Obama
y la nacionalización de la banca
Por
Paul Krugman (*)
krugman.blogs
New York Times, 11/02/09
Sin
Permiso, 15/02/09
Traducción
de Roc F. Nyerro
Felix
Salmon está impresionado por la respuesta del presidente
Obama a la pregunta por una possible nacionalización de los
bancos. Yo, no tanto.
Sí:
Obama impresiona con su discurso articulado y bien
informado, y su respuesta revela que ha tenido en cuenta la
posibilidad de la nacionalización de la banca. Está a años
luz de la mediocridad a la que nos habíamos acostumbrado en
estos últimos años.
Pero
los dos argumentos básicos de que se sirve no son realmente
demasiado buenos. Es verdad: nosotros tenemos miles de
bancos; pero los problemas se hallan concentrados en un
pequeño puñado de gigantes. El propio plan de Geithner,
tal como está ahora concebido, parte de este
reconocimiento: el "test de tensiones" sólo tiene
que aplicarse a bancos con activos superiores a los 100 mil
millones de dólares, cuyo número, se supone, es de unos
14.
Y
en lo que hace al argumento de que nuestra tradición
cultural no se condice con las nacionalizaciones… bueno,
tampoco es muy pronta a rescates bancarios de ningún tipo.
Sin embargo, esos rescates son de todo punto necesarios; y
hasta en los EEUU resultarían más digeribles, si los
contribuyentes consiguieran, al menos y a cambio, librarse
de gilipollas.
¡Ah!
Y no pasa semana sin que la FDIC [Corporación Federal de
Seguros de los Depósitos Bancarios, por sus siglas en inglés]
se haga con unos cuantos bancos. La nacionalización es
ahora tan norteamericana como el pastel de manzana.
(*)
Paul Krugman ganó el premio Nobel de economía de 2008.
EEUU:
¿nacionalizar los bancos?
Por
Alejandro Nadal (*)
IADE, 20/02/09
Estados
Unidos parece encaminarse a la nacionalización de buena
parte del sistema bancario. Pero Obama prefiere no oír
hablar del tema, y parece que su equipo tiene prohibido
pronunciar las sílabas malditas: na–cio–na–li–za–ción.
Sin
embargo, en materia de bancos es posible que ese sea el único
camino, porque hasta el momento nada parece estar
funcionando. Ayer los mercados se desplomaron por el temor
de que nada de lo que planea hacer Obama dará resultado: es
probable que su paquete de estímulo fiscal (de 787 mil
millones de dólares) no sea suficiente para darle a la
economía estadounidense los electrochoques que necesita.
Lo
cierto es que el crédito sigue sin fluir: es claro que el
primer paquete de rescate bancario no tuvo el resultado
esperado. Era de esperarse porque la ayuda no llevaba
condiciones: los banqueros podían hacer lo que quisieran
con esos recursos. Y como en plena crisis las operaciones de
crédito son arriesgadas, no es sorprendente que los
dichosos banqueros se hayan dedicado a todo menos a prestar.
Pero
la explicación más importante es que los estados
financieros de los bancos están contaminados hasta la médula
por activos tóxicos. El significado es portentoso: hoy los
principales bancos estadounidenses están en la insolvencia.
Estimaciones confiables indican que las pérdidas del sector
bancario alcanzan 1.8 billones de dólares. Si esos números
son correctos, la espina dorsal del sistema bancario
estadounidense está fracturada. Para restaurar este cuadro
clínico se requieren cantidades astronómicas de capital
debido al fuerte apalancamiento de estas actividades.
El 9
de febrero el secretario del Tesoro presentó su plan para
rescatar a los bancos y poner nuevamente en marcha a la
economía. El punto importante es que Geithner sigue el
mismo camino de su predecesor Paulson al proponer un plan
muy amistoso para el sector bancario, con una pesada carga
para el fisco.
Geithner
propuso la creación de entidades público–privadas
encargadas de promover la compra de los activos tóxicos
(cartera vencida y sus derivados) en poder de los bancos
para sacarlos de las hojas de balance. Pero hay varios
problemas con este plan. Para comenzar, no se sabe quién va
a comprar esos activos porque el plan también promete
reducir los pagos de las hipotecas. Es decir, el valor de
activos respaldados por la hipotecas de segunda categoría
bajaría todavía más.
Por
supuesto, la raíz del problema es que el precio real de
esos activos tóxicos está por el piso. Venderlos a ese
importe implicaría que muchos de los grandes bancos tendrían
capital social negativo y desaparecerían. Los bancos,
evidentemente, no están de acuerdo con vender estos
"activos" a un precio de mercado tan castigado.
Pero comprarlos a precios nominales sería un regalo
desmedido a los bancos y un escándalo político. Geithner
prefirió quedarse donde dejó las cosas Bush. El mercado
bursátil no se dejó impresionar y al día siguiente se
derrumbó.
Pero
el plan Geithner sí deja ver que la nacionalización no es
la prioridad de Obama. Ese podría ser su error histórico
porque hoy parece que sólo una nacionalización podría
romper el nudo gordiano de los "activos tóxicos",
limpiar la contabilidad de esos establecimientos y reanudar
la actividad bancaria convencional (tanto en la captación
como en el otorgamiento de préstamos).
Obama
podría incluso ofrecer una nacionalización temporal.
Dentro de unos años, cuando ya se tenga un nuevo sistema
regulatorio, los bancos serían reprivatizados. Y se podría
recurrir a esquemas redistributivos muy interesantes para
recolocar a los bancos en el sector privado. Uno consistiría
en distribuir el valor de las acciones de estos bancos entre
los causantes: después de todo, es con su dinero que se
pudieron recapitalizar y sanear esos establecimientos.
Pero
Obama se opone diciendo que el costo de una nacionalización
sería muy elevado. Eso es discutible. De hecho, si a costos
vamos, hay que notar que de septiembre a enero la Reserva
Federal aumentó su hoja de balance en 1.2 billones de dólares
y ahora se niega a revelar los nombres de las instituciones
beneficiarias. Es claro que el costo del rescate ya supera
lo autorizado por el Congreso y la transparencia es nula.
Varios circuitos de la economía estadounidense han recibido
una fuerte inyección de liquidez en estos meses. En algún
momento, todo esto va a revertirse, con presiones
inflacionarias difíciles de controlar. Obama podría
lamentarse de no haber nacionalizado los bancos cuando podía.
¿Por
qué sabe tan amarga la píldora de la nacionalización de
los bancos en Estados Unidos? Marx diría que en Estados
Unidos solamente ha imperado el modo de producción
capitalista. Ni esclavismo (la economía sureña no cae en
esta categoría) ni feudalismo: sólo el mundo del capital.
Eso conduce a una visión ahistórica del mundo. Sólo
existe el capital, eterno y natural. ¿Nacionalizar? Uy, no,
¡qué horror!
(*)Alejandro
Nadal es economista. Profesor investigador del Centro de
Estudios Económicos, El Colegio de México, y colabora
regularmente con el cotidiano mexicano de izquierda La
Jornada. Fuente: La Jornada, 18/02/09.
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