El
“súper martes”, ni tanto ni tan poco
Por
Angel Guerra Cabrera
La Jornada, 07/02/10
El
show mediático sin precedente en torno al “súper
martes” podría llevar a la suposición de que algo
trascendental para Estados Unidos se dirime en la puja
presidencial entre millonarios. Ni tanto ni tan poco.
Del
lado republicano las tres figuras en contienda validan la
política bushista de guerra, tortura legalizada, restricción
de las libertades civiles y a favor de los ricos y las
grandes corporaciones. El favorito John Mc Cain promete
lograr la “victoria” en Irak, quedarse cien años en ese
país y su lenguaje se inserta en el rumbo bandidesco y
racista de la “guerra contra el terrorismo” al
proclamarse el único capaz de liderar la lucha contra el
“islam extremista radical”.
En
el bando demócrata, tanto Barak Obama como Hillary Clinton
se distancian de algunos de los aspectos más crudos del
bushismo aunque no planteen una ruptura verdadera con el
estado de cosas prevaleciente. Dicen que pondrían fin a la
guerra en Irak pero se pronuncian por mantener allí hasta
fecha indeterminada un contingente de tropas para proteger
los intereses y los ciudadanos estadunidenses y
“disuadir” a Irán. Afirman oponerse a la tortura y no
favorecer el sacrificio de las libertades en aras de
combatir al “terrorismo” y que de llegar a la Casa
Blanca cerrarían el campo de concentración de Guantánamo.
Sin embargo, ambos han votado en el Senado los fondos para
continuar la ocupación de ese país y Afganistán y la prórroga
de la Ley Patriota. Expresan que mejorarán el sistema de
salud pero sus propuestas no rozan siquiera las sacrosantas
y pingües ganancias de las compañías aseguradoras a costa
del contribuyente, que lo han llevado al desastre.
En
cuanto a la economía, carecen de una plataforma que los
diferencie de las políticas neoliberales dominantes desde
el mandato de Ronald Reagan, a pesar de que el país está
entrando en una recesión de consecuencias imprevisibles,
los salarios son los más bajos en muchos años y se prevén
grandes recortes de personal en los próximos meses. Tampoco
han cuestionado el presupuesto de guerra que les hereda
Bush, muy superior a los de la época de la guerra fría,
que, en un país técnicamente en quiebra, no deja un
centavo para atender el descomunal rezago social que
critican: escuelas en ruinas, millones en pobreza, maestros
mal pagados, empleos basura, déficit de vivienda e
infraestructura, pensiones insuficientes para una enorme
masa que llega a la edad de retiro y un largo etcétera.
Sobre
América Latina los aspirantes de ambos partidos coinciden
en la línea dura contra el “populismo”(léase Hugo Chávez,
Evo Morales, Rafael Correa y todo gobierno que no se pliegue
a la política de Washington) y en mantener el bloqueo a
Cuba, aunque Obama ha hablado de dialogar con Chávez y
Fidel Castro y flexibilizar las restricciones a los cubanos
para viajar a la isla y enviar dinero a sus familiares.
Los
votantes del Partido Demócrata están bastante más a la
izquierda que sus aspirantes presidenciales. Por eso, es
probable que la victoria de cualquiera de los dos debilite
políticamente las posturas más derechistas en política
interior y el curso ultrabelicista de la pandilla de Bush,
pues respondería a una movilización contra la guerra, el
recorte de las libertades civiles, la tortura, el
conservadurismo cultural y la práctica de favorecer a
ultranza a las corporaciones. Pero un cambio de cierta
magnitud dependería de la capacidad de los movimientos
sociales de organizarse desde ahora y exigirlo a aquellos y
no está a la vista. En el caso de Irak, por ejemplo, únicamente
una gran presión popular podría poner fin a la guerra.
Muchos
en el campo progresista, como la organización antiguerra
Move On, han endosado la candidatura de Obama argumentando
la influencia que el inédito caudal de voto juvenil,
liberal y negro arrastrado por este pudiera ejercer en su
eventual presidencia. Alegan que aquel está rodeado de
elementos menos conservadores que Hillary Clinton, quien
tiene entre sus asesores a verdugos de pueblos como Madeline
Albright y Richard Holbrooke.
Pero
sería ligero cantar por anticipado el triunfo de los demócratas.
Los golpes bajos de los Clinton a Obama vislumbran una
competencia desgastante que puede dividir al partido y
llevar al final a la cúpula a imponer una fórmula
decepcionante para los partidarios del afroestadunidense. Y
nadie habla del fraude, esa arma tan bien manejada por los
republicanos que llevó a Bush dos veces a la presidencia…
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