La
deriva de Obama
Por
Juan Gelman
Reggio’s Weblog, 17/10/08
O su
corrimiento hacia el intervencionismo militar más allá de
las fronteras de EE.UU.: en su calidad de senador se opuso a
la invasión de Irak, señaló el grave error estratégico y
moral de la ocupación y atrajo a millones de
estadounidenses con ese discurso. Pero a medida que se
desarrolla la campaña electoral, se acerca cada vez más al
partido de la guerra. Un hito en la materia fue su discurso
del 4 de junio ante el Aipac, el poderoso lobby pro israelí:
atacó a Irán, subrayó que la seguridad de Israel “es
sacrosanta” para Washington, prometió 30 mil millones de
dólares para Tel Aviv en una década y declaró su
entusiasmo por una Jerusalén “única y unida”. A partir
de allí fue despejando sus ideas acerca de la política
internacional que se propone practicar. No son muy bonitas.
El
candidato demócrata declaraba el año pasado su empeño en
realizar “una diplomacia personal agresiva” para detener
el programa nuclear iraní (The New York Times,
2–11–07). Es decir, negociaciones, aunque “sin quitar
de la mesa la opción nuclear”. El tema del camino diplomático
para resolver la cuestión palidece día a día en sus
intervenciones. En cambio, adquieren vigor los
pronunciamientos más caros a los “halcones–gallina”,
como “la agresividad de la elite gobernante rusa”. Los
partidarios del fast–track con Moscú quieren guerra. Bill
Kristol aseveró: “Le debemos a Georgia un serio esfuerzo
para defender su soberanía. Seguramente no podemos
quedarnos a la expectativa mientras un agresor autocrático
se engulle una parte de una nación democrática amiga que
tal vez busque desestabilizar del todo”
(thinkprogress.org, 11–8–08). Clarito.
En el
primer debate televisivo de los dos candidatos
presidenciales, McCain señaló a Obama –con razón– que
había cambiado en tres días su actitud sobre el
enfrentamiento ruso–georgiano: primero criticó la
violencia de ambas partes y llamó a un cese del fuego
(Reuters, 8–8–08); luego consideró que “sin importar
cómo se inició el conflicto, Rusia lo ha llevado mucho más
allá... esto no tiene justificación posible”
(thecaucus.blogs.nytimes, 11–8–08). Es interesante el
comienzo de la frase: significa que Obama tiene plena
conciencia de que Georgia fue la que empezó bombardeando
Tsjinvali, capital de Osetia del Sur, causando centenares de
muertes entre la población civil. Pocos observadores dudan
de que el operativo obedeció a una ofensiva militar
planificada de antemano.
Obama
puntualizó su estrategia “antiterrorista” en el mismo
debate: “Tenemos que salir de Irak porque necesitamos más
tropas en Afganistán. No tenemos tropas suficientes en
Afganistán porque están en Irak”. No se quedó ahí:
“Se trata de Afganistán y de Pakistán. Debemos ocuparnos
de Pakistán, donde al Qaida tiene santuarios seguros. Los
paquis (sic) no han hecho lo que se debe hacer. Hasta que no
enfrentemos esto, los norteamericanos no estarán a salvo en
casa” (takimag.com, 29–9–08). Después de la escalada
de incursiones y misilazos estadounidenses en la zona tribal
pakistaní lindante con Afganistán –operativos que Obama
apoyó–, Islamabad ha obedecido: lanzó una ofensiva que
ha cobrado mil vidas en la zona hasta el momento,
supuestamente, todas, de talibán (wiredispatch.com/new,
13–10–08). No hay diferencias entre el demócrata y el
republicano en cuanto a abrir un tercer frente en Pakistán
y, en general, en su insistencia en la política
intervencionista militar en Asia Central y Medio Oriente.
Ciertas
organizaciones norteamericanas han comenzado a percibir que
la “nación democrática amiga” es más amiga que democrática.
El último estudio de Freedom House, organismo independiente
con sede en Nueva York que analiza el estado de la libertad
de prensa en el mundo, ubica a Georgia al mismo nivel que
Colombia y detrás de Nigeria, Malawi, Indonesia y Ucrania
(www.freedomhouse.org, 29–4–08). Incluso el Departamento
de Estado reconoce en sus informes de este año acerca del
“avance de la libertad y la democracia” en el planeta
que en “la nación amiga” empeoró la situación de la
libertad de palabra, de prensa y de reunión, “los
encargados de aplicar la ley actúan con impunidad” y
“el gobierno presiona al poder judicial” (www.state.gov,
23–5–08). “Georgia democrática” es otro de los
mitos creados por EE.UU. para justificar sus guerras de
apetito petrolero en la región. La llamada “revolución
rosa” que en el 2004 instaló en el gobierno a Mijail
Saakashvili pronto se tiñó de negro.
La aventura
de Tiflis al atacar Osetia del Sur fue una derrota militar,
pero una victoria política. Los neoconservadores aprovechan
la “agresión rusa” y presionan para que Georgia ingrese
cuanto antes en la OTAN, otro eslabón de su cerco a la
potencia euroasiática. Vuelve la guerra fría y el cambio
prometido por Obama no modificará la política exterior de
EE.UU. si es elegido presidente.
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