El
fraude de Bernie Madoff
Una
“limpieza étnica” en EE.UU.
Por Alexander Cockburn
CounterPunch, 19/12/08
Rebelión,
22/12/08
Traducido
por Germán Leyens
Llama
a cualquier amigo judío estos días y a menudo no estará a
más de uno o dos grados de separación de alguien devastado
en lo financiero por Bernie Madoff. Un acaudalado amigo judío
en Nueva York dice voluntariamente que por una cierta
complicada disputa familiar su dinero no había sido
colocado en Investment Securities LLC de Bernard L. Madoff.
Por otra parte, su tío despertó una mañana después del
arresto de Madoff para descubrir que los 40 millones de dólares
que había confiado a Bernie habían desaparecido para
siempre, junto con el multimillonario fondo de pensión de
sus trabajadores, que también había confiado a Madoff.
No
sólo herederas arruinadas en el Country Club de Palm Beach
se ven ahora ante la perspectiva de dividir el contenido del
tarrito de Whiskas en dos porciones iguales para la dueña y
el gato. También académicos en campus de las universidades
emblemáticas, doctores en Santa Monica, ricos de Boston a
San Francisco al West Side de Los Ángeles, ven ahora que
sus ahorros para la jubilación o sus fundaciones benéficas
se evaporaron de un día al otro.
En
términos de impacto financiero y psicológico, el atraco de
50.000 millones de dólares de Bernard Maddow ciertamente se
destaca como una importante limpieza étnica aquí en
EE.UU., un inmenso evento traumático para judíos
estadounidenses. Evidentemente, Madoff tenía clientes de
todos los credos y nacionalidades, pero se especializaba en
ir a la pesca de dinero judío. Pregunté a una señora judía
que conozco aquí en California si alguien en su círculo de
conocidos había sufrido pérdidas. Me miró trémula,
agitando la cabeza, al borde de las lágrimas. Aunque nadie
estaba al alcance del oído, murmuró: "Me decían todo
el tiempo que colocara mi dinero con Madoff. En aquel
entonces el umbral para invertir eran 250.000 dólares. Me
fui por la tangente. Algunos de mis amigos no lo hicieron.
Lo perdieron todo. Es la noche de los cristales rotos número
dos." Su miedo y su horror apenas habrían disminuido
si hubiera escuchado lo que me dijo un poco antes una
persona perfectamente agradable, a propósito del affaire
Madoff: "Ahora los ricos sabrán cómo se siente
uno."
"'Es
una bomba atómica en el mundo de la filantropía judía,'
dijo Mark Charendoff, presidente de la Red de Patrocinadores
Judíos, a Anthony Weiss y Gabrielle Birkner del periódico
The Forward. 'Va a haber consecuencias de esto durante años.'
El colapso de la firma de inversiones de Bernard Madoff ha
abierto un agujero negro en el centro de los círculos de
judíos acaudalados que socializan y hacen negocios entre
ellos, y quienes, año tras año, apoyan causas judías…"
Entre
los que al parecer han sido afectados seriamente e incluso
de un modo financiero fatal: Yeshiva University en Nueva
York; el senador Frank Lautenberg, el propietario de los New
York Mets, Fred Wilpon, el magnate de los bienes raíces y
los medios Mortimer Zuckerman ("afectado
significativamente"), el presidente de GMAC Financial
Services, J. Ezra Merkin, (quien dirigía un hedge fund,
Ascot Partners, que reinvirtió numerosos fondos de obras
benéficas con Madoff), la Fundación Elie Wiesel por la
Humanidad, la Fundación Wunderkinder de Steven Spielberg,
Jeff Katzenberg, la Robert I. Lappin Charitable Foundation
basada en Boston (que ha cerrado sus puertas), la familia de
Eliot Spitzer, la Chais Family Foundation, la Carl and Ruth
Shapiro Foundation, Hadassah (la Organización Sionista de
Mujeres de EE.UU.), el Fondo Unido de Donación Judío de la
Federación Judía de Greater Washington , el Fondo Común
de Inversiones de 238 millones de dólares de la Fundación
Comunitaria Judía de Los Ángeles, el Congreso Judío
Estadounidense, el Instituto Technion–Israel de Tecnología.
Es
un salvaje golpe al cuerpo para el mercado comercial
inmobiliario en Nueva York. Christine Haughney cita en el
New York Times del viernes a Robert J. Ivanhoe, un abogado
que representa a 10 urbanizadores e inversionistas que
perdieron entre 5 millones y 50 millones de dólares cada
uno: "El nivel de devastación, tanto financiera como
en el ámbito humano, es sorprendente." Haughney cita a
un psicoterapeuta de Manhattan que asesora a líderes del
campo inmobiliario y banqueros: "La mayoría de los
pacientes que ha visto esta semana tienen amigos y parientes
cercanos que perdieron dinero con el señor Madoff. Las víctimas
incluyen a ejecutivos en la correduría comercial global CB
Richard Ellis, el más destacado, Stephen Siegel, un
importante propietario del Bronx quien es presidente de
operaciones mundiales en la correduría."
Un
inmenso problema es que muchos urbanizadores utilizaban sus
inversiones con Madoff como colateral para proyectos y ahora
los bancos les dicen: "Queremos ver el dinero."
Los bienes raíces residenciales también serán afectados
ya que la gente se retira de las compras porque ha perdido
su dinero, o abandonan cooperativas porque ya no pueden
solventar los gastos anuales y los pagos de las hipotecas.
Pam
Martens, colaboradora de CounterPunch y ex agente de bolsa
en Wall Street, me señala que: "Sí, al principio
Madoff y su hermano, Peter, se dedicaban a los country clubs
judíos y obtenían referencias de referencias. Pero al
meterse en líos con los reembolsos y necesitar fuentes cada
vez más grandes de dinero nuevo, se orientó hacia fondos
de fondos (hedge funds que reúnen dinero y luego lo
reparten a varios gestores de dinero de hedge funds.) Eso
significó que Madoff no sabía realmente quienes eran los
inversionistas individuales finales. También significa que
muchas de esas personas no saben todavía que son víctimas
porque su fondo de fondos nunca les dijo que su dinero fue a
Madoff. (No permitía que su nombre fuera mencionado por el
fondo de fondos; obviamente para que la SEC no pudiera
averiguar cuánto dinero recibía realmente.) De modo que
hay que esperar que en las próximas semanas se anuncien más
nombres importantes que han sido víctimas suyas."
"La
gente está horrorizada. Temen ser puestos en evidencia. No
saben cómo continuar," dijo un psicólogo del área de
Boston, citado en una interesante historia por Svea Herbst
de Reuters: "Muchos inversionistas estafados se
quedaron con un sentido de haber sido traicionados de un
modo tan brutal que causará severas cicatrices psicológicas,
dijo el doctor James Grubman, psicólogo que asesora a
familias acaudaladas en el área de Boston que enfrentan los
problemas emocionales de tener dinero. "Dio a sus
inversores un montón de intangibles. Permitía que la gente
sintiera que formaba parte de un club exclusivo, parte de la
"gente iniciada" y que en última instancia
pensaba que valía la pena invertir a través de su
persona."
¿Cómo
logró Madoff, a pesar de sospechas generalizadas durante
muchos años, seguir atrayendo a tantos inversionistas,
gente inteligente como Steven Spielberg, bien equipada de
expertos procesadores de números?
Los
inocentones más ingenuos de todos son los que se jactan de
ser cómplices privilegiados en una conspiración lucrativa,
con escaso riesgo para ellos mismos. Parte del genio de
Madoff como estafador fue que rechazaba a muchos. Como mi
padre, Claud, solía bromear conmigo: "Alexander, la
gente habla de que 'cae en las garras de los prestamistas.'
Yo tuve que obligarlos a dejarme entrar." Madoff
rechazaba candidatos a menos que pudieran depositar millones
y eso, claro está, aumentó tremendamente el afán de los
bobos por participar en algo bueno, por sumarse al club
exclusivo.
Desde
luego, muchos de ellos pensaban que el famoso modelo de
Madoff era dudoso. Después de todo, ¿cómo podía desafiar
las leyes de la gravedad financiera, año tras año,
produciendo un rendimiento interminable (para los
afortunados) de 10 a 12 por ciento por año sobre el capital
invertido? Pero la idea venía acompañada por un guiño
conocedor, de que Bernie obtenía esos inmensos
rendimientos, porque estaba en la onda, porque estaba al
tanto, porque utilizaba información privilegiada. Como me
dijo muchas veces mi padre, mucha gente tiene un poco de
latrocinio en su flujo sanguíneo, y de eso viven los
estafadores, como lo describiera imperecederamente Gogol en
"Almas Muertas."
Pam
Martens, de CounterPunch, quien escribirá sobre el affaire
en esta página en unos pocos días, se ocupó de Madoff en
1991, como lo describió Sudan Antilla en una columna en
Bloomberg. Martens "se estaba haciendo cargo de la
gestión de la cartera de bonos municipales de un cliente,
pero se alarmó cuando supo cómo el sujeto había invertido
el resto de sus posesiones”.
"Me
dijo que el grueso de su dinero estaba con Bernie Madoff y
que Madoff garantiza un 13% de rendimiento por año. Le
dije: 'Ante todo, eso es imposible, y segundo: es ilegal.'
"
Martens
obtuvo copias de las declaraciones de correduría del hombre
y llamó a Madoff. "Dijo: 'Estoy estudiando las
declaraciones del señor X, y es obvio que usted no está
haciendo nada que haya generado un 13% por año.' Él dijo:
"Es la primera vez que alguien se haya atrevido a
cuestionar lo que hago.'"
En
los años siguientes, hubo algunos que lo cuestionaron.
Algunos insistieron con sus sospechas ante organismos como
la SEC, declarando enfáticamente su punto de vista de que
Madoff estaba manejando un timo de Ponzi. Madoff se las
arregló fácilmente frente a las acusaciones por una serie
de razones. Primero, se presentaba a sí mismo como
regulador y como autoridad protectora de la diligencia
debida. Los de la SEC pensaron que era uno de ellos. Luego,
de nuevo, tenía conexiones sociales y financieras muy
resistentes y protección política muy resistente. Es algo
que debería ser investigado con mucha más profundidad.
Madoff invirtió dinero en el fondo para la Campaña
Senatorial Demócrata (100.00 dólares entre 2005 y 2008) e
hizo grandes contribuciones a demócratas importantes en los
Comités de Finanzas, como el representante Henry Waxman y
el senador Charles Schumer. Waxman y Schumer se han
apresurado a anunciar que donarán ese dinero a obras benéficas.
(¿Quién sabe? Tal vez las donaciones han ido al próximo
timo Ponzi en la cadena alimentaria para que vuelva a sus
manos como pagos por protección.)
La
carnicería continuará durante años. Como señala Dean Rotbart en The
Jewish Journal:
"Una
falange de abogados de demandantes anda amenazando ahora
mismo en nombre de sus clientes con que es seguro que lancen
un ataque legal contra obras benéficas, universidades y
otras sin fines de lucro en un esfuerzo por obligarlas a
desembuchar donaciones pasadas cuyos orígenes puedan ser
vinculados con el timo de Madoff.
"Al
menos, grandes cantidades de individuos e instituciones que
se consideran actualmente como víctimas del escándalo
Madoff deberían prepararse para futuras acciones legales
que afirmarán que su riqueza restante no es en nada de su
propiedad – que, más bien, es la propiedad recuperable de
otros demandantes que fueron defraudados por Madoff.
Es
casi seguro que para mantener sus bibliotecas, laboratorios,
programas de becase, servicios hospitalarios, programas de
comidas y cosas semejantes, universidades y otros sin fines
de lucro que siguen operando después del escándalo Madoff
van a tener que contratar a firmas de abogados para combatir
esfuerzos por despojar a esas organizaciones sin fines de
lucro de donaciones pasadas relacionadas con Madoff – sea
directamente de Madoff o indirectamente de inversionistas de
Madoff."
Tal
vez no sea así: Ya que una buena parte de dinero derivado
de Madoff se fue a Israel, es posible que el Congreso
apruebe legislación para limitar la responsabilidad de
organizaciones sin fines de lucro beneficiadas por Madoff, y
que el presidente Obama, cuyas contribuciones a la campaña
seguramente también incluyeron dinero de Madoff, se mostrará
perfectamente dispuesto a firmar donde corresponda.
En
un cuadro más amplio, ¿cuál es la diferencia exacta entre
la operación de Madoff y las de los bancos recompensados
por sus tenebrosas locuras con un rescate de 700 millones de
dólares? Igual que Madoff, los bancos tuvieron que terminar
por admitir que todas sus declaraciones financieras públicas
fueron falsas, que los supuestos activos carecían de valor.
La
premisa operativa de un timo Ponzi es que la marea siempre
vaya en aumento, que los antiguos inversionistas puedan ser
pagados con las inyecciones de dinero de los nuevos
reclutas. Durante los últimos veinte años toda la economía
estadounidense se ha convertido – para citar el sucinto
resumen de su negocio de Bernie para sus hijos – en
"un gigantesco timo Ponzi."
El
Tío Sam es el mayor operador Ponzi de todos los tiempos,
con los poderes mágicos agregados denegados a Madoff (a
menos que la falsificación se cuente entre sus talentos) de
imprimir todo el dinero que quiera. Nuestro consejo de la
semana: Comprad acciones de fabricantes de carretillas de
mano. Compradlas ahora mismo, mientras el precio sea bueno.
Pronto los estadounidenses necesitarán carretillas para
llevar su dinero cuando vayan de compras. Una industria
totalmente nueva de carretillas podría formar parte del
plan de recuperación de Obama. Carretillas plegables para
que las marujas las pongan en la parte trasera del Volvo.
Carretillas a tracción eléctrica. Carretillas híbridas de
GM. Carretillas chapadas con oro del sector de la defensa.
No
fue una operación de un solo hombre, manejada después del
trabajo por Madoff con un libro mayor secreto. Ninguna
persona sola puede manejar un negocio de 50.000 millones de
dólares, aunque tenga libros falsificados. Fue un negocio
familiar. Cada década tiene sus estafas emblemáticas que
capturan el espíritu de los tiempos, y las recordamos con
cariño – desde el homenaje a Howard Hughes de Clifford
Irving, los Diarios de Hitler, Keating. Madoff llegó ahora
al panteón. Por formidables que sean los obstáculos
legales, espero que Spielberg, uno de los estafados por
Madoff, llegue a hacer una película sobre su persona. The
Jewish Journal ya ha sugerido un título: "La lista de
Swindler" (Swindler = embaucador, estafador. Juego de
palabras con "La lista de Schindler," película de
Spielberg. N. del T.]
Las
víctimas de Madoff sabían perfectamente que a más
retribución mayor riesgo
de perder lo invertido
Los
niños vienen de París
Por
Joan J. Queralt (*)
El
Periódico, 21/12/08
Bernard
L. Madoff ha hecho creer a avezados gigantes de las
finanzas, estadounidenses, europeos y japoneses que los niños
vienen de París. La lista de clientes que se dicen
defraudados por este, hasta la fecha, último gurú caído,
no es precisamente la de peces de colores; más bien son
escualos de altura. A estos reyes de las finanzas, el antaño
vigilante de las más populares playas neoyorquinas se la ha
dado con queso. Que hay delito parece obvio, pero ¿hay base
para un castigo ejemplar, al modo del impuesto al fallecido
Kenneth Lay, el mesías de Enron, quien en primera instancia
mereció 25 años de cárcel?
Vayamos
por partes. El comportamiento de Madoff es, desde luego,
delictivo; sin embargo, de ahí a que toda su carrera sea un
fraude penal media un abismo. De entrada, durante muchos años,
todos sus inversores han cobrado religiosamente los
dividendos de las inversiones; lo extraño del caso es que,
por lo que cuentan los que dicen saber de estos temas
–aunque mucho parece que no saben–, los dividendos eran
muy constantes, entorno al 10% del capital, pese a las
fuertes oscilaciones del mercado. Esto, en sí mismo, para
tanto fatuo financiero debería haber sido una señal de
alarma.
Además,
no olvidemos algo extremadamente importante: la Bernard L.
Madoff Investment Securities LLC invertía en fondos de alto
riesgo, los hedge founds, lo que supone quedarse al margen
del paraguas de los mecanismos regulares de control y
rescate previstos para los inversores menos arriesgados. De
todos modos, es conocida la ecuación básica de los
negocios: a más retribución del capital, mayor riesgo de pérdida
de lo invertido. Ni por la naturaleza de los productos ni
por el montante de las operaciones ni de la exposición de
las posiciones cabe afirmar que estemos ante débiles
ahorradores (pensionistas, menestrales, clase media–baja).
Las presuntas víctimas son los masters del universo de los
negocios.
Hay
más: se dice –ahora todo el mundo parece saber cosas que
hasta hace una semana ni imaginaban– que Madoff operaba
fuera del horario laboral; incluso se nos ha dicho que lo
hacía desde una planta no habitual de su sede. En efecto,
bajaba desde la 19ª a la 17ª planta. En la era de la
globalización financiera, en cuyos dominios nunca se pone
el sol, donde la operativa es on line, las 24 horas al día,
¿quién puede afirmar seriamente que el malvado Madoff se
comportaba como Mr. Scrooge, el usurero de Cuento de
Navidad?
Ni
nadie sabía nada ni nadie le ayudaba. Si hubiera sido así,
los niños realmente vendrían de París. O, en otras
palabras: no hay peor ciego que el que no quiere ver. No es
en absoluto creíble que, dada la idiosincrasia de sus
clientes y la entidad de sus inversiones, estos se limitaran
a cerrar los tratos con un apretón de manos, volvieran a
sus dry martinis y se quedaran a la espera de recibir el
extracto trimestral.
Por
ello que, suceda lo que suceda en EEUU, los inversores
particulares españoles, como ha ocurrido con los flecos
hispanos de Lehmann Bro– thers, no pueden solicitar aquí
la protección del Banco de España, pues es un hecho
acontecido fuera de su jurisdicción. Podrían, con todo,
reclamar la intervención de la Comisión del Mercado de
Valores para verificar la corrección de las inversiones
hechas desde España por compañías de intermediación
financiera legítimamente aquí registradas; esta verificación
solo podría alcanzar veracidad de los datos ofrecidos por
tales intermediarios, según la información disponible en
el momento de la inversión, lo que supone atar moscas por
el rabo. Y, en ningún caso, los inversores españoles
tienen derecho a que con el dinero de todos los españoles
se les resarza por su poca destreza a la hora de poner en
valor su patrimonio: socializar las pérdidas solo puede ser
legítimo cuando de ello se derive una ganancia social, y
ahora no es el caso.
A
los afectados (descontando siempre lo ya percibido) no les
cabe tampoco ejercer la persecución penal en España contra
Madoff. Si lo desean y se lo pueden costear, deberán acudir
a los tribunales de Manhattan, que están al sur de la isla,
cerca de Wall Street, algo separados del Lipstick Building,
sede de la depredadora compañía, en la 3ª Avenida, solo a
4 manzanas del MOMA y a 10 de Tiffany, destinos que los
inversores deben de conocer más que bien.
En
resumidas cuentas, al margen de lo que haga la justicia
norteamericana, en especial a la hora de pactos y arreglos
prejudiciales, y del parco resarcimiento (máximo 250.000 dólares)
que pudieran percibir los inversores, ha quedado claro que
un tipo altamente dotado para encantar serpientes ha llevado
a cabo sus propósitos.
Los
afectados o pasan por pardillos –lo que no casa con sus
currículos– o deberán pechar con parte de culpa por,
como mínimo, haber mirado para otro lado, en la esperanza,
largo tiempo realizada, de ir salvando los muebles. Y,
finalmente, se ha visto que Norteamérica, paraíso de las
normas, de los abogados y de los asesores, es un queso, más
que con agujeros, apolillado hasta el tuétano, donde las
autoridades ya no pueden seguir sosteniendo que no sabían
nada. El cuello, de tanta torsión voluntaria, se les va a
caer.
(*)
Catedrático de Derecho Penal de la Universidad de
Barcelona.
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