Radicalización de la crisis
Acople depresivo global
Por Jorge Beinstein (*)
Observatorio Internacional de la Crisis, 14/02/09
A comienzos de 2007 fue Alan Greenspan (por entonces ya había abandonado la
presidencia de la Reserva Federal) quien dio el alerta
acerca de la próxima llegada de la recesión en los Estados
Unidos, la profecía se cumplió hacia el fin de ese año.
Ahora ha sido Gordon Brown, primer ministro de Inglaterra el
que ante la Cámara de los Comunes a comienzos de febrero de
2009, en plena recesión, anunció la llegada de la depresión
global. Como era de esperarse la palabra maldita fue rápidamente
desmentida oficialmente que la atribuyo a una “gaffe”
(1), una expresión involuntaria de Brown, pero el tema
quedo instalado precedido por un cierto número de
comentarios y artículos de especialistas coincidentes con
esa afirmación. Casi al mismo tiempo el presidente de
Francia, Nicolás Sarkozi, califico a la crisis como “la
peor desde hace un siglo” y en su conferencia de prensa
del 9 de febrero Barak Obama coincidió con esas visiones
“catastrofistas” (realistas).
2009 aparece como el–año–de–todos–los–peligros, es muy difícil
pronosticar el ritmo de la crisis en curso sobre todo porque
no tiene precedentes en la historia del capitalismo; su carácter
sistémico, su pluralidad (económica, energética, militar,
institucional, tecnológica, ambiental, ideológica) y las
interrelaciones entre sus diversas componentes le confieren
un comportamiento errático, casi (pero no totalmente)
impredecible.
De todos modos un conjunto de indicadores nos están señalando que el
acople recesivo global que se fue desarrollando durante 2008
está ahora ingresando en una nueva etapa caracterizada por
grandes caídas productivas y aumentos de la desocupación
en los países centrales y en la mayor parte de la
periferia. Se trata de la instalación de un acople
depresivo global avanzando ante la impotencia de los
gobiernos de los países ricos que constatan como las
lluvias de millones de millones de dólares, euros, etc.,
arrojados sobre sus mercados no consiguen frenar la
avalancha.
Al igual que en el comienzo de la etapa anterior el motor de la crisis se
encuentra en los Estados Unidos donde durante el último
trimestre de 2008 y en el comienzo de 2009 aparecieron datos
alarmantes anunciando la inminente llegada de la depresión.
En el cuatro trimestre de 2008 el Producto Bruto Interno promedio cayó a
una tasa anual de 3,8% (si descontamos la acumulación de
inventarios la caída supera el 5%), la producción
industrial bajó 11 %, el consumo de bienes durables 22 %,
el de bienes no durables 7 % y las exportaciones 22 %, las
informaciones disponibles del primer mes de 2009 (consumo,
desocupación, cotizaciones bursátiles, algunos sectores
industriales decisivos como el del automóvil, etc.) indican
que la tendencia recesiva se profundiza. A las caídas en la
producción y el consumo se agrega el rápido aumento del
ahorro personal, impulsado por el temor a la desocupación y
a la pérdida de ingresos, que reducirá aún más el
consumo lo que a su vez empujará hacia abajo a la producción
industrial. A lo largo de 2008 se puso en marcha el clásico
círculo vicioso recesivo donde el consumo, la producción y
la inversión interactúan negativamente: la recesión
provoca más y más recesión. Se ha producido un rápido
empobrecimiento del grueso de la población, en algunos
casos se trata de pérdidas de riquezas ilusorias como lo
fue el aumento burbujeante de acciones y valores
inmobiliarios que impulsaban el consumo de sus beneficiarios
y en otros de pérdidas reales de empleos, salarios y
viviendas.
Dos informaciones pueden ser útiles para evaluar la magnitud del desastre,
la primera referida a la contracción de la riqueza
provocada por el colapso financiero. La llamada riqueza neta
de la población norteamericana (valor de las propiedades,
acciones, etc., menos deudas) había descendido a comienzos
de 2009 en unos 14 billones (millones de millones) de dólares
corrientes respecto del valor promedio de 2007, cifra
equivalente al Producto Bruto Interno de los Estados Unidos
(2).
La segunda información nos ilustra sobre el impacto social de la crisis, la
desocupación “oficial”, es decir la registrada de ese
modo por el gobierno, creció gradualmente a lo largo de
2007 y se aceleró desde mediados de 2008, en octubre incluía
a más de 10 millones de personas, en diciembre superaba 11
millones (7,2% de la población económicamente activa). Sin
embargo esa cifra subestima el problema porque a los 11,1
millones de desocupados oficiales de diciembre de 2008 (3,6
millones más que en diciembre de 2007) es necesario agregar
2,6 millones de desocupados de “larga duración” (con 27
semanas o más sin empleo), ese sector aumento en 1,3
millones de personas durante 2008, por otra parte los
trabajadores precarios llegaban a unos 8 millones (eran 4
millones 600 mil un año antes). Sumando desocupados
oficiales. crónicos y trabajadores precarios se llega en
diciembre de 2008 a casi 22 millones de personas, eran 13
millones 500 mil un año antes (3); se trata del salto al
vacío de más de 8 millones de personas.
Insolvencia
y aceleración de la crisis
Los principales indicadores económicos y sociales nos señalan que la
crisis se acelera y que el aumento de ritmo apunta hacia una
gran salto cualitativo, un hundimiento catastrófico de la
economía norteamericana que seguramente arrastrará al
conjunto del sistema global.
El Producto Bruto Interno real creció a una tasa anual del 3,3 % en el
segundo trimestre de 2008, tuvo una leve cifra negativa en
el tercero (–0,5%) y cayó con fuerza en el cuarto
(–3,8%).
La producción industrial aceleró su descenso a lo largo del año pasado,
el índice promedio del segundo trimestre cayo 0.9 %
respecto del primero, el del tercero bajó 2,3 % respecto
del segundo y el de cuarto trimestre descendió 3 % (4).
El consumo personal que se había mantenido estancado en términos reales
durante los primeros meses de 2008 inició un persistente
descenso en el segundo semestre que tiende a acentuarse a
comienzos de 2009 (5).
A lo largo de 2007 y hasta abril de 2008 la masa de desocupados oficiales
presentaba una curva ascendente suave, pero en mayo pego un
salto del orden del 11 % a partir de allí el crecimiento de
la desocupación se aceleró, en los cinco trimestres que
van entre enero de 2007 y marzo de 2008 la tasa trimestral
promedio de incremento del volumen de desocupados nunca
superó el 1,5 %, pero en el tercer trimestre de 2008 subió
al 3,5 % y el el cuatro al 5 %. En diciembre de 2008 se
produjeron 630 mil nuevos desocupados netos, en enero de
2008 se repitió aproximadamente dicha cifra (6).
El índice de precios de las viviendas desciende a velocidad creciente desde
mediados de 2008, 10 % de caída a lo largo de todo 2008
(7).
En los 12 meses que van entre octubre de 2007 y mediados de septiembre de
2008 la capitalización bursátil norteamericana descendió
unos cuatro billones (millones de millones) de dólares,
pero solo en los cuatro meses siguientes descendió en un
cifra similar, la baja mensual promedio pasó entonces de
333 mil millones de dólares para el primer período a un
billón de dólares para el segundo (casi 7 % del PBI por
mes) (8). En fin, la tasa de ahorro respecto del ingreso
personal disponible que se había mantenido próxima de cero
en los últimos años pasó del 1,2 % en el tercer trimestre
de 2008 a 2,9 % en el cuarto trimestre y existe consenso
entre los pronósticos conocidos para situarla en torno del
5 % antes de fin de año acentuando así la retracción del
consumo (9).
Si la tendencia a la aceleración de la caída económica no puede ser
frenada todo parece indicar que 2009 se producirá la Gran
Depresión, mucho más grande que la de los años 1930.
Desde que se produjo el colapso financiero de mediados de septiembre del año
pasado el gobierno (Bush y luego Obama) ha tratado de
suavizar la caída a través de millonarios subsidios a los
bancos primero y después a industrias clave como la
automotriz y finalmente a los consumidores. Sin embargo
estas inyecciones de fondos que aumentan peligrosamente la
deuda y el déficit público no han conseguido el objetivo
buscado, ha sido así porque detrás de la crisis de
liquidez, de la falta de crédito, se encuentra el fenómeno
de sobre endeudamiento publico y sobre todo privado que ha
colocado a numerosas empresas y a una enorme masa de
consumidores en la insolvencia o al borde de la misma. Eso
no se arregla inyectando dinero en el mercado, con esas
intervenciones se producen algunos alivios pasajeros que
evitan uno que otro derrumbe, postergan un poco la depresión
sin poder impedir su llegada. A su vez la insolvencia y el
sobre endeudamiento son el resultado de una prolongada
decadencia productiva asociada al ascenso del parasitismo
financiero de aproximadamente cuatro décadas de duración,
es el conjunto del sistema lo que ha entrado en crisis.
Trampa
global
Al igual que en el período recesivo (2008) no existe ninguna posibilidad de
desacople, la articulación comercial, productiva y
financiera de la economía mundial opera como una gigantesca
trampa de la que nadie puede escapar. Habrá que esperar a
que el tiempo (la prolongación de la crisis) genere
factores de desarticulación, de fractura capaces de quebrar
la unidad del sistema, para que ello ocurra debería
producirse una quiebra duradera del comercio y de la trama
monetaria internacional (queda abierta la reflexión acerca
de la posibilidades de supervivencia del capitalismo como
cultura universal si eso llegara a ocurrir).
Por ahora el hundimiento es general, la mayor parte de los países europeos
están pasando de la recesión a la depresión, Japón sigue
el mismo camino. China transita hacia una fuerte baja en su
tasa de crecimiento del PBI, algunos pronósticos la sitúan
en torno del 6 % para 2009 con consecuencias económicas y
sociales equivalentes a una recesión, Brasil y Rusia ya se
han acoplado al desinfle global, la Organización
Internacional del Trabajo acaba de presentar un escenario
para 2009 que incluye cincuenta millones de desocupados
adicionales (10).
Depresión
psicológica
La depresión económica viene precedida por una ola de depresión psicológica
que luego de algunos primeros pasos tímidos en medio de la
recesión de 2008 se expande actualmente a toda velocidad
entre las elites dominantes del mundo, el pesimismo se está
adueñando del universo cultural del capitalismo, sus
ilusiones de dominación imperial del mundo se van
disolviendo en el océano de la crisis. Ese clima fue bien
expresado en su momento inicial por Richard Haass,
presidente del Consejo de Relaciones Internacionales de los
Estados Unidos, cuando en un articulo publicado en Mayo de
2008 señalaba el fin de la hegemonía global norteamericana
y el nacimiento de un mundo crecientemente despolarizado
(11), es decir el principio del fin de la plurisecular y
compleja construcción colonial de Occidente. Hacia mediados
de diciembre James Rickards, figura clave del aparato de
inteligencia norteamericano presentó un informe auspiciado
por la U.S. Navy plagado de pronósticos siniestros: desde
el derrumbe del dólar y de los títulos públicos
norteamericanos hasta reducciones del Producto Bruto Interno
del orden del 30 % en los próximos cinco años y tasas de
desocupación similares a las de los años 1930 (12).
Finalmente el último encuentro de Davos, en otros tiempos
reunión estelar de la cumbre de la globalización
neoliberal, estuvo dominado por las constataciones de
impotencia ante una crisis avasalladora, empresarios
transnacionales y dirigentes de las grandes potencias
lloraron sobre los restos de un mundo que llegaron a creer
eterno.
Este acople mundial del pesimismo ideológico y la depresión económica
podría ser visto en una primera aproximación al tema como
el principio del fin de la post guerra fría, período de
dos décadas de duración marcado por la dominación global
de los Estados Unidos, un auge sin precedentes de la
especulación financiera y una integración transnacional
muy avanzada de los sistemas productivos, también podría
ser descripto como era neoliberal enterradora del
keynesianismo, del estatismo burgués desarrollista. Sin
embargo esas serían interpretaciones muy limitadas,
carentes de una visión histórica más amplia ya que el
llamado neoliberalismo no fue otra cosa que el discurso
triunfalista de la degeneración financiera, parasitaria del
capitalismo keynesiano. En los Estados Unidos el estado
militarista e interventor nunca se retiró de la escena y en
las otras grandes potencias la intervención voluntarista
del Estado estuvo siempre presente aunque al servicio de un
capitalismo globalizado y financierizado cuya dinámica
terminó por desquiciar, corromper profundamente a los
sistemas institucionales en los que se apoyaba. Es toda la
historia del capitalismo (sus grandes paradigmas científicos
y tecnológicos, su estilo de consumo, sus sistemas
productivos, su cultura imperial) lo que ahora está
comenzando a navegar a la deriva.
(*)
Jorge Beinstein es Profesor de Economía en la Universidad
de Buenos Aires. jorgebeinstein@yahoo.com
Notas:
(1),
Philip Webster, "Comment: Brown on depression – a
gaffe and that's official", Times Online, February 4,
2009.
(2),
Federal Reserve Statistical Release, Flow of Funds Account
in United States y estimaciones propias..
(3),
U.S. Bureau of Labor Statistics, “The employment situation:
December 2008”.
(4),
Federal Reserva Statistical Release, Industrial Production
and Capacity Utilization.
(5),
Bureau of Economic Analysis, National Economic Accounts,
Real Personal Consumption Expenditures.
(6),
U.S. Bureau of Labor Statistics–
(7),
House Price Index, OFHEO, U.S. Office of Federal Housing
Entreprise Oversight.
(8),
World Federation of Exchanges.
(9),
Personal Saving Rate, U.S. Bureau of Economic Analysis,
National Economic Accounts.
(10),
“Global jobs losses could hit 51 m”, BBC News,
2009–01–28.
(11),
Richard Haass, “The Age of Nonpolarity. What Will Follow
U.S. Dominance”, Foreign Affairs, May/June 2008.
(12), Eamon Javers, "Four really, really bad scenarios",
Politico.com, 17 de diciembre de 2008.
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