Siete
de cada 10 desaprueban la gestión de los legisladores
federales
La
tercera parte de los estadounidenses considera
que hace falta un tercer partido
Por
David Brooks
La Jornada, 23/12/07
Los
15 precandidatos presidenciales de ambos partidos se
pronuncian por “el cambio”, pero ninguno ha logrado
ofrecer una solución a una economía en deterioro, a la ola
de bancarrotas, a un sistema de salud descompuesto, a la
ausencia de una política migratoria y mucho menos a una
guerra desastrosa que está por cumplir cinco años.
A
menos de dos semanas del comienzo del ciclo electoral, los
candidatos y el electorado parecen tener graves problemas de
comunicación. Todo empieza el 3 de enero con el proceso de
selección por las bases registradas de cada partido en
Iowa, y después un ilógico calendario de primarias en los
50 estados en la primavera y antes del acto de la nominación
del candidato presidencial de cada partido en el verano en
sus respectivas convenciones nacionales.
La
opinión pública es muy clara: las cosas no funcionan en
este país, incluyendo el sistema político. La encuesta mas
reciente de NBC News/Wall Street Journal difundida hoy
revela, entre otras cosas, que una pluralidad de 46 por
ciento desea reformas “mayores” y una nueva modalidad en
el gobierno. Tres de cada 10 opina que el sistema
bipartidista “está seriamente deteriorado y el país
necesita un tercer partido”.
Siete
de cada 10 desaprueban la gestión de los legisladores
federales, con sólo 18 que la aprueban. Las quejas más
severas para los demócratas se originan por el fracaso de
los congresistas en su intento de cambiar el curso de la
guerra en Irak, mientras que para los republicanos son los
logros anulados en temas como gasto excesivo del erario
publico, el fracaso de una reforma migratoria y pocos logros
en abordar otros temas domésticos.
Cincuenta
y siete por ciento del total opina que el curso “más
responsable” para la política estadounidense en Irak es
retirar la mayoría de las tropas a principios de 2009,
aunque se registró un pequeño incremento entre los que
opinan que el manejo de la guerra ha mejorado.
Con
casi todos los candidatos de ambos partidos enfatizando su
fe religiosa como parte de su mensaje –particularmente los
republicanos, que están batallando por el voto cristiano
conservador–, resulta sorprendente que una pluralidad de
45 por ciento se queja de que hay demasiada discusión sobre
religión en las campañas.
Para
los votantes demócratas, los temas económicos son la
prioridad, mientras que la defensa nacional es de vital
importancia para los republicanos. Temas como el control de
armas o los derechos para los homosexuales son primordiales
sólo para 5 por ciento en ambos partidos políticos.
Pero
a pesar de esta encuesta, que se hace eco de otras
recientes, en el sentido del deseo de un cambio mayor en la
política estadounidense, los candidatos siguen temerosos y
no se atreven a responder a esta demanda popular más que en
la retórica. A pesar del agotador uso de la palabra
“cambio” en sus discursos, pocos logran convencer hasta
ahora a un electorado un poco harto de la clase política.
Por
ejemplo, desde hace meses la opinión pública y las últimas
elecciones legislativas habían expresado su deseo de buscar
un punto final a la guerra en Irak, desaprobada por la gran
mayoría. Los demócratas reconquistaron la mayoría en
ambas cámaras en gran medida por eso, pero han dejado
desilusionados al electorado.
Peor
aún: en uno de los debates celebrados entre los
precandidatos presidenciales demócratas, un asistente
preguntó si ellos podrían prometer que las tropas serían
totalmente retiradas al concluir sus primeros cuatro años
en la Casa Blanca.
Sólo
uno de los seis (son ocho en total) con probabilidades
reales de llegar a ser el candidato demócrata, Bill
Richardson (en el cuarto lugar en las preferencias de los
votantes demócratas), se atrevió a decir que sí, mientras
Hillary Clinton, Barack Obama y John Edwards –los tres
favoritos por el momento– rehusaron comprometerse a que
Estados Unidos retirará por completo sus fuerzas armadas de
Irak para 2013.
O
sea, un año después de que arrancaron las precampañas,
después de 17 debates y foros entre los precandidatos demócratas,
y más de 150 millones de dólares gastados en las campañas
hasta ahora, no se ha logrado definir que es eso, en
concreto, de “un cambio”, más allá del personal que
ocupará la Casa Blanca a comienzos de 2009.
Por
el lado republicano, el peso de una de las peores
presidencias de la historia, con una guerra cada vez más
reprobada, decenas de escándalos de ética y abuso de poder
y corrupción, el panorama no es muy alentador. Sus
candidatos se distancian en varios grados de la presidencia
de George W. Bush, y tienen que convencer al electorado que
saben cómo reparar el daño con “un cambio”, pero aún
no logran ofrecer una idea de qué implica eso si no es más
que la continuación de lo mismo.
Sin
embargo, en Iowa, donde el proceso arranca, en el juego
electoral ya está percibiéndose esta frustración ante la
posibilidad de más de lo mismo. De repente, los hasta ahora
favoritos en las preferencias de los electores a escala
nacional y hasta recientemente en ese estado tan poco
representativo del país (población pequeña, muy blanca y
rural en una nación con grandes concentraciones de población,
80 por ciento urbano y creciente diversidad étnica y
racial) están perdiendo frente a candidatos que hasta poco
se consideraban poco probables: el demócrata Barack Obama y
el republicano Mike Huckabee.
Una
derrota al comienzo del proceso para Hillary Clinton y su
contraparte republicana Mitt Romney, podría cambiar de
manera dramática el tablero del juego electoral y advertir
que el electorado está dispuesto a manifestar su reprobación
en favor de dos poco probados contra los que se presentan
como los más “seguros”.
Falta
mucho para las elecciones generales de noviembre del próximo
año. Pero con un calendario electoral complicado y raro
–donde cinco días después de Iowa se celebra la segunda
primaria en New Hampshire, con otros estados más en las
semanas posteriores y, según el mismo calendario, estos
procesos estatales concluyendo a principios de junio–,
todo podía estar determinado a principios de febrero,
cuando 22 estados –incluyendo los más numerosos en
electores como California, Nueva York, Illinois y
Massachussets– celebran sus primarias el 5 de febrero en
el ahora bautizado “Tsunami Tuesday”.
Está
por verse si en toda esta carrera hay un caballo con el
nombre de Cambio, o si ya todo está arreglado aun antes de
que uno pueda apostar.
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