Estados Unidos

Desconfianza de la Bolsa neoyorquina. El Citi se debate entre desmembrarse y una estatización

Wall Street reaccionó en baja al discurso de Obama

Por Cristian Carrillo
Pagina 12, 21/01/09

Los principales indicadores bursátiles del mundo no brindaron a Obama su mejor bienvenida. Las mayores plazas iniciaron sus operaciones desde temprano en baja y la caída se fue acentuando tras la asunción del flamante presidente estadounidense. Sus declaraciones en defensa de un mayor control sobre los mercados no fueron bien recibidas por los inversores, que todavía no logran digerir, desde el viernes último, el derrumbe de sus imperios financieros. “La crisis nos ha remarcado que, sin el ojo vigilante, el mercado puede perder el control”, afirmó Obama en su primer discurso como jefe de Estado. Más allá de los dichos de Obama, el catalizador del malhumor del mercado volvieron a ser los principales bancos del país. El Citigroup y el Bank of America estuvieron otra vez en el centro de la tormenta. El Citi, que supo ser el mayor holding bancario de Estados Unidos y un verdadero “supermercado financiero global”, estudia la manera más elegante de salir de la crisis sin presentar quiebra. Entre las posibilidades que se les presentan está la de dividir sus departamentos y vender su parte más rentable al Morgan Stanley e, incluso, la de una estatización de la entidad.

Fue el preludio de una relación que promete ser tensa entre el mercado y Obama. El flamante mandatario dejó entrever que sus esfuerzos harán foco sobre el sector real y no en continuar con la seguidilla de rescates bancarios que inició su antecesor. Afirmó que la ayuda deberá responder a una mejora de los indicadores sociales, como empleo, salud y seguridad previsional. “Donde la respuesta sea sí, iremos en esa dirección. Donde la respuesta sea no, los programas se terminarán”, dijo.

Desde que recrudeció la crisis financiera estadounidense, la posición de Obama y del Partido Demócrata estuvo más vinculada a un auxilio de la esfera real de la economía. A pesar de haber apoyado el megasalvavidas de 700.000 millones de dólares que aprobó el Capitolio en octubre último, criticaron la inacción para contener la pérdida de puestos de trabajo, que ya suma más de dos millones, los remates de viviendas y la pauperización de los fondos de retiro de la población. “Esos son los indicadores de la crisis”, afirmó ayer el mandatario. Esta posición implicó que se impusieran serios condicionamientos para los fondos que fueron librados a los principales bancos del sistema financiero estadounidense y que, de todos modos, no lograron revertir la frágil situación de esas entidades, y el mal uso de ese dinero.

“La pregunta que nos hacemos hoy no es si nuestro gobierno es muy grande o muy pequeño, sino si trabaja”, respondió Obama al viejo dilema de un Estado omnipresente o ausente. En los últimos meses los dominios del laissez faire requirieron de “billonarias” inyecciones de fondos para mantener parte del imperio funcionando, pero sólo logró comprar un poco de tiempo. “No es una cuestión acerca de si el mercado es una fuerza para el bien o para el mal. Su poder para generar riqueza y expandir la libertad es intachable, pero la crisis nos ha remarcado que sin el ojo vigilante, el mercado puede perder el control, y así una Nación no puede prosperar en el largo plazo”, agregó Obama.

Sin embargo, el mercado es el que sigue creyéndose omnipresente y frente a cualquier atisbo de intervención responden con una ola masiva de venta de acciones. Wall Street profundizó la caída en la última mitad de la rueda y su principal indicador, el Dow Jones, se retrajo más de 4 por ciento. Del otro lado del Atlántico la atención se repartía entre el acto en Washington y las cifras del descalabro financiero del Viejo Continente. Las plazas europeas, que cerraron antes del juramento de Obama, cayeron en promedio un 2 por ciento.

De todos modos, esa declaración de amor–odio que pretendió mostrar Obama con el mercado no fue la única causante del desplome. Las dudas sobre la salud del sistema financiero internacional sumaron un nuevo capítulo de especulaciones, interrumpido anteayer ante el feriado por el Día de Martin Luther King. Las pérdidas del Citigroup encendieron esas luces de alerta.

El Citi al borde del abismo

El Citi había recibido un paquete de 25.000 millones de dólares a fines de noviembre. Luego el Fondo de Garantía de Depósitos, la Fed y el Tesoro comunicaron que iban a respaldar unos 306.000 millones de dólares en activos potencialmente “tóxicos” de su balance e inyectó 20.000 millones de dólares adicionales a los anteriores 25 mil. La administración Bush no podía darse el lujo de dejar caer al Citi como lo hizo con Lehman. El banco todavía en pie tiene activos por dos billones de dólares y operaciones en más de 100 países, incluyendo a la Argentina, por lo que el riesgo de no actuar era un costo que no iba a asumir.

De todas maneras, el rescate no alcanzó para sacarlo del pozo y el tercer mayor banco de Estados Unidos emitió un comunicado en el que admitía su intención de eliminar una tercera parte sus negocios y de dividir sus actividades para sobrevivir. El Morgan Stanley podría incluso quedarse con uno de los pocos departamentos rentables que aún tiene el Citi. Ahora se presume, según publica The New York Times, que el Citi podría ser incluso estatizado. “Nuestra economía está duramente debilitada, como consecuencia de la codicia e irresponsabilidad de parte de algunos, pero además de nuestro fracaso colectivo para tomar decisiones duras y para preparar a la Nación para una nueva era”, reconoció ayer Obama.


La crisis del Citi

Por David Enrich
Wall Street Journal, 16/01/09

En los años 80, para su tesis de doctorado en la Universidad de Columbia, Vikram Pandit trató de resolver un complejo problema económico que involucraba los precios de los activos. Sus asesores académicos temieron que fuera imposible de solucionar. Tuvieron razón, Pandit nunca resolvió el problema.

Hoy, como presidente ejecutivo de Citigroup Inc., el ejecutivo trata de descifrar otro acertijo: cómo salvar Citigroup, hasta hace poco el principal imperio financiero del mundo. A diferencia de su tesis, que demoró siete años en completar, su permanencia al frente del conglomerado depende de su capacidad para sacarlo rápidamente de un agujero financiero cada vez más hondo.

Los problemas quedarán a plena vista hoy, cuando Citigroup anuncie una perdida operativa para el cuarto trimestre de al menos US$10.000 millones. Es probable que esta cifra eleve el total de las pérdidas acumuladas bajo la conducción de Pandit a casi US$30.000 millones.

Nadie responsabiliza a Pandit por los problemas de Citigroup. El ejecutivo heredó una compañía inflada, disfuncional y con miles de millones de dólares en activos tóxicos.

Durante la crisis financiera, sin embargo, Pandit ha sido mal evaluado como comunicador con sus más de 300.000 empleados, la junta directiva, accionistas y el gobierno. Su estilo deliberante y académico ha generado las críticas de que demoró demasiado en reconocer la gravedad de los problemas de Citi y de que no preparó a la compañía para la tormenta financiera que se estaba formando. Más que nada, Pandit pudo haber desperdiciado una oportunidad de reducir el tamaño de la compañía cuando se convirtió en presidente ejecutivo.

Ahora, en momentos en que Citigroup vuelve a estar contra la pared, Pandit decidió cambiar de rumbo. Se espera que hoy, cuando revele los resultados del cuarto trimestre, el ejecutivo dé a conocer planes para acelerar el desmantelamiento parcial del imperio financiero.

La acogida inicial a la última reorganización de Pandit ha sido hostil. Desde el martes, cuando se divulgó la nueva estrategia, la acción de Citigroup se ha desplomado 32%. Varios empleados y accionistas de la empresa dicen que han perdido confianza en el presidente ejecutivo y algunos señalan que su disposición a reducir el tamaño de la compañía es una señal de desesperación.

Hace apenas cuatro meses, Pandit era elogiado por guiar a Citigroup a través de la crisis. A mediados de septiembre, después del colapso de varias instituciones financieras, los ejecutivos de Citigroup se jactaron de haberse convertido en un "pilar de fortaleza" para la golpeada industria.

La suerte de Citigroup mejoró a finales de septiembre cuando acordó comprar las operaciones bancarias de Wachovia Corp. con ayuda financiera del gobierno estadounidense. Pero el acuerdo no duró mucho, en parte debido a que Citigroup no había asegurado un acuerdo vinculante para comprar el banco de Charlotte, en Carolina del Norte.

Días después, el dos de octubre, Wells Fargo & Co. ofreció comprar todo Wachovia sin ayuda federal. Wachovia aceptó.

A los ejecutivos de Citigroup les empezó a preocupar que la ausencia de un acuerdo pudiera ser el inicio de una ola de pánico al fomentar la percepción de que Citigroup había necesitado (y no había logrado) fortalecer su base de depósitos en Estados Unidos.

Entre tanto, las preocupaciones sobre la exposición de Citigroup a miles de millones de dólares en pérdidas llevaron a que inversionistas hundieran su acción. Para mediados de noviembre su precio estaba por debajo de los US$10 por primera vez en más de 15 años.

El 17 de noviembre, Pandit trató de detener la hemorragia con una reunión con sus empleados en la que dio a conocer los prospectos de la empresa. La acción siguió cayendo.

Esa noche, Pandit abordó un avión de Citigroup para hacer un viaje de un día a Brasil. Los empleados quedaron sorprendidos de que no hubiera cancelado el viaje para concentrarse en la crisis. "Mucha gente pensó que era realmente una falta de criterio salir de Nueva York durante una época de tanta presión sobre el banco", dijo un ejecutivo de Citigroup en Brasil. En una reunión en São Paulo, un empleado le pregunto a Pandit si el gobierno de EE.UU. tendría que intervenir para evitar un colapso de Citigroup. Pandit dijo que no, según un asistente a la reunión.

Pandit y su equipo pasaron el fin de semana siguiente hablando con funcionarios federales, lo cual concluyó en una inyección del gobierno estadounidense de US$20.000 millones a cambio de una participación de 7,8% .El rescate no alteró la confianza de Pandit en su estrategia. El ejecutivo calificó el pánico como un reflejo de la industria en general, no de Citigroup en particular.

Este mes, la acción volvió a los niveles que precedieron la crisis de noviembre. Pandit sigue de buen ánimo, pidiendo a sus colegas que sigan concentrados en su trabajo.