Naturaleza
y dinámica
del capitalismo y la economía de transicion
EEUU,
Roosevelt y el movimiento obrero en
la Gran Depresión
Por León Trotsky, julio 1936
Presentamos
este texto de León Trotsky acerca de la situación en los
EEUU en los años ’30[1]. Como es sabido, durante esa década,
EEEE y el mundo todo estuvieron sumidos en la “Gran
Depresión”; es decir, la crisis económica más grave del
capitalismo del siglo pasado. Al mismo tiempo, desde el año
’33, había asumido el gobierno de Franklin D. Roosevelt,
un presidente “progresista” que impulsó una serie de
medidas para rescatar al capitalismo yanqui de su hora más
dramática. Los paralelos con la situación de hoy son
evidentes, aunque ni la crisis económica es todavía tan
grave como la de los años ’30, ni el triunfante Barack
Obama parece tener una programa que se aproxime siquiera a
las medidas que fue obligado a tomar Roosevelt
en su momento. Sin embargo, el texto de Trotsky es muy
ilustrativo, sobre todo en sus consideraciones acerca de las
condiciones en las cuales la clase obrera yanqui entró
finalmente en acción, enseñanzas que creemos de actualidad
para el presente. (Los subtítulos son nuestros)
EEUU,potencia imperialista
dirigente, no podrá avanzar sin abrir brechas en los
dominios de otros imperialismos
Dotado de gran riqueza y de un aparato productivo altamente
desarrollado, Estados Unidos se ha elevado en el curso de la
guerra
[mundial de 1914-18]
al rango de potencia imperialista dirigente del
mundo. No obstante, asume ese rol dirigente en una época en
la que el capitalismo ya declinaba en todas partes, y en la
que los conflictos entre las grandes potencias no dejaban de
acentuarse.
El imperialismo americano ya no puede extenderse más, ni incluso
mantener su posición actual en el mundo, sin marcar una
extensa brecha en el poder mundial actualmente en manos de
otras potencias imperialistas, sin atacar el nivel de vida
de las masas de EEUU, de América Latina, de Europa, de
Asia, a los que explota directamente, y de los que saca
ganancia indirectamente. De manera que extendiendo su poderío
por todo el mundo, el capitalismo de EEUU introduce en sus
propios fundamentos la inestabilidad del sistema capitalista
mundial. La economía y la política de EEUU dependen
de las crisis, las guerras y las revoluciones en todas
partes del mundo. La dimensión misma del capitalismo
americano y sus recursos, su aparición relativamente tardía
en la escena mundial, la decadencia general y las
conmociones características de esta época del capitalismo
mundial se combinan para asegurar un ritmo rápido a la
evolución económica de EEUU y, en consecuencia también,
al desarrollo político de la burguesía y de la clase
obrera en EEUU.
La crisis de 1929–1933 y la evolución ulterior suministraron
abundantes confirmaciones a la legitimidad de esta apreciación.
En el país más rico del mundo, el salario del conjunto de
obreros de la industria y la agricultura ha sido
literalmente amputado a la mitad entre 1929 y 1932. El número
de desocupados creció de 2.000.000 a entre 18 y 20.000.000.
La producción de acero se redujo a menos del 20% de su
capacidad. Las exportaciones, que superaban los cinco mil
millones de dólares, cayeron a un millón y medio apenas;
las importaciones pasaron de cuatro millones y medio
aproximadamente, a más de mil millones. Después de 4.600
quiebras bancarias en tres años, todos los bancos del país
cerraron sus ventanillas en marzo de 1933, en el apogeo de
la crisis financiera.
El
rol del régimen de Roosevelt consistió en “salvar” al
capitalismo
El rol del régimen de Roosevelt consistió en “salvar”
temporalmente al capitalismo. Tras este objetivo, abandonó
completamente, y sin intentos de simulación, el tradicional
“laissez–faire”, doctrina de EEUU
y,
particularmente, del propio Partido
Demócrata,
así como el instrumento particular de América: los
derechos del Estado.
Utilizó los recursos financieros del Estado
para socorrer a las empresas bancarias y comerciales e hizo
votar leyes que restringían la competencia, permitían el
alza de los precios, etc., es decir, favorecían el
capitalismo monopólico. Al mismo tiempo, la
administración Roosevelt, aunque todos los capitalistas no
se hayan dado cuenta, servía efectivamente a los intereses
capitalistas, manteniendo el descontento de las masas
trabajadoras urbanas y rurales en vías de una política que
consistía en pequeñas concesiones parciales, con
frecuencia ilusorias, y principalmente en promesas demagógicas.
Es así, por ejemplo, que hizo entrar en vigencia un sistema
de jubilación a la vejez y de seguro de desempleo bajo
control del gobierno [2],
pero a una tasa ridículamente baja. El empleador tiene la
posibilidad de hacer caer el peso sobre los consumidores, es
decir, sobre los trabajadores, y los sindicatos no tienen
ninguna participación en la administración del sistema
[3].
Formalmente, el “derecho” de los obreros a organizarse
está reconocido [4], y
el gobierno cultiva la amistad de los dirigentes sindicales.
En la actualidad, los movimientos huelguísticos son
quebrados, de manera sutil por mediadores codificados del
gobierno, o de manera brutal, por gangsters
privados, la policía o la milicia, sin ninguna protesta
efectiva por parte de esta administración “liberal”.
Así, la vitalidad y los recursos del capitalismo americano,
oportunamente ayudados por el estado democrático, están
por el momento, aliviados de la crisis, en este sentido es
que la producción se ha elevado notablemente por encima del
nivel de 1932, que se ha podido lograr beneficios nuevamente
en ciertas ramas, etc. Pero esto no quiere decir, inclusive
para el poderoso capitalismo americano, que la crisis esté
resuelta en el sentido en que fueron resueltas las crisis
del pasado, es decir, con un nuevo ciclo de expansión en el
curso del cual las condiciones de existencia de los
trabajadores también se elevan. Todos los hechos indican
hasta el momento que la crisis es permanente, aunque momentáneamente
es menos aguda.
Una guerra, permitiría al
capitalismo americano dar un vigoroso golpe a sus
competidores
La renta agrícola, que era de 15 mil millones y medio de dólares en
1920 cayó a aproximadamente 5 mil millones en 1932. Aumentó
notablemente en el último año, pero a 8 mil millones
solamente, es decir un 40% por debajo del nivel de 1920. El
volumen de producción de los objetos de consumo casi igualó
en 1935 el nivel de 1929, pero el volumen de materiales de
construcción ha sido la mitad inferior al de 1929 y la
industria de los medios de producción sólo ligeramente
superior de manera general. Esta recuperación sólo se debió,
en gran medida, mas
bien a los gastos gubernamentales que a una verdadera
recuperación (capitalista) de la industria privada, como
puede deducirse del hecho de que las nuevas inversiones, que
se elevaban en 1929 a 16 mil millones de dólares, cayeron
en 1933 a menos de mil millones y sólo alcanzaron el último
año la cifra de mil millones y medio. La racionalización
ha progresado durante la recesión. En consecuencia, el
crecimiento de la producción no tiene efectos
proporcionales en la desocupación. El número de
desocupados sigue siendo de 10 a 12.000.000 y no disminuyó
de forma apreciable durante el año anterior. El número de
personas subsidiadas se elevó de 22 a 25.000.000 entre 1935
y 1936. Esta es una ilustración viva de la manera en que el
capitalismo arroja sobre las espaldas de los trabajadores
los gastos de la “reactivación”, así como los gastos
de la crisis.
Otros aspectos de la situación actual en América llevan a las mismas
conclusiones. El comercio exterior permanece por debajo de
la mitad del nivel de 1929. La deuda del gobierno federal se
estableció en 31 mil millones de dólares, creció en un
50% en tres años. La abundancia de oro –cuyo
stock se estableció en 4 mil millones en 1932 y en 10 mil
millones hoy– continúa siendo un
obstáculo para el renacimiento del comercio exterior, para
la estabilización de la moneda, y una amenaza de inflación.
La lucha por los mercados, especialmente en América latina
y Asia, contra Gran Bretaña y Japón, se intensifica.
El capitalismo no ve claramente otra salida a semejante impasse que el
empleo de la fuerza contra las masas trabajadoras por un
lado, y contra otros grupos de potencias imperialistas, por
el otro. Es así que se observa a la vez un agravamiento de
las leyes represivas y de los recortes a las libertades
civiles –aunque se lo pueda
atribuir sobre todo a los estados y a los municipios,
dejando al presidente nacional el privilegio de posar de
“liberal”–
y, bajo la inspiración, esta vez, de Roosevelt, un gasto
anual de más de mil millones de dólares para la preparación
militar y naval, una suma muy superior a todas las de los
períodos precedentes.
Por el momento, estos gastos sirven para estimular la “reactivación”
y pronto le permitirán al capitalismo americano, si
ocurriera una guerra, dar un vigoroso golpe a sus
competidores.
Al principio, la
clase obrera estuvo
pasiva,
pero luego desplegó
una actividad y combatividad casi ininterrumpidas
En lo más profundo de la crisis, la clase obrera americana permaneció
esencialmente pasiva. Esto era el resultado, por un lado de
la violencia objetiva de los golpes a la que fue expuesta
después de un largo período de prosperidad, y por otro
lado, de este factor subjetivo que hace que, a causa de las
condiciones particulares del desarrollo americano, entre en
la crisis con organizaciones pequeñas y débiles, tanto en
el terreno político como en el económico.
Sin embargo, desde 1933, la historia de la clase obrera
americana se caracteriza por una actividad y una
combatividad casi ininterrumpidas. Intentos obstinados y
persistentes para organizarse, que culminan frecuentemente
con luchas huelguísticas muy heroicas, fueron emprendidos
por los obreros, incluidos los de las industrias claves,
tales como el acero, el automóvil, el caucho, las fábricas
de utilidad pública y la navegación, en donde, en el
pasado, el movimiento sindical no había podido arraigarse [5]. Las huelgas de los
últimos años se destacan por un potente auge de la
solidaridad y de la conciencia de clase, agrupan a decenas
de miles de obreros que pertenecen a diferentes industrias,
y a menudo también, a capas inferiores de la pequeña
burguesía que han apoyado la lucha física de los obreros
huelguistas contra los rompe huelgas, los matones privados,
la policía e incluso la milicia.
Surgimiento de nuevas
organizaciones – Millones se sindicalizan
Los efectos de esta nueva etapa del desarrollo del capitalismo
americano y de la presión de las masas se reflejan en la
polémica que se desarrolla actualmente en la American
Federation of Labor (A.F.L.), la más profunda y la más
encarnizada polémica de toda la historia de esta institución
conservadora. Los dirigentes de algunos de los mayores
sindicatos afiliados –como
John L. Lewis
[6], de
los Mineros–
atacan de frente la política tradicional de los sindicatos
por oficio de la Federación y exigen que le sea acordado a
los obreros de las industrias de producción de masas, el
derecho de organizarse en sindicatos por industria y que
sean invitados allí. Dentro de la A.F.L. constituyeron un
Comité para la Organización de Sindicatos por Industria
(C.I.O), para ayudar a los obreros de las industrias más
importantes a organizarse sobre la base de la industria [7].
Se negaron a satisfacer la demanda del Ejecutivo de la
A.F.L. de disolver la
C.I.O. y ahora están comprometidos en los preparativos para
una campaña de organización en la industria pesada. No
obstante, no hay dudas que un vasto movimiento de organización
y de huelga en una industria clave no puede ser considerado
hoy en EEUU como una cuestión puramente sindical. Conduce
necesariamente a un conflicto con la clase burguesa en su
conjunto y con el aparato gubernamental, lo que implica
consecuencias sociales muy profundas.
Aunque el número de adherentes de los sindicatos haya aumentado a
alrededor de un millón desde 1932, los obreros de las
industrias claves permanecen desorganizados en su gran mayoría.
Todas las oleadas organizativas en estas industrias fueron
quebradas con la colaboración de los patrones, de los
organismos gubernamentales de arbitraje y de los burócratas
traidores de los sindicatos, con frecuencia mucho antes que
haya sido alcanzado el punto culminante de una huelga. Pero
lo más importante es que estas traiciones no han disminuido
la voluntad de organización de los obreros, ni su
combatividad. Además, allí donde las débiles fuerzas de
los revolucionarios marxistas eran capaces de participar en
estas luchas, los obreros han seguido su dirección y se han
burlado de los intentos de los burócratas sindicales que
los advertían en contra del “peligro rojo” [8].
El papel del stalinismo y
de los políticos de fachada “progresista”
La política de traición de los stalinistas es la razón esencial de
la ausencia de un verdadero partido revolucionario capaz de
dar a los obreros la dirección a la que aspiran cada vez más
y de quebrar las posiciones de la burocracia sindical
orientada hacia la colaboración de clases. Como reacción
violenta contra las exageraciones aventureristas del
“Tercer período”, el P.C. stalinista de EEUU lleva hoy
una política groseramente oportunista. No sólo apoya acríticamente
a los burócratas sindicales “progresistas”, sino que
colabora frecuentemente con los elementos más reaccionarios
de los sindicatos. Consagra lo esencial de sus fuerzas para
el apoyo de un movimiento reformista de ese Farmer–Labor
Party [9] –versión
americana del Frente Popular–
e inaugura incluso una colaboración dudosa con los políticos
de los partidos capitalistas que tienen fachada
“progresista” y que están listos, con sus propios
objetivos, a entrar en un Farmer–Labor Party si este
partido adquiriera una fuerza verdadera.
Aunque en las elecciones presidenciales el P.C. de EEUU presente sus
propios candidatos [10] y mantenga así la
ilusión de su autonomía y la fraseología revolucionaria,
en la realidad, por su apoyo a los dirigentes sindicales que
quieren atraer a los obreros hacia Roosevelt y por sus
ataques contra el Partido
Republicano
como la única agencia “verdadera y directa” del
fascismo y de la guerra, etc.
[11],
ayuda a Roosevelt, quien, bajo la cubierta de un liberalismo
demagógico (en la acepción americana particular y un poco
confusa de este término), constituye el agente del
imperialismo americano y de sus gigantescos preparativos de
guerra.
El Partido Socialista Americano sólo cuenta con 16.000 miembros,
alrededor de la mitad del efectivo del P.C. de los EEUU,
aunque haya obtenido en las elecciones muchos más votos que
el P.C. Durante muchos años, estuvo dominado por la
“Vieja Guardia” ultra derechista de Hillquit
[12] y
sus sucesores. Sin embargo, la crisis llevó al P.S. a jóvenes
elementos muy prometedores y, con ellos, se han desarrollado
nuevas tendencias, causadas tanto por las condiciones en
EEUU como por la observación de las derrotas de la clase
obrera en Alemania, Austria, etc., bajo las antiguas
Internacionales. Es así que ha comenzado un proceso de
diferenciación y una lucha interna en el P.S. que aún no
ha encontrado su expresión política clara y definitiva.
Sin embargo, la sección más corrupta de la Vieja Guardia
(Nueva York) se ha separado prácticamente de la organización
nacional a partir de septiembre de 1935, y ha sido excluida
definitivamente del partido desde el mes de mayo de 1936. La
escisión ha transformado en un sentido positivo la relación
de fuerzas en el seno del P.S. y ha abierto, según la
apreciación del Workers Party de EEUU, importantes
posibilidades para la construcción del partido de la
revolución social.
De la misma manera, la relación de fuerzas dentro del P.S. también se
ha modificado sensiblemente por la entrada reciente de
varias centenas de internacionalistas revolucionarios del
Workers Party y de las Juventudes Espartaquistas en el seno
del P.S. y los Jóvenes Socialistas. El Workers Party, por
otro lado, resultaba de la fusión efectuada en diciembre de
1934 entre el antiguo Communist League of America y los
elementos sindicales revolucionarios del antiguo American
Workers Party que había adquirido una posición marxista
internacionalista. Queda por saber cuáles serán los
resultados de este curso y cómo continuará posteriormente
el desarrollo del Partido Socialista. Por supuesto que los
miembros del antiguo Workers Party que entraron en el P.S. y
que se someten a la disciplina de este partido, han
declarado claramente que mantenían firme e
irreductiblemente sus tradiciones y sus principios.
La crisis del capitalismo americano continúa. A pesar de una coyuntura
más o menos favorable, pronto se volverá candente.
Asimismo, la lucha de las víctimas del imperialismo
americano, de las masas dominadas de EEUU, de América latina
y de otros países se hace cada vez más amplia e intensa.
La tarea más importante y más urgente consiste en
continuar con energía de hierro la obra de unificación de
los elementos de vanguardia, tarea ya comenzada, en un
partido fuerte y disciplinado de la IV Internacional y
construir este partido bajo las bases de granito del
internacionalismo marxista–leninista, único capaz de
concentrar las luchas de las masas y de llevarlas a la
victoria. Cuando esta tarea sea cumplida, se puede prever
que la joven y vigorosa clase obrera americana, que ha
mostrado tan a menudo su voluntad y su capacidad de lucha
audaz y valiente, marchará rápidamente hacia la toma del
poder y contribuirá enteramente al establecimiento del
socialismo mundial.
Notas:
1– Escrito en julio del 1936, “Naturaleza y dinamica del capitalismo y la economia de transicion”
(compilación)
Ed. CEIP,
Bs. As. 1999
2– Estas dos medidas
habían sido decididas por el Social Security Act del 15 de
agosto de 1935. No se había previsto ningún seguro médico
y los empleados, trabajadores agrícolas, domésticas y
trabajadores independientes no se beneficiaban.
3–
El seguro a la vejez estaba organizado en el marco federal,
el seguro de desempleo por los Estados. Uno y otro estaban
financiados con importantes descuentos en los salarios.
4–
Era el National Labor Relations Act del 5 de julio de 1935
–y especialmente, su sección 7a.– quien había
reconocido formalmente el derecho de los obreros a
organizarse.
5–
El Sindicato
de los Obreros
de los Automóviles
(U.A.W.) y el de los trabajadores del caucho habían
accedido a la existencia legal, luego de duros conflictos,
en el verano de 1935.
6–
John Llewellyn Lewis (1880–1969): antiguo minero,
“zar” del sindicato de mineros (U.M.W.) había acosado a
los opositores de izquierda en su propio sindicato durante años.
Su experiencia le había enseñado, sin embargo, que la
organización de los obreros sobre la base de los sindicatos
de industria era inevitable, y se había hecho partidario de
dirigir el movimiento para no ser barrido por él.
7–
Luego del rechazo del Congreso de la A.F.L. –realizado en
Atlantic City en octubre de 1935– de la resolución en
favor de la organización de los sindicatos por industria,
John L. Lewis en nombre de la U.M.W. y muchos otros
dirigentes de los grandes sindicatos habían anunciado el 9
de noviembre la constitución del Committee for Industrial
Organization (C.I.O.) con el fin de “promover la
organización de los obreros en la producción de masas y
las industrias desorganizadas”. El C.I.O. permanecía en
el marco de la A.F.L.
8–
Alusión a dos de las grandes huelgas de 1934 en EEUU. La
huelga de los trabajadores de autos de Toledo había sido
dirigida por militantes de la A.W.P. de Muste, la de Minneápolis
por los trotskistas de la C.L.A. En la primera fila de los
que denunciaban a través de estas huelgas el “peligro
rojo” se encontraba el presidente de la A.F.L. William
Green (1873–1952), que había sucedido a Samuel Gompers en
ese puesto en 1924.
9–
Esta política se había concretizado al principio en el
Estado de Nueva York con la fundación de un American Labor
Party que había sido caucionado por numerosos dirigentes de
la A.F.L., pero que tendía esencialmente a canalizar los
votos obreros hacia la candidatura Roosevelt haciendo bloque
en Nueva York incluso alrededor de La Guardia.
10–
En las elecciones presidenciales de 1932, el P.C. americano
había presentado a su dirigente William Foster y éste había
obtenido 103.000 votos. El P.C. se preparaba en 1936 para
apoyar abiertamente la candidatura de Roosevelt.
11–
En el IX Congreso del P.C. americano, su secretario general
Earl Browder (1891–1973), se había “llevado bien” con
Roosevelt, por los ataques casi histéricos contra el
Partido Republicano y su candidato Landon. Había acusado a
los socialistas porque no veían, decía él “la dirección
fascista del Partido Republicano”, y había llegado a
afirmar que el “ticket Landon–Hearst–Wall Street era
el enemigo principal de las libertades, de la paz y de la
prosperidad del pueblo americano”.
12–
Morris Hillquit (1869–1933): nacido en Riga, había
emigrado a EEUU. en 1886. Dirigente sindical, había sido en
1901 uno de los fundadores del Partido Socialista,
inspirador de su ala derecha. Había sido el presidente del
Consejo Nacional de 1916 hasta su muerte. Había tenido un
buen resultado en las elecciones municipales de Nueva York
en 1932, lo que explica sin duda la operación ulterior para
establecer un A.L.P. en ese estado.
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