El
despertar del sueño americano
Por
Mario Diament
La
Nación, 21/06/08
Miami.-
Desde que las grandes corrientes inmigratorias europeas
comenzaron a desembarcar en los Estados Unidos, existió la
idea "del sueño americano". Originalmente,
expresaba la posibilidad de vivir en libertad y alcanzar la
prosperidad con trabajo duro, independientemente del origen,
el credo o la raza.
La
invención de la frase se le atribuye al escritor James
Truslow Adams, quien la incluyó en su libro La épica de América,
publicado en 1931. Pero con el tiempo, el concepto fue
estrechándose hasta significar, básicamente, un trabajo
estable, vivienda y auto propios.
En
estos días, sin embargo, una combinación de desafortunadas
circunstancias transforman el sueño americano en una
pesadilla.
El
precio de la nafta, el desbarajuste hipotecario, la recesión,
el desempleo y la crisis alimentaria fuerzan a la clase
media, el sector de la sociedad norteamericana sobre cuya
capacidad de consumo se asienta la economía, a replantearse
su forma de vida.
La
franja que recibe ingresos entre 45.000 y 90.000 dólares se
ha contraído. Seis de cada diez personas admiten que sus
salarios han caído por debajo del costo de la vida; a seis
de cada diez les resulta cada vez más difícil pagar la
nafta; y cinco de cada diez no pueden permitirse un seguro médico,
según cifras de la revista US News & World Report.
El
número de propietarios de viviendas que no puede pagar las
cuotas de la hipoteca subió por 29º mes consecutivo.
Durante el mes de mayo, uno de cada 483 hogares recibió un
aviso de ejecución.
El
romance de los norteamericanos con el auto es cuestionado y
la pasión por las 4x4 se ha extinguido. Las estaciones de
servicio que sólo aceptan pagos al contado se multiplican y
la gente piensa dos veces antes de sacar el auto. Las
vacaciones, para la clase media, se limitan a no irse muy
lejos de casa. De Europa ni hablemos; el paseo a Orlando es
evaluado como si se tratara del balance de una empresa.
Subirse
a un avión solía ser tan corriente como tomarse un taxi;
ya no lo es. Las compañías aéreas han subido las tarifas,
reducido el número de vuelos y eliminado todo otro
servicio. Un chiste reciente mostraba a un avión en un
descenso de emergencia mientras el capitán anunciaba que se
liberaría el oxígeno a 15 dólares por persona.
El
desperdicio de alimentos en los Estados Unidos sigue siendo
monumental. Según un estudio de la Universidad de Arizona,
los norteamericanos tiran 215 kilos de comida al año. Aun
así, la visita al supermercado ya no es lo que era. Los
precios de casi todos los productos comestibles aumentaron
entre un 3 y un 5 por ciento.
Los
restaurantes caros ya no pueden disimular las deserciones y
los baratos tienen más clientes que nunca. Por las dudas,
cadenas como McDonald s y Wendy s incluyen en sus menús
platos de un dólar.
La
recesión económica ha agudizado el desempleo, que en mayo
trepó de 5 a 5,5 por ciento. Estas son 865.000 personas más
que llevan el total de desempleados a 8,5 millones.
Con
todo, no hay signos de desesperación. Los norteamericanos
son estoicos cuando se trata de capear tormentas. El verano
(boreal) ayuda. En el invierno, los precios del petróleo se
volcarán sobre el costo de la energía y se hará más
arduo calentar las casas.
Así
las cosas, es probable que el despertar del sueño americano
tal vez sea mucho más que un intervalo. Tal como lo plantea
Gregory Green en su provocativo documental El fin del
suburbio, la prosperidad norteamericana del último medio
siglo fue construida sobre la premisa de la energía barata.
Esta premisa no existe más.
Hasta
soñar se ha vuelto más caro.
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