Cómo se sigue extendiendo la paranoia en EEUU
Los contraterroristas
aficionados
Por Adán Salgado Andrade
Enviado por el autor, diciembre de 2007
No cabe duda
de que el control mediático del gobierno de George Bush y
sus halcones, así como de las grandes cadenas noticiosas
estadounidenses, siguen ejerciendo una fuerte dominación
tanto en la forma de pensar, así como en el comportamiento
de buena parte de los individuos en este mundo tan
convenientemente globalizado. Por ejemplo, en México,
tomando cómo pretexto el “combate al narcotráfico y al
crimen organizado”, recientemente se aprobaron infames
leyes que, antes que nada son denigrantes para la dignidad
humana y los más elementales derechos de los ciudadanos,
quienes, entre otras cosas, ya no podrán oponerse a que un
simple policía que “sospeche” que allí se realizan actividades ilegales (esto quedó a “criterio”, así que las
actividades ilegales pueden ser desde venta de
estupefacientes, hasta activismo político), pueda allanar
su domicilio sin ninguna orden de cateo (o sea, el requisito
legal que antes era indispensable para tal acción y que era
emitido por un juez).
También es legal ya el espionaje
telefónico y las grabaciones ilegales que de éste se
obtengan, con las que se podría incriminar sin ningún
problema a cualquiera. Es ya constitucional, en el mismo
orden de cosas, la caución carcelaria preventiva ¡hasta
por dos años! Si alguien es considerado “sospechoso”.
Como puede verse, cualquier parecido con la ilegal, absurda
y dictatorial “Ley patriótica” de EU, ejercida por el
Department of Homeland Security, no es mera coincidencia, ya
que México siempre ha sido considerado por aquel país como
una zona de contención de las posibles “amenazas
terroristas” que pudieran provenir desde allí. Debido a
esa ley, todo ciudadano estadounidense puede ser legalmente
investigado y allanado en sus actividades diarias, sin que
sea eso considerado una violación a sus garantías
individuales, todo en
aras de la seguridad del país.
Por si fuera
poco, se instrumentó un Plan
México (eufemísticamente llamado Plan Mérida) que
pretende combatir también al narcotráfico durante los próximos
tres años, muy parecido al Plan Colombia, en el que EU
invertirá sólo $1500 millones de dólares, en tanto que México
gastará $7000 millones de dólares, todo orquestado, claro,
por el gobierno de Bush (además, esto más pareciera un
negocio para EU, pues no se entiende como en un plan
conjunto, México, con una economía 14 veces menor, gaste
casi cinco veces más dinero, el que además será invertido
para la compra de material militar y de todo tipo que ayude
a “combatir a la violencia criminal organizada”.
Seguramente los proveedores de esos equipos “logísticos”
serán empresas estadounidenses). Así que si de acuerdo con
el tal plan, se llegara a considerar a los zapatistas o a
los movimientos políticos como un “potencial peligro”,
pues sencillamente se les reprimirá y someterá, y
más va por ahí el asunto que por el combate al crimen
organizado. Como dije, así a México se le confirma el
ser una zona de contención del “terrorismo” (léase
activismo social) que pudiera pernear territorio
estadounidense.
Sí, el
llamado combate al
terrorismo es un excelente pretexto y una descarada
manera de imponer supuestas “leyes” que lo único que
buscan es un mayor control, más eficiente, sobre los
gobiernos y las vidas de los ciudadanos de otros países que
se encuentren dentro del área de influencia estadounidense
y de los suyos propios, por supuesto
(Ver mi artículo en Internet “La amenaza
terrorista, el nuevo gran negocio para la industria del
miedo”, disponible en el buscador Google bajo ese título).
Así pues,
cualquier acción que contribuya a “salvaguardar al orden
político y social establecido” será bienvenida, aunque
sea más un producto de la referida manipulación propagandística,
que un verdadero acto que enaltezca a quien lo esté
haciendo. Me referiré aquí a una cuestionable actividad,
que llamaré el “contraterrorismo amateur”, desarrollado
sobre todo (¡en dónde más!) en Estados Unidos, que
consiste en que ciudadanos “comunes y corrientes”,
poseedores de una computadora, conexión a Internet y un
patológico sentido de “patriotismo”, así como
dominados por un paranoico pánico a la amenaza terrorista, se han dado a la ociosa tarea de rastrear
terroristas o potenciales terroristas a través de la red.
Sí, en efecto, estos cazaterroristas, imbuidos por los lineamientos que la propia “Ley
patriótica” ha determinado en cuanto a qué
es un terrorista, de dónde proviene y cómo podría actuar,
se han obsesionado en “localizar” y, de ser posible,
“mandar tras las rejas” a personas que potencialmente
puedan representar un peligro para la estabilidad y las paz
de la América de George Bush. Así, el terrorismo
pareciera representar el máximo peligro al que los
estadounidenses se enfrentan. Frente a él, otros problemas le
quedan chicos.
No es de preocuparse que haya unos 200
millones aproximadamente de armas en poder de los
estadounidenses, es decir, por cada tres personas existen
dos armas, ni que mueran poco más de 30,000 ciudadanos cada
año por disparos producidos por esas armas, muchos de ellos
profesores y alumnos, debido a que muchos tiroteos son en
centros escolares (Ver mi artículo “La locura por las
armas en EU”, en Internet. El documental de Michael Moore
“Masacre en Colombine”, muestra muy bien esa situación).
Tampoco es grave que 6 de cada 10 estadounidenses no cuenten
en absoluto con algún tipo de servicios de salud y que
muchos mueran a falta de una operación, debido a que no tenían
un seguro médico (como también lo muestra otro reciente
documental de Moore, “Sicko”, en el que expone los pésimos
servicios médicos con que cuentan sus paisanos pobres). Ni
tampoco es problema la grave crisis de los créditos
inmobiliarios, lo cual está provocando una nueva debacle
económica que está arrastrando consigo a otros sectores
productivos y al resto del mundo… no, nada
es peor que la amenaza terrorista.
Así, para
realizar su “noble labor”, los ociosos cazaterroristas
parten del clásico “perfil racial”, que ha puesto
como los primeros terroristas del mundo a cuanto árabe o
islámico exista en éste (sí, de nueva cuenta, se impone
el prejuicio racial de que todo lo blanco, sajón, es bueno
y todo lo demás, es malo. Ver mi artículo en Internet
“Bienvenidos a Arabialandia, disponible en el buscador
Google bajo ese título). El siguiente ejemplo que refiero
es uno de esos lamentables casos de
fanatismo patriotero.
Shannen
Rossmiller es una estadounidense nacida en Montana, de
profesión abogada, que, según refiere, se dio a la
“noble tarea” de pescar
terroristas desde que vio cómo
las torres gemelas en septiembre del 2001 se
colapsaban (sospechoso caso de terrorismo
que un día seguramente la historia demostrará, cuando
deje de ser top
secret, que se trató de un complot urdido dentro de las
esferas mismas del poder político y económico de los EU, y
que tan buenos frutos le ha dado, entre otros, la plena
justificación para invadir Irak y quedarse con su petróleo,
que representa la segunda más grande reserva mundial, el
cual le alcanzaría unos 25 años para satisfacer sus
necesidades energéticas). “Eso me provocó mucha rabia,
ver cómo esos miserables árabes nos dañaron así”,
dice, en tono de profundo desprecio. De allí, presa, como
dije, de su alto sentido del “deber patriótico”, esta
mujer se fanatizó tanto, que decidió emprender una
“lucha frontal” contra los terroristas.
“¡Me dije que
esto no iba a volver a pasar!”, declara, con emocionada
voz. Y así, su “valiosísima labor” comenzó.
Prejuiciada de que había que comenzar por los árabes,
Rossmiller empezó a frecuentar los foros de esos grupos en
el Internet, aunque comprendió que para que surtieran
efectos sus indagaciones “pues debía de aprender árabe,
pensar como árabe, sentir como árabe, conocer su religión,
el Corán, acercarme al islamismo y todo cuanto pudiera
hacerme pasar como un árabe deseoso de morir por la
causa”. Y aunque no se crea, esto que parece más un plot
de cintas de espionaje, la abnegada,
patriota abogada
se puso a estudiar árabe, se metió a leer el Corán, buscó
cuanto pudo saber acerca de la sociedad árabe… ¡incluso
localizó fotos de supuestos “terroristas árabes” para
suplantar sus personalidades y asumirlas, con tal de que al
presentarse en los foros árabes de chateo, pasara ella, ya
fuera como una potencial terrorista o como alguien que
estuviera buscando a “mártires” para posibles atentados
suicidas. Llegó al extremo de estudiar, a través de mapas
y guías turísticas, lugares y barrios, para hacerse pasar
como habitante de esos lugares, en caso de que necesitara,
por ejemplo, citarse en algún sitio.
Esta eficientísima
cazaterroristas lleva casi seis años haciéndose pasar por árabe y
apenas si ha logrado cuatro magros resultados. Pero en el análisis
de las personas que supuestamente fueron atrapadas por la
policía gracias a sus indagaciones, podrá verse que, en
todo caso, muchas fueron más una influencia manipuladora de
Rossmiller, que verdaderos terroristas.
Incluso, dos de ellos eran, ¡increíble!, compatriotas de
esta mujer. Uno de ellos es el militar de nombre Ryan
Anderson (aquí cabe recordar que uno de los más graves
atentados efectuados en EU, antes de las torres gemelas, fue
el perpetrado por Timothy McVeigh, ex
mariner condecorado, que en 1996 dinamitó un edificio público,
y quien no tuvo reparos en declarar que él lo había hecho
y que había sido una venganza contra el gobierno por haber
asesinado al señor David Koresh, líder de la secta de los davidianos,
en Waco, Texas, en 1994, al cual McVeigh admiraba).
Este
soldado pertenecía al cuerpo de infantería de la guardia
nacional estadounidense, que en el 2003 tomó parte en la
invasión estadounidense–inglesa a Irak. El soldado,
operador de tanques, estaba tratando de ponerse en contacto
con grupos árabes, más que con terroristas, pues estaban
por mandarlo a combatir a ese país. Para su desgracia se
enlazó con Rossmiller, la que se hizo pasar por Ahu
Khadija, un supuesto activista árabe que, le dijo a
Anderson, estaba organizando algunos campos de entrenamiento
militar en Pakistán. Probablemente Anderson pertenecía a
la minoría de estadounidenses con cierta conciencia que en
ese entonces estaban en contra de una injustificada invasión
al país árabe, pues en alguno de los correos electrónicos
que le envió a Rossmiller, le confesó: “¿Podría haber
alguna oportunidad de que un hermano que en este momento está
en el lado equivocado pudiera unírseles en su lucha…
digamos, desertar?”. En un correo posterior, Anderson le escribió:
“debido a que estoy por ser mandado a la zona de guerra,
voy a tener que disparar contra el enemigo. Pero lo que más
siento es dispararle a alguien que me ataque, cuando lo que
más desearía es estar de su lado”.
Es decir,
Anderson deseaba estar del lado de los invadidos. Y estas
desafortunadas declaraciones de Anderson bastaron para que
la abnegada patriota lo denunciara al FBI, agencia que, ¡increíble!,
lo sentenció a cadena
perpetua por cargos de intento de espionaje e intento de
ayudar al enemigo. Sí, se aplicó aquí el mismo estúpido
argumento que se empleó para invadir Irak: el
potencial peligro que alguien sospechoso puede representar
en el futuro. Muchos de los supuestos argumentos en
contra de Anderson fueron inducidos por la funesta
influencia del supuesto Khadija, es decir, Rossmiller en su
suplantada personalidad. Sí, esto equivale a platicar con,
por ejemplo, una mujer golpeada por su esposo, y que tras de
una nueva golpiza, con muy conveniente grabadora oculta, le
preguntáramos qué haría, si no le gustaría golpear ella
también a su marido o, ¿por qué no?, matarlo,
y que en vista de su coraje y su dolor, la mujer lo
aceptara, matarlo,
y que le metiéramos más cizaña para que nos dijera cómo lo mataría, que abundara en detalles, sí, “díganos cómo se
desharía de ese desgraciado”. Y ya con su inducida
“declaración” fuéramos con un juez para denunciarla,
“sí, mire, su señoría, cómo esta mala
mujer está planeando asesinar a su amoroso marido”.
Por sí misma
la invasión a Irak fue una verdadera infamia, un simple
acto de fuerza militar y de barbarie llevado a cabo mediante
vulgares mentiras y manipulación de Bush, sus halcones y
las corporaciones noticiosas, así que se condenó a
Anderson por el simple hecho de cuestionar tal invasión,
que para nada era un acto de nobleza o de salvaguarda de los
intereses estadounidenses, sino un montaje que, como dije
antes, logró para EU el apoderarse del petróleo iraquí
gracias al gobierno títere que desde entonces impuso Bush.
Así que no me parece un
acto heroico lo hecho por Rossmiller, quien, en todo
caso, lo hizo poseída de ese patrioterismo hipócrita que
ha establecido la perorata de la “Ley patriótica” que
señala que es un
deber ciudadano denunciar cualquier acción o individuo
sospechoso que pudiera atentar contra la seguridad de América. Baste recordar que el famoso Ted Kazinsky,
mejor conocido como el Unabomber
(este extravagante doctor en física mandó algunas
cartas explosivas a científicos que él consideraba
“peligrosos”), autor del “Manifiesto a la sociedad
postindustrial” (en éste, condenaba Kazinsky a la
sociedad capitalista–industrial que está destruyendo día
a día al mundo), fue denunciado nada menos que por su
propio hermano, quien consideró “patriótico” hacerlo,
ya que su país era más importante que su “loco”
pariente. Como digo, es la falsa, hipócrita rectitud de
gente que presume de ser muy respetuosa de las leyes y el orden establecidos, pero que no dudó
en lanzar bombas incendiarias en Vietnam o bombas de
fragmentación contra inocentes ciudadanos iraquíes.
Pero esto no le interesa a Rossmiller, más ocupada en fabricar
terroristas que en cazarlos.
Otro supuesto
triunfo de la falsa árabe, es haber denunciado a un
aparente traficante de armas que estaba vendiendo viejos
cohetes Stinger que
los estadounidenses habrían entregado en los ochentas a los
guerrilleros afganos mujahideen,
quienes en aquel entonces combatían contra los soviéticos,
los cuales apoyaban al gabinete marxista que gobernaba el
Afganistán de esos años. Seguramente debido al mercado
negro mundial de armas que existe en la actualidad, habían
caído en las manos del citado traficante esos cohetes.
Rossmiller se hizo pasar por Abu Issa, un supuesto activista
que le “reveló” al traficante haber participado en el
atentado con bombas que había dañado la sede de la ONU en
Afganistán en 2003. La mujer le exigió, claro, en su
personalidad árabe, que le diera pruebas de que aquél poseía
las armas. Y el traficante le mandó unas fotos de él junto
a los cohetes, las que Rossmiller mostró luego al FBI,
quien los identificó por los números de serie como los ya
citados Stinger proporcionados
hacía años por el Pentágono. Pero no se sabe qué pasó
con el traficante, así que en este caso, no resultó tan
efectiva la labor de Rossmiller. Claro, pues muchos de esos
traficantes de armas son “tolerados” por EU o Rusia u
otros países fabricantes de armamento, ya que son parte
esencial del tráfico de armas, tan necesario a la economía
de tales países, dado que el negocio militar es una
industria mundial que asciende a un billón de dólares
($1,000,000,000,000) por año.
Un caso más
de los destapes fue
justamente el de otro estadounidense, Michael Reynolds, una
especie de Timothy McVeigh, quien estaba planeando, según
Rossmiller, muy
meticulosamente volar gasoductos en EU. Reynolds pensaba
comprar camiones pipa usados para materializar sus
objetivos. Más que un terrorista, pareciera que Reynolds es
el tipo de psicópatas estadounidenses, cada vez más
frecuentes, quienes frustrados sobre todo por cuestiones
económicas, entran a una escuela, al metro o a un centro
comercial a balacear a cuanta persona esté a su alcance. Y
seguramente deseaba que su atentado fuera aún más
impresionante que el realizado por Mc Veigh en 1996 (debe de
haber leído algo de cómo Mc Veigh realizó su atentado, el
que efectuó cargando una camioneta tipo van
con cientos de kilogramos de fertilizante y litros de diesel
y estallándola a distancia). Rossmiller se hizo pasar por
un árabe terrorista financiador de “causas santas”, Abu
Musa, que estaba dispuesto a apoyar los planes de Reynolds.
Éste, que vivía en Pensilvania, viajó 3200 kilómetros
hasta Idaho, sonsacado por Rossmiller, pues allí le dijo
que le daría el dinero suficiente, pero en lugar de
encontrarse con la falsa árabe, se halló al FBI. Está
siendo juzgado en Pensilvania, pendiente de ser sentenciado.
De nuevo, no cuesta mucho imaginar que fue la propia
Rossmiller quien alimentó los sueños psicópatas de ese
hombre, quien probablemente tendría sus planes, pero que se
vieron magnificados por la influencia tendenciosa y
manipuladora de aquélla.
Por último,
otro de sus “logros” fue haber “descubierto” una
conspiración de un grupo de novatos terroristas que vivían
en algún país árabe, quizá Pakistán, y que anhelaban
realizar algún acto terrorista en contra de las tropas
invasoras estadounidenses en Irak. De alguna manera, esto
podría entenderse no como un “acto terrorista”, sino
como una protesta
ante una invasión tan infame, humillante y tramposa, como
fue la de Irak. Es como si en su momento se hubieran juzgado
mal los atentados efectuados por la resistencia francesa
contra los nazis, cuando éstos invadieron París.
Rossmiller esta vez se hizo pasar por otro terrorista, Abu
Musa, supuestamente peligrosísimo. El grupo de neoterroristas
de nueva cuenta influenciados por las trampas de Rossmiller,
llegaron incluso a pedirle materiales para
su atentado, entre los que le mencionaron cerillos,
permanganato de potasio y celulares. La mujer, conocedora
del lugar en donde operaba el grupo (gracias, como mencioné
antes, a que se informa de todo, mediante mapas locales y
localización satelital), les dio como referencia una bodega
en donde los esperaría con el material pedido. Y en ese
lugar se supone que las autoridades locales los arrestaron.
Como puede
verse, más que cazar terroristas,
pareciera que Rossmiller los
creara, porque en los mencionados casos, los avances en
los supuestos planes e ideas “terroristas” de los
involucrados, fueron alentados y retroalimentados por ella.
Como
Rossmiller hay, por desgracia, cientos de cazaterroristas
en EU, unos 400, según recientes recuentos. Pero
ninguno de ellos, con todo y su meticulosa, patriotera
labor, pudo descubrir los (también sospechosos) atentados
efectuados en los metros de Madrid, el 11 de marzo de 2004,
ni en el de Londres, el 7 de julio del 2005. Tampoco esos sagaces rastreadores del terrorismo mundial, pudieron prevenir los
dos atentados que la ex primer ministra de Pakistán, la señora
Benazir Bhutto, sufrió en días pasados,
el segundo de ellos (el del jueves 27 de diciembre)
lamentablemente mortal.
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