Obama,
Clinton y la guerra
Por
Naomi Klein y Jeremy Scahill (*)
The
Guardian, 28/03/08
Sin
Permiso, 30/03/08
Traducción
de Xavier Fontcuberta Estrada
Los
activistas contra la guerra deben cambiar sus tácticas
electorales. Ni Clinton ni Obama tienen realmente un plan
para finalizar la ocupación de Irak, pero se los podría
obligar a cambiar su posición.
“¿Y?” dijo Dick Cheney cuando se le preguntó la semana
pasada sobre el hecho de que la opinión pública esté
abrumadoramente en contra de la guerra de Irak. “Por
supuesto que no te puedes largar por unas encuestas”. Unos
días después, su actitud respecto a que el número de
soldados muertos en Irak había llegado a 4.000 mostró el
mismo grado de simpatía. Se “pusieron voluntariamente el
uniforme”, dijo el vice–presidente a ABC news.
Este grueso
muro de indiferencia ayuda a explicar la paradoja en la que
nos encontramos aquí en el campamento anti–guerra de EEUU
5 años después de la ocupación de Irak: el sentimiento
contra la guerra es el más fuerte que ha habido, pero
nuestro movimiento parece que está menguando. El 64% de los
americanos dicen a los encuestadores que se oponen a la
guerra, pero no lo dirías nunca a la vista del magro número
de asistentes a las últimas concentraciones o noches de
vigilia.
Cuando se
les pregunta porqué no están expresando sus opiniones
contra la guerra a través del movimiento anti–guerra,
muchos te dicen que sencillamente han perdido la fe en el
poder de las protestas. Marcharon contra la guerra antes de
que empezase, marcharon en el primer, el segundo y el tercer
aniversario… y aún así, 5 años después, los líderes
de EEUU se alzan de hombros y sueltan un: “¿Y?”
Por ello es
el momento de que el movimiento contra la guerra cambie sus
tácticas. Deberíamos dirigir nuestras energías allí dónde
aún puede tener cierto impacto: los principales candidatos
demócratas.
Muchos
sostienen algo distinto. Dicen que si queremos acabar con la
guerra, deberíamos sencillamente elegir un candidato que no
sea John McCain y ayudarle a ganar: ya nos ocuparemos de los
detalles una vez los republicanos estén desalojados del
1600 de Pennsylvania Anevue. Algunas de las voces
anti–guerra más prominentes – desde MoveOn.org hasta el
Nation, la revista para la que ambos escribimos – han
elegido este camino, y así han dado su apoyo a la campaña
de Obama.
Ello es un
error estratégico muy serio. Es durante una campaña
fuertemente diputada que las fuerzas contra la guerra pueden
tener el poder de cambiar de facto la política
norteamericana. Tan pronto como elijamos un bando, quedamos
relegados a un papel de simples animadoras.
Y cuando se
trata de Irak, hay bien poco que aclamar. Si echamos un
vistazo a la retórica que ha habido hasta el momento, está
claro que ni Barack Obama ni Hillary Clinton tienen
realmente planeado terminar con la ocupación. Sin embrago,
se les podría forzar a cambiar sus posiciones, gracias a
una batalla por las primarias singularmente larga.
A pesar de
las peticiones a Clinton para que se retire en nombre de la
“unidad”, es un hecho el que Clinton y Obama están
todavía plenamente en liza, luchando ferozmente por cada
voto, lo que da al movimiento contra la guerra la mejor
posición para ejercer presión. Y nuestra presión es
fatalmente necesaria.
Por primera
vez en 14 años, los fabricantes de armamento están donando
más a los demócratas que a los republicanos. Los demócratas
han recibido el 52% de las donaciones políticas de este
ciclo electoral hechas por la industria de defensa – muy
superior al 32% de 1996. Ese dinero está encaminado a
modelar la política exterior y, de momento, parece que se
ha gastado bien.
Mientras
que tanto Clinton como Obama denuncian con mucha pasión la
guerra, ambos tienen planes bien detallados para
continuarla. Los dos reconocen que pretenden mantener la
enorme zona verde, incluida la monstruosa embajada de EEUU,
y retener el control norteamericano del aeropuerto de
Bagdad.
Tendrían
desplegada una “fuerza de choque” dedicada a operaciones
de contra–terrorismo, así como personal de entrenamiento
para los militares iraquíes. Más allá de estas fuerzas
militares de los EEUU, el ejército de diplomáticos de la
zona verde necesitará medidas de seguridad fuertemente
armadas, que actualmente aportan Blackwater y otras compañías
de seguridad privada. En
estos momentos hay tantos contratistas privados como
soldados manteniendo la ocupación, así que esos planes
podrían implicar decenas de miles de miembros de personal
norteamericano atrincherados indefinidamente.
Con un
marcado contraste respecto a esa ocupación reducida, llega
el mensaje inequívoco de cientos de soldados que han
servido en Irak y Afganistán. Irak Veterans Against the War
(Veteranos de Irak Contra la Guerra), los cuales a
principios de este mes llevaron a cabo las sesiones del
Winter Soldier en Silver Spring, Maryland – basadas en la
investigación Winter Soldier de 1971, en la que los
veteranos testificaron sobre las atrocidades de los EEUU en
Vietnam – no dan su apoyo a ningún candidato o partido.
En cambio piden una retirada inmediata e incondicional de
todos los soldados y contratistas norteamericanos. Cuando ha
venido de activistas pacifistas, la postura del “fuera
ya” ha sido criticada por naive. Es más difícil
ignorarla cuando viene de los centenares que han servido –
y siguen sirviendo – en el frente.
Los
candidatos saben que mucha de la pasión que alimenta sus
campañas proviene del deseo de muchos demócratas de base
de terminar con esta desastrosa guerra. Pero lo crucial es
que los candidatos ya han dado muestras de ser vulnerables a
la presión del campamento por la paz. Cuando el Nation
reveló que ninguno de los candidatos daba su apoyo a
legislación que impidiese el uso de Blackwater u otras
compañías de seguridad privada en Irak, Clinton cambió de
rumbo. Se convirtió en el líder político de EEUU más
importante que suscribía la prohibición – apuntándose
un tanto respecto a Obama, quién se opuso a la guerra desde
el principio.
Ahí es
exactamente dónde queremos a los candidatos: superándose
el uno al otro para demostrar en qué medida se toman en
serio lo de acabar con la guerra. Ese tipo de batalla tiene
el poder de activar a los votantes y romper con el cinismo
que amenaza a ambas campañas.
Recordemos
que, al contrario que la actual administración Bush, estos
candidatos necesitan el apoyo de esos dos tercios de
norteamericanos que se oponen a la guerra en Irak. Si la
opinión se transforma en acción, ellos no estarán en
condiciones de soltar un “¿Y?”
(*)
Naomi Klein es autora de numerosos libros, incluido el más
reciente “The Shock Doctrine: The Rise of Disaster
Capitalism”. Jeremy
Scahill es
autor del best–seller del New York Times “Blackwater:
The Rise of the World’s Most Powerful Mercenary Army”.
El 81% de
los estadounidenses creen que las cosas en su país van
"por el camino equivocado"
Esa cifra
contrasta con la del 69% que el año pasado
pensaban lo
mismo o el 35% del 2003
Reuters–EP,
04/04/08
Washington.–
Cuatro de cada cinco estadounidenses creen que las
cosas van "por el camino equivocado" en su país,
lo que supone la perspectiva más sombría de los últimos
20 años, según una encuesta de The New York Times y la
CBS.
El sondeo
revela que el 81% de los encuestados piensan que "las
cosas han entrado muy gravemente por el camino
equivocado". Esa cifra contrasta con la del 69% que el
año pasado pensaban lo mismo o el 35% del 2003.
Sólo el 4%
de los participantes en el sondeo ha dicho que el país
estaba mejor que hace cinco años, mientras que el 78%
piensa que vas peor, según el periódico. El Times destaca
en su análisis el hecho de que los estadounidenses estén más
descontentos con la dirección del país que en ningún otro
momento desde que comenzó a realizarse esta encuesta a
principios de los noventa.
Asfixia
económica
La economía
ha surgido como el gran tema de la campaña presidencial de
este año. El país está inmerso en una crisis hipotecaria
y muchos economistas prevén una recesión este año. La
mayoría de los encuestados han asegurado que estaban económicamente
con el agua al cuello y han expresado su preocupación por
la situación económica del país.
Según el
Times, solo el 21% de los participantes en el sondeo han
dicho que la economía en general va bien, el menor
porcentaje desde 1992, cuando la recesión que comenzó en
el verano de 1990 ya se había superado. En la encuesta,
casi dos de cada tres personas han dicho que creían que la
economía está en recesión.
Ayudar
a las personas y no a los bancos
Cuando se
les ha preguntado por la crisis de las hipotecas, han
culpado de la situación a sus gobernantes, más que a los
bancos o a los compradores de viviendas, según el diario.
El 40% ha dicho que los reguladores eran los principales
responsables, mientras que el 28% ha citado a los
prestamistas y el 14% a los prestatarios, según el sondeo.
Los
encuestados han dicho que los individuos, y no las
instituciones financieras, deberían obtener ayuda
gubernamental. Según el diario, la gran mayoría se han
mostrado contrarios a que el Gobierno eche una mano a los
bancos, incluso aunque estas ayudas permitan limitar la
gravedad de la recesión.
La encuesta
nacional, realizada desde del 28 de marzo hasta el miércoles
pasado, se efectuó entre 1.368 adultos. El margen de error
fue de tres puntos porcentuales.
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