Las
elecciones en Estados Unidos
El
momento de Obama
Por
Ramón Sánchez–Parodi Montoto (*)
Boletin
Entorno, Año 6 Nº 47, 05/06/08
El
3 de junio Barack Obama entró de manera práctica en la
historia de la política norteamericana como el primer negro
(afroamericano) que alcanza la candidatura a la presidencia
de la república por uno de los dos partidos principales en
Estados Unidos. De paso lograba otro punto: efectivo líder
nacional del Partido Demócrata.
Una
“corrida” de superdelegados que de manera individual
expresaron su apoyo a Obama antes de que cerraran las urnas
de las primarias celebradas ese día en South Dakota y
Montana, catapultaron al senador por Illinois, con un total
de 2144 delegados, por encima de la barrera de los 2118
delegados necesarios para asegurar la nominación en la
Convención Nacional del Partido Demócrata que se celebrará
a finales de agosto en Denver, Colorado.
Al
final fueron los “patricios” demócratas (los
superdelegados) quienes pusieron el peso en la balanza a
favor de Barack Obama. Ahí esta la clave que decidió la
nominación por el Partido Demócrata. Es reflejo de un
amplio rechazo a la idea de regresar al clan Clinton
por posibles ocho años más a la Casa Blanca.
El
apoyo de los superdelegados era esencial para culminar la
estrategia de la campaña de Hillarry Clinton, en pos de la
nominación. La idea era asegurar un número considerable de
delegados electos en las contiendas a celebrarse temprano en
la campaña, hasta el 4 de marzo, poniendo énfasis en los
estados de mayor población y, por tanto, de mayor número
de delegados. El resto de los votos los proveerían los
superdelegados.
Pero
Hillary, aunque ganó los estados previstos, no logró la
cantidad deseada de delegados porque la estrategia de la
campaña de Obama, al concentrarse en los pequeños estados
con caucuses y en los distritos congresionales más
populosos (fundamentalmente urbanos) donde podía movilizar
a una buena cantidad de votantes (afroamericanos, jóvenes)
fue también exitosa y efectiva.
Los
superdelegados no se comportaron de la forma prevista por la
campaña de Clinton. Los números lo confirman. A comienzos
de enero 2008, Clinton tenía una ventaja de 96
superdelegados (165–69). A principios de febrero la
diferencia no había variado sustancialmente; era de 93
delegados (198–105), pero a fines de febrero había
disminuido considerablemente a 64 delegados (238–174). Al
concluir marzo, se redujo a 34 (246–212); terminando abril
era de 22 (246–212) y ya en mayo Obama sobrepasó a
Hillary en el apoyo de los superdelegados, concluyendo el
mes con 315,5 por Obama y 279,5 por Clinton.
Idea
de lo fuerte que es el rechazo a Clinton quedó demostrado
cuando en marzo y abril Obama estuvo sometido a
fuertes ataques que desestabilizaron su campaña, producto
de sus declaraciones en San Francisco acerca de que en las
pequeñas poblaciones y áreas rurales sus habitantes se
aferraban a la religión y a las armas por la irritación
que sentían ante la actuación de los gobiernos y la forma
en que se vio involucrado en las declaraciones consideradas
extremas del pastor Jeremy Wright , la ventaja de Clinton en
cuanto al apoyo de superdelegados se redujo en no menos de
20 superdelegados.
Además,
también Obama gozaba de una amplia ventaja en delegados
electos en las primarias y caucuses. El resultado era
inevitable. Clinton había perdido la batalla por la
nominación, pero había caído en un “estado de negación”.
Se empeñó en seguir en la contienda frente a todas las
evidencias que demostraban que la lucha por la nominación
estaba decidida a favor de Obama.
Ni
siquiera aceptó reconocer la victoria de Obama con los
resultados del 3 de junio. En un acto en New York anunció
que esa noche no tomaría una decisión. Evadió el ritual
en estos casos, donde el derrotado reconoce que ha perdido y
felicita a su rival. Se limitó a hablar bien de Obama y
declarar que “es un honor considerarlo mi amigo”. Dijo
que se tomaría unos días “para consultar con sus
partidarios y con los líderes del partido para determinar cómo seguir adelante, guiándome por
los mejores intereses de mi partido y mi país”. Un
comentarista calificó la actitud como “fiera determinación
u obsesión absoluta”.
Finalmente,
luego de una reunión que sostuvo Hillary el 4 de junio con
líderes demócratas en
las instalaciones del Capitolio en Washington, uno de sus
principales asesores, Howard Wolfson anunció que el sábado
7, la candidata celebraría un acto donde “expresaría su
apoyo al señor Obama y la unidad del partido”. Otro
asesor dijo que Hillary “aceptaría la derrota, felicitaría
al señor Obama, lo proclamaría como el candidato y
prometería hacer lo necesario para asegurar su victoria en
noviembre”.
La
actitud de Hillary chocó con las posiciones de importantes
dirigentes del Partido Demócrata. El 4 de junio a las 7
a.m. circuló
una declaración conjunta del líder de la mayoría demócrata
en el Senado, Harry Reid, de la presidenta de la Cámara de
Representantes, Nancy Pelosi, del gobernador de West
Virginia, Joe Manchin III, presidente de la Asociación de
Gobernadores, y de Howard Dean, presidente del Comité
Nacional Demócrata señalando que “hemos llegado al final
del proceso de primarias y caucuses y los votantes han
hablado” e instando “a los superdelegados aún no
comprometidos a expresar su opinión antes del viernes (6 de
junio)”.
La
irritación con la posición de Hillary Clinton se hizo más
evidente en el comentario hecho por el representante
afroamericano por New York, Charles B. Rancel,
vicepresidente de la campaña presidencial de Hillary
Clinton, y quien le ha dado cerrado apoyo desde su aspiración
a senadora por New York en el 2000. Dijo Rangel a los
periodistas: “Prometimos apoyarla hasta el final.
Nuestro problema es no poder determinar donde demonios está
el final.”
Mientras
tanto, Obama proclamó su triunfo desde la noche del 3 de
junio, en un acto celebrado en el ExCel Energy Center,
stadium de hockey de la ciudad de Saint Paul, estado de
Minnesota, simbólicamente el mismo lugar, donde el Partido
republicano efectuará en septiembre próximo la investidura
de John McCain como candidato presidencial. Al dirigirse a
los miles de partidarios allí congregados atacó a sus
contrincantes republicanos señalando: “Esta noche
marcamos el fin de una histórica jornada con el comienzo de
otra – una jornada que traerá un nuevo y mejor día para
América (Estados Unidos)”. Posteriormente señaló
“Lo que ustedes no se merecen es otra elección
regida por el miedo, las insinuaciones y la división. Lo
que no oirán de esta campaña o de este partido es el tipo
de política que usa la religión como una cuña y el
patriotismo como una baqueta – que ve los oponentes no
como un desafío, sino como enemigos a satanizar”.
Los
actividades posteriores de Obama han sido una presentación
el miércoles ante el American Israel Public Affairs
Committee (principal grupo de lobby pro–israelita en
Estados Unidos), un voto en el Senado sobre el presupuesto y
una visita al estado de Virginia el jueves, luego de lo cual
ha anunciado que tomará unos días de recogimiento privado
para pensar sobre la estrategia para la campaña de las
elecciones generales.
Reconociendo
la evidencia de que el sector de Clinton es una importante
fuerza en el Partido Demócrata, tanto Obama como sus
principales asesores han sido sumamente cuidadosos al
referirse a Hillary Clinton. Obama se ha expresado en términos
elogiosos sobre su rival, declarando que tendrá un lugar
prominente en la realización de programas de gobierno con
la atención universal a la salud, en la transformación de
la política energética y en la lucha para sacar a la niñez
de la pobreza. Ha habido breves contactos telefónicos y
personales entre ambos, pero ha quedado para una etapa
futura “sentarse a conversar”.
Sin
embargo, Obama y sus asesores no han reaccionado con
entusiasmo a la idea de conformar una candidatura llevando a
Hillary Clinton como vicepresidenta. Por el contrario los
asesores de la campaña de Obama indican que no hay ninguna
prisa para designar al vicepresidente. Obama ha creado un
comité de tres personas para examinar posibles candidatos a
la presidencia, compuesto por Carolina Kennedy, la hija del
asesinado presidente John F.; el ex Vice Fiscal General
durante administración de Clinton, Eric Holder; y el ex
Ejecutivo Principal de Fannie Mae, financiera de hipotecas,
y conocida figura en los círculos de Washington, Jim
Jonson.
A
favor de la candidatura vicepresidencial de Hillary Clinton
se ha movilizado la influyente figura afroamericana de
Chicago, Bob Johnson, fundador de la empresa de difusión
Black Entertainment Network quien, entre otras cosas, se ha
dirigido a los congresistas afroamericanos del Black Caucus
proponiendo la creación de la llamada “candidatura de
ensueño” Obama–Clinton.
En
las próximas semanas se le presentan a Obama algunas
importantes e ineludibles cuestiones. Una primerísima es
lograr un entendimiento con las distintas vertientes del
Partido Demócrata y en especial con el grupo de los
Clinton. Esto requerirá de cuidadosas negociaciones donde
Obama tendrá que lograr el máximo de apoyo evitando
comprometer innecesariamente su control sobre aspectos básicos
de la campaña. No es previsible que se produzca
inicialmente un acuerdo sobre una indeseable decisión (para
los intereses de Obama) que incorpore a Hillary como
candidato a la vicepresidencia.
Por
otra parte, Hillary tiene un interés personal monetario que
debe resolver. La deuda de decenas de millones de dólares
de su campaña electoral, una parte importante de
la cual se la debe a ella misma. Y un camino, casi el
único, para resolver el asunto sería que de una forma u
otra se mantuviese activa su campaña. Por eso se especula
que la ex primera dama decida no concluir su campaña, sino
suspenderla hasta agosto, lo que le permitiría seguir
tratando de recaudar dinero y solventarla.
Otra
cuestión esencial es trazar una estrategia y una táctica
para la campaña de las elecciones generales que aunque
técnicamente comienza después del 8 de septiembre,
en realidad ya ha comenzado desde el mismo 3 de junio. En
esto John McCain lleva una relativa ventaja en el tiempo, ya
que en su caso alcanzó la nominación desde comienzos de
marzo pasado.
Es
vital para cualquier candidato garantizar tres cosas: a)
asegurar los estados que desde 1992 han votado siempre por
el candidato del partido (son 18 estados por cada partido),
b) procurar ganar la mayor parte de los estados que en esas
elecciones han “oscilado” o “pendulado” entre el
apoyo a un demócrata o un republicano (son los restantes
quince estados), c) tratar de arrebatarle al otro partido
algunos de los 18 estados considerados seguros. Los estados
que se determinen en una de las dos últimas candidaturas
constituirán lo que en el argot de la política electoral
norteamericana se conoce como “el campo de batalla”.
Se
dice fácil, pero es una cuestión de alta complejidad política
y logística en la cual el lado demócrata ha sido
favorecido por lo prolongado y lo reñido de la campaña de
primarias y caucuses, donde han tenido que luchar
cerradamente en cada uno de los cincuenta y un estados.
(*)
El autor es especialista en relac. internacionales y fue
Jefe de la Sección de Intereses de Cuba en Washington de
1977 a 1989.
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