Wall
Street, no la industria del automóvil
El
favoritismo de Obama
Por
Michael Hudson (*)
CounterPunch, 08/12/08
Sin Permiso, 14/12/08
Hay una
especie de extraño doble rasero en la generosidad con el
erario público que muestra el presidente electo Obama
cuando se trata de los bancos y las compañías de seguros
de Wall Street, comparado con su postura mucho más exigente
hacia un posible rescate de la industria automovilística de
los EEUU. En su entrevista del 7 de diciembre con Meet the
Press puso condiciones a un rescate de dicha industria, pero
no dijo nada de pedir las mismas condiciones para el sector
financiero. Sus palabras sobre Detroit podría haberlas
aplicado igualmente a Wall Street. Pero no lo hizo así.
“Creo que
los Tres Grandes constructores de vehículos de los EEUU han
cometido errores estratégicos en repetidas ocasiones. No
hay gestionado dicha industria de la forma en que deberían.
(…) Lo que debemos hacer es proporcionarles ayuda, pero
esa ayuda está condicionada a que lleven a cabo ajustes
significativos. Van a tener que reestructurarse, y todos
quienes participan en ello van a tener también que asumir
esa reestructuración. Los trabajadores, la dirección, los
accionistas, los acreedores – todo el mundo va a tener que
reconocer que en estos momentos no tienen un modelo de
negocio viable. Y si esperan que los contribuyentes ayuden a
ese proceso de ajuste, no pueden seguir posponiendo un tipo
de cambios que, francamente, deberían haber hecho hace 20 o
30 años”.
Y más
adelante en la misma entrevista, mantuvo su postura: “…
cuando se trata del dinero de los contribuyentes (…)
queremos estar seguros de que esté condicionado a que después
del proceso emerja una industria del automóvil realmente
viable, que funcione de verdad. (…) Pero también me
preocupa que no demos a una determinada industria 10, 20, 30
o los miles de millones de dólares que sea y luego, seis
meses o un año después, vuelvan con una mano delante y
otra detrás diciendo “dadnos más”. Me parece que los
contribuyentes están ya hartos”.
Está bien.
¿Pero no es exactamente esto lo que está pidiendo Wall
Street? ¿No acaban de volver pidiendo los restantes 350 mil
millones de dólares del plan del Tesoro aprobado por el
Congreso en octubre y que quedaron sin asignación
(refrendado además por el propio presidente electo Obama),
y ello mientras la Reserva Federal sigue proveyendo de
“efectivo a cambio de basura” a los bancos y las compañías
de seguros hasta un montante que se aproxima ya a los 2
billones de dólares?
Uno podría
preguntarse porqué los mayores culpables de Wall Street –
Hank Greenberg de A.I.G., Charles Prince de Citibank –
fueron rescatados como si salvarles a ellos fuese salvar
“la economía” en si misma, mientras a los únicos que
se les pide que no se asignen esos salarios y pluses
exorbitantes es a los ejecutivos de las empresas automovilísticas.
Si la industria del automóvil tiene un problema de “mal
diseño” del que se les hace responsables, ¿porqué los
bancos, A.I.G., y quienes les nutren – los hedge funds que
están al otro lado de esos tratos que los chico listos
cierran y los chicos despreocupados les dejan cerrar – no
son sometidos a similares exigencias?
La
explicación parece ser que los altos ejecutivos de la
industria del automóvil no tienen a un alto funcionario del
gobierno como el Secretario Paulson que trabaje para ellos
para presentar sus intereses particulares como el interés
del conjunto de la economía. Por si mismos, no estaban en
una posición que les permitiese llevarse por delante toda
la economía si no se les daba lo que pedían. Sólo Wall
Street puede hacer naufragar la economía, llevándola a la
bancarrota. Es este poder lo que le permite presentar sus
intereses como los de toda la economía, y por lo tanto
gozando de una protección que no recibe ningún otro sector
y ni mucho menos los trabajadores.
Lo que es
importante entender es que el problema de los préstamos
basura se concentra en las capas altas (aproximadamente el
15 más rico de los bancos), los grandes conglomerados de
Wall Street que se crearon después de que la administración
Clinton conspirase con los republicanos para revocar la ley
Glass–Steagall y permitir que los bancos formasen
conglomerados de otro tipo de empresas. Pero el rescate no
termina en estos bancos o en A.I.G., sino en los acreedores
que hay del lado ganador de las apuestas que se hicieron
contra estos bancos y contra A.I.G., y que ahora quieren
cobrar de instituciones financieras que no pueden pagar.
Como jugadores en un casino en bancarrota, pidiendo al
gobierno que les ayude o “el sistema” colapsará.
¿Y cuál
es este sistema que el Congreso y el señor Obama se afanan
tan vigorosamente en rescatar? Básicamente, los banqueros y
los vendedores de seguros de A.I.G. se comportan como
gerentes de un casino a los que no les importan las pérdidas
mientras sigan recibiendo un cheque que les permita vivir
muy, muy bien.
Pero no
todos los casinos se arruinaron, y la vasta mayoría de
bancos y compañías de seguros norteamericanas evitaron
hacer grandes apuestas. El plan de rescate tiene pues poco
que ver con ellos. Y por supuesto tiene poco que ver con
“el conjunto de la economía”. Tiene que ver con
gestores de hipotecas deshonestos que trabajaban para bancos
deshonestos que corrompieron el proceso político mediante
sus donaciones a las campañas, y que llevaron a cabo malas
apuestas contra inversores financieros muy espabilados que
les pidieron prestadas enormes sumas de dinero para cubrir
dichas apuestas, y que permitió que los banqueros de
inversión y de los bancos comerciales se convirtiesen en
los individuos mejor pagados de la historia. ¿Pero debería
uno decir que este episodio único en la historia de la
humanidad es realmente “la economía”? ¿O es un
excremento? ¿No estaría mejor la economía SIN que esas
deudas de los bancos y de A.I.G. sean “saneadas”?
El señor
Obama explicó que la solución de su administración al
problema de los malos préstamos es que ante el Gobierno de
los EEUU los bancos “hallen su camino para salir de la
deuda” cargando a los propietarios de viviendas, a los
hogares y a la industria americana con mucha MÁS deuda
hasta que los intereses que genere permitan reconstruir los
balances de los bancos. En breve, lo que los bancos nos
venden es deuda. Esto puede tacharse de polución
financiera. Los bancos se van a dedicar a ganar dinero
llenando de polución financiera la economía.
¿No es ser
hipócrita por parte del señor Obama el que critique a las
empresas automovilísticas por producir trastos que engullen
litros y litros de gasolina y contaminan el medio ambiente,
sin criticar los grandes de Wall Street que financian las
campañas políticas para hacer lo mismo al medio económico?
“Mi equipo ha llevado a cabo conversaciones con esta gente
para ver como podemos hacer que los fabricantes de coches se
pongan a trabajar en los cambios que es necesario hacer”,
explicó el señor Obama a Tom Brokaw, “Alguna gente ha
dicho que sencillamente les dejemos que quiebren. Bien, en
tiempos normales una empresa incluso tan grande como General
Motors puede efectivamente ser capaz de pasar por un proceso
estándar de bancarrota (según capítulo 11),
reestructurarse y aún así seguir operando en el sector.
Cuando observas este tipo de colapsos al mismo tiempo que
tienes al sistema financiero tan débil como está ahora,
eso significa que tendremos que encontrar maneras de ejercer
presión en el mismo sentido que lo haría un tribunal de
cuentas, pidiendo responsabilidades, exigiendo cambios
profundos”.
El señor
Obama terminó diciendo que “tenemos que poner punto y
final a esta actitud de esconder la cabeza bajo el ala y
seguir como si nada… Y lo que todavía estamos viendo son
bonificaciones salariales para los ejecutivos de la
industria del automóvil que están fuera de lugar respecto
a las de sus competidores”, añadiendo que “no es algo
exclusivo del sector del automóvil. Lo hemos visto en todos
lados. Sin duda, lo hemos visto en Wall Street”.
Pero no
parece que entienda cuál es el problema. Hablando explícitamente
de la crisis financiera, Obama dijo que “había una enorme
cantidad de deuda, una enorme cantidad de dinero de otra
gente que se prestaba, y la especulación giraba en torno a
esas hipotecas. Y si podemos reforzar esos activos, entonces
eso reforzará al sistema financiero en su conjunto”.
¿Qué no
encaja en esta fotografía? En primer lugar, los bancos NO
estaban prestando “el dinero de otra gente”. Esto es un
mito promovido por el lobby académico de Wall Street, la
escuela “monetarista” de la Universidad de Chicago. Los
bancos crean crédito – es decir, deuda a devolver con
interés – libremente, tan pronto como dan con un
prestatario dispuesto a firmar un pagaré. El préstamo
genera un depósito (“ahorrándose el dinero de otra
gente”). Esa es la realidad financiera. La banca es un
monopolio público capaz de crear y monetizar el crédito.
Este monopolio se garantiza para así poder tener un sistema
financiero que se supone que financia la inversión de
capitales para el crecimiento económico.
Pero si los
bancos se hubiesen limitado a hacer esto, no habrían tenido
el problema de las deudas de mala calidad provocado por
apostar con las acciones y por préstamos hipotecarios
fraudulentos llevados a cabo por sus enormemente rentables
filiales que gestionan activos hipotecarios, y sus rapaces
secciones legales extremadamente bien pagadas y encargadas
de redactar contratos de hipotecas más sangrantes aún. La
inversión en capital es financiada hoy en día por las
mismas empresas industriales con parte de sus beneficios –
si son capaces de retener alguno después de pagar a los
tenedores de bonos basura que han pedido prestado dinero a
los bancos para acabar haciéndose con el control de la
empresa y trocearla, no para aumentar su inversión a largo
plazo en capital, investigación y desarrollo.
Lo que hace
falta es reestructurar el sistema financiero para que
realmente haga lo que sus defensores y sus cómplices de la
academia sostienen que hace: promover el crecimiento económico
en lugar de simplemente ahogar la economía con deuda como
medio de obtener beneficios con los intereses.
La segunda
parte de la frase del señor Obama donde recomienda hacer
reformas propone de hecho lo contrario. Ha dado todo su
apoyo al Secretario del Tesoro Henry Paulson, al sugerir que
la forma de reactivar la economía y los bancos es volver a
hinchar una burbuja inmobiliaria alimentada por la deuda. Se
espera que los posibles compradores de inmuebles vayan aún
más lejos en su endeudamiento para así proveer a los
bancos con suficientes ingresos por intereses para ser
solventes de nuevo (su pasivo es tan desproporcionado como
el de aquellos que tienen una hipoteca subprime y han sido
explotados por esos mismos bancos). El señor Obama habla de
“reforzar esos activos”, es decir, casas y edificios de
oficinas, “para así reforzar el sistema financiero en su
conjunto”.
Pero eso va
a debilitar la economía, dejándola aún más endeudada.
(*)
Michael Hudson es ex economista de Wall Street especializado
en balanza de pagos y bienes inmobiliarios en el Chase
Manhattan Bank (ahora JPMorgan Chase & Co.), Arthur
Anderson y después en el Hudson Institute. En 1990 colaboró
en el establecimiento del primer fondo soberano de deuda del
mundo para Scudder Stevens & Clark. El Dr. Hudson fue
asesor económico en jefe de Dennis Kucinich en la reciente
campaña primaria presidencial demócrata y ha asesorado a
los gobiernos de los EEUU, Canadá, México y Letonia, así
como al Instituto de Naciones Unidas para la Formación y la
Investigación. Distinguido profesor investigador en la
Universidad de Missouri de la ciudad de Kansas, es autor de
numerosos libros, entre ellos Super Imperialism: The
Economic Strategy of American Empire.
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