Entrevista con el analista
estadounidense Pepe Escobar, del Asia Times
“En política económica y exterior,
[Obama] es una continuación
'soft' de Clinton, con cambios
básicamente cosméticos”
Por Salvador López Arnal
Rebelión, 17/04/09
Pepe Escobar es un documentado y fino
analista de política internacional, autor de “Globalistan:
How the Globalized World is Dissolving into Liquid War”
(Nimble Books, 2007) y “Red Zone Blues: a snapshot of
Baghdad during the surge”. Un gran número de sus
trabajos han sido publicados en Rebelión y en otras
páginas de la red. Nuestra conversación, la segunda que
mantenemos en apenas medio año, se ha centrado en su última
publicación, aún no traducida al castellano, que lleva por
título “Obama does Globalistan”.
Su último libro está dedicado a analizar la figura
de Obama. El primer capítulo lleva por título: “¿Mesías
o emperador?”. ¿Sabe usted la respuesta a esa disyuntiva
no sé si excluyente? ¿Qué representa Barack Obama en su
opinión? ¿Es una renovación de los estilos y prácticas
de los últimos presidentes norteamericanos?
Cuando escribí el libro, durante la “no man’s land”,
entre su elección y el inicio de su Administración, sólo
se sabía que Obama era un pragmático minimalista.
Actualmente, basándonos en sus decisiones y actuaciones,
puede decirse que es un pragmático gradualista. En
política económica y exterior es una continuación soft de
Clinton, un Clinton 3, con virtualmente el mismo equipo de
soporte. Los cambios, hasta ahora, son básicamente cosméticos.
Inicia usted el primer apartado del primer capítulo
de su ensayo con una (sorprendente) cita de Deleuze: “Si
uno está prisionero de los sueños de los otros, está
condenado”. ¿Cree usted entonces que la ciudadanía
norteamericana, y la opinión pública mundial, están
presas en alguna ensoñación errada?
Me parece claro que los “obamaníacos”, como en una
ficción de Borges, están como sonados, si se me permite la
expresión, por un Obama larger than life. La
izquierda americana, paralizada, es incapaz de criticarlo.
La derecha histérica, por otro lado, está muy feliz con su
“surge” [golpe de mar] militar en Af–Pak [Afganistán–Pakistán].
Obama, como producto de la era de la celebridad, es ya más
grande que Michael Jackson en los ‘80.
Pero el mundo ya está observando la realidad. A los
europeos no les interesa un Obama que quiere más soldados
para Afganistán. Visita no el Iraq que sufre sino una base
del “Imperio de bases” en ese país ocupado. No es capaz
de denunciar el lobby de Israel. Quiere hablar con Irán,
dice. pero presupone que Irán quiere fabricar armas atómicas.
La lista podría continuarse.
¿Cómo valora usted las medidas tomadas por la
presidencia Obama para superar la crisis, la abismal crisis
en la que nos encontramos? ¿No son algo extraños
–inconsistentes con intenciones reales de cambio de
orientación, quiero decir– los dirigentes económicos que
ha nombrado (o que han sido nombrados)? No parece que haya
aquí, como usted mismo acaba de indicar, ninguna señal de
ruptura.
Le resumo mi opinión: los Obamanomics son un plan
de salvataje de Wall Street, una continuación también de
la desregulacion operada por Robert Rubin durante la
Administración Clinton. Los mejores analistas económicos
del momento –Michael Hudson, Paul Krugman, Nouriel Roubini,
por citar sólo algunos de ellos– están de acuerdo: es un
robo concertado de los “taxpayers” en beneficio de las
grandes bancos y corporaciones afines, todos insolventes. Y,
desde luego, sin ninguna garantía de solucionar el
problema.
Se ha afirmado con insistencia que Barack Obama ha
llegado a la presidencia de los Estados Unidos rodeado de un
montaje mediático jamás visto en la historia electoral de
su país. ¿Es así? ¿Qué fuerzas han impulsado ese,
digamos, montaje publicitario? ¿Qué intereses se mueven
detrás de su candidatura y de su presidencia?
Estuve el año pasado siguiendo la contienda presidencial
en diversos Estados americanos. La organización del Team
Obama, del equipo Obama –su “grassroots”, cultivado
online– era todo un espectáculo, una “case story de PhD”,
un caso histórico en términos de marketing político.
Estaba estructurada como un movimiento de masas que
atravesaba todas las clases sociales, incluso la elite de
decisión real y la mayor parte de Wall Street. El fenómeno
sociopolítico era tan avasallador que las elites
norteamericanas, muy inteligentemente, percibieran que éste
era el ideal “rebranding” [cambiar nombres pero seguir
siendo lo mismo o muy similar] del Imperio en este momento
histórico.
¿Cree usted que, de algún modo, la victoria de
Barack Obama representa un "canto a la esperanza de que
otro mundo es posible”? ¿Es ingenuo creer en una cosa así?
Hoy, de manera realista, ya se puede responder
negativamente. No es una cuestión personal, de Obama como
individuo. A pesar de todo su carisma, su inteligencia y
honestidad de propósitos, Obama es finalmente el producto
de un sistema osificado. Los juegos de intereses, pesados,
nada ligeros, en Washington, los lobbies y la enorme fuerza
del complejo industrial–militar deciden prácticamente
todo. Un presidente que realmente quisiera cambiar el
sistema por dentro acabaría en llamas. No exagero, no es
una licencia poética.
Habla usted de Marx en el primer capítulo del ensayo.
¿Hay actualmente un nuevo interés en estudiar su obra, su
tradición? ¿Regresa Marx en Estados Unidos?
Regresa Marx en reducidos guetos de vida intelectual
americana, no en la América profunda, claro está, donde
Marx, Freud y Nietzsche siguen siendo aún encarnaciones del
Anti–Cristo. El excelente David Harvey es virtualmente
barrido de los medios corporativos, un perfecto desconocido.
Ni él ni su obra existen. “Socialismo” aún es una
palabra y un concepto sucio para la mayoría
–probablemente mayoría absoluta– de los ciudadanos
americanos.
A lo largo del ensayo pone usted en primer plano el
tema de la globalización y de la política exterior
usamericana. Le pregunto sobre estas cuestiones. ¿Observa
usted alguna diferencia de talante entre la presidencia Bush
II y lo anunciado por Obama? Este último, por ejemplo, ha
prometido salir de Iraq en un tiempo razonable y ha mandado
cerrar Guantánamo.
La diferencia fundamental entre Bush II y Obama, desde el
punto de vista de la clase dominante americana, es de método,
esencialmente procedimental. Obama deberá cumplir el
programa para el que Bush II fue de hecho elegido: mantener
la hegemonía imperial, programa que no realizó por
absoluta incompetencia. El Pentágono no permitirá a Obama
irse de Irak totalmente. Las “fuerzas residuales” pueden
llegar a alcanzar la cifra de 50.000 efectivos. Guantánamo
puede ser cerrada, pero no, en cambio, Bagram en Afganistán,
que es mucho mas estratégica.
En la crisis económica, como le comentaba, lo que cuenta
es salvar el sistema financiero. Al diablo quien paga
impuestos.
¿Por qué cree usted que va a incrementarse la
presencia de USA en Afganistán? ¿No puede representar un
pozo sin fondo para Estados Unidos como lo representó hace
algo más de dos décadas para la Unión Soviética? ¿Qué
persigue Estados Unidos con ello?
Washington persigue conseguir una nueva versión de El
hombre invisible de H. G. Wells aplicada al Nuevo Gran
Juego en Eurasia, algo sobre lo que NUNCA –permítame
que subraye el término– se habla en el debate americano:
el “pipeline [oleoducto] Turkmenistán”, Afghanistan–Pakistan–India
(TAPI), a un coste de 7.600 millones de dólares, no
construido hasta la fecha, que atraviesa una zona de guerra,
tiene que ser protegido por tropas americanas y de la OTAN.
Es lo que yo llamo la confluencia de Pipelineistan y
el Imperio de Bases Militares. Estas bases en Afganistan son
fundamentales no sólo para proteger un hipotético pipeline
sino para provocar a los dos competidores estratégicos de
Estados Unidos en Eurasia: Rusia y China. Aparte de ello,
Afganistán no tiene ninguna importancia estratégica para
Estados Unidos. Poco importa, poco importa a la Administración
norteamericana quiero decir, si los Talibanes o los halcones
del desierto dirigen el país. No es esta la cuestión,
nunca lo ha sido.
Pakistán ha sido un aliado fiel de la política
norteamericana en Oriente Próximo. ¿Lo seguirá siendo en
el futuro?
La relación militar y de seguridad entre Washington y
Islamabad es…erótica. Pueden amarse y odiarse, pero el
sexo habla más alto. Pakistán es un “failed state”
[Estado fallido] casi total, controlado por dos decenas de
familias y el aparato militar–seguridad, aun traspasado de
paranoia respecto a India.
Estados Unidos no puede dejar de cuidarlo. En caso de que
no lo hiciera, caería totalmente en la órbita china.
Hablemos, pues, de China. ¿China va a ser la gran
superpotencia del siglo XXI? ¿Cómo concibe usted las
relaciones entre este gran país asiático y Estados Unidos
bajo la presidencia de Obama?
En el 1997 escribí un libro sobre el siglo XXI en el que
hablaba de este período como el siglo de Asia. Nada ha
cambiado. Si es capaz de dominar sus enormes contradicciones
internas, China será la gran superpotencia mundial antes
del 2040. Por el momento, las dos economías –la de China
y la de Estados Unidos – son totalmente interdependentes.
La actual crisis, ¿cree usted que pone en bancarrota
la globalización neoliberal o más bien piensa usted que
todo apunta a que las cosas van a seguir por los mismos
derroteros?
Conceptualmente, teóricamente si prefiero decirlo así,
la globalización neoliberal está muerta. Prácticamente no
desde luego. El último G–20 en Londres fue una tentativa
de perpetuar el sistema. Las reglas del juego aun son
establecidas por una elite financiera, anglosajona básicamente,
ramificada también entre elites transnacionales.
Parafraseando a Gramsci, el viejo orden aun no ha muerto;
por tanto, el nuevo orden todavía no puede nacer.
¿Cree usted concebible, bajo la presidencia Obama, un
ataque a Irán?
De parte de Estados Unidos, no. Obama es un pragmático
no ideológico y sabe las horribles consecuencias de una
decisión así. De parte de Israel, con los fascistas Bibi y
Lieberman en el poder, sin duda. La cuestión es si el lobby
de Israel y los Likudniks en Washington son capaces
de influir en la Administración Obama hasta el punto de
desviarla de su objetivo estratégico, de su aproximación a
Teherán, que además, desde el punto de vista de las
grandes corporaciones americanas, sería muy buena para los business.
Por ese mismo sendero. ¿Por qué Obama se ha
mantenido mudo ante el último ataque militar de Israel
contra Palestina? ¿No hay aquí ninguna esperanza de
cambio?
Porque el lobby de Israel tiene una fuerza extraordinaria
y el ataque fue programado para finales del año 2008, fuera
del espectro de atención de buena parte del planeta, y,
desde luego, antes del inicio de la Administración Obama.
Hoy esta conjunción de condiciones sería imposible. Eso
no quiere decir que Israel no vaya a proseguir en sus periódicos
ataques a Gaza.
Venezuela, Bolivia, Ecuador, Paraguay, El Salvador con
el FLFM, Nicaragua,… ¿pueden dormir algo más tranquilos
con la presidencia de Obama?
Vamos a tener un esbozo de respuesta muy temprano, en la
Cumbre de las Américas. No hay ningún interés por parte
de la Administración Obama en cultivar y mucho menos
desarrollar una oposición ideológica a Chávez, Morales o
Correa. Obama está ya cortejando a Lula como su
interlocutor ideal en América del Sur.
Habla usted al final del libro de la pareja Obama–Medvedev.
¿Qué pareja de baile es ésa? ¿Apunta usted alguna
reconciliación o alguna confluencia de intereses entre
Rusia y Estados Unidos?
Es un ballet fascinante, de extrema complejidad. Ya
hablaron de reducir sus arsenales de armas nucleares. Todo
gira en torno a cómo Estados Unidos deberá renunciar a
presionar a Rusia en su esfera de influencia. Nada de escudo
de misiles en países de OTAN, nada de subvertir los
“Stans” de Asia Central. Y están las figuraciones
secundarias, todas ellas importantes. Si Estados Unidos se
aproxima de Irán, sería una victoria estratégica con
relación a Rusia. Por otra parte, ¿qué van a hacer los
turcos? ¿Una relación aún más estratégica con Estados
Unidos o una paulatina aproximación a Moscú?
¿Es Estados Unidos un Imperio en declive en este
siglo XXI o cree usted que es un tópico sin fundamento?
Sin duda. Los efectos visibles de la crisis, de Manhattan
al Midwest y a California, son impresionantes. Hay enormes
“tercer mundos” dentro de Estados Unidos. Globalmente,
USA mantiene sólo la supremacía militar, pero, como diría
Paul Kennedy, sufre de “overextension”. Para las elites
americanas – que también votaron a Obama – será muy
duro aceptar un mundo multipolar.
Para finalizar, inicia usted su ensayo con una cita de
Robert Musil. ¿Puede recordarnos la cita? ¿Por qué Musil?
¿Qué quiere apuntar con esa reflexión?
Me gusta la ironía cósmica de Musil, cuando habla de
ideales que se metamorfosean en sus antípodas. Puede ser
una reflexión avant la lettre sobre una serie de
actos presentes y futuros de la administración Obama.
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