Se
multiplican los desalojos, incendios premeditados,
asesinatos y suicidios. Comienzan a medir la catástrofe
financiera en EE.UU. no sólo en dólares y centavos, sino
en sangre
El
resultado humano de la crisis en EEUU
Por
Nick Turse
Tom Dispatch, 19/10/08
Rebelión,
22/10/08
Traducido por Germán Leyens
Introducción del editor de TomDispatch
En
los años de la Gran Depresión de la década de los 30,
escritores desempleados necesitaban trabajo, igual que los
trabajadores metalúrgicos, y la Administración de Progreso
del Trabajo del Nuevo Trato, que volvió a dar trabajo a
toda clase de estadounidenses, hizo lo mismo por los
escritores – 6.500 de ellos en el Proyecto Federal de
Escritores (FWP) a aproximadamente 20 dólares por semana.
Entre otras cosas, los escritores del FWP produjeron una
serie de guías clásicas para ciudades y Estados
estadounidenses, que todavía es un deleite leer en la
actualidad. (Richard Wright y John Cheever estuvieron entre
los que, por ejemplo, escribieron la “WPA Guide to New
York City”.) Los trabajadores de FWP también reunieron más
de 10.000 historias orales en primera persona de
estadounidenses de a pie – pero extraordinarios;
relativamente pocas de ellas fueron publicadas.
Hace
unos 30 años, la escritora Ann Banks juntó 80 de esas
historias en un libro memoria profundamente emocionante
llamado “First–Person America” [EE.UU. en primera
persona]. Al leerlo, una cosa que probablemente impresiona
en sus relatos de nuestra última impresionante catástrofe
económica fue cuantos de los participantes no hacían
distinción entre los años veinte y los treinta; o sea
entre “los bulliciosos años veinte” de la “Era del
Jazz” y la era de la Gran Depresión. Para muchos de
ellos, fueron todos tiempos duros. Como Banks escribió en
su introducción: “Para la mayoría de la gente en este
libro, la Depresión no fue el evento singular que parece
ser en retrospectiva. Fue una adversidad más en vidas
mortificadas por la inmigración, la guerra mundial, y el
trabajo en industrias de bajos salarios antes de la regulación
de salarios y horas de trabajo. Aunque hablaban de la vida
en tiempos difíciles, los entrevistados por los Escritores
Federales se refirieron pocas veces a la Depresión en sí.”
Me
acordé de esto recientemente cuando leí en el Washington
Post sobre una categoría de crimen que no sabía que existía:
gente desesperada en una crisis monetaria, a menudo atrasada
con los pagos de préstamos a concesionarios automovilísticos,
que incendian sus coches y luego tratan de cobrar el seguro
(afirmando usualmente que les fueron robados). La policía
de Washington calcula que cientos de casos semejantes
ocurrieron en su región sólo en los últimos dos años.
Aunque tales intentos de fraude podrían estar aumentando
actualmente, es un fenómeno que difícilmente comenzó con
el colapso de Bear Stearns, o con la caída del mercado bursátil,
o con la crisis crediticia global que sobrevino
posteriormente. Me quedé preguntándome cuanta gente no
distinguirá mucho esta vez entre el reventón de los años
noventa, los años de Bush en los que el presidente, como
reacción a los ataques del 11–S, pidió a los
estadounidenses que fueran a Disney World y compraran hasta
caerse, y el desastre que ahora es casi seguro que llegue y
nos persiga a todos.
Como
actualmente hay más gente atrasada en el pago de sus préstamos
para coches que nunca ante antes, no cabe duda de que
podemos prepararnos para una aumento en la cantidad de
incendios de coches en los próximos años, tal como ya
vemos un aumento en toda clase de actos extremos, incluyendo
suicidios, ya que cada vez más estadounidenses sufren
ejecuciones hipotecarias y enfrentan la realidad del
desalojo. Como señala Nick Turse, autor de “The Complex:
How the Military Invades Our Everyday Lives,” si uno busca
cuidadosamente en los informes de noticias locales en todo
el país, ya puede ver hacia donde vamos, y no es nada
lindo. Ni un poco. Tom
****
Aumentan
las víctimas en la Calle Mayor (Main Street)
El
resultado humano de la crisis financiera en EEUU
Por
Nick Turse
El 4 de
octubre de 2008, en el sector Porter Ranch de Los Ángeles,
Karthik Rajaram, asediado por problemas financieros, mató a
tiros de su mujer, a su suegra, y a sus tres hijos antes de
volver el arma contra sí mismo. En una de dos notas de
suicida, Rajaram escribió que estaba “en quiebra” por
haber incurrido masivas pérdidas en la catástrofe económica.
“Creo que estaba desempleado, sus incursiones en el
mercado bursátil habían empeorado de modo desastroso,”
dijo el Jefe Adjunto de la Policía de Los Ángeles, Michel
R. Moore.
La secuela
de la actual debacle de las hipotecas subprime y de la
economía que la siguió ha sumido vidas en el caos en todo
el país. En los últimos días, Associated Press, ABC News,
y otros, han comenzado a encarar la creciente cantidad de víctimas,
especialmente suicidios, atribuidas a la crisis financiera.
(Nótese que hace meses, Barbara Ehrenreich presentó el
tema en Nation.)
El suicidio
es, sin embargo, sólo un tipo de acto extremo para el cual
la catástrofe financiera parece haber sido el catalizador.
Desde comienzos del año, historias de resistencia a
desalojos, autodefensa armada, canicidios, incendios
premeditados, heridas autoinfligidas, asesinatos, así como
suicidios, especialmente como reacción a la crisis de las
ejecuciones hipotecarias, se han multiplicado en las
noticias locales, aunque la mayoría de los informes han
pasado desapercibidos a escala nacional – como ha sucedido
con todas las pautas relacionadas con estos eventos.
Aunque es
imposible saber qué factores, incluyendo los profundamente
personales, contribuyen a semejantes actos extremos,
violentos u otros, muchos parecen estar innegablemente
vinculados con la crisis actual. ¡No es de extrañar! Las
tasas de estrés, depresión y suicidio aumentan
invariablemente en tiempos de confusión económica. Como
Kathleen Hall, fundadora y directora ejecutiva del Stress
Institute en Atlanta, dijo a Stephanie Armour de USA Today
anteriormente durante este año: “Los suicidios tienen
mucho que ver con la economía.”
Ahora,
cuando las predicciones de una recesión larga y profunda
son lugar común, no es demasiado temprano para comenzar a
buscar esas pautas en las tragedias humanas que ya brotan en
medio de las ruinas de las finanzas. Hay que esperar
tendencias inquietantes en los años por venir,
especialmente cuando cientos de miles de veteranos de las
guerras de Iraq y Afganistán vuelven a casa a escenarios de
desempleo y, en algunos casos, carencia de vivienda.
Consideremos esto, por lo tanto, como un intento de buscar
tempranos signos anecdóticos de las secuelas de tiempos difíciles,
los resultados, en este caso, de un estudio de informes de
la prensa local de toda la nación, algunos pequeños, pero
potencialmente indicadores de mayores tragedias
estadounidenses, y todos sugieren un modelo que
probablemente se haga más pronunciado.
Desalojos
extremos
En febrero,
cuando un agente del alguacil fue a entregar una notificación
de desalojo a un propietario de casa en Greeley, Colorado,
vio que el hombre se había cortado las venas y yacía en un
baño de sangre. Llevado de prisa a un hospital cercano, el
hombre sobrevivió mientras la oficina del alguacil trataba
de restar importancia a razones económicas por el
incidente, diciendo, según el Denver Post, que “no
asociaba el intento de suicidio con el desalojo, porque el
hombre había sabido una semana antes que lo iban a
echar.”
En marzo,
el residente de Ocala, Florida, Roland Gore mató a su perro
y a su mujer, incendió su casa embargada, y luego se mató.
En abril,
Robert McGuinness, agente privado de notificaciones
procesales, llegó al umbral de la puerta de Frank W. Conrad
en Marion County, Florida. Según un artículo en el periódico
local Star Banner, Conrad, de 82 años primero se mostró
“cordial.” Cuando McGuinness presentó la notificación
de ejecución, sin embargo, Conrad se enfureció, y abandonó
la pieza. Volvió con una pistola de calibre .38 y anunció:
“Tiene dos segundos para salir de mi propiedad o va al
hospital.” Los agentes del alguacil de Marion County lo
arrestaron posteriormente.
El 3 de
junio, agentes de la FEMA (Agencia federal para manejo de
emergencias) partieron a informar al residente de Nueva
Orleans, Eric Minshew, que sería desalojado de su remolque
“Katrina.” Después de ser amenazados por Minshew, los
empleados de FEMA llamaron a la policía. Cuando llegaron
los policías, Minshew supuestamente también los amenazó y
“se encerró en su casa parcialmente destruida, vecina a
su remolque.” Un equipo de SWAT (Equipo de armas y tácticas
especiales) fue llamado y atacó al hombre con gas lacrimógeno.
Entrevistado por el Times–Picayune, una residente del
lugar, Tiffany Flores, declaró: “Algunos miembros del
SWAT dijeron a mi esposo que nunca habían visto a nadie
resistir tanto gas lacrimógeno.” El enfrentamiento duró
horas antes de que “un equipo de ataque de agentes tácticos”
invadió la casa. Aunque Minshew abrió fuego, terminaron
por acorralarlo en el piso superior. Cuando – afirmaron
– se negó a abandonar su arma, lo tumbaron a tiros.
Ese mismo día,
en Multnomah County, Oregon, agentes del alguacil entregaron
una notificación de desalojo a un inquilino desesperado.
Según el agente Travis Gullberg, Oficial de Información Pública
del Alguacil de Multnomah County, el desalojado sacó rápidamente
una pistola de su bolsillo y le puntó a la cabeza antes de
ser desarmado por los agentes.
Tiempos
difíciles
Recientemente,
según Los Ángeles Times, Rich Paul, vicepresidente de
ValueOptions Inc., que trata remisiones de salud mental,
dijo que durante el último año, llamados relacionados con
estrés, resultantes de ejecuciones hipotecarias o
dificultades financieras han aumentado en un 200% en
California. De la misma manera, el doctor Mason Turner, jefe
de psiquiatría en el Centro Médico en San Francisco de
Kaiser Permanente, informó de “un aumento cuádruple en
las admisiones psiquiátricas en su hospital durante agosto,
y que cerca de un 60% de los pacientes dicen que el estrés
financiero contribuyó a sus problemas.”
Por cierto,
muchas víctimas de las crisis económicas relacionadas
nunca reciben tratamiento. En julio, el agente del alguacil
de Sacramento County, Mark Habecker dijo al Sacramento Bee
que dos veces durante este año “propietarios de casas a
punto de ser desalojados han cometido suicidio cuando se
aproximaba para realizar el cierre.” En otro caso, dijo
que “otro policía de Sacramento encontró una nota en la
casa que le decía donde encontrar el cuerpo del dueño de
la casa embargada.” El Bee informó que tales casos “no
reciben publicidad cuando suceden,” lo que provoca la
pregunta de precisamente cuantos suicidios similares no han
sido mencionados en toda la nación.
En julio,
cuando la policía entregó una notificación de desalojo en
la casa de George y Bonnie Mangum en Middleburg, Florida, la
pareja se parapetó en su interior. Finalmente, convencieron
a George Mangum de que se rindiera y fue arrestado. “Hizo
lo único que sabía hacer, proteger a su familia, todo lo
que hizo fue sentarse al otro lado de la puerta y decir:
‘Tengo un rifle, tengo un rifle’ y por eso va a la cárcel
porque amenazó a la policía,” dijo Bonnie. La hija de la
pareja, Robin, agregó: “Ésta es mi casa, es la casa de
todos nosotros y no pienso que sea justo. Mi padre fue un
Boina Verde, está enfermo, ¿cómo lo vais a echar?”
Dallas
Dwayne Carter, residente de Pinellas Park, Florida era un
padre soltero discapacitado de 44 años, que había perdido
su trabajo, se había endeudado, y enfrentaba el desalojo.
“Siempre hablaba de que necesitaba ayuda – en lo
financiero y para los niños,” dijo el vecino Kevin Luster
al St. Petersburg Times. El 19 de julio, Carter
aparentemente llamó a la policía para decir que estaba
armado y perturbado. Cuando llegaron los agentes, Carter
disparó su pistola y su rifle dentro del apartamento, antes
de salir y apuntar con sus armas a los agentes presentes. La
policía dice que le ordenaron que las soltara. Cuando no lo
hizo, lo mataron con una descarga de 10 balas.
El 23 de
julio, unos 90 minutos antes de que su casa embargada en
Taunton, Massachusetts debía ser subastada, Carlene
Balderrama envió una carta por fax a su compañía
hipotecaria, informándola que “hoy, para cuando ejecuten
la casa estaré muerta.” Siguió diciendo: “Espero que
os mostréis más compasivos con mi esposo e hijo de lo que
fuisteis conmigo.” Después de eso, tomó un rifle de gran
potencia y, según el Boston Globe, se mató. En una
entrevista con Associated Press, el esposo de Balderrama,
John, dijo: “No tenía la menor idea.” Su mujer manejaba
las finanzas y había estado interceptando cartas de la
compañía hipotecaria durante meses. “Escribió en su
nota suicida que fue agobiador para ella,” dijo. En la
carta, ella escribió: “Tomad el dinero del seguro [de
vida] y pagad la casa.”
El día
después del suicidio de Balderrama, a 80 kilómetros de
distancia, en Worcester, Massachusetts, un hombre de 64 años,
que ya había sido desalojado, se atrincheró dentro de su
antigua casa. Llamaron a la policía y lo encontró
supuestamente preparado para encender cuatro tanques de
propano. “Su intención era quemar la casa con él
adentro,” declaró el sargento Christopher J. George al
Telegram & Gazette. A medida que el hombre se volvía
“aún más desesperado” con la llegada a la calle de un
camión de mudanzas, la policía invadió la casa y lo
encontró “apoyando un cuchillo de 30 cm. de largo contra
su propio pecho” mientras un trozo de papel ardía cerca
del propano. El hombre fue desarmado y el fuego extinguido.
Ese mismo día,
en Visalia, California, un agente del alguacil de Tulare
County trató de entregar una notificación de desalojo a
Melvin Nicks, de 50 años. Nicks reaccionó apuñalando al
agente con un cuchillo y parapetándose en la casa durante
varias horas. Se rindió más tarde.
Sin
salida
Los
residentes de Bay City, Michigan, David y Sharron Hetzel,
ambos de 56 años, “perdieron su casa por ejecución
hipotecaria y suspensión de pagos. Pero no completaron los
procedimientos necesarios para declararse en bancarrota.”
El 1 de agosto, según los informes policiales, David Hetzel
envió una carta de disculpas a los miembros de su familia.
Más tarde, esa noche, según la policía local, atacó a su
mujer durmiente, golpeándola en la cabeza con un palo de
golf y apuñalándola repetidamente con un cuchillo de
cocina. Después de hacerlo, comenzó a prender fuegos en
toda la casa antes de meterse a la cama junto a su mujer y
de suicidarse con “una sola herida fatal en su torso.”
El 12 de
agosto, agentes del alguacil llegaron a la casa en
Saddlebrook, Nueva Jersey, de Beatrice Brennan, de 88 años,
otra víctima de la crisis hipotecaria, que había
refinanciado su casa y se había atrasado en los pagos. Negándose
a contemplar inactivo mientras lanzaban a su madre a la
calle, su hijo John, de 60 años, tomó una pistola de
calibre .22 para oponerse a los representantes de la ley.
Eso llevó a los empleados de la empresa de mudanzas, que
estaban esperando que venciera un plazo hasta las 10 de la
mañana impuesto por el tribunal, a escapar rápidamente
hacia su furgón. Brennan pudo retrasar brevemente el
desalojo antes de ser arrestado por un equipo del SWAT y que
su madre perdiera su casa. “Este asunto me rompe el corazón,”
dijo al periódico local, The Record, un antiguo vecino,
Vincent Carabello, “¿Cómo pudo haber pasado algo
semejante?”
Sylvia
Sieferman, residente de Roseville, Minnesota, estaba muy
estresada y atormentada por dificultades financieras. La
preocupaban sus dos hijas de 11 años. El 21 de agosto, según
informes policiales, Sieferman “acuchilló repetidamente a
las niñas y a sí misma.” “Llegó al límite,” dijo
su amiga Carrie Micko al Star Tribune. “Ya no podía
seguir luchando... sentía que sus hijas estaban sufriendo
porque ella no era capaz de cubrir sus necesidades.” Como
agregó Micko: “Después de una serie de contratiempos
financieros, ya no pudo vislumbrar una salida. Estaba bajo
extrema angustia financiera, emocional y espiritual y no
quería decepcionarlas.”
Mediante
cualquier medio necesario
El Boston
Globe informó que, el 5 de septiembre: “fueron arrestados
cuatro manifestantes que trataban de impedir el desalojo de
una mujer de Roxbury de su casa... después de encadenarse a
los peldaños de su porche trasero.” Mientras 40
manifestantes protestaban en la calle, funcionarios del Bank
of America ordenaron a Paula Taylor que saliera de su casa.
“Es nuestro octavo bloqueo y es la primera vez que ha
habido arrestos,” dijo Soledad Lawrence, organizadora de
City Life, una organización sin fines de lucro que trata de
detener la gran cantidad de ejecuciones hipotecarias y de
desalojos en vecindarios de Boston. “Pueden volverse más
agresivos y nosotros seremos más agresivos.” agregó.
El 25 de
septiembre, mientras los políticos en Washington trataban
de discutir un masivo paquete de rescate para las
instituciones financieras, agentes de policía de Boston
enfrentaron a unos 40 activistas de City Life frente a la
casa de Ana Esquivel, empleada de una escuela privada, y de
su esposo Raúl, obrero de la construcción, ambos de
cincuenta y tantos años. El Globe informó que cuatro
manifestantes fueron arrestados cuando los policías iban a
empellones tratando de pasar para permitir que un cerrajero
entrara a la casa a fin de excluir a los Esquivel de su
casa. “Hemos sido destruidos por el banco,” dijo
sollozando Ana Esquivel. “El banco es demasiado grande
para nosotros.” Aunque el bloqueo fracasó en el caso
Esquivel, Steven Meacham, organizador de City Life, dijo a
un periodista del Globe que “las protestas han ayudado a
impedir unos nueve desalojos. En los bloqueos exitosos, los
propietarios de casas obtuvieron tiempo adicional de los dueños
de sus hipotecas para negociar alternativas a las
ejecuciones hipotecarias.”
Dos días
antes, agentes del alguacil de Los Ángeles County llegaron
a la casa en Monrovia de Joanne Carter, de 53 años, y de su
esposo de 67 años, John, para entregar una notificación de
desalojo. Joanne Carter se negó a aceptarla. Según el
“portavoz de Monrovia,” Dick Singer, como informa el
Pasadena Star–News: “dijo a los agentes que tenía armas
de fuego en la casa y les mostró una escopeta.” El día
siguiente, agentes de la policía de Monrovia aparecieron en
la casa después de ser informados de que la mujer “puede
haber amenazado a una agencia de compensación de
trabajadores.” El teniente de la policía Michael Lee dijo
que Carter les dijo que si “trataban de entrar, defendería
su casa mediante cualquier medio necesario.” Entonces,
ella y su esposo se parapetaron en el interior, después de
lo cual fue disparada una escopeta. Llamaron a policías de
otros departamentos locales. Después de un enfrentamiento
de horas de duración, los Carter se rindieron y fueron
arrestados.
Ese mismo día,
en el norte de California, Cliff Kendall, funcionario jefe
de construcción de Petaluma, se mató usando un rifle. Una
semana antes, Kendall había sido informado de que sería
despedido. “Temía que perderíamos nuestra casa, y
probablemente la perderemos, porque no puedo permitirme el
lujo de mantenerla,” dijo su mujer Patricia, discapacitada
por una lesión en la espalda, al Press Democrat. “Estaba
extremadamente alterado y agraviado por el despido.”
El 3 de
octubre, el día antes del masivo asesinato/suicidio de
Karthik Rajaram en Los Ángeles, Addie Polk, de 90 años,
fue llevada a extremos por la crisis financiera. Con agentes
del alguacil ante su puerta, Polk evidentemente tomó la única
acción que pensó que le quedaba para evitar el desalojo de
su casa embargada. Trató de matarse. Su vecino, Robert
Dillon, al escuchar fuertes ruidos en su casa, utilizó una
escala para entrar por una ventana del segundo piso. Encontró
a Polk acostada en su cama. “Se movió un poco hacia mí,
vi esa sangre, y me dije: ‘Oh, no, la señorita Polk se
debe haber disparado.’” Mientras estaba en el hospital
recuperándose de dos heridas de bala autoinfligidas, Brian
Faith, portavoz de Fannie Mae, anunció que la asociación
hipotecaria había decidido condonar su deuda pendiente y
darle “directamente” la casa.
El 6 de
octubre, en Sevier County, Tennessee, agentes del alguacil,
seguidos por policías, llegaron para desalojar a Jimmy y
Pamela Ross de su casa. Escucharon un tiro y entraron a la
casa para hallar a Pamela, de 57 años, muerta de una herida
de bala autoinfligida en el pecho. Su vecina, Ruth Blakey,
dijo a WVLT–TV: “Sé que realmente odiaba la idea de
abandonar esa casa. No quería abandonar esa casa.”
Wanda Dunn
dijo a vecinos que preferiría morir que dejar su casa. El
13 de octubre, el día en el que iba a ser desalojada, la
mujer de 53 años, oriunda de Pasadena, California,
aparentemente prendió fuego a su casa “donde su familia
había vivido durante generaciones” antes de dispararse en
la cabeza. “Sabíamos que iba a suceder,” dijo su vecino
Steve Brooks a Los Ángeles Times. “No fue la culpa de
nadie en particular; fue la culpa de todos.”
Subcontrata
de suicidios
En
septiembre, lectores de la columna "Explainer" de
Slate hicieron la siguiente pregunta: Si la crisis
financiera es tan calamitosa, “¿como es posible que no se
hable de ejecutivos que saltan por las ventanas?” La
escritora Nina Shen Rastogi respondió como corresponde:
“Porque
la situación actual no ha tenido ni de cerca un efecto tan
devastador sobre las finanzas personales de la gente. El
Gran Crac de 1929 – y en menor medida, el crac de 1987 –
llevaron a algunos a cometer suicidio. Pero en casi todos
esos casos, los muertos habían sufrido una importante pérdida
al colapsar el mercado. Ahora, debido en gran parte a esas
experiencias anteriores, los inversionistas tienden a tener
carteras mucho más diversificadas, para evitar que todas
sus fortunas desaparezcan al caer las acciones.”
Puede que
sea cierto. Hasta ahora, por lo menos, los suicidios en Wall
Street parecen haber sido subcontratados a sitios de los que
sus ejecutivos probablemente nunca han oído hablar. Allí,
en las proverbiales calles mayores de EE.UU., la catástrofe
financiera de Wall Street comienza a ser medida no sólo en
dólares y centavos, sino en sangre.
Ahora
mismo, no hay recuentos reales de los numerosos actos
extremos nacidos de la crisis financiera, pero seguramente
otros asesinatos, suicidios, heridas autinfligidas, actos de
incendio premeditado y de autodefensa armada simplemente han
pasado desapercibidos, afuera en vecindarios duramente
afectados económicamente en ciudades y pequeñas
localidades en todo EE.UU. Sin final a la vista ni en el
caso de las ejecuciones hipotecarias ni en el caos económico,
puede que los estadounidenses tengan que prepararse para
muchas víctimas más dentro de su país. A menos que se
implementen extremos pasos económicos, como ser la
condonación de hipotecas y de deudas, la cantidad de actos
extremos y el recuento final de las víctimas pueden ser
mucho más extremos de lo que nadie quiera imaginar.
(*)
Nick Turse es editor asociado y director de investigación
de Tomdispatch.com. Ha escrito para Los Angeles Times, San
Francisco Chronicle, Adbusters, the Nation, y regularmente
para Tomdispatch.com. Su primer libro: “The Complex: How
the Military Invades Our Everyday Lives,” una exploración
del nuevo complejo militar–corporativo en EE.UU., fue
recientemente publicado por Metropolitan Books. Su sitio en
la red es: Nick Turse.com.
|