La
mayoría de los precandidatos a la presidencia
son
millonarios
Por David Brooks
Corresponsal
en EEUU
La
Jornada, 15/01/08
Nueva
York, 14 de enero.– No todos los días un grupo de
millonarios expresa de repente su gran preocupación por el
bienestar de los trabajadores y los pobres y promete un
"cambio" para mejorar las vidas de los menos
afortunados.
Estos
millonarios (y un reverendo) buscan ser electos a un
gobierno para, de y por un pueblo que enfrenta salarios
reales reducidos, desempleo, falta de seguro médico, crisis
financiera y donde uno de cada diez padece hambre.
Los
principales precandidatos de los dos partidos son
millonarios (con una excepción). El más rico, el
republicano Mitt Romney, cuenta con una fortuna de 200
millones de dólares; el más "pobre" es Barack
Obama con un poco más de un millón en su fortuna personal,
informa la revista The New Yorker. El único que no
pertenece a este club es el reverendo bautista y ex
gobernador de Arkansas Mike Huckabee, pero el tiene a los
milagros de Dios de su lado.
Claro,
todo esto será muy relativo si se cumple la amenaza de que
el alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, decida entrar a
la contienda (actualmente considera sus posibilidades como
candidato independiente); tiene una fortuna de 11 mil
millones de dólares.
Estos
candidatos pertenecen a un grupo exclusivo que nunca, desde
1928 hasta la fecha, ha sido más rico que todos los demás:
ese 1 por ciento de los estadunidenses más ricos –con
ingresos promedio de 1.1 millones al año– y que son los más
beneficiados con la mayor desigualdad económica en décadas.
El
10 por ciento más rico –con ingresos mayores a 100 mil al
año– goza de 48.5 por ciento del ingreso total de este país.
Estas 300 mil personas obtienen casi el mismo ingreso que el
total de 150 millones de personas en la mitad baja de la
escala salarial a nivel nacional, según cálculos del New
York Times con base en estadísticas oficiales más
recientes (2005).
Este
exclusivo grupo recibió 440 veces el ingreso de una persona
promedio en la mitad de menor ingreso de la población; lo
cual implica que se ha duplicado la brecha entre pobres y
ricos desde 1980.
"Por
la vía equivocada"
En
tanto, la abrumadora mayoría del electorado que ahora está
decidiendo a cuál millonario enviar a la Casa Blanca,
padece condiciones económicas cada vez más difíciles. De
hecho, la mayoría (57 por ciento) de los estadunidenses
opina que el país ya está en una recesión económica, según
una encuesta de CNN el mes pasado. El grado de pesimismo
sobre la economía es el más alto en 18 años; 62 por
ciento opina que la economía empeora, según la encuesta más
reciente de CBS News/New York Times. El mismo sondeo
registra que 75 por ciento dice que el país procede sobre
"la vía equivocada".
Estas
percepciones no son ilusorias. Hay un desplome en el sector
de la construcción, nutrido por una crisis en el mercado
hipotecario que está amenazando con desalojar de sus casas
a cientos de miles, tal vez millones, de personas, y se
asoma una crisis por la creciente deuda personal con la que
la gente intenta superar la diferencia entre sus ingresos y
sus gastos; los estadunidenses deben unos 900 mil millones
en tarjetas de crédito.
Los
indicadores son desoladores: la tasa de desempleo registró
su mayor incremento de un mes para otro (de noviembre a
diciembre) desde octubre de 2001, el mes después de los
atentados del 11 de septiembre. Sólo se crearon 18 mil
empleos netos (se requieren 125 mil al mes para mantener el
mismo nivel con el crecimiento de población) y la tasa de
desempleo se incrementó de 4.7 a 5 por ciento.
"Ahora
estamos al borde de la recesión. Estamos tambaleando a la
orilla del precipicio, y no se necesitará mucho para
arrojarnos", consideró Robert Dye, economista
principal de PNC Financial Services Group en entrevista con
el Washington Post.
Los
analistas de las mayores casas de Wall Street ya sonaron la
alarma. Y los indicadores más recientes confirman un
desplome en el consumo personal –el cual representa 70 por
ciento de la actividad económica– en diciembre, lo cual
combinado con una contracción del crecimiento económico
podría detonar la recesión advertida.
Frente
a todo esto, hace casi un año –aun cuando los indicadores
económicos continuaban optimistas– una encuesta de Pew
Research Center ya registraba que un 73 por ciento de los
estadunidenses estaba de acuerdo con la declaración que
"hoy día es cierto que los ricos se hacen más ricos
mientras los pobres se hacen más pobres". Y eso fue
meses antes del anuncio de una recesión.
No
es sorpresa, entonces, que el tema económico es el de mayor
prioridad para el electorado según toda encuesta, superando
ya la guerra en Irak como la principal preocupación.
Y
tampoco sorprende que el mensaje de, por lo menos los
precandidatos demócratas, está adoptando cada vez más el
tono populista de la campaña de John Edwards, la cual
enfatiza la creciente desigualdad económica y sus
injusticias. Edwards fue el primero en colocar el tema de la
desigualdad al centro de su campaña. Vale recordar que
inauguró su campaña en pleno centro de Nueva Orleáns para
resaltar el problema, y ha dicho de manera repetida que el
gran empresariado está manteniendo "como rehén a
nuestra democracia".
Ahora
Hillary Clinton y Barack Obama han sido contagiados con el
populismo de Edwards, y todos hablan de los
"invisibles" en esta sociedad, de los pobres que
sufren de políticas económicas en su contra, y se recuerda
a aquellos "trabajadores textileros" de Carolina
del Sur, a los "lavaplatos en Las Vegas" y otras
referencias a los trabajadores y los que padecen las
injusticias ligadas a niveles de ingreso cada vez menores y
que hace poco casi ni se mencionaban.
Los
republicanos también han tenido que enfrentar estos temas,
y aunque sus recetas son las tradicionales de reducir
impuestos y la intervención gubernamental, han tenido que
modificar su mensaje para ofrecer algo que aborde la
realidad de un panorama económico que al oscurecerse,
revela aún más la desigualdad económica en este país.
Pero
los candidatos y muchos de sus amigos no pueden decir que
"comparten" este sufrimiento. Están entre los
beneficiados de un auge que distribuyó el "sueño"
entre unos pocos: el ingreso neto del 1 por ciento más rico
del país se incrementó un 228 por ciento entre 1979 y
2005, según la Oficina de Presupuesto del Congreso.
¿Será
que esta elección se trata de cómo los ricos salvarán a
los pobres?
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