¿Cambio?
¿Qué Cambio?
Por Alexander Cockburn
CounterPunch Diary, Weekend Edition, 13/06/08
Rebelión,
17/06/08
Traducido
por Sinfo Fernández
El
martes 3 de junio, Barack Obama reclamó el mayor premio que
el Partido Demócrata puede ofrecer, a saber, su nominación
como candidato a la presidencia. Al siguiente día, el
vendedor del “cambio” regresó desde Minnesota a
Washington para ponerse públicamente a los pies de una
organización cuya principal misión es asegurar que ningún
gobierno de EEUU presione nunca al estado de Israel para
obligarle a cambiar sus políticas. Los términos de la
rendición de Obama explotaron como retóricas bombas de
racimo por todo Oriente Medio. Ante Israel y sus vecinos, lo
que seguramente significó fue que quienquiera que fuese el
que llegara a la Casa Blanca el próximo enero, no habría
diferencia alguna con el papel desempeñado por Bush como
garante de la intransigencia israelí.
Las
conferencias del American Israel Public Affairs Committee
(AIPAC) se han convertido en escaparates del peso político
de este grupo de presión. La influencia es real. Un político
que enoje al Lobby contemplará de inmediato cómo la
financiación de su campaña se queda seca y se ve obligado
a afrontar toda una serie de desafíos–sorpresa por parte
de opositores bien financiados.
Retrocediendo
hasta septiembre de 1991, nos encontramos con que el
Presidente George Bush padre se enfrentó al Lobby señalando
que EEUU gastaba casi 1.000$ al año por cada israelí,
sugiriendo que eso representaba una extorsión de manos del
AIPAC. “Estoy en contra de algunas fuerzas poderosas”,
dijo en una conferencia de prensa. “Tenemos hasta 1.000
miembros del lobby trabajando en el Capitolio en el otro
aspecto de la cuestión. Y aquí tan sólo un pequeño chico
solitario”. Quiso emprender esa particular batalla, pero
hay quien señala la consiguiente hostilidad del AIPAC como
uno de los factores importantes que al año siguiente
contribuyó a su derrota frente Clinton. Si realmente fue así,
desde luego que George hijo se aprendió bien la lección.
Mientras
congresistas y senadores estadounidenses y sus equipos se
arracimaban en los pasillos del centro de convenciones, toda
una audiencia de 7.000 funcionarios judíos provenientes de
todos los lugares de EEUU no paraban de jalear mientras, uno
tras otro, los tres aspirantes se dirigían a la tribuna
para hacer las políticamente provechosas declaraciones de
lealtad a Israel.
Antes
de dar comienzo a su campaña para la nominación, Obama
puso especial cuidado en conseguir el apoyo de influyentes
judíos estadounidenses de Chicago, como la familia Crown,
asociada con la firma aeroespacial General Dynamics.
Como
escribí aquí en febrero, hubo un tristemente célebre escándalo
durante los años de Kennedy en el que se vio implicado su
Secretario de Defensa, Robert McNamara, quien desautorizó
cualquier inspección experta y cualquier recomendación de
adquisición, insistiendo en que fuera General Dynamics en
vez de Boeing quien fabricara el desastroso F–111. Lo que
se sospecha es que Henry Crown, de Chicago, hizo alguna
llamada para conseguir algún que otro favor por el papel
jugado a la hora de decidir en 1960 el voto por JFK en el
Condado de Cook, Illinois, ante la furia impotente de una
Hillary Clinton adolescente, que era entonces observadora,
por Nixon, en el recuento de votos. Crown, de Chicago Sand
and Gravel, tenía 300 millones de dólares de la mafia en
bonos de General Dynamics, y después del desastre del
Convair, General Dynamics necesitaba el F–111 para evitar
irse a pique, llevándose así consigo los 300 millones de dólares
de la mafia.
Henry
Crown pasó ya al gran paraíso venal en el cielo, pero sus
descendientes en el clan Crown son devotos contribuyentes de
Obama, dándole decenas de miles de dólares, como puede
atestiguarse rápidamente echando una ojeada a la página de
Internet del Center for Responsive Politics. La familia
Crown sigue aún profundamente implicada en los asuntos de
General Dynamics. Lester y James Crown han conseguido sendos
puestos en la junta de la compañía en años recientes.
General Dynamics está muy involucrada con contratistas
militares israelíes.
En
un panfleto de 2003 de la empresa General Dynamic citado por
Chicago Indymedia se proclamaba “una alianza estratégica
con Aeronautics Defense Systems Ltd.”, una firma israelí
con sede en Yavne. Aeronautics Defense Systems Ltd. es la
firma que desarrolló el dispositivo de vigilancia aérea
Unmanned Multi–Application System (UMASa) que el ejército
israelí utiliza para “proporcionar un panorama ‘a vista
de pájaro’ en tiempo real de la zona vigilada a los
comandantes de combate y a los puestos del mando aéreo”.
La historia de Indymedia citaba al entonces Viceprimer
Ministro israelí Ehud Olmert declarando que el acuerdo
entre General Dynamics y Aeronautics Defense Systems para
unir a “ambas compañías de tecnología punta en defensa
y seguridad interior” era “la prueba adicional de los
beneficios comerciales y tecnológicos que las alianzas
entre industrias estadounidenses e israelíes podían
producir”. Un ojo en el cielo de Gaza se convierte en un dólar
en la “caja de guerra” de Obama.
El
11 de enero de este año, pegado a los talones de un
editorial alabando a Obama como Amigo de Israel en el
rabiosamente sionista New York Sun, Lester Crow hizo
circular una recomendación para la comunidad judía,
expresando su impaciencia por “compartir con vosotros mi
confianza en que el historial estelar del Senador Barack
Obama en relación con Israel me asegura con gran alivio
que, como Presidente, será el amigo de Israel que todos
queremos ver en los incondicionales de la Casa Blanca para
la defensa de la seguridad de Israel y comprometido en
ayudar a que Israel consiga la paz con sus vecinos. Pocas
figuras públicas inspiran tanta esperanza y optimismo como
Barack Obama. Por favor, pasen este mensaje a todos aquellos
que puedan estar interesados”.
Preocupado
por los rumores avivados por la campaña de Clinton de que
seguía siendo musulmán en secreto, Obama insistió en que
antes de las primarias del 22 de abril en Pensilvania, un
estado con un voto judío políticamente significativo, su
campaña abrió un blog en lengua judía en Israel.
Por
eso, Obama llegó este año a la conferencia del AIPAC
determinado a eliminar todas las dudas que pudieran quedar
de que él es Amigo de Israel. “Utilizaremos todos los
elementos del poder estadounidense para presionar a Irán”,
aseguró al AIPAC. “Haré todo lo que esté en mi poder
para impedir que Irán consiga armas nucleares. Todo lo que
esté en mi poder. Y con todo, quiero decir todo”. Juró
que no hablaría con Hamas, los representantes elegidos del
pueblo palestino. Ante el estruendoso aplauso, declaró:
“Jerusalén permanecerá como la capital indivisa de
Israel”.
Como
Uri Avnery, el veterano escritor y activista por la paz
israelí protestó furiosamente a raíz de esa última
sentencia:
“Ahora
llega Obama y recupera del basurero el gastado lema de
‘una Jerusalén indivisa como capital de Israel para toda
la eternidad’. Desde Camp David, todos los gobiernos
israelíes han comprendido que ese mantra constituye un obstáculo
insuperable para cualquier proceso de paz. Por eso ha
desaparecido –sigilosamente, casi en secreto– del
arsenal de consignas oficiales. Ningún palestino, ningún
árabe, ningún musulmán hará jamás la paz con Israel si
el complejo de Haram–al–Sharif (también llamado Monte
del Templo), uno de los tres lugares santos del Islam y uno
de los más destacados símbolos del nacionalismo palestino,
no se transfiere a soberanía palestina. Ese es uno de los
meollos del conflicto. Por esa misma cuestión, se puso fin
a la conferencia de Camp David de 2000”.
Los
asesores de política exterior de Obama se desgarraron las
vestiduras y al siguiente día su campaña emitió una
aclaración: “Jerusalén es una cuestión del estatuto
final, lo que significa que tiene que ser negociada entre
las dos partes” como parte de “un acuerdo con el que
ambas puedan vivir”. Más o menos es lo mismo, insistían
en que Jerusalén, a los ojos de Obama, debe ser la capital
de Israel.
El
talento que salta a la vista de Obama es su capacidad para
adaptar su retórica con una velocidad inquietante para
despejar cualquier sospecha que pueda surgir entre los
poderosos asegurándoles que, aunque pueda parecer que se
sale de madre, no deben preocuparse. Al principio de su
campaña fue criticado por no llevar la bandera
estadounidense en un alfiler en la solapa. En la conferencia
del AIPAC llevaba un alfiler doble con las banderas
estadounidense e israelí. ¿Hay un “Obama verdadero”
esperando aparecer, una vez que haya superado el turbio
negocio de agradar a los votantes? Realmente no. La
fabricación del “auténtico” Obama es un proyecto en
curso, y el AIPAC es un evaluador importante de la evolución
de “cambio”.
Aunque
la humillación de Obama tuvo amplia cobertura por todo el
Oriente Medio, la prensa aquí, desde el New York Times al
“Democracy Now” de Amy Goodman (véase el artículo de
Mumhammad Idrees de la pasada semana) guardaron silencio.
Fue evidentemente considerado como un regalo, indigno de un
comentario editorial, que un hombre que podía muy bien ser
el próximo presidente, estuviera desactivando la política
de “cambio” precisamente cuando más necesaria era a
instancias de los hombres que Jon Stewart ridiculizó en su
show con tono de voz crispado llamándolos “los sabios de
Sion”. Stewart disparó algunos comentarios bastante
mordaces sobre el AIPAC, para mi sorpresa, porque no soy
precisamente un gran fan suyo, después de comprobar que se
ha convertido en un programa de culto, a la mayor gloria de
Stewart, de manera muy parecida a los devotos de
“Democracy Now” y de Goodman, quienes esperan sus
emisiones como si fueran una variante más de una
experiencia religiosa.
El
secuestro al pueblo estadounidense de las noticias
importantes del mundo es una de las tareas principales de la
prensa aquí. Hace un par de semanas, Patrick Cockburn
escribió dos importantes primicias [*], en las que
perfilaba los términos precisos del “acuerdo” secreto
que EEUU está intentando hacer tragar con embudo a los
iraquíes sobre las bases militares permanentes. Constituía
una inmensa historia política de Oriente Medio,
especialmente de Iraq. Los medios europeos le dieron
cobertura. Encontré un relato detallado en las primicias de
Patrick, con comentarios inteligentes, sobre el papel
dirigente de la Santísima Trinidad. Pero no encontré nada
aquí en casa. Ni en el New York Times, ni en el Washington
Post, ni en las cadenas de radio y televisión. El 12 de
junio, Goodman y Gonzalez le hicieron una útil entrevista a
Patrick en “Democracy Now”. Y el viernes 13 de junio,
CSPAN tuvo a Patrick en su programa Washington Journal y los
televidentes supieron lo que su gobierno está tramando.
[*]
Ver
www.socialismo-o-barbarie.org/medio_oriente_nuevo/080608_a_ocupaciondeiraq.htm
y
www.rebelion.org/noticia.php?id=68619
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