Obama–McCain
Las
diferencias son muy pequeñas
Por
Txente Rekondo (*)
La Haine, 11/06/08
Mientras la
mayoría de encuestas presentan un reñido panorama de cara
a las elecciones presidenciales del 4 de noviembre y en
Europa buena parte de la clase política considera que el
candidato demócrata trae un aire fresco y de cambio, un análisis
más detallado de la realidad estadounidense permite afirmar
que las diferencias programáticas de ambos candidatos son
muy pequeñas.
Los
discursos y la propaganda tienden a presentar dos
alternativas contrapuestas, dos modelos para regir los próximos
años al frente de la potencia mundial más poderosa del
momento. Sin embargo, más allá de los estereotipos clásicos,
generalmente muy pegados a la realidad, ambos contendientes
representan una clara continuidad en el rumbo que desde hace
décadas mantiene Washington.
A primera
vista se trata de dos personas «antagónicas». El
candidato John McCain, con sus 71 años, puede convertirse
en el presidente con más edad en su primer mandato,
mientras que Barack Obama, con 46 años, es una joven
promesa. El primero es un veterano de Vietnam, guerra
durante la cual el segundo era un niño. McCain es un
senador con larga experiencia en el cargo, mientras que
Obama lo ha ocupado en los últimos años. Uno es blanco y
el otro, negro. Sin embargo, un breve repaso a sus
propuestas evidencia las similitudes de ambos en cuestiones
clave.
En temas
como seguridad nacional, inmigración o medio ambiente,
coinciden en la base de sus argumentos. En asuntos sociales,
como aborto, matrimonio entre personas del mismo sexo o
investigación de las células madre, coinciden también en
su oposición a las dos últimas. Y sus propuestas en temas
de política exterior (Irán, proliferación nuclear...)
tampoco contienen grandes diferencias.
En
definitiva, y a la vista de una campaña mediática que
incidirá en la existencia de dos modelos contrapuestos, un
analista estadounidense señalaba que «los electo– res
tendrán muy poco donde escoger el próximo mes de noviembre».
De momento,
más allá de los debates y encontronazos dialécticos, los
candidatos demócrata y republicano afrontan a medio plazo
la designación del candidato a vicepresidente, lo que en
EEUU se denomina el «boleto electoral». La figura del
presidente no es, en teoría ni sobre el papel, tan
determinante, pero en ocasiones puede llegar a desempeñar
un papel clave en la política de aquel país. En
situaciones críticas, como el fallecimiento del presidente
–no podemos olvidar la edad de McCain ni acontecimientos
trágicos como la muerte de Kennedy–, o ante sucesos como
el 11–s –cuando el vicepresidente Cheney llegó a tomar
las riendas del país–, la figura del vicepresidente puede
alcanzar una cierta relevancia.
No
obstante, su figura se interpreta en clave electoral, en un
claro intento por parte de los candidatos para hacerse con
el apoyo de figuras que le pueden ayudar a debilitar los
argumentos del contrario o a obtener nuevos apoyos. De ahí
que las especulaciones de estos días en torno a los
posibles candidatos giren en torno a esas premisas.
Círculos
próximos de McCain señalan que su vicepresidente debería
ser la balanza a su elevada, debería contrarrestar las
suspicacias que hacia él mantienen los sectores más
conservadores del Partido Republicano, o debería buscar el
apoyo de las mujeres y del electorado negro, además de
asegurarse el respaldo de figuras claves en estados
decisivos, y, sobre todo, que suponga el equilibrio perfecto
en la carrera hacia la casa Blanca.
Otro tanto
se puede decir del Barack Obama. Por un lado, debe intentar
recuperar la confianza y invertir el rechazo de buena parte
de los que desde su propio partido han apoyado la
candidatura de Hillary Clinton hasta el último momento,
debe intentar atraer a los votantes republicanos
descontentos con McCain y buscar presentar una batalla
decisiva en estados hasta ahora republicanos, al mismo
tiempo que asegura los cimientos de aquellos que le han
apoyado en el pasado. Y, sobre todo, deberá ganarse la
confianza de los llamados «cuellos azules», la clase media
blanca que mira con recelo el acceso de un negro a la
Presidencia de EEUU.
Algunos
nombres que suenan para el cargo de vicepresidente junto a
McCain son los de los gobernadores de Florida (Charlie
Crist), Mississippi (Haley Barbour) y Carolina del Sur (Mark
Sanford). También se ha apuntado la candidatura de
Condoleezza Rice (mujer y negra) o, incluso, el general
David Petraeus, para reforzar el discurso nacional y patriótico.
Hay quien se ha atrevido a presentar la candidatura de la
gobernadora de Alaska, Sarah Palin, con fama de aplicar la
mano dura contra la corrupción, muy conservadora en materia
política y fiscal, miembro de la todopoderosa Asociación
Nacional del Rifle, antiabortista... la candidata perfecta
para retener los apoyos más conservadores.
El abanico
de candidatos para el «ticket presidencial» de Obama también
es amplio. Algunos postulan a la recién derrotada Clinton,
como base para mantener unido el partido, sin embargo otros
(los mismos que hablan de la «caída de la casa Clinton»)
señalan que eso sería un grave error. Hay quien habla del
ex candidato John Edwards (atraería a los «cuellos azules»,
pero no es clave en muchos estados); el senador de Virginia
Jim Webb (no es muy conocido fuera de su Estado); Kathleen
Sebelius, gobernadora de Kansas (con experiencia pero no más
allá de Kansas), y el gobernador de Nuevo México, Hill
Richardson (con fama de perdedor). También se menciona a
otros gobernadores, como Ed Rendell (Pennsylvania), Ted
Strickland (Ohio) o Tim Kaien (Virginia).
Los dos
criterios que regirán finalmente la elección de unos u
otros serán «las cualidades favorables de cada candidato y
el apoyo social o geográfico que puedan conseguir». Todo
ello para lograr una candidatura «equilibrada».
Los estados
que la mayoría de analistas consideran claves son Virginia,
Wisconsin, Nuevo Méxio, New Hampshire, Nevada, Colorado,
Iowa, o los más grandes como Ohio, Michigan, Pennsylvania o
Florida. Probablemente en ésos se centrará la lucha para
ocupar el sillón de la Casa Blanca los próximos años.
En las próximas
semanas asistiremos a una escenificación mediática sin
precedentes, y sobre ella planean un sinfín de dudas. ¿Será
capaz EEUU de aceptar un presidente negro?, ¿Tendrá Obama
la capacidad de mantener su infraestructura y el entusiasmo
que ha generado hasta noviembre? ¿Será el fin definitivo
de la carrera de Hillary Clinton? o, como señalan algunos,
¿apostará bajo la mesa para que la victoria se decante del
lado de McCain, segura de que éste no podrá repetir por su
edad y volver a presentar su candidatura en el 2012?
La carpa
electoral lleva tiempo levantada en EEUU, y cada vez queda
menos para que en noviembre sea elegido el presidente número
44 del país. Mientras el espectáculo gana enteros, buena
parte de los habitantes de EEUU seguirá dando la espalda a
ese proceso o se les mantendrá apartados «por imperativo
legal». Como dicen algunos analistas locales, ocurra lo que
ocurra, el margen para los cambios es muy pequeño y como máximo
supondrá cierto barniz mediático y propagandístico, sin
alertar el rumbo marcado hace algunos años.
(*)
Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN).
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