares contratados por el Pentágono y las
audiencias que iniciaron el jueves ante la Suprema Corte de
Justicia de EU sobre el tema, más la ola de suicidios de
veteranos, en su mayoría jóvenes de 20 a 24 años de edad,
se suman las numerosas deserciones de las Fuerzas Armadas de
su país y el rechazo total de millones de preparatorianos a
ponerse un uniforme, un casco y usar armas de alto poder.
En
casi todo el país crece un movimiento de padres de familia,
estudiantes y activistas que hacen campañas y evitan que
los reclutadores del Pentágono tengan acceso a los jóvenes
que están por terminar la highschool. De acuerdo a lo
estipulado por Bush en 2002 en su ley: “Ningún niño debe
dejarse atrás”, las secundarias públicas están
obligadas a permitir que los reclutadores militares tengan
el mismo acceso a los estudiantes que los headhunters de
grandes empresas. Sin embargo, los colegios privados pueden
argumentar “objeciones religiosas” contra el servicio
militar, y tanto maestros como padres están en su derecho
de negarse a dar nombres, teléfonos y direcciones a los
reclutadores.
Durante
noviembre, 321 comunidades en EU se involucraron en un
movimiento llamado “Opt-Out”, que consistió en
distribuir formularios a padres y estudiantes mayores de 18
años para solicitar que no se entregaran datos personales o
récords escolares a oficiales militares. Para finales de
noviembre, el Pentágono había solicitado más de 24 mil
informes de jóvenes preparatorianos que no había logrado
obtener, informó la coalición nacional “Deje a Mi Hijo
en Paz”.
Esta
es una nueva forma de enfrentar al Tío Sam, en vez de
organizar grandes manifestaciones generalmente sin
resultados. El trabajo anti-reclutamiento es la nueva manera
de ejercer presión sobre los militares, en opinión de Bill
Dobbs, del United for Peace and Justice, en Nueva York. Sin
embargo, el Pentágono es todavía más fuerte y poderoso
que la sociedad civil y se sabe que pese a los contratiempos
para obtener información, está creando un banco de datos
no sólo con nombres y direcciones de prospectos juveniles,
sino con sus números de seguro social, e-mails y promedios
de sus calificaciones.
Por
el momento, el DOD encontró una solución de emergencia y a
fines del pasado mes envió un numeroso contingente de
soldados de la Guardia Nacional de Texas —de 200, un total
de 130 son originarios de Laredo—, que pasarán un largo
tiempo en Afganistán. Enviados por la 436 Chemical Company,
los rostros morenos en uniforme tuvieron una gran despedida
al estilo mexicano, con toda la familia presente “y hasta
el perico” bromearon, mientras escucharon a su diputado,
Henry Cuellar, decirles: “Yo sé que dejan atrás a sus
esposas, madres, padres e hijos y que va a ser difícil,
pero sientan el viento que pega en sus caras, vean a sus
familias y guarden esas fotografías en sus mentes. Eso es
para lo que están peleando”.
Recientemente
el gobierno de EU reconoció que las cifras de deserciones
previamente informadas son erróneas y admitió que 3 mil
196 soldados desertaron del ejército en 2006, un total de
853 más de la cifra inicial. En 2005, fueron 2 mil 543 en
lugar de 2 mil 11. Esto representa un aumento de deserciones
en relación con años anteriores. Por ejemplo, el año
pasado, hubo un incremento del 27 por ciento y no de 17 por
ciento y en 2005, del 8 por ciento respecto a 2004. Es
importante destacar que dichas cifras no incluyen a los 63
mil miembros en activo de la Guardia Nacional y los soldados
de la Reserva destacados en Irak, Afganistán y las otras
bases USA que simplemente se fueron de vacaciones y jamás
aparecieron. Aunque los números son importantes, aún están
lejos de las cifras de deserciones durante la guerra de
Vietnam, de 33 mil 94 o 3.41 por ciento de las fuerzas
totales en 1971.
Todo
parece indicar que los esfuerzos del Pentágono por reclutar
soldados es un fracaso a pesar de muchas concesiones jamás
pensadas. Entre éstas, cabe destacar que el ejército
redujo el tiempo de entrenamiento de los soldados que envía
a Irak, lo que ocasiona más muertes en acción por falta de
preparación mínima. Para enfrentar el déficit de por lo
menos 3 mil oficiales de nivel medio para el 2013, los
ascensos están a la orden del día y actualmente los
capitanes se convierten en mayores un año antes de el
tiempo estipulado y los tenientes a capitanes en 38 meses en
lugar de 42. Asimismo, se amplió el máximo de periodo de
alistamiento de 35 a 42 años. A partir de 2004, el ejército
niega permisos a fuerzas que estaban o que estarían en Irak
o Afganistán para mantener la continuidad del contingente
de combate. Estos largos periodos en zonas de combate de
terror, son causa principal de muchos de los suicidios de jóvenes
soldados.
A
falta de candidatos, el ejército redujo sus estándares de
admisión y en 2006 reclutó el doble de criminales y
personas con otras deficiencias que en 2003. Los nuevos
reclutas, con antecedentes criminales, problemas médicos o
bajas aptitudes aumentaron de 4 mil 918 en 2003 a 8 mil 129
en 2006, según datos del Pentágono. Lo anterior al margen
de la contratación de paramilitares de Blackwater USA,
acusados la semana pasada de usar anabólicos y dedicarse a
la pornografía infantil, un asunto que ya se investiga en
el Congreso. Las Fuerzas Armadas de EU, también enfrentan
dificultades en la detención de quienes quieren abandonar
el ejército. Se afirma que alrededor de 70 mil soldados
fueron fichados por abandonar sus obligaciones antes de su
fecha de retiro y existen miles de órdenes de detención en
su contra. Cerca de 20 mil elementos de la Marina y la
Fuerzas Aérea sirven en lugar del personal de tierra en
Irak y en Afganistán por falta de tropas suficientes. Esta
decisión provocó irritación entre los diferentes mandos
del ejército que declararon ante el Congreso que los
militares de las fuerzas aéreas no tienen por qué ejecutar
misiones como “vigilar prisioneros”, expresó molesto el
secretario de la USA Air Force, Michael Wynne.
***
Número
de suicidios
Para
obtener el número de suicidas en la rama militar, la CBS se
avocó al Acta de Derecho a la Información. Cuatro meses
después salió al aire el documental que demostraba, aunque
con cifras incompletas, que de soldados en activo, casi 2
mil 200 se quitaron la vida entre 1995 y 2007. Según el
Departamento de Asuntos de Veteranos (DAV), “no hay tal
epidemia de suicidios”, aunque si es un grave problema”.
¿Por qué no se ha hecho un banco de datos de cuántos
soldados y veteranos se han suicidado? “Es una investigación
que se está siguiendo…”, fue la respuesta. Sin embargo,
el doctor Steve Rathburn, director del Departamento de
Epidemiología y Bioestadística de la Universidad de
Georgia, dijo que los veteranos de guerras cometen dos veces
más suicidios que los soldados en activo, por ejemplo, en
2005 la tasa fue de 18.7 a 20.8 por ciento de cada 100 mil.
Además, afirmó que en edades, el grupo más proclive a
quitarse la vida son los jóvenes entre 20 y 24 años, sobre
todo aquellos que pelearon en una “guerra de terror”.
“Tienen la tasa más alta entre todos aquellos que
regresan a casa, estimada entre dos y cuatro veces mayor que
los civiles de la misma edad. Es decir que los suicidios de
no veteranos son de 8.3 por cada 100 mil, comparado a los
veteranos que es de entre 22.9 y 31.9 por cada 100 mil.
Síntomas
de PTSD
¿Cómo
puede saber una familia que sus hijos sufren de PTSD y que
pueden, en cualquier momento matarse? Existen señales inequívocas
que los padres de los veteranos deben tomar en cuenta:
—Continuos
intentos de adquirir pastillas, armas de fuego y otros
objetos para hacerse daño.
—Hablar
o escribir sobre la muerte y llegar a morirse o suicidarse.
—Vivir
en la total desesperanza.
—Actuar
con rabia incontrolable, siempre en busca de venganza.
—Vivir
siempre en busca de situaciones de peligro o riesgo.
—Sentirse
atrapados, sin salida, como si no existieran puertas por
donde escapar hacia la búsqueda de la paz y la felicidad.
—Llamadas
frecuentes a viejos amigos, en especial a camaradas
militares para despedirse.
—Limpiar
compulsivamente un arma que tienen como souvenir.
—Visitas
a cementerios.
—Obsesión
por la cobertura de noticias de la guerra en la TV y diarios
y por el canal militar de televisión.
—Usar
su uniforme o parte de ese como botas, saco, camisetas,
gorras.
—Insistir
en todas sus conversaciones en cuán honroso es ser soldado.
—Dormir
demasiado. Algunas veces la decisión de suicidarse conlleva
un sentido de paz mental y duermen más de la cuenta para
retraerse.
—Hacen
guardia, quizá mientras la familia duerme para vigilar sus
casas, echando llave obsesivamente a puertas y ventanas.
—Si
están bajo tratamiento médico, dejan de tomar las
medicinas.
—Se
convierten en adictos al alcohol o a ciertas drogas.
—De
pronto son compradores compulsivos que no dejan de gastar
dinero en regalos para sus seres queridos con la idea de que
“nunca lo olviden”.
—Rehusarse
a hacer contacto visual con las personas con quienes
conversa.
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