El
papel de Washington en Medio Oriente
¿Cambiará
un demócrata la política de EE.UU.?
Por
Noam Chomsky
The New York Times Syndicate, 06/04/08
Rodelu.net,
07/04/08
Hillary
Clinton y Barack Obama han realizado una campaña en base a
plataformas de “esperanza” y “cambio”, pero esa retórica
no parece apuntar a un cambio de importancia en la política
exterior de Washington. Este artículo, adaptado de un diálogo
entre el autor y Gilbert Achcar, entrega algunas claves de
ello.
Hace poco,
cuando el vicepresidente Dick Cheney fue consultado por la
corresponsal de ABC News Martha Raddatz acerca de encuestas
que demostraban que una abrumadora mayoría de los
ciudadanos de Estados Unidos se oponían a la guerra en
Irak, éste respondió: "¿Y qué?". Raddatz
insistió: "¿No le preocupa lo que piensa el pueblo de
Estados Unidos?".
"No",
respondió Cheney. "No puede cambiarse el curso de una
política debido a las fluctuaciones en las encuestas de
opinión pública", explicó.
Después,
la vocera de la Casa Blanca Dana Perino recordó que el
pueblo de Estados Unidos decide el curso de su política
"cada cuatro años. Y esa es la manera en que se ha
establecido en nuestro sistema".
Eso es
correcto. Cada cuatro años, Estados Unidos puede elegir
entre candidatos cuyos puntos de vista rechaza, y luego debe
callarse la boca. Pero como el pueblo no entiende bien esa
teoría de la democracia, suele expresar su desacuerdo con
vigor.
"Un
81% de los entrevistados dicen que cuando adopta una
‘decisión importante’, los líderes deben prestar
atención a las encuestas de opinión pública", señala
el Programa de Actitudes Políticas Internacionales (PIPA,
por sus siglas en inglés), con sede en Washington.
Y cuando se
les preguntó "si creen que ‘las elecciones son el único
momento en que los puntos de vista del pueblo deben tener
algún tipo de influencia’, un extraordinario 94% dijo que
los líderes del Gobierno deben prestar atención a los
puntos de vista del pueblo entre una y otra elección".
La misma
encuesta reveló que el público tiene escasas ilusiones
acerca de cuánto valen sus deseos. Un 80% dijo que
"este país está controlado por escasos intereses de
gran magnitud que sólo se preocupan por sí mismos", y
no "por el bienestar del pueblo".
Con su
desprecio sin límites por la opinión pública, el Gobierno
de George W. Bush ha estado en el extremo aventurero y
radical nacionalista del espectro político. Es posible que
un candidato demócrata vire más hacia el centro. Sin
embargo, el espectro es angosto.
Las
declaraciones y registros de Hillary Clinton y Barack Obama
hacen difícil esperar cambios significativos en la política
hacia el Medio Oriente.
¿Retirada?
Ni hablar
Ninguno de
los candidatos demócratas ha expresado una objeción de
principio a la invasión de Irak, como ocurrió cuando los
rusos invadieron Afganistán, o cuando Saddam Husein invadió
Kuwait. Una condena en el sentido de que la agresión es un
crimen, "el crimen supremo a nivel internacional",
como lo determinó el Tribunal de Nuremberg.
A lo más
criticaron "un error garrafal a nivel estratégico"
(Obama), o la participación en "otra guerra civil, una
guerra que no se puede ganar" (Clinton).
Se critica
la guerra en Irak en base al costo y al fracaso, una posición
considerada pragmática, sobria, moderada. Lo que se dice
habitualmente cuando se trata de crímenes cometidos por
Occidente.
Las
intenciones del Gobierno de Bush y posiblemente del senador
John McCain fueron subrayadas en una declaración de
principios divulgada por la Casa Blanca en noviembre de
2007.
Se trata de
un acuerdo entre Bush y el Primer Ministro iraquí, Nuri Al
Maliki, que permite a las fuerzas de EEUU continuar allí de
manera indefinida "para frenar la agresión
extranjera" y por razones de seguridad interna. Aunque
no sea, por cierto, la seguridad interna de un Gobierno que
rechace la dominación de Estados Unidos.
La
declaración también exige a Irak facilitar y alentar
"el flujo de inversiones extranjeras, especialmente
norteamericanas". Una expresión inusitadamente
descarada de voluntad imperial.
En
resumidas cuentas, Irak continuará siendo un Estado
cliente, aceptará instalaciones militares permanentes de
EEUU y asegurará a los inversionistas acceso a sus grandes
recursos petroleros. Una declaración razonablemente clara
de los objetivos de la invasión, que eran evidentes para
todos aquellos no cegados por la doctrina oficial.
¿Cuáles
son las alternativas? Fueron expuestas en marzo de 2007,
cuando la Cámara de Representantes y el Senado aprobaron
propuestas de los demócratas estableciendo fechas de
retirada. El general retirado Kevin Ryan, profesor de
Asuntos Internacionales de la Universidad de Harvard, analizó
las propuestas en el diario "The Boston Globe".
Éstas
permiten al Presidente anular las restricciones en nombre de
la "seguridad nacional", lo que, según Ryan, deja
la puerta muy abierta, pues se permite a los soldados
quedarse en Irak "en tanto y en cuanto realicen tres
misiones específicas: proteger las instalaciones de Estados
Unidos, sus ciudadanos o fuerzas; combatir terroristas de Al
Qaeda o internacionales, y adiestrar a fuerzas de seguridad
iraquíes".
Entre
dichas instalaciones figuran las grandes bases militares
norteamericanas y la Embajada de Estados Unidos, una ciudad
dentro de una ciudad, que no se parece a ninguna otra sede
diplomática en el mundo.
"Las
propuestas consisten en dar una nueva misión a nuestras
tropas. Tal vez se trate de una buena estrategia, pero esto
no es una retirada", dice Ryan. Y es difícil ver mucha
diferencia entre las propuestas hechas por los demócratas
aquel 7 de marzo y las ideas de Obama o de Clinton.
Objetivo:
Irán
En relación
a Irán, Obama es considerado más moderado que Clinton, y
su lema principal es "cambio". Por lo tanto, nos
concentraremos en sus planes. El senador pide una mayor
disposición a negociar con Irán, pero dentro de las
restricciones habituales.
Dice que
podrían "ofrecerse incentivos económicos y una
posible promesa de no buscar ‘cambio de régimen’ si Irán
cesa de entrometerse en Irak y coopera en tópicos de
terrorismo y en asuntos nucleares", y si cesa de
"actuar de manera irresponsable" al respaldar a
grupos militantes chiitas en Irak.
Algunas
obvias cuestiones vienen a la mente. ¿Cómo reaccionaríamos
nosotros si el Presidente de Irán, Mahmud Ahmadinejad,
prometiera "no buscar cambio de régimen" en
Israel a cambio de que ese Estado cesara sus actividades
ilegales en los territorios ocupados a los palestinos?
El enfoque
moderado de Obama se acomoda a la opinión pública. Como
los otros candidatos viables, Obama ha insistido que EEUU
debe amenazar con atacar a Irán. La frase estándar es
"debemos mantener todas las opciones abiertas".
Eso, por cierto, es una violación de la carta de las
Naciones Unidas, por si a alguien le preocupa saberlo. Pero
una gran mayoría de estadounidenses ha expresado su
desacuerdo.
Un 75% está
en favor de mejores relaciones con Irán, y apenas un 22%
propicia "amenazas implícitas", de acuerdo al
PIPA. Por lo tanto, todos los precandidatos presidenciales
se oponen a unas tres cuartas partes de la opinión pública
en este asunto.
La opinión
de norteamericanos e iraníes sobre la política nuclear ha
sido estudiada con cuidado. En ambos países, una gran mayoría
señala que Irán tiene el mismo derecho de cualquier otro
firmante del Tratado de No Proliferación: desarrollar energía
atómica, pero no armas nucleares.
Una mayoría
similar está a favor de establecer una "zona libre de
armas nucleares en el Medio Oriente que incluiría a los países
islámicos e Israel". Y más de un 80% de los
norteamericanos entrevistados respaldan la eliminación
total de las armas atómicas, algo que rechaza el Gobierno
de Bush.
Seguramente
los iraníes están de acuerdo con los norteamericanos que
Washington debe poner fin a sus amenazas militares e iniciar
relaciones diplomáticas normales.
En un foro
en Washington, luego que fueron divulgadas las encuestas del
PIPA, Joseph Cirincione, vicepresidente para Seguridad
Nacional y Política Internacional del Centro por el
Progreso de Estados Unidos (y asesor de Obama), dijo que las
encuestas demostraban "el sentido común de los pueblos
de Estados Unidos y de Irán, que es capaz de situarse por
encima de la retórica de sus líderes y encontrar
soluciones de sentido común para algunas de las cuestiones
más cruciales" para ambas naciones.
Aunque
carecemos de registros internos, existen razones para
suponer que el Pentágono se opone a un ataque contra Irán.
La reciente renuncia del almirante William Fallon como jefe
del Comando Central responsable de las tropas en el Medio
Oriente , fue interpretada como señal de su oposición a un
ataque, y es posible que ello sea compartido por el comando
militar en su conjunto. Y la Estimación de Inteligencia
Nacional de diciembre de 2007, informando que Irán frenó
su programa de armas nucleares en 2003, tal vez refleje la
oposición de la comunidad de inteligencia a la acción
militar.
Hay muchas
incertidumbres. Pero es difícil ver señales concretas de
que un Presidente demócrata pueda mejorar la situación, o
que su política refleje la opinión pública de los
estadounidenses o del resto del mundo.
Israel-Palestina
Tampoco en
la cuestión entre Israel y Palestina los candidatos han
ofrecido esperanzas de algún cambio constructivo.
En su
portal en internet, Obama señala que "respalda con
vigor la relación de Estados Unidos con Israel" y cree
que "nuestro primer e innegable compromiso debe ser con
la seguridad de Israel, el aliado más vigoroso de Estados
Unidos en Medio Oriente".
Resulta
claro que son los palestinos quienes enfrentan el problema
de seguridad más grave. De hecho, un problema de
supervivencia. Pero los palestinos no son un "vigoroso
aliado" de EEUU.
Y, en la
mejor de las circunstancias, serían un aliado muy débil,
por lo que sus aflicciones merecen escasa preocupación, según
el principio operativo de que los derechos humanos son en
buena parte decididos por contribuciones al poder, a las
ganancias y a las necesidades ideológicas.
Obama se
presenta como un súper halcón con respecto a Israel.
"Él cree que el derecho de Israel a existir como un
Estado judío jamás debe ser puesto en entredicho",
dice su programa. Pero en ningún momento ha dicho que el
derecho de los países a existir como Estados musulmanes (o
cristianos, o blancos) "jamás debe ser puesto en
entredicho".
Obama pide
un aumento de la ayuda exterior "para asegurar que se
satisfagan las prioridades de financiamiento" a Israel.
E insiste en que Estados Unidos no debe "reconocer a
Hamas a menos que renuncie a su misión fundamental de
eliminar a Israel".
Ningún
Estado puede reconocer a Hamas, que es un partido político.
Tal vez se refiera al Gobierno que formó Hamas luego de
elecciones libres, cuyos resultados no fueron los esperados,
y por lo tanto resultan ilegítimos, siguiendo el criterio
de "democracia" que prevalece en la elite.
También se
considera irrelevante que Hamas haya pedido en numerosas
ocasiones un acuerdo de dos Estados, acatando el consenso
internacional, algo rechazado por Estados Unidos e Israel.
El
candidato tampoco ignora a los palestinos. "Obama cree
que una mejor vida para las familias palestinas es buena
tanto para los israelíes como para los palestinos". Y
añade una alusión a dos Estados viviendo lado a lado de
manera pacífica; una alusión lo bastante vaga para que los
halcones de Estados Unidos e Israel la acepten sin
problemas.
En cuanto a
los palestinos, tienen ahora dos opciones. Una es que
Estados Unidos e Israel acepten el consenso internacional de
dos Estados, de acuerdo a la ley internacional.
Una segunda
posibilidad es una que ya están implementando: consignar a
los palestinos a su prisión en Gaza y a sus cantones en la
Cisjordania, separados por asentamientos judíos y grandes
proyectos de infraestructura, mientras Israel se apodera del
valle del río Jordán.
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