AIG:
el verdadero test de Obama
Por
Thomas L. Friedman
The New York Times,
17/03/09
La
Nación, 19/03/09
Traducción
de Mirta Rosenberg
Nueva
York.– Cuando uno escucha a un senador norteamericano en
funciones pedir que los banqueros se suiciden, sabe que el
nivel de furia en este país está alcanzando dimensiones
peligrosas, al estilo de La hoguera de las vanidades.
Es
peligroso por muchas razones, pero más que nada porque esta
furia real provocada por AIG podría aplastar las cosas
verdaderamente difíciles pero de importancia crítica que
debemos hacer en las próximas semanas para aliviar esta
crisis financiera.
Seré
más específico: si a usted no le gustó leer que los
ejecutivos de AIG recibieron millones de dólares en
bonificaciones después de que su empresa ?el 80% de la cual
está en manos de los contribuyentes estadounidenses? acumuló
las pérdidas trimestrales más grandes en la historia de la
Vía Láctea, sin duda no le gustará en absoluto el plan de
rescate bancario que desplegará muy pronto el equipo de
Obama.
Ese
plan comenzará usando los 250.000 millones de dólares que
quedan del plan de rescate para empezar a eliminar los
activos tóxicos de los bancos. Pero en última instancia,
para conseguir la dimensión de reparación que necesitamos,
probablemente hagan falta otros 750.000 millones de dólares.
El
plan tiene sentido y, si se lo instrumenta adecuadamente,
incluso puede reportarles beneficios a los contribuyentes.
Pero en este clima de furia, Obama deberá recurrir a todo
el capital político en su alcancía –y en las de
Michelle, Sasha y Malia– para vendérselo al Congreso y al
público.
Pero
esta tarea no es sólo suya. Todos los que tienen interés
en la estabilización y la reforma del sistema tendrán que
hacer su parte. Empezando por los ejecutivos de AIG que
recibieron las bonificaciones. Tienen que devolver los 165
millones voluntariamente.
Todo
el mundo hoy en día está sufriendo recortes de algún
tipo, y los ejecutivos de AIG no pueden ser la excepción. Vivo
en Montgomery Country, Maryland. Los
maestros de aquí, que ganan un promedio de 67.000 dólares
anuales, decidieron renunciar al 5% de aumento que estaba
acordado para el año próximo, ahorrándole 89 millones de
dólares al sistema escolar para que no haya que cerrar
programas ni despedir maestros.
Si
los maestros pueden hacer ese sacrificio, los ejecutivos de
AIG pueden hacer algo por el país.
No
olvidemos que AIG básicamente manejaba un fondo de inversión
libre no regulado dentro de una compañía de seguros de
primer nivel. Y –al igual que Bernard Madoff, que vendía
acciones fantasma– AIG vendía, en realidad, seguros
fantasma contra el default de los paquetes de hipotecas
subprime y otras deudas? seguros para los que la aseguradora
no tenía en absoluto capital para cubrir cuando los bonos
se derrumbaron.
Era
un fondo de inversión sin inversión. Es por eso que los
contribuyentes tuvieron que salir a pagar los seguros para
AIG, para que sus clientes en el sector bancario y en el
gobierno no se vinieran abajo y causaran un daño aún
mayor.
Desafortunadamente,
todo el dinero que ya gastamos en AIG y en los bancos sólo
alcanzó para impedir la caída total del sistema. Fue tan sólo
para mantener vivo al paciente. Y es por eso que para curar
el sistema probablemente se necesitará el resto de los
fondos del paquete de rescate, además de los 750.000
millones de dólares que el gobierno advirtió al Congreso
que necesitaría del nuevo presupuesto.
Por
lo que yo alcanzo a entender, el plan de recuperación de la
Casa Blanca –que debe anunciarse en breve– será más o
menos así: el gobierno creará un ente para comprar las
hipotecas tóxicas y sacarlas de los balances de los
principales bancos. Estas serán adquiridas por un fondo público–privado
o fondos en los que los contribuyentes serán efectivamente
socios de los fondos de inversión y de los grupos de
capitales privados. Los fondos de inversión proporcionarán
su experiencia para poner precio y comercializar los
valores.
Los
contribuyentes estarán allí para garantizar (gulp) que los
fondos de inversión no pierdan dinero si asumen riesgos
iniciales y también para prestarles dinero para hacer
algunas de las adquisiciones. Los contribuyentes se
beneficiarán de todas las ganancias que produzcan estas
sociedades.
Más
capital
Una
vez que los bancos vendan todos sus valores tóxicos, muchos
de ellos necesitarán capital, porque, aunque tal vez esos
activos figuren en sus libros con un precio de 85 centavos
de dólar, inicialmente quizá deban venderlos por menos.
Así,
es probable que el gobierno tenga que inyectar capital en más
bancos para mantenerlos a flote. Pero una vez que los bancos
empiecen a limpiar sus balances de esos activos tóxicos,
seguramente atraerán el capital privado que necesitan y
aliviarán al gobierno de la obligación de seguir inyectándoles
capital.
¿Funcionará?
Sólo podemos esperar que sí. Pero hay algo que sé con
certeza: si los bancos no son saneados, la economía no podrá
despegar, y el saneamiento de los bancos no se logrará sin
otra amplia red de seguridad proporcionada por los
contribuyentes.
La
única persona que tiene suficiente peso e influencia como
para vender algo tan grande es el presidente Barack Obama.
Los banqueros y el Congreso deberán ayudar; cada ciudadano
tendrá que tragarse su furia. Pero en última instancia
Obama tendrá que convencer a la gente que ésta es la
solución menos injusta y más efectiva. Será su primera
prueba de liderazgo. Es uno de los próximos estrenos, y se
verá en cada cine –y banco– próximo a su casa.
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