¿Entonces, Obama?
Por Juan Gelman
Rodelu.net, 22/06/08
El periódico israelí
Haaretz se refirió a la cuestión: el Instituto de
Washington para políticas en el Lejano Oriente (Winep, por
sus siglas en inglés) había publicado la versión final
del informe preparado por su grupo de trabajo sobre el
futuro de las relaciones EE.UU.–Israel. Señala: “El título
es llamativo: ‘Cómo profundizar la cooperación
EE.UU.–Israel frente al desafío nuclear iraní’. Pero
no menos llamativa es la lista de las personas que avalaron
el informe: Tony Lake y Susan Rice, de la campaña de Obama,
Vin Weber, James Woolsey del campo de McCain”
(www.haaretz.com, 15–6–08). Los dos candidatos a la
presidencia, el pacifista (¿o no?) demócrata y el neohalcón
republicano, juntos en la fundamentación de una guerra
contra Irán.
El Winep es un
think–tank financiado por el Comité
Estadounidense–Israelí de Asuntos Políticos (AIPAC, por
sus siglas en inglés), el lobby más poderoso de
Washington, pro Tel Aviv, desde luego. “Hay una manera
–propone Haaretz– de ponerlo en forma de titular periodístico:
los asesores de Obama y de McCain están de acuerdo: EE.UU.
e Israel deben considerar una acción militar preventiva
contra Irán”. Que, para que no ocurra, debe abandonar su
presunto programa de fabricación de armas nucleares. Esto
es curioso: al finalizar el año pasado, los 16 servicios
estadounidenses emitieron por consenso su Estimación
Nacional de Inteligencia (NIE, por sus siglas en inglés) en
la que asientan que Teherán canceló en el 2003 la pretensión
de fabricar bombas nucleares y que es improbable que
produzca el uranio enriquecido necesario para ello antes del
2010 o el 2015 (www.odni.gov, 3–12–07). Pareciera que
esa conclusión disgustó a Obama y McCain.
El informe del Winep
subraya que la NIE “tuvo la no buscada consecuencia de
mitigar el sentido de urgencia de la presión (sobre Irán)”.
Se preocupa por Israel, al que insatisfacen la distensión y
contención a la manera de la Guerra Fría, hecho que lo
puede empujar a una acción independiente. Tel Aviv, por lo
demás, no oculta sus intenciones. El viceprimer ministro
israelí Shaul Mofaz declaró públicamente que las
sanciones de la ONU a Teherán son ineficaces y que “no
hay otra alternativa” que la guerra. El primer ministro
Olmert se reunió con W. Bush para concertar una acción
conjunta, según anticipó el periódico israelí
conservador Yediot Aharonot. Y el futuro mandatario de
EE.UU. –sea demócrata, sea republicano– ya está de
acuerdo.
Durante las internas demócratas,
Obama habló de negociar con Irán, pero el informe del
grupo de trabajo que firmaron sus dos asesores principales
pide que se inicie “un diálogo nacional” para convencer
al pueblo norteamericano de que Irán es un peligro nuclear.
También recomienda que cada uno de los dos candidatos
nombre un par de consejeros con capacidad de decisión para
integrar un foro que analizaría la aplicación de
“opciones coercitivas (como un embargo a las exportaciones
de petróleo de Irán o a sus importaciones de productos
petroquímicos”, así como “una acción militar
preventiva”. Claro que el informe no menciona que Israel
posee 150 bombas atómicas, según declaró el ex presidente
Jimmy Carter (www.timesonline.co.uk, 26–5–08). Para qué
recordarlo.
Obama se opuso a la guerra
contra Irak desde el primer momento y habló de la necesidad
de un cambio en EE.UU. que abarcara a la política exterior.
Pero lo primero que hizo al día siguiente de ganar las
internas fue presentarse ante una asamblea del Aipac,
amenazar a Irán, proclamar “Jerusalén indivisa, capital
de Israel para toda la eternidad” –una muletilla que
hasta los neoconservadores han retirado de circulación–,
pedir 30 mil millones de dólares adicionales de ayuda
militar a Tel Aviv y culpar solapadamente a los palestinos
del congelamiento del proceso de paz callando que hace 40 años
que las tropas israelíes ocupan los territorios destinados
por la ONU a la creación de un Estado palestino. Los
silencios de Obama son más elocuentes que él.
El Partido Demócrata basó
su prédica en la retirada de los efectivos de Irak durante
las elecciones intermedias del 2007 y así logró un tenue
control en la Cámara de Representantes y el Senado. Nunca
pudo imponer cláusulas vinculadas con el regreso a casa de
las tropas a la asignación de sumas enormes para la ocupación
de Irak y Afganistán. El Pentágono presiona: ahora exige
que antes del 4 de julio que viene el Congreso apruebe una
nueva partida de 165.000 millones de dólares para financiar
las dos guerras. Los demócratas están dispuestos a votarla
sin condiciones ya. Se habrán cansado.
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