Un
estadounidense analiza el oscurantismo en su país
Por
Gilberto López y Rivas
La Jornada, 26/07/08
La
editorial mexicana independiente Sexto Piso, preocupada por
la publicación de textos que pasan inadvertidos, pero que
considera “pilares de la cultura universal”, puso a la
venta un libro de Morris Berman, “Edad oscura
americana: la fase final del imperio”, que llena
plenamente las expectativas de esta clasificación. En
efecto, la obra constituye una mirada penetrante y crítica
de la situación actual de Estados Unidos, que, a juicio de
Berman, se encuentra en la etapa terminal de su derrotero
imperialista.
El autor
equipara las características post Imperio Romano con las
que definen el estado de la Unión Americana: “el triunfo
de la religión sobre la razón; la atrofia de la educación
y el pensamiento crítico; la integración de la religión,
el Estado y el aparato de tortura, una troika que para
Voltaire constituía el principal horror del mundo
preilustrado, y finalmente, la marginación política y económica
de nuestra cultura”.
Alejado de
la retórica o el argumento maniqueo, Berman proporciona
informaciones y razones contundentes para sustentar sus
tesis. Señala hasta qué punto las creencias religiosas en
Estados Unidos son el soporte principal de buena parte de la
población para explicar los eventos mundiales, en lugar de
comprenderlos en términos de procesos políticos: así, 59
por ciento de los estadounidenses cree en las profecías
apocalípticas y en una lucha final entre el Bien y el Mal
(la batalla de Armagedón).
Cita una
información del New York Times acerca de los profesores de
secundaria que están dejando fuera del programa de estudios
el tema de la evolución por los problemas con los
directores y funcionarios escolares y sobre todo con los
padres fundamentalistas de los estudiantes. La Ilustración
en su país está siendo minada de manera constante con la
gradual sumisión de la razón ante la fe y la autoridad, y
al impedirse el debate se erosionan los cimientos mismos de
la democracia. “Una nación (que) es incapaz de percibir
la realidad de manera correcta e insiste en funcionar
partiendo de engaños basados en la fe, su capacidad para
afirmarse en el mundo está casi descartada.”
Berman
sostiene que cada vez hay más pruebas de que en términos
intelectuales, Estados Unidos “permanece en la
oscuridad” y ofrece datos: millones de estadounidenses
ignoran la identidad de los enemigos de su país en la
Segunda Guerra Mundial o que Alemania fue dividida en un
sector oriental y otro occidental; preguntan a las agencias
de viajes si no saldría más barato ir en tren a Hawai, en
vez de en avión; 11 por ciento de los adultos jóvenes no
pueden localizar Estados Unidos en un mapamundi y sólo 13
por ciento puede señalar Irak. Pero lo más serio es que
ese nivel de ignorancia, y aun orgullo por dicha ignorancia,
“finalmente habita en la Casa Blanca” y –como señala
el periodista John Powers– “el señor Bush es de hecho
un espejo de la nación”.
La
legalización de la tortura evoca para Berman la cultura de
las edades Oscura y Media. Considera que el pueblo de
Estados Unidos después del 11 de septiembre apoya a
gobiernos que rutinariamente practican la tortura. “Desde
Abu Ghraib, ha habido revelaciones periódicas de prensa
sobre cómo la tortura americana es peor, y esta más
extendida de lo que se pensaba. Empezaron a aparecer artículos
con encabezados como 'El archipiélago militar de Estados
Unidos' o 'El mundo secreto de los interrogatorios de
Estados Unidos'. Estos valerosos informes incluyen frases
como 'constelación mundial de centros de detención',
'compleja infraestructura de la CIA y militar' y 'sistema
global de detención dirigido por el Pentágono.'”
En cuanto a
la marginación de Estados Unidos de la escena mundial,
ofrece algunos datos significativos. En este país, por
ejemplo, la tasa de mortalidad infantil se encuentra entre
las más altas de los países desarrollados y su sistema de
salud ocupa el lugar número 37. El sistema legal
estadounidense es considerado anticuado y provincial, e
incluso primitivo y brutal; se ha perdido hace mucho la
ventaja científica ante Europa, mientras el déficit
comercial anual deja ver una nación industrialmente débil
y una economía que se mantiene a flote mediante enormes
prestamos extranjeros.
Aquí también,
hace una comparación con Roma recordando que la clave de su
decadencia fueron las contradicciones internas que llevaron
a su propio derrumbe. “En cuanto a Estados Unidos
–afirma el autor– lo que le espera en el frente doméstico
es la bancarrota y el desafecto popular; desde el punto de
vista internacional, para 2040, si no antes, seremos una
potencia de segundo o tercer orden. La historia ya no está
de nuestro lado; el tiempo pasa y la estrella de otras
naciones se levantan mientras la nuestra se hunde en una
semioscuridad.”
Autor también
de “El crepúsculo de la cultura americana” (México:
Sexto Piso, 2007), Berman rastrea con acierto las raíces
históricas del imperialismo estadounidense en el
surgimiento mismo de su país como nación independiente y
en su proceso expansionista sintetizado en el Destino
Manifiesto, con todas sus semillas de religiosidad
providencialista, racismo (jerarquía racial),
individualismo exacerbado, propiedad privada y economía
capitalista, así como la visión binaria del mundo en términos
de los buenos (estadounidenses) y los malos (los que son
distintos).
Aunque
pesimista sobre el destino de su país, en el que no
vislumbra la posibilidad de una transformación por la misma
arrogancia, prepotencia y estupidez –un “diagnóstico
entristecedor”, opinaría Gore Vidal sobre la obra reseñada–,
la existencia de intelectuales críticos como Berman o el
propio Chomsky constituyen una esperanza para el futuro de
Estados Unidos, e induce a pensar, parafraseando a Martí,
que “cuando muchos no tienen la lucidez, unos pocos tienen
la lucidez de muchos”.
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