Estados Unidos

El escándalo por las millonarias bonificaciones: crece la presión sobre Obama por AIG

Ante la ira popular, el mandatario volvió a
respaldar a Geithner

Por Silvia Pisani
Corresponsal en EEUU
La Nación, 19/03/09

Washington.– Algo se dio vuelta ayer aquí. Por primera vez en la era Obama, la indignación popular se puso por delante del conocido "calma, no drama" presidencial. Y fue ese enojo el que logró que algunos ejecutivos de Wall Street, asustados por esa indignación, devolvieran al menos una parte del dinero público que embolsaron en bonificaciones.

"Les aseguro que hay ejecutivos que han empezado a devolver el dinero y otros que están pensando en hacerlo", tartamudeó ayer ante el Congreso Edward Liddy, el presidente de la aseguradora AIG. Fueron sus directivos los que embolsaron 165 millones de dólares en sueldos extraordinarios. Y lo hicieron con dinero público, aportado por el Estado para salvar al gigante asegurador del colapso al que lo empujaron esos mismos directivos. "Admito que lo que ocurrió fue de mal gusto", balbuceó Liddy.

Con semblante pálido, el directivo compareció ayer ante el Congreso. Y no tuvo una buena recepción: decenas de indignados contribuyentes lo esperaban con carteles de "ladrones, desvergonzados, corruptos".

El enojo popular fue claramente por delante del "estoy enojado" que, por primera vez, soltó ayer Barack Obama, que pareció subirse tarde al tren de la indignación. Y aún no fue capaz de convertirla en acciones concretas para defender el dinero de los ciudadanos de una maniobra que él mismo calificó como grotesca.

Su joven administración ha quedado, así, en el ojo de la tormenta por haber liberado 30.000 millones de dólares más para salvar a AIG del colapso, "sin darse cuenta" de que parte de ese dinero público era utilizado para pagar bonificaciones a los mismos ejecutivos acusados de empujarla al colapso. Pero, con la popularidad de Obama aún muy alta, los dardos por ahora se dirigen más hacia su secretario del Tesoro, Timothy Geithner, a quien ayer el mandatario tuvo que respaldar por segunda vez en 48 horas.

"El tiene mi confianza", dijo Obama, respecto del funcionario que se ha convertido en chivo expiatorio de este escándalo.

El otro dato de la historia es que la lección del enojo popular parece empezar a prender en Wall Street. Tras el escándalo de AIG, se disparó una rara fiebre de transparencia con el tema de las bonificaciones: Merrill Lynch salió a aclarar cómo las pagaba, mientras que el Bank of America fue "invitado" judicialmente a contar cómo recompensa a sus directivos.

La noticia fue la comparecencia de Liddy ante el Congreso. El directivo, que lleva seis meses al frente de AIG y que confesó que, de haber llegado antes, "jamás" hubiera autorizado los pagos, fue vapuleado, primero, por indignados contribuyentes. Luego, por legisladores demócratas y republicanos que, por igual, le dieron como a un saco de boxeo: ninguno quiso perder su cuota de "enojo" ante las cámaras.

Antes de eso, el propio Obama se había subido al carrito del enojo. "Yo no quiero calmar la cólera. Creo que la gente tiene derecho a estar enojada; yo estoy enojado", dijo, en una improvisada conferencia de prensa. "Estoy molesto con Wall Street. Pero lo que queremos es canalizar esa cólera de una manera constructiva", dijo.

Con Estados Unidos sumido en la recesión, "lo más importante que podemos hacer ahora es estabilizar el sistema financiero, hacer que fluya el crédito nuevamente para los negocios y los consumidores", dijo. "Pero espero que Wall Street y los mercados no se equivoquen y piensen que pueden volver a los negocios como se hacían antes", advirtió. "El modelo de negocios que creó un montón de riqueza de papel pero no riqueza real en este país, y que ahora provocó una crisis, no puede ser el modelo de crecimiento económico", subrayó.

Liddy, mientras tanto, lidiaba como podía con los dardos. "He pedido a los directivos que cobraron los bonos que devuelvan, al menos, la mitad" del dinero, balbuceó. Se refería al 50% de los 165 millones de dólares que, hasta ahora, fueron usados en los escandalosos premios. Y, apenas terminó de decir eso, estalló otro escándalo. "¿Sólo la mitad? Nada de eso, señores. Ustedes tienen que devolverlo todo", fue el clamor, no de los senadores, sino de locutores de radio y de televisión.

La ira, todavía, sigue dando vueltas. Y, por las dudas, la sede de AIG no afloja con la seguridad privada.


El secretario del Tesoro, criticado por no haber frenado bonificaciones a ejecutivos

Mientras crece la ira contra AIG,
Obama respalda a Geithner

Por Silvia Pisani
Corresponsal en EEUU
La Nación, 18/03/09

Washington.– La tormenta estalló antes de lo previsto para el presidente Barack Obama. Por primera vez en las ocho semanas que lleva de gobierno, enfrenta un incómodo cóctel de ira popular, pérdida de popularidad y reproches políticos por el uso de fondos públicos para pagar sueldos extras a superejecutivos de Wall Street a los que, previamente, había acusado de contaminar el mercado.

Tal fue el escándalo que, en plena tempestad, la Casa Blanca consideró necesario salir en respaldo del secretario del Tesoro, advertida de que la figura de Timothy Geithner estaba siendo duramente cuestionada por los norteamericanos.

El presidente tiene "total confianza" en Geithner y cualquier insinuación de que cometió un error en el caso de las primas y sueldos de AIG es "injusta", indicó la Casa Blanca.

La ola de indignación contra el carismático Obama tiene origen en el uso de 165 millones de dólares de fondos públicos para pagar bonificaciones a ejecutivos de AIG, una empresa aseguradora que, tras haber entrado en colapso, recibió 170.000 millones de dólares en ayudas oficiales. Y pertenece en un 80% al Estado.

Para colmo, todo sucede en el mayor de los secretos. Tuvo que intervenir el fiscal general de Nueva York, Andrew Cuomo, para que los norteamericanos supieran, por lo menos, que fueron 73 los directivos que se embolsaron los 165 millones de dólares. Nadie, hasta ayer, decía ni explicaba nada en la Casa Blanca. "Es que hay pánico a represalias, a una airada reacción popular, si trascienden los nombres de los beneficiarios", confesaron empleados de AIG. "Hay mucha gente que ya ni quiere venir a trabajar a las oficinas por miedo."

Anoche, Geithner anunció que AIG será liquidada "en forma ordenada" y que la aseguradora deberá reembolsar las bonificaciones. Además, la ayuda del Estado se reducirá en forma progresiva.

"Encubrimiento"

Pero la cólera ya había estallado. "El dinero público se usa para premiar a los ejecutivos que, con sus productos financieros de alto riesgo, contribuyeron a desencadenar la crisis", señaló The New York Times .

Fue más lejos el influyente The Wall Street Journal , que llegó a atribuir a Obama una "política de encubrimiento". "AIG recibió miles de millones de los contribuyentes, que en buena parte fueron a parar a bancos extranjeros e inversores privados, y no a combatir la crisis económica", dijo.

"La incapacidad de Obama para evitar estos pagos amenaza con minar su crédito popular y su apoyo en el Congreso para sacar adelante su ambiciosa agenda política", previno The Washington Post .

Cuando dispuso el pago de los 170.000 millones de dólares en ayuda, el propio Obama fustigó el manejo "irresponsable" de esos gerentes.

"¿Cómo pueden justificar su crimen ante los contribuyentes, que son quienes salvan a la empresa del hundimiento?", se preguntó el mandatario, haciéndose eco del enojo popular contra los ejecutivos de Wall Street. Y, poco después, se destapa que parte de esa ayuda se destinó al pago de primas y sueldos extras de esos mismos gerentes.

Es, tal vez, el momento personal más delicado en lo que lleva la joven administración de Obama.

"Ya no sirve que el presidente diga que está indignado con lo que ocurre. Tiene que actuar", reclamó The Washington Post.

El escándalo se trasladó al Congreso. El presidente de la Comisión de Hacienda del Senado, Max Baucus, sugirió imponer un impuesto especial y retroactivo a las bonificaciones de AIG.

"¿Cuál es el mayor impuesto que podemos imponer que no sea anulado por los tribunales?", preguntó Baucus. "Averigüemos cuál es", dijo, en un desesperado manotazo para sacar a su gobierno del apuro.

Los republicanos mostraron menos paciencia. El senador Richard Shelby, vocero de la oposición en la Comisión Bancaria del Senado, criticó a la Casa Blanca, e insistió en que Geithner debió haber bloqueado el pago de las bonificaciones.

"Geithner sabía lo que estaba pasando, o debería saberlo", disparó. "Necesitamos conocer los detalles de esto. ¿Cuándo fueron pactadas las bonificaciones? ¿Quién las recibe?", preguntó luego. Y si bien no llegó a pedir la cabeza de Geithner, sí dijo que "lo criticaba todo el mundo".

Para el asesor económico de Obama, Larry Summers, "se hizo todo lo que se pudo". Lo cierto es que se trata de un traspié difícil para el presidente, si quiere imponer su idea de "saneamiento de la economía" y al mismo tiempo paga gigantescas ayudas al sector financiero. Y las encuestas de popularidad empezaban a acusar el golpe.