Las
perspectivas del dólar
Papel
mojado
Por
Juan Torres López (*)
Observatorio
Internacional de la Crisis, enero 2009
La
Oficina Presupuestaria del Congreso de Estados Unidos acaba
de estimar que el déficit presupuestario de 2009 será de
1,2 billones de dólares, lo que representará algo más del
9% de PIB estadounidense. Para Obama se trata de una carga
impresionante que tendrá que gobernar a partir del día de
su toma de posesión pero para el resto del mundo es un
aviso de gran trascendencia.
En
cualquier otro país una situación de ese tipo sería
catastrófica para sí mismo, pero Estados Unidos dispone de
un privilegio especial que le permite descargar sobre las
espaldas de los demás la pesada carga de sus déficit
gemelos, el presupuestario y el fiscal. Puesto que más de
medio mundo utiliza constantemente la moneda que emite
Estados Unidos, resulta que este país puede permitirse el
lujo de pagar su deuda sencillamente emitiéndola en mayor
cantidad, siempre que se mantengan las condiciones
institucionales hoy día prevalecientes en el comercio y en
los sistemas de pagos internacionales (libertad de
movimientos para el capital y la inversión en dólares,
control de la supervisión internacional o que no se haya
obligado al emisor a respaldar su divisa en oro o a limitar
su emisión, entre otras).
Ese
privilegio lo ha podido lograr Estados Unidos debido a su
inicial fortaleza económica pero, acto seguido, también y
gracias a su dominio imperial sobre el mundo, al control que
ejerce sobre muchos gobiernos, a su presencia militar en
todas las esquinas del Planeta (su presupuesto para defensa
representa casi el 60% del total mundial) y, por supuesto,
gracias al empobrecimiento de sus sectores sociales más
desfavorecidos que también pagan el endeudamiento de modo
especial muy particular, porque suelen salir perjudicados de
las reformas fiscales y de los recortes del gasto social.
De
esa forma se produce una combinación de tendencias nefasta.
Cuanto más débil sea la economía de Estados Unidos, más
tiene que esforzarse por consolidar su poder militar y político
en el resto del mundo. Y es por eso que, si Obama no diera
una radical y yo creo que imprevisible vuelta de tuerca, en
una situación tan crítica como la actual no cabe sino
esperar que se agudicen los momentos de tensión, de amenaza
y quién sabe si también de intervenciones militares y
guerras de gran calado.
La
gravedad del momento la muestra, por ejemplo, el hecho de
que sólo en los tres últimos meses Estados Unidos haya
emitido nuevos billetes por valor de unos 600.000 millones
de dólares. Billetes, por supuesto, que cada vez tienen
menos respaldo, pues se generan justo cuando la deuda
aumenta y se agudiza la crisis de su economía productiva.
Estados Unidos está inundando a la economía mundial de
papel mojado. Es algo que puede hacer, como acabo de señalar,
porque tiene capacidad para imponer silencio y sumisión a
los demás gobiernos y porque una buena parte de las
empresas multinacionales que gobiernas en realidad al mundo
son norteamericanas pero que termina por debilitar sin
remedio a la economía internacional, que se ve obligada a
utilizar una divisa degradada y a tomar como referencia un
numerario cuyo valor solo proviene del poder imperial de
quien la emite.
Mientras
que la situación empeore y la deuda pública y privada (que
ya representan el 60% y el 360% del PIB estadounidense
respectivamente) sigan creciendo (lo que seguramente va a
ocurrir como acaba de advertir Obama) Estados Unidos no hará
otra cosa que externalizar su coste sobre el resto del mundo
y seguir procurando que su deuda la paguen los demás países
y los más pobres de su nación.
Tan
monumental es la deuda que está generando que incluso se
está hablando de alternativas verdaderamente radicales e
incluso sorprendentes. Se comienza a plantear, por ejemplo,
la posibilidad de condonar la deuda estadounidense en aras
de garantizar la estabilidad de los pagos y los cambios en
el planeta, toda vez de que la mayor parte de ellos están
referidos a su divisa. Se trataría, desde luego, de un escándalo
descomunal, de un acto de verdadera piratería económica y
de una inmensa y atroz injusticia si se tiene en cuenta la
mezquindad con la que siempre se ha tratado la deuda de los
países más pobres.
También
se ha llegado a especular con la creación de una nueva
divisa estadounidense que supondría una verdadera operación
de mesa limpia en la economía mundial ante un dólar ya
convertido verdaderamente en un papel que carece del valor
que dice representar.
De
hecho, la Reserva Federal de Estados Unidos está tratando
de dar un paso decisivo en ese sentido, emitiendo deuda por
su cuenta, al margen del Tesoro y del Gobierno. Algo que no
sólo le daría una autonomía muy difícilmente compatible
con los principios constitucionales del estado democrático
que acabó con el absolutismo (como en realidad creo yo que
supone en general el régimen de independencia de los bancos
centrales) sino una manera de ir desligando al dólar de los
compromisos y de la realidad cada vez más deteriorada de la
economía norteamericana, pues a la postre vendría a
representar una especie de nuevo numerario. Y todo ello, sin
descartar que el propio Obama tomara nada más llegar alguna
medida de estabilización radical sobre su moneda, para
oficializar su pérdida de valor que ya es un hecho
indisimulable.
La
disyuntiva de Estados Unidos es terrible para los demás. O
emite dinero sin límite, lo que supone echar el peso de la
deuda sobre los demás y deteriorar su equilibrio social
interno, y además correr el riesgo de una gran inflación
si la coyuntura cambiase; o pone en marcha una operación de
gasto efectivo descomunal, pero que debería ser tan inmenso
que no es previsible que pudiera generarlo ni siquiera
movilizando a todo su aparato productivo si no es mediante
una guerra de grandes dimensiones.
Obama
y especialmente su futuro vicepresidente están dando pistas
sobre las cuestiones económicas, pero limitándose a
advertir de la gravedad de la situación. Con toda
seguridad, el nuevo presidente de Estados Unidos tendrá que
ser mucho más explícito a partir de su toma de posesión.
Quedan, por tanto, muy pocos días para adivinar qué
destino nos aguarda a todos porque lo que está claro es que
lo que resuelva Estados Unidos nos incumbe de lleno.
(*)
Juan Torres López, catedrático de Economía Aplicada de la
Universidad de Málaga.
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