Estadísticas
problemáticas
La
desigualdad en Estados Unidos
Por Sam Pizzigati
toomuchonline.org,
20/04/09
Sin
Permiso, 03/05/09
Traducción
de Camila Vollenweider
Las
familias del 1% más rico de EEUU se están quedando con una
porción cada vez más alta
de la renta nacional. Entonces, ¿por qué las últimas
estadísticas de la Reserva Federal no muestran el
correspondiente aumento en su porción de la riqueza
nacional?
Desde
1790 los Estados Unidos realizan regularmente conteos de su
población mediante censos. Pero el gobierno federal no
comenzó a contabilizar los dólares que la gente tenía en
sus bolsillos, con alguna regularidad, hasta 1983, cuando la
Reserva Federal empezó a dirigir una "Encuesta de la
Riqueza Familiar" [Survey of Consumer Finances; T.).
Mediante
esta encuesta, que ahora se realiza cada tres años, se
calcula el volumen de riqueza de las familias
estadounidenses y cómo se distribuye. La Reserva Federal
condensa toda esta información en un resumido informe donde
se compara la riqueza de las familias pobres, las adineradas
y las que se encuentran en una situación intermedia, una
tarea relativamente sencilla.
Pero
el informe no nos dice mucho sobre los estadounidenses que
son verdaderamente ricos. Estos permanecen invisibles,
perdidos en la difusa categoría: "10% superior",
que incluye a muchas familias
que pocos estadounidenses considerarían excepcionalmente
ricas. En la última encuesta sobre la situación financiera
de las familias realizada por la Reserva Federal, dada a
conocer en febrero, este 10% superior abarcaba a hogares que
percibían tan sólo 140.000 dólares al año.
Al
rescate salió Arthur Kennickell, el jefe de la unidad de
encuestas de la Reserva Federal. En los últimos años,
Kennickell ha analizado los datos de la Encuesta, concentrándose
en las familias dentro del segmento de riqueza del 1%
superior de renta, un grupo que la mayoría de los
estadounidenses definirían como 'ricos'. Su último análisis
ya está disponible en la red.
En
2007, el año que cubrió la última Encuesta de Riqueza
Familiar, una familia necesitaba poseer un valor neto de al
menos 8,3 millones de dólares para pertenecer al 1% más
rico de la nación. En conjunto, estas familias del 1% más
alto tenían una riqueza neta colectiva de 21,9 billones de
dólares, 3,5 billones más que la riqueza neta combinada de
todas las familias por debajo del 90% superior de renta.
En
realidad, estos números subestiman la riqueza de los que
integran el 1%. Cada Encuesta sobre la Riqueza Familiar,
como señala Kennickell, "excluye específicamente"
de la muestra a cualquiera que sea lo suficientemente rico
como para estar en la lista Forbes de los 400
estadounidenses más ricos. En 2007, los 400 de esta lista reunían conjuntamente un
patrimonio de 1,5 billones de dólares.
Pero
en 2007, aun sin incluir las fortunas de los 400 de Forbes,
el 1% superior seguía concentrando la desproporcionada
participación del 33,8% en la riqueza familiar total de los
estadounidenses. Las familias del 90% inferior,
conjuntamente, sólo participan del 28,5%.
Robert
Frank, el periodista del Wall Street Journal que cubrió la
noticia, encontró que estos números eran profundamente
problemáticos –y no sólo por la obvia razón de que
revelan una alarmante desigualdad en Estados Unidos–. Para
Frank, estas cifras del 1% más rico de la población son
estadísticamente incoherentes.
He
aquí el por qué. De acuerdo con la Reserva Federal, el 1%
más rico del país en 2007 poseía aproximadamente la misma
proporción de la riqueza nacional que el 1% más rico en
1995. Es más, la participación en la riqueza del 1%
superior en 2007 (33,8%), fue incluso un poco inferior al
34,6% que tenía el 1% más rico en 1995.
Sin
embargo, curiosamente las cifras sobre la renta muestran una
dinámica bastante diferente. Desde mediados de la década
del 90, la renta familiar del 1% más rico se ha elevado
sustancialmente, pasando de un 11,5% de la renta total
familiar en 1994 al 16,4% en 2006.
¿Cómo
se explica? ¿Cómo pueden los más ricos estar aumentando
su participación en la renta nacional y no tener ninguna
variación en su participación en la riqueza
norteamericana?
La
respuesta podría ser una singularidad estadística. Tal vez
la Encuesta sobre la Riqueza Familiar de la Reserva Federal
no está capturando en sus registros toda la riqueza que
poseen los ricos.
Esto
es posible. La Agencia Impositiva de EEUU (IRS), después de
todo, puede enviar a la cárcel a una persona si no declara
honestamente toda la renta que está percibiendo. Los
investigadores de la Reserva Federal tienen que confiar en
las familias que entrevistan para que respondan sus
cuestionarios y, como señala Kennickell, "es entre las
familias más ricas donde se encuentra la mayor cantidad de
preguntas no respondidas".
Pero
los investigadores de la Reserva aplican métodos estadísticos
razonables para minimizar este factor de "no
respuesta". ¿Pero qué otra explicación podría darse
para el "acertijo de la riqueza–renta" de Robert
Frank?
La
Reserva podría estar sobreestimando la riqueza promedio de
las familias americanas. Cualquier sobreestimación del
promedio de riqueza de los hogares, por supuesto, reduce el
porcentaje de participación de los más ricos en el total
de riqueza del país.
El
economista de la Universidad de Nueva York, Edward Wolff,
sospecha que esto es lo que puede estar sucediendo. La
Reserva Federal podría estar sobreestimando la riqueza
promedio de los estadounidenses al no tomar en cuenta el
cambio masivo de los planes de pensiones de las
corporaciones americanas para sus trabajadores, desde planes
de reparto hasta regimenes de capitalización [del inglés
Benefit–Plan y Contribution–Plan respectivamente; T.].
Robert
Frank, del Wall Street Journal, tiene aún otra explicación
para el problema estadístico del 1%; una explicación que,
reconoce, nadie puede aun corroborar.
Estas
inmensas rentas que fluyen a los bolsillos de los ricos, de
acuerdo con Frank, no se transforman en una mayor porción
de la riqueza nacional porque los ricos han estado demasiado
ocupados gastando masivamente su dinero en "megamansiones,
yates, aviones, bolsos de Gucci, botellas de Mouton
Rothschild y relojes de 300.000 dólares".
Los
ricos, en otras palabras, han estado consumiendo, no
invirtiendo, una enorme porción de sus rentas. Algo de este
consumo podría agregarse a los activos de un rico. Su yate,
por ejemplo, puede aumentar su valor con el tiempo. Pero una
buena parte de esta clase de consumo –como un boleto de
2.632 dólares para ver un derby en el nuevo Estadio Yankee–
simplemente disminuye la riqueza neta de una persona.
¿Podrían
realmente los ricos de EEUU consumir lo suficiente en
placeres personales como para afectar de forma estadísticamente
significativa su porción de la riqueza neta? Tal vez. No
tenemos datos nacionales fiables sobre el consumo personal
de los ricos. Pero muy a menudo podemos vislumbrar las
inmensas fortunas que gastan los ricos estadounidenses para
ser todo lo que pueden ser.
Uno
de esas oportunidades se dio el mes pasado, en el juicio de
divorcio en Connecticut del ex Presidente de United
Technologies, George David –el ejecutivo mejor pagado de
EEUU en 2004– y su esposa de 36 años, Marie Douglas–David.
Douglas–David
presentó una demanda por 57 millones de dólares más de
los que su ex ofrecía. Ella necesita un poco más de
dinero, arguyen sus abogados, para cubrir sus gastos básicos.
Estos gastos, para ser precisos, rondan los 53.000 dólares
semanales, una suma que cubre, entre otros desembolsos,
"4.500 semanales para ropa, 8.000 para viajes y 1.500 dólares
para comer fuera".
¿Qué
tan típica puede ser Douglas–David? No podemos saberlo
con seguridad. El acertijo de la estabilidad de la riqueza
neta de nuestro 1% más rico puede mantenerse irresuelto. ¿Debería
preocuparnos? ¿Importa realmente este problema en el análisis
final?
Con
seguridad. El problema identificado por el periodista del
Wall Stret Journal, Robert Frank, tiene una importancia que
excede por mucho las cuestiones estadísticas. El principal
fundamento para recortar impuestos a los ricos descansa,
después de todo, en la idea de que los ricos "invertirán"
estos dólares. Estas inversiones, sigue el argumento,
fortalecerán la economía y redundarán en el bienestar
general.
Pero
si los ricos están malgastando sus fortunas, no están
creando riqueza, están quemándola. Y eso, informa Frank,
debería ser "una preocupante señal para aquellos que
confían en que los ricos son reservas, sentados en el banco
de suplentes con sus riquezas acumuladas, listos para
conducirnos a la recuperación".
(*)
Sam Pizzigati dirige “Too Much”, publicación semanal
digital sobre excesos y desigualdades.
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